El nuevo RoboCop

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Originalmente publicado en Esquire no. 65 (PDF aquí)

En 1997, una supercomputadora venció a Garry Kasparov, Gran Maestro de ajedrez. “No jugaba como una máquina, sino como el mejor ajedrecista del mundo”, dijo el ruso cuando Deep Blue dejó de ser un mero dispositivo tecnológico para convertirse en el rival que lo derrotó en público.
El miedo a que nuestras propias creaciones nos aniquilen comenzó en la ficción, pero a más de medio siglo de que el legendario escritor Isaac Asimov enunciara las tres leyes de la robótica para contener el potencial destructivo de un androide, la red arroja más de seis millones de resultados al googlear el concepto “robot apocalypse”.

A fines de los ochenta y principios de los noventa, el cine concibió nuevos escenarios para superar el temor a la rebelión de las máquinas. RoboCop (1987), de Paul Verhoeven, y Terminator 2: Judgment Day (1991), de James Cameron, no sólo garantizaban que la tecnología no nos destruiría, sino que nuestra única esperanza para sobrevivir estaría en manos de un robot. En ambos casos, el cyborg defiende al ser humano de la corporación y es un antihéroe —como Batman— dispuesto a desafiar lo socialmente aceptado para alcanzar un bien mayor. Mientras que la cinta de Cameron retrata a un robot humanoide que viaja al pasado para salvar al hombre capaz de destruir el sistema que amenaza a la civilización, la película de Verhoeven reivindica las virtudes de la robótica.

Cuando RoboCop llegó al cine, más de un académico destacó los argumentos sociales y filosóficos de la trama. En ésta, una mega corporación privatiza la fuerza policiaca de Detroit para imponer un nuevo orden a través de robots que controlen las calles. De este modo nace el Proyecto RoboCop, que se concreta cuando el agente Alex Murphy —un agente asesinado por delincuentes— es resucitado y transformado en una criatura mitad humana y mitad máquina. La sociedad que encara el nuevo policía va decayendo a medida que aumenta la violencia y la corrupción. Aunque Murphy pierde la memoria al transformarse en androide, persigue la justicia al grado de confrontar a sus creadores (como la criatura de Mary Shelley al doctor Frankenstein), quienes de inicio propiciaron la descomposición social.

Este mes, la historia se reescribe con la dirección del brasileño José Padilha —Elite Squad (2007)— y la interpretación de Joel Kinnaman —The Killing (2011)—como RoboCop. El gran Michael Keaton, quien personifica al director de la corporación a cargo del proyecto, da más detalles sobre la película.

ESQUIRE: ¿Qué fue lo que más te atrajo de esta cinta?

MICHAEL KEATON: Aunque escucharás otros comentarios acerca del elenco y el equipo, el principal atractivo para mí fue trabajar con el director José Padilha. ¡Es maravilloso! Creo que me encontraba en mi rancho cuando me llamó para convencerme. Después de hablar con él varias veces pensé que, si era capaz de hacer la mitad de lo que planeaba, resultaría una película inteligente y entretenida.

ESQ: ¿De qué modo decidiste aproximarte al papel de Raymond Sellars, el director de OmniCorp?

MK: No creía que debía ser el típico villano que se frota las manos y desea dominar el mundo. Deseaba evitar ese cliché y José, que considero el director más inteligente con el que he trabajado, se aseguró de que esto no ocurriera. Desde que recibí el guión me pareció que era un personaje muy interesante. No creo que fuera del todo malo ni que el dinero fuera lo más importante para él.

ESQ: Entonces, ¿cuáles dirías que son las motivaciones de tu personaje?

MK: Raymond Sellars es un gran pensador. Está convencido de que el enfoque robótico beneficiaría la aplicación de la ley y el orden. Quizá defendería que hay una razón moral para hacerlo. Creo que busca convertirse en un innovador y tiene curiosidad sobre las cosas que pueden cambiar el mundo. Y, bueno, gran parte de esto también obedece a su ego.

ESQ: ¿Realizaste alguna investigación previa a la interpretación de este papel?

MK: Sí, además de lo que estaba en el guión, hablé con diferentes científicos y expertos en robótica, como Hugh Herr, del Massachusetts Institute of Technology (mit). Me interesó conocer más acerca de lo que sucede hoy en día y las implicaciones morales que esto tiene. Me intriga saber hacia dónde se dirige todo. Tras pasar un tiempo con ellos, me di cuenta de que trabajan en cosas increíbles para ayudar a las personas cuando lo necesitan. Por ejemplo, han creado brazos y piernas artificiales.

ESQ: ¿Concides con los actores que dicen que es más divertido interpretar a un villano?

MK: Sí, lo que sucede es que estos personajes suelen tener más matices. Supongo que esto ya se ha convertido en un cliché.

ESQ: ¿Viste la versión original de RoboCop?

MK: No, pero hace poco leí una entrevista en la que un tipo comentó que vio la película original otra vez y la apreció más debido a que pudo percibir su tono satírico. En pocas palabras, que no se trató en absoluto de una película tonta.

ESQ: Joel Kinnaman interpreta a RoboCop y Gary Oldman al Dr. Dennett Norton. ¿Qué nos puedes decir sobre ellos?

MK: Joel es un actor estupendo y un hombre inteligente. Trabajar con Gary Oldman fue grandioso. A los dos nos emocionó formar parte de esta película, lo cual debo admitir que fue halagador para mí.

ESQ: Tras tantos años de carrera, ¿cómo eliges las películas en las que vas a trabajar?

MK: Hay varios criterios, pero en general busco trabajar con directores realmente buenos —como José—, lo que no es fácil porque hacen pocas películas. Hablando en general, ahora tengo más interés en actuar del que tuve en mucho tiempo.

ESQ: ¿Cómo describirías esta nueva versión de RoboCop? Sobre todo para quien no conoce la historia…
MK: Es una película de acción acerca de un hombre muy reflexivo. Ofrece un enfoque inteligente de los temas que aborda y resultó ser una cinta increíble.

ESQ: Ya experimentaste la presión de vestir un traje como el de Batman, ¿alguna vez quisiste ponerte el de RoboCop?

MK: No, pero creo que no es fácil usar un enorme traje negro con aspecto robótico y, al mismo tiempo, conseguir una interpretación genuina. Con Batman sabíamos que si hacíamos las cosas de forma equivocada, todo podría terminar adquiriendo un aspecto estúpido.

ESQ: ¿Cuál es el debate que la película plantea sobre el uso de la tecnología?

MK: Cuestiona en qué medida usamos la tecnología o si ésta nos usa a nosotros. Yo no soy muy bueno con ella, pero estoy mejorando. Para ser franco, no creo que haya otra opción.

Este soy yo: Geoffrey Rush

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[Esquire no. 65]

  • Tengo una muy buena memoria –vívida, casi forense– de mi niñez y de mi adolescencia. Fui un niño muy feliz. Realmente amaba la escuela. A los 13, ya actuaba frente a toda mi clase. Con una raqueta de tenis, pretendía ser uno de los Beatles. Después de eso decidí unirme al club de drama de la escuela, empecé a participar en obras de teatro y dejé los deportes, que eran sumamente importantes para mí. En ese entonces ni remotamente imaginaba que por delante tendría una vida para ser un actor profesional.
  • Descubrí que podría ser buen actor gracias a mis maestras. Tenía una muy buena de actuación y otra de inglés. Ambas eran expertas en drama y nos motivaban a participar en obras de teatro. Sin embargo, cuando dejaron la escuela –ya no recuerdo por qué–, mis compañeros y yo decidimos que nosotros mismos dirigiríamos el club de drama.
  • Entré a la universidad sin tener idea de lo que quería hacer, por lo que me titulé en Arte, Literatura y Drama desde el punto de vista académico. Sin embargo, como estudiante universitario también me involucré mucho con el teatro.Todos los actores solíamos reunirnos para montar obras. Durante ese tiempo, la Queensland Theatre Company fue creada y el director estaba haciendo cosas similares. Así que terminé mi examen final un viernes y el lunes firmé mi primer contrato como actor profesional.
  • ¿Qué es lo que más me apasiona de la actuación? ¡Ser amado! [ríe] No, no es cierto. Realmente no lo sé. Si te diera una definición propia de lo que pienso que es la actuación, diría que es ponerse en un estado de juego imaginario.
  • No soy un actor de método. Me gusta divertirme mucho cuando actúo. Nunca he ido a terapia para curarme de esto así que no sé si hay algún trauma de mi infancia que haya provocado que quisiera ser prominente o contar una historia. No lo sé. Pero sé que amo la actuación y los lazos que creas con las personas que conoces durante los ensayos o en un set de filmación. En particular me gustan estos últimos, porque en ellos además trabajan electricistas y otras personas expertas en utilería, mismas que tienen una sensibilidad histórica con respecto a lo que se debe hacer.
  • De algún modo, la actuación es como un terreno de juego. Así lo expresó Helen Mirren alguna vez y, si ella lo dijo, yo también lo creo. Básicamente implica que incorporamos el juego a nuestra vida adulta.
  • No miro hacia atás preguntándome si he conquistado muchos de mis sueños. Eso sucede, por ejemplo, en los Juegos Olímpicos, donde entrenas porque tienes una meta. Mis estándares quizá sólo se parecen a los de los atletas porque siempre doy lo mejor de mí.
  • Me cuesta pensar en una palabra que defina mi vida. Me gustaría que el término clave fuera felicidad, pero la realidad es que sería más preciso si dijera ‘realización’. Para ser feliz, necesito sentirme realizado.
  • No hay un libro que me haya cambiado la vida, pero sí lo ha hecho la literatura en general. Siempre me han atraído los repertorios clásicos, aunque también he trabajado con material contemporáneo.
  • Aunque he trabajado en filmes tan distintos como The Book Thief o Pirates of the Caribbean, no hago gran diferencia entre los personajes que he interpretado. Quizá eso se deba a mi preparación como actor de teatro y porque a lo largo de mi carrera he logrado participar en varios papeles sin tipificarme. Sin embargo, también es cierto que, de alguna manera, he logrado encontrar un eje, pues suelo interpretar a un hombre que ayuda: ayudé a Jorge II [en The King’s Speech], a Liesel [en The Book Thief] a Frida [en Frida].
  • El último papel que interpreté –Hans, en The Book Thief– me atrajo por el contraste que representaba con el trabajo que estaba realizando en ese entonces. Recientemente había participado en obras de Oscar Wilde y un musical, así que la simplicidad de este hombre tan ordinario se sintió como un reto para mí.
  • Siempre me digo: no seas prejuicioso. Algunas veces puedes sólo leer las cualidades externas de una persona y restringirlas bajo tus propias percepciones, pero luego descubres que puedes conocerla mejor, de un modo mucho más profundo en cuanto a reservas humanas, idiosincracia y contradicciones.

Camino al sueño

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Originalmente publicado en Esquire no. 65 (PDF aquí)

Tres niños guatemaltecos y un tzotzil suben a un tren que promete convertir su sueño en realidad: hacerse de una nueva vida en Estados Unidos. Con esa ilusión, miles de mexicanos y centroamericanos salen de casa sin saber que la peor etapa del viaje no les espera en la frontera, sino al inicio del camino, cuando se agrede a los hombres y se viola a las mujeres. La esencia del dolor de este recorrido permea en La jaula de oro, de Diego Quemada-Díez, un migrante que hace casi dos décadas dejó España para estudiar cine en Estados Unidos. Este largometraje, que en 2013 resultó ser el más premiado de nuestro país en festivales de todo el mundo —como Morelia, Mar del Plata y Cannes, entre otros— se estrenará este mes en México.

ESQUIRE: Hoy hay mucho interés en el tema, pero la migración siempre ha estado ahí. Tú mismo saliste de España para buscar un sueño en otra parte.

DIEGO QUEMADA-DÍEZ: La migración es un fenómeno natural. Cualquier ser humano, sea por un problema económico, de violencia, por una catástrofe natural o cualquier otra razón, siempre va a salir a otro lugar, como un pájaro al que se le acaba el agua en una zona y vuela a otra. Paradójicamente, gracias a la globalización, los capitales y las corporaciones se mueven libremente por el mundo mientras se limita cada vez más el movimiento de las personas. Quería poner sobre la mesa lo absurdo de las fronteras estas creaciones artificiales que hemos hecho para separarnos como seres humanos a partir del conflicto entre un indígena y un mestizo que creen en el sueño americano. 

ESQ: Leí que varias anécdotas justifican el hecho de que hayas trabajado no con actores profesionales, sino con migrantes. ¿Nos compartes alguna?

DQD: Cuando filmamos el asalto al tren estábamos en la estación de Lechería, en el Estado de México, y escogimos a los bandidos entre los migrantes que estaban ahí para empezar a ensayar. Lo interesante es que la mayoría de ellos ya habían visto secuestros y sabían cómo se hacían las cosas. Ellos me decían qué hacer: cómo debíamos retratar el robo de mochilas, de dinero y a qué migrantes debían atacar. Muchos de los secuestradores son centroamericanos, lo que implica que la gente se traiciona entre sí. La anécdota es importante porque ellos mismos fueron quienes me ayudaron a darle mayor realismo a las escenas. 

ESQ: Iniciaste la investigación para la película en Mazatlán. Cuando llegaste a vivir a México, ¿ya tenías la intención de hacer esta película?

DQD: Sí, un amigo taxista me invitó a vivir a su casa, con su familia. Ahí llegaban muchos migrantes y así surgió la idea y la necesidad de contar esto. El proceso duró como diez años, pero al final la perseverancia es la que da resultados. Fue complicado porque, como además tenía que ganarme la vida, combinaba trabajos de cámara y cortometrajes con la investigación. Al principio mucha gente me preguntó para qué quería
hacer una película de migrantes si ya se han hecho un montón, pero sentía que podía aportar algo diferente. Este es un problema contemporáneo muy grande y está bien que lo mostremos desde diferentes puntos de vista y personajes.

 Foto: Ameno Córdoba

La seducción tiene voz

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Originalmente publicado en Esquire no. 64 (PDF aquí)

La voz de Uma Thurman es equivalente a la mirada de Marilyn Monroe. En los años sesenta, la primera playmate de la historia puso al mundo de rodillas con sus sleepy bedroom eyes. La estrella de Kill Bill (2003) no entrecierra los ojos frente a las cámaras, pero habla como si acabara de despertar. En su boca, mi nombre se propaga en tres sílabas a través de la vibración que surge de sus cuerdas vocales.

Ma-ri-a, good-af-ter-noon.

Lengua, paladar y dientes -sus blanquísimos dientes- en perfecta armonía.

Tener a Uma Thurman al otro lado del teléfono es imaginar el movimiento de los labios que despertaron las perversiones de John Malkovich en Dangerous Liaisons (1988). Es contar con un cuarto de hora para dudar si esta mujer de dicción adormilada realmente sostuvo una catana para derramar sangre a borbotones en dos películas de Quentin Tarantino.

La belleza de Uma no es convencional. Está a 20 centímetros de los dos metros de altura. Sus pies son enormes -es talla nueve, un número más grande que Sylvester Stallone-. Su nariz es prominente y durante años quiso hacerse una rinoplastia, pero desistió. Tras superar sus inseguridades inició una carrera como modelo y, en 1987, se convirtió en actriz.

Durante un cuarto de siglo, la voz de cama de Uma Thurman ha resonado en las gargantas de las 42 mujeres que ha interpretado en cine. Fue la esposa del escritor Henry Miller en Henry & June (1990), objeto de deseo del príncipe de los ladrones en Robin Hood (1991) y modelo de comerciales en Even Cowgirls Get the Blues (1994). Con pies descalzos se contoneó frente a John Travolta en Pulp Fiction (1994) y, con una frialdad elegantísima, se convirtió en el símbolo de la perfección genéticamente modificada en Gattaca (1997). En enero de 2014 aparecerá enNymphomaniac, obra del director danés que hace dos años fue declarado persona non grata en el Festival de Cannes por un comentario sobre Hitler. En ella, Thurman interpreta a una mujer recién abandonada por su marido. De la cinta puede esperarse controversia, sexo explícito y la voz -siempre sexy- de Uma. (Gracias por esta vez, Lars von Trier).

Hoy la ex pareja y madre de los hijos de Ethan Hawke tiene 43 años. Trabaja para la industria que atesora la juventud como si fuera el Santo Grial, pero goza cada instante de su madurez. Sigue siendo bellísima. Lo sabe y lo disfruta. Los creativos de Campari también lo saben y por eso le pidieron que posara para su nuevo calendario, pretexto que Esquire aprovechó para colarse hasta su línea telefónica y dejarse hipnotizar por su voz.

ESQUIRE: Tu carrera implica tantas satisfacciones como sacrificios. ¿Cuál es la enseñanza más valiosa que has aprendido hasta ahora?

UMA THURMAN: Esta pregunta requiere de una respuesta muy amplia. Creo que nunca podría contestarla por completo. En 25 años de carrera aprendes muchas cosas. Sin embargo, pienso que lo que ayuda mucho es tener valor. Es lo que más necesitas y lo que hace la diferencia entre el fracaso de la voluntad y la posibilidad de seguir adelante.

ESQ: Hasta ahora te hemos visto en más de 40 películas, ¿cómo logras seguir imponiéndote retos y encontrando papeles que te interesen?

UT: Es muy difícil. Debes mantener la fe de que encontrarás algo que te conmueva y, justo cuando pierdes la esperanza, aparece algo. Inevitablemente sucede así: es una cuestión de tiempo, disciplina, paciencia y valor. Algunas veces me frustro y estoy tentada a aceptar un papel porque siento que debo ejercitarme como actriz, pero en otras ocasiones pienso que debo de tomarme más tiempo para encontrar algo que realmente sea significativo, que sea un reto además de un ejercicio de trabajo. Aunque, ¿sabes?, tras tantos años he concluido que ya he probado casi todas las aproximaciones.

ESQ: ¿Hay algún papel específico que quisieras interpretar, o un director con el que quisieras trabajar?

UT: Bueno, hay muchos, muchísimos. Siempre he tenido la fantasía de colaborar con Pedro Almodóvar, pero no sé si él trabajaría en inglés y, para mi vergüenza, no sé hablar español.

ESQ: Muchas mujeres temen el paso de la edad, pero tú te has mantenido hermosa y exitosa. ¿Cómo lo has logrado?

UT: Yo no me siento tan hermosa [ríe]. He envejecido, pero creo que el cambio ha sido positivo y que la vida se hace más compleja y bella conforme envejeces. Como actriz, conforme ganas más edad, propicias que la gente piense que tu apariencia sufre, pero en realidad adquieres una belleza distinta. Todos esperamos que las audiencias se interesen en mujeres maduras.

ESQ: Queda claro lo que tus fans adoran de ti pero, ¿tú que amas de ti misma?

UT: Mi sentido del humor es mi característica preferida.

ESQ: ¿Cómo eres en casa y qué tan difícil ha sido asumir tus responsabilidades como actriz y mamá?

UT: Creo que no le he dado suficiente atención a mi carrera. Cuando me convertí en mamá decidí involucrarme más en mi vida personal. En esta etapa de mi vida me siento muy emocionada por trabajar y tener tres hijos maravillosos que adoro, con los cuales me siento muy cercana. Paso mucho tiempo con ellos. No me arrepiento de nada.

ESQ: ¿Qué te seduce en un hombre?

UT: Que pueda hacerme reír, que sea inteligente y perspicaz. Para mí, esas serían las características que resultarían atractivas a largo plazo.

ESQ: Háblanos del calendario de Campari, ¿cómo fue trabajar con el fotógrafo Koto Bolofo?

UT: Increíble. Ésta fue la primera vez que trabajamos juntos. Fue una sorpresa y un verdadero placer. Espero que volvamos a colaborar nuevamente. La gente de Campari es lo máximo, son muy gentiles y eso es clave al estar en una situación como ésta. Todos son mis amigos y a varios los conozco desde hace mucho tiempo. Este tipo de sesiones de fotos no se hacen a menudo así que fue todo un deleite. 

ESQ: Próximamente te veremos en Nymphomaniac. ¿Qué podemos esperar de esta película de Lars von Trier?

UT: Para ser honesta, ¡no tengo la menor idea de lo que debo decirte! [ríe] Siento que la gente quedará bastante impactada. Tengo un papel increíble de una mujer cuyo esposo ha decidido dejarla. Mi personaje es muy divertido de interpretar. Me encantó filmar con el estilo y la creatividad de Lars von Trier. Fue impresionante. Sin embargo, en el guión hay explicaciones salvajes e intenso contenido sexual, así que no tengo idea de cómo reaccionará la gente ante la película. De hecho, no he visto ningún adelanto de la versión editada. No sé cómo terminará todo. Sé que Lars von Trier lleva las cosas al límite y es muy provocativo, así que estoy convencida de que no estará feliz sino hasta que todo el mundo esté en shock [ríe]. De cualquier modo, creo que es brillante, salvaje y un artista muy especial, con una voz única. Por eso creo que vale la pena ver el contenido impactante aún cuando pudiera no gustarnos.

Vivir el presente

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Originalmente publicado en Esquire no. 63 (PDF aquí)

Una de las actividades favoritas de Bill Nighy es caminar con su familia por las calles de Londres. Es un amante de los detalles simples de la vida. Por eso se asemeja a Dad -su personaje en About Time, la nueva película de Richard Curtis-, quien disfruta la literatura, el té a media tarde y el cine a la intemperie. El verdadero reto de la existencia, piensa este inglés, es poner atención al presente sin preocuparse por los errores del pasado o las dificultades que pueda acarrear el futuro.

En la cinta, Nighy es un papá con dos retos: enseñar a su hijo de 21 años (Domhnall Gleeson) a viajar al pasado y, a la vez, convencerlo de que el trayecto es innecesario si uno sabe construir una vida que se pueda disfrutar a cada instante, con sus altas y sus bajas. En el mundo real, Nighy -quien dio vida a Davy Jones en Pirates of the Caribbean: Dead Man’s Chest (2006)- es un hombre de 63 años que ha decidido que vivir para perseguir el éxito es una pérdida de tiempo. Ahora lo que más disfruta no sólo es pasear por la ciudad a pie, sino prestar atención a todo lo que acontece mientras camina.

Ésta es la segunda ocasión en que el intérprete trabaja bajo la dirección de Curtis. Antes colaboraron en Love Actually (2003), donde Nighy interpretó a una estrella de rock que canta «Christmas Is All Around». El guión de About Time llegó a manos del ex rockstar acompañado de una nota donde Curtis explicaba que ésta sería la última cinta que dirigiría en su vida (esperamos que esto no sea cierto por la felicidad de quien disfruta de un filme con una estructura narrativa no lineal, personajes profundos, diálogos divertidos e inteligentes, y grandes actores). Nighy aceptó de inmediato.

Al viajar al pasado, Tim -hijo de Nighy en el filme- no puede matar a Hitler o evitar la construcción de la bomba atómica, pero sí tiene la habilidad de revisitar su propia vida y corregir pequeños errores. Y así, en medio de secuencias hilarantes, conoce a Mary (Rachel McAdams), con quien descubre que la felicidad genuina no requiere de una máquina del tiempo para convertirse en realidad.

El último viaje que padre e hijo realizan en la cinta es para revivir un instante cotidiano. La oportunidad de repensar su propia vida es lo que provocó que Nighy no sintiera que About Time fue un trabajo, sino una oportunidad para apreciar la importancia de atesorar los recuerdos más simples del pasado. Quizá la lección de esta historia sea que no hay instantes banales, que caminar a pies descalzos por la arena podría ser el momento que valga la pena recordar antes de morir.

ESQUIRE: ¿Cómo resumiría el argumento de About Time

BILL NIGHY: El principio filosófico de esta película es maravilloso. Sé que la gente ya lo ha escuchado antes, pero en esta cinta es en verdad profundo: se trata de luchar por prestar atención al momento que estás viviendo, en lugar de mortificarte por lo que ya pasó o sentirte amenazado por lo que podría ocurrir mañana. No hay que inventar vacíos en la vida y sentir que falta algo. Las cosas cotidianas son las más importantes, las que hay que atesorar.

ESQ: ¿Usted realmente vive así?

BN: Lo he intentado durante años. De verdad trato de poner atención cuando voy por la calle. Camino mucho. Me encanta hacerlo. Me gusta acostarme bajo los árboles y mirar el cielo; pensar que estoy vivo y soy un hombre con mucha suerte. Vivo en un lugar hermoso. En Londres estoy rodeado de belleza y trato de disfrutarla cada día. Creo que justo de eso trata la película de Richard [Curtis]. Vivir de este modo te da energía y esperanza. Es mucho mejor que la otra forma de vida, donde te permites experimentar un nivel de ansiedad que tiene efectos corrosivos y se roba tu día. Cuando vives así, llegas al final de una jornada y te das cuenta de que realmente te perdiste de mucho, que estabas tan concentrado en algo en particular que difícilmente puedes recordar otras cosas. Sin embargo, cuando llegas a mi edad, tomas conciencia del tiempo y dices: «Oye, esto es precioso». Y no permites que tu tiempo se oscurezca por algo estático.

ESQ: ¿La actuación no se trata de eso en general? ¿De atesorar cada momento?

BN: Sí, ésa es la idea. Lo intentas, pero a veces es muy difícil de lograr. La gente tiene muchos sistemas y técnicas, como meditación, cosa que yo jamás he hecho. Yo escucho música. Es mi nuevo método para iniciar el día. Lo recomiendo muchísimo. Lo que hago es crear un playlist de temas de artistas que van de John Lee Hooker a Van Morrison. Todos ellos son brillantes y tienen algunas de las grabaciones más hermosas que se han hecho. En esa lista tengo temas como «Wasted Years», «Don?t Look Back», «I Cover the Waterfront», «It Serves You Right to Suffer» y «Travellin? Man». La escucho en la mañana. Me siento, cierro los ojos y me concentro en la canción. No es una mala manera de iniciar el día.

ESQ: ¿Qué piensa de Domhnall Gleeson, que interpretó a su hijo en la cinta?

BN: Domhnall es un hombre adorable, de verdad adorable. La pasamos muy bien durante el rodaje de About Time. Trabaja arduamente y sin quejarse. No quiero que parezca que lo estoy recomendando, pero en verdad es divino trabajar con él. Fue muy sencillo y cómodo interpretar nuestras escenas juntos.

ESQ: ¿Y qué hay del aspecto mágico de la historia? Lo de los viajes en el tiempo…

BN: Me gusta que no es ciencia ficción tradicional. No tienes que usar ropa chistosa, subirte a una máquina ni decir cosas extrañas. Para viajar al pasado sólo debes estar en un lugar oscuro -en una alacena o clóset- y cerrar los ojos. También me gusta que sólo puedes ir a lugares en los que ya has estado, sin alterar el resto de la historia. Creo que eso es muy inteligente. Al mismo tiempo es importante que Tim [su hijo en la cinta] sólo utiliza esta herramienta para ayudar a la gente que ama. Todo esto se trata de aprender a poner atención a lo que te rodea; a tu familia, por ejemplo. Y, bueno, a la larga, comprender que no necesitas viajar en el tiempo para lograrlo.

ESQ: ¿Es cierto que no le gusta ver las películas en las que trabaja?

BN: Sí, es cierto. Ni siquiera planeo ver About Time en un futuro. Lo que sucede es que no trabajo en cine para mí, sino para otras personas. Es una estrategia que me hace sentir muy contento. En algún otro momento de mi vida sí las veía, pero no me sentía cómodo atestiguando mis actuaciones. 

ESQ: Si pudiera viajar en el tiempo sólo una vez, ¿a dónde iría?

BN: Me hubiera gustado estar en primera fila en el Apollo Theatre, en Nueva York, en 1962 cuando James Brown dio ese legendario concierto que ahora conmemoramos en el álbum Live at the Apollo. No tengo la menor duda de que debió de haber sido maravilloso. Dicen que Elvis Presley veía a James Brown todas las noches y que Michael Jackson inspiró su carrera en él. Sus movimientos desafiaban la física y te llevaban a pensar cómo era posible que alguien se pudiera mover en el escenario de esa manera.

ESQ: Richard Curtis parece ser un hombre muy amable, pero ¿cómo es durante un rodaje? 

BN: Richard es un director capaz de crear un ambiente agradable porque, claro, él es un hombre muy amable. Es sumamente cortés y jamás, jamás, pierde el temperamento. De hecho, por eso pienso que todo sale bien en sus películas. Creo que quien levanta la voz en un set de filmación entra en un plano amateur y deja de ser un pro?fesional. Ésa es mi visión. No considero que la mala conducta y el arte puedan convivir. Richard es un hombre con clase porque eso es lo que se necesita para ser un director: tener tacto y ser respetuoso con la gente en todo momento. Si eres así, todo saldrá bien. Los días en que la mala con?ducta podía confundirse con talento han quedado atrás.

ESQ: About Time es una gran película. ¿No intentó convencer a Richard Curtis de que no dejara el cine?

BN: Para ser honesto, no creo que vaya a ser su última película. Pero tienes razón, el guión es tan maravilloso que, tan pronto empecé a leerlo, quise aceptar el papel. Y eso no lo debes hacer hasta que terminas de leer [ríe].  Sin embargo, en este caso supe que el papel era grandioso y durante la producción la pasamos de maravilla. Lindsay Duncan, quien interpreta a mi esposa, y Rachel [McAdams] son extraordinarias. Además me encantó estar en Cornwall. La casa en la que filmamos es real: alguien vive en ese acantilado con vista a la playa. Imagino que durante el invierno debe ser fría, pero yo podría vivir ahí.

ESQ: Parece que últimamente ha tenido mucho trabajo. ¿Ya terminó las secuelas de Page Eight, con David Hare?

BN: Sí, hicimos dos: Turks and Caicos y Payne and Redemption. Johnny Worricker ha sido un gran papel para mí y he trabajado con David varias veces. Él es otro director ejemplar. Es brillante y cuando estás en un set con él convives con un hombre cortés, entusiasta y capaz de impulsarte.

ESQ: ¿Se planeó como una trilogía desde el principio o se hicieron estas cintas tras el éxito de la primera, que apareció en televisión?

BN: No lo sé. Cuando recibí el guión de Page Eight fue una situación casi cómica para mí. Había trabajado con David durante toda mi vida adulta como director de teatro y como escritor y, de pronto, decidió escribir el tratamiento de una película en la que no sólo me ofrecía el papel principal, sino que él mismo dirigiría. Recuerdo que le mandé un mensaje para decirle: «¡Hagamos tres!». Lo planteé como una broma porque me parecía un muy buen proyecto y quería extenderlo tanto como fuera posible, pero no imaginé que al final se haría realidad.

ESQ: ¿En qué otro proyecto estará trabajando?

BN: Lo siguiente será Pride, una cinta escrita por Stephen Beresford. La película retrata la increíble historia de un grupo de gays que, en 1984, se dan cuenta de que los mineros la están pasando mal así que, durante los primeros días del Gay Pride, salen a recolectar dinero. Y como en el grupo hay una lesbiana llamada Steff, deciden llamarse The Gay and Lesbian Miners? Support Group. Sin embargo, aunque juntan una buena cantidad de donaciones, cuando el National Union of Miners se entera de sus preferencias, rechaza la ayuda. Lo increíble de la historia es que estas personas se convirtieron en unos de los mejores recaudadores de su época. Pride relata cómo se involucraron con otras personas, se aceptaron y colaboraron en beneficio de ambas partes.

ESQ: Hay rumores de que habrá una secuela de The Best Exotic Marigold Hotel. ¿Son ciertos?

BN: Sí, regresaremos a la India. Nadie pensó que sucedería [ríe]. Pero sí, ése es el plan. Creo que hicimos una buena película que atrapó la atención del público y por eso haremos una segunda parte. Ya leí el primer borrador del guión y es muy, muy bueno. John Madden volverá a dirigirla. Judi [Dench] y Maggie [Smith] también estarán de vuelta. Con un poco de suerte, comenzaremos a filmar a fin de año.

Mr. Owen

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Originalmente publicado en Esquire no. 62 (PDF aquí)

Británico. Reservado. Sabe vestir un buen traje y apreciar una pieza de alta relojería. Es imposible que el nombre de Clive Owen no se traduzca en elegancia. Sólo él pudo haber combatido a los sajones del siglo XVI (King Arthur, 2004), salvar al mundo de quedarse sin población (Children of Men, 2006) y retratar el desenfreno de Ernest Hemingway (Hemingway & Gellhorn, 2012). A más de 20 años de haberle visto por primera vez en televisión, sigue fascinando bajo los reflectores que captan su mirada aceitunada cuando aparece en escena.

Aunque su sonrisa suele ser discreta y en un sinnúmero de fotografías posa con seriedad, Clive Owen disfruta la vida al máximo. Puede asistir a un partido del Liverpool, pasear por las calles de Londres o comprar uno de los objetos que más aprecia: un reloj. A petición de Jaeger-LeCoultre, el actor ha formado una alianza que conjuga la sofisticación de esa casa suiza con su pasión por los guardatiempos y la estética. Con motivo de la celebración del 180 aniversario de la firma, Clive Owen nos habló de las tres películas que tiene en puerta y de aquello que más aprecia de la vida a sus 49 años.

ESQUIRE: Han pasado cinco años desde que apareciste en una de nuestras portadas. ¿Qué lecciones de vida has aprendido desde entonces?
CLIVE OWEN: Creo que lo más importante es estar cerca de tus hijos tanto como puedas porque crecen muy rápido.

ESQ: Te hemos visto como rey y salvador de la Tierra. Cualquiera diría que estás a un paso de convertirte en superhéroe. ¿Te gustaría trabajar en este tipo de películas?
CO: Amo toda película que esté bien hecha y cuente con buenas actuaciones, pero tiendo a gravitar hacia la interpretación de personajes imperfectos, no hacia los heroicos. Usualmente son más interesantes.

ESQ: ¿Qué es lo que más te atrae de un guión?
CO: El diálogo es muy importante para mí. Un guión bien escrito es la herramienta con la que un actor puede trabajar. No tiene caso protagonizar una buena historia con personajes que no hablan bien. Un mal diálogo te hace lucir como un mal actor.

ESQ: No hay mujer del mundo que no se enamoraría de ti. ¿Cómo has logrado mantener un matrimonio de 20 años con tu esposa?
CO: Soy muy afortunado y tuve la bendición de casarme con una mujer muy especial que además es una gran mamá.

ESQ: ¿Cuáles son los retos de proteger tu vida privada a pesar de ser una figura famosa?
CO: Trato de mantener la cabeza abajo, alejarme de los reflectores y no ir a sitios que están de moda.

ESQ: Has dicho que jamás dejarías Londres. ¿Qué es lo que más amas de esta ciudad?
CO: Es mi hogar. Londres es una ciudad increíble llena de restaurantes e increíbles lugares para comprar. Dos de mis restaurantes favoritos son Cigala y Murano.

ESQ: Próximamente te veremos en tres películas: Blood Ties, Words and Pictures y The Last Knights. ¿Qué podrías decirnos acerca de estos filmes?
CO: Son tres cintas muy diferentes. La primera, Blood Ties, se sitúa en Nueva York en los años setenta. En esta película interpreto a un criminal que acaba de ser liberado de prisión y tiene una relación complicada con su hermano, que es policía. En Words and Pictures personifico a un profesor inglés que está apasionado por las palabras y aparece la brillante Juliette Binoche. Por último, en The Last Knights interpreto a un guerrero que debe vengar la muerte de su amo.

ESQ: ¿Cómo fue trabajar con el director Guillaume Canet y hermosas actrices como Mila Kunis y Marion Cotillard en Blood Ties?
CO: ¡Guillaume fue increíble! Me volví su fan cuando vi Tell No One, el thriller que estrenó en 2006, y Little White Lies, el drama de 2010. Y, en cuanto a las actrices, tuve la suerte de que no sólo son talentosas, sino que es increíble trabajar con ellas.

ESQ: Tu carrera empezó en televisión. ¿Te interesaría volver al medio?
CO: Estoy grabando una serie de 10 capítulos en Nueva York. El director es Steven Soderbergh, se llama The Knick y saldrá al aire en 2014. Está situada alrededor del Hospital Knickerbocker, en el downtown neoyorquino en 1900.

ESQ: Ernest Hemingway es uno de los grandes personajes que has interpretado. ¿Cuáles son los retos de trabajar en un papel así?
CO: Tuve la gran fortuna de inspirarme en un guión muy bien escrito y estructurado. Leí todo lo que Hemingway publicó e investigué tanto como pude. Después sólo trabajé con el equipo de filmación.

ESQ: Has actuado durante más de dos décadas. ¿Qué es lo que más atesoras de tu carrera?
CO: Me siento extremadamente afortunado de haber tenido las oportunidades que se me presentaron. Eso es lo que atesoro, que aún me siento inspirado y emocionado por la extraordinaria gente con la que trabajo.

ESQ: Ya llevas tiempo trabajando con Jaeger-LeCoultre. ¿Qué te atrajo de la marca como para aceptar colaborar con ella?
CO: Era y soy un gran fan de la colección Amvox. Eventualmente Jaeger-LeCoultre se acercó a mí ofreciendo la posibilidad de que me hiciera amigo de la marca. La aproximación fue muy orgánica.

ESQ: ¿Tu percepción con respecto a la manufactura de relojes ha cambiado desde que te involucraste con Jaeger-LeCoultre?
CO: Cuando visité la fábrica pude entender lo que implica el proceso de ensamblar una pieza de alta relojería. Estoy impresionado con la habilidad, paciencia y cuidado que se pone a cada pieza que hacen.

ESQ: ¿Qué es lo que más te gusta y lo que más valoras de la alta relojería?
CO: Usar un reloj es como caminar con una pieza de arte en tu muñeca.

ESQ: ¿Tienes algún Jaeger-LeCoultre favorito?
CO: Sí, por el momento es el Jaeger-LeCoultre Gyrotourbillon. Es una increíble pieza de ingeniería, de manufactura exquisita y que luce hermosa.

El señor minimalista

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[Esquire no. 62]

Al otro lado del teléfono, Michael Nyman dice que me envidia. Está en Londres, pero ansía volver a México. Aunque el compositor viajó a su ciudad natal para trabajar, vive en la colonia Roma desde 2008. A unos meses de cumplir 70 años, pasa sus días filmando cortometrajes y labrando el monumental proyecto que se impuso hace un año y planea concluir en marzo de 2014: componer 19 sinfonías (diez más que Beethoven). Nyman habla con calma. Su voz es tan delicada como las notas más sutiles de The Piano (1993), banda sonora que le otorgó el éxito internacional que merecía desde que trabajó para Peter Greenaway en los años ochenta. Con el director galés concibió la música de cintas como The Cook, the Thief, His Wife and Her Lover(1989), A Zed and Two Noughts (1986) y Drowning by Numbers (1988). La dupla de artistas formó la mancuerna perfecta: Greenaway como el genio visual cuyos fotogramas eran en sí mismos una obra de arte, y Nyman como el compositor minimalista que rompía los parámetros establecidos por Hollywood. A casi 40 años de haber iniciado su carrera de compositor, Nyman comparte con Esquire sus ideas sobre la música y planes a largo plazo.

ESQUIRE: Después de tantos años de ser compositor, ¿la inspiración llega con mayor facilidad?

MICHAEL NYMAN: «Inspiración» es una palabra muy extraña, pero entiendo a lo que te refieres. En realidad no me cuesta trabajo generar, recrear o reciclar ideas musicales. Estoy en proceso de escribir 19 sinfonías que la Navidad pasada decidí regalarme para mi cumpleaños, que será en marzo del próximo año. Algunas piezas serán completamente nuevas; otras, una reconstrucción de ideas que he tenido en las últimas dos o tres décadas.

ESQ: ¿Y cómo ha avanzado ese proceso de composición?

MN: Hasta el momento he completado tres. Las he presentado en vivo y se han grabado. Soy muy feliz trabajando con una orquesta sinfónica en lugar de un solo piano o la Michael Nyman Band. Estoy cambiando mi actitud. Ahora nada parece apaciguarme, lo que me emociona mucho.

ESQ: ¿Cómo definiría el minimalismo para quien no conoce el concepto en materia de música?

MN: En octubre de 1968 fui la primera persona en fusionar los conceptos de música y minimalismo. Desde 1967 me familiaricé con esta idea en las artes y, aunque era una referencia nueva, fui el primero en encontrar un equivalente en el terreno musical. El minimalismo es un estado mental que se relaciona a una actitud particular con respecto a las ideas musicales en torno al progreso, la estructura y la pérdida de atención de la audiencia. Detecté todo esto en una pieza de un compositor danés que no mucha gente conoce y se llama Henning Christiansen. En resumen, es un tipo de música que puede captar tu atención sin muchas desviaciones.

ESQ: La mayor parte de sus bandas sonoras fueron compuestas para filmes de Peter Greenaway. ¿A qué obedece la continuidad del estilo que hay en éstas?

MN: Cuando empecé a trabajar con Peter Greenaway, en 1976, yo tenía 32 años y estaba descubriendo mi propio lenguaje musical. Los diez años anteriores me dediqué a la crítica y a familiarizarme con el trabajo de compositores como John Cage. Cuando me senté y empecé a escribir música desde cero, encontré mi propia voz casi de manera instantánea. En ese entonces, como hoy, era muy riesgoso convertirse en compositor sin saber que el rock y el pop son importantes en nuestra cultura. Desde aquellos años reconocía la importancia de estos géneros a pesar de ser Michael Nyman, una voz individual.

ESQ: ¿Qué es lo que más disfrutó de la relación profesional con Greenaway?

MN: Que logré establecer un lengua je musical con cierta influencia del pop inglés del siglo xx. Esta música es la que a Greenaway le interesó incorporar a sus películas. Él me alentaba a escribir y no intentaba modificar lo que hacía. No le interesaba el lenguaje musical tradicional de las bandas sonoras. Me permitió ser un artista que creaba música para otro artista. No fue sino hasta dos años después de que dejamos de trabajar juntos, que empecé a trabajar en la música de The Piano.

ESQ: ¿Qué representó The Piano en su carrera?

MN: Cuando la escribí me parecía importante conformar un lenguaje musical más aceptable para la manera de pensar de Hollywood. Sin embargo, la música hollywoodense no me gusta. Por eso mi trabajo en The Piano fue menos radical que lo que compuse para las cintas de Greenaway, pero sigue teniendo una voz fresca a 20 años de haberla concluido.

ESQ: ¿A qué atribuye esta frescura?

MN: A que parece provenir de un compositor, no de un sistema de bandas sonoras. Sigo estando muy orgulloso de esa música porque es muy individual. No se parece a ninguna otra más que cuando alguien intenta imitarla. He escuchado muchas copias pero dado que posee muchos elementos personales, es imposible de imitar. Hay composiciones que se le parecen o hasta podrían parecer genéricas, pero para mí eso no tiene mucha individualidad.

ESQ: ¿Cómo ha logrado mantener esa individualidad que caracteriza su estilo?

MN: Soy un compositor que escribe música conceptual, óperas y además ha tenido el privilegio de componer música de películas pero que realmente no ha cambiado su voz para adaptarse a los medios. Cuando me piden una banda sonora obviamente hay otra persona que toma decisiones y condiciona lo que escribo, pero la manera en la que esa música cobra forma y la presento en términos de orquestación, estructura y melodía es muy consistente.

ESQ: ¿Qué es lo que más ha disfrutado del proceso de alimentar su identidad musical?

MN: Una de las grandes alegrías que tuve en el pasado al escribir música de películas, es que esa consistencia que acabo de mencionar fue destacada por peticiones particulares del director. En The Draughtsman`s Contract, por ejemplo, puede identificarse una banda sonora de Michael Nyman, pero gran parte de ésta no habría existido si Peter Greenaway no hubiera hecho la cinta o me hubiera exigido ciertos requerimientos. Lo mismo sucedió con mi último trabajo: Miradas múltiples, el documental sobre Gabriel Figueroa, de Emilio Maillé. Esa música respondió a las necesidades particulares del director. Es decir, todo parte de un proceso que va de atrás hacia adelante hasta adaptarse a las referencias y El compositor británico está en proceso de escribir 19 sinfonías que concluirá en marzo de 2014. formas de expresión que necesita la película en cuestión.

ESQ: ¿La música es una herramienta para la narración de historias o puede crear relatos por sí sola?

MN: Ambas. La música que escribo tiene su propia narrativa y, algunas veces, la narrativa musical puede distanciarse del proceso de filmación. En otras ocasiones, es disonante al proceso que tiene lugar en la cinta. Con frecuencia pienso que incluso Greenaway, que sabía de estructura y repetición, parecía más convencional al momento de presentar la narrativa de la historia. Pero lo que logra la música, y la vuelve muy funcional, es que también puede narrar. Además, sin importar cómo sea su estructura, posee un contenido emocional que puede ser tan fuerte -especialmente en combinación con lo que se proyecta en la pantalla- que permite que te olvides de la estructura. En conclusión, puedo crear un estilo muy severo y repetitivo que pueda explicarse más en términos de matemáticas que de narrativa.

ESQ: A casi medio siglo de haberse iniciado en la música, ¿qué es lo que más atesora de su carrera?

MN: Atesoro el hecho de que tengo casi 70 años y todo lo que quiero hacer es sentarme frente a un piano, en Londres o en un cuarto de hotel en la colonia Roma, a escribir. Atesoro seguir fascinado por el proceso de escribir música no por mera expresión personal o el afán de inspirarme para construir una pieza musical. Soy como un arquitecto que diseña sus edificios: cuando creo una nueva pieza musical, también defino lo que ocurre momento a momento. Tengo la buena suerte de ser audiencia para mi audiencia y apreciar lo que ellos aprecian de mis presentaciones. La música tiene estos elementos diversos y, ahora que soy un compositor que además es cineasta, combino mis imágenes sonoras con las visuales. Tengo la suerte de ser un observador y poder capturar imágenes como creador y testigo del proceso de construcción de cada elemento musical que concibo.

Éste soy yo: Carlos Cuarón

Imagen[Esquire no. 61]

Escritor. Director. 47 años. Ciudad de México.

  • Me fascina lo que hago. Sueño con seguir trabajando en cine con Alfonso Cuarón, mi hermano, y Jonás, mi sobrino. Este mes lanzamos películas al mismo tiempo. Alfonso estrena Gravity, un peliculón muy cabrón, y yo Besos de azúcar, película indie mexicana, también muy cabrona.
  • Creo que no hago películas aburridas, sino cintas entretenidas que no son superficiales y tienen distintos niveles de lectura. Puedes verlas como filmes ramplones, pero si te interesa también puedes encontrar mucha profundidad en ellos.
  • La particularidad de mis películas es el retrato social con sentido del humor. Rudo y cursi [2008] y Besos de azúcar tienen precisamente estas características.
  • Sentido del humor no necesariamente implica comedia, sino la posibilidad de reír en momentos que son dolorosos. En Besos de azúcar hay ligereza en la narración, pero es tremendo lo que le pasa a los dos niños que protagonizan la historia.
  • Los personajes son la base de una trama, no al revés. Dándoles profundidad y dimensión, encuentro la historia que quieren que cuente. Esto conlleva un acto de entrega, de rendirse al proceso creativo y a los personajes mismos.
  • Mis historias cambian mucho conforme las escribo. Los personajes se transforman a través de pequeñas acciones, diálogos y otros elementos. El proceso de escritura no se detiene sino hasta que terminas la película.
  • Me sentiría muy extraño si no escribiera mis propios filmes. Me involucro en mis historias desde su concepción, a partir del guión, porque me formé como escritor.
  • Cuando Alfonso cumplió 12 años y tuvo su primera cámara, me convertí en su asistente. Decidió desde muy chico que quería ser director de cine. Yo, en cambio, quería ser un escritor como Gabriel García Márquez: un intelectual que se mueve en medios políticos y asiste a recepciones en embajadas.
  • Cuando cumplí 19, mi hermano empezó a trabajar en Hora marcada, un programa de televisión. Me dijo: «Si quieres escribir, ayúdame con mis guiones». Así empezó la historia.
  • Me dediqué al cine por Alfonso, pero el desvío en mi carrera no quiere decir que he abandonado por completo la literatura. He publicado cuentos y he montado obras de teatro. Soy un novelista de clóset que algún día saldrá a la luz.
  • Lo que más admiro de Alfonso es su generosidad. Ha sido mi socio creativo, carnal, maestro y hermano mayor. Como cineasta es igual. Me ha enseñado mucho. Es un tipo con capacidades fuera de lo común. Es un fuera de serie. Lo admiro profundamente porque es capaz de crear un cine único y original que me gusta mucho. Es muy fácil trabajar con él porque la admiración es mutua.
  • Cuando mi hermano y yo empezamos a escribir Y tu mamá también [2001] fue en verdad increíble. Desarrollamos la historia a partir de Masculin, Féminin [1966], una película de Jean-Luc Godard.
  • Alfonso y yo estuvimos juntos durante el rodaje de los últimos dos shots de Rudo y cursi. Fue un momento absolutamente mágico y demencial. Se nos estaba yendo la luz y debíamos terminar. Era loquísimo. Él estaba en una unidad y yo en otra. Yo estaba con un fotógrafo y él con otro. Uno filmaba a Diego [Luna] y otro a Gael [García]. No había tiempo y todo era un desmadre. Los dos gritábamos indicaciones al mismo tiempo, nos volteábamos a ver y seguíamos trabajando. Cuando el asistente de dirección dijo: «Con esto acabamos», nos vimos y nos dimos un abrazo. Fue un momento muy intenso. Lo único que teníamos en la cabeza era que debíamos terminar y lo demás valía madres.
  • Ahora Alfonso y yo estamos produciendo el segundo largometraje de Jonás. Mi sobrino es el talentoso de la familia. Es verdaderamente genial y su segunda cinta será un peliculón porque la primera fue una maravilla. Los tres lidiamos con el mismo reto de todos los cineastas: levantar los proyectos. Para bien o para mal, el cine es un medio de expresión muy caro. Necesitas encontrar los 2.5 millones de dólares que yo busqué para hacer Besos de azúcar o los 100 que necesitó Alfonso para Gravity.

El guerrero de Brasil

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[Esquire no. 58]

Hace más de una década, antes de personificar a un cruel tirano persa y saltar a la fama mundial, Rodrigo Santoro era un veinteañero que imaginaba pasar el resto de su vida en Brasil. La primera vez que pisó Estados Unidos, para promocionar una película de su compatriota –el director Walter Salles– ni siquiera hablaba inglés. El idioma lo aprendió después, junto con su pasión por viajar y las dificultades de posicionarse con éxito en una industria no siempre dispuesta a apoyar al talento latino.

Años antes de que su prestigio rebasara los límites geográficos de Brasil, el actor había protagonizado tres cintas que le valieron cierto reconocimiento en su país: Brainstorm (2001), de Laís Bodanzky; Behind the Sun (2001), de Salles y Carandiru (2003), de Hector Babenco. En aquel entonces, a los latinos que pretendían iniciar un carrera en Hollywood, no les quedaba más que aceptar papeles de narcotraficantes. Hoy la situación es distinta y Santoro puede presumir de haber estado bajo la dirección de personalidades como Steven Soderbergh, Roland Joffé y, por supuesto, Zack Snyder, quien lo inmortalizó dando muerte a Leónidas (Gerard Butler) en 300 (2006).

Rodrigo Santoro es una celebridad que no pretende haber olvidado su nacionalidad –como Paulina Rubio, que de vez en cuando se hace pasar por española– ni se jacta de llevar una vida de glamour en Europa. Su residencia sigue estando en Río de Janeiro y disfruta mantenerse cerca de su cultura. “Aquí no sólo está mi familia, sino también mis amigos. Me gusta viajar, pero prefiero mantenerme conectado con quien realmente soy. Y no digo esto para ser un patriota, sino porque se trata de valores fundamentales”, me dice al teléfono desde su casa, a la que me permitió llamar (a pesar del desacuerdo de su agente) sin sentir su privacidad amenazada.

Además de ser un brasileño fiel a sus raíces, Santoro es un hombre de gustos simples. Le basta empacar algunas t-shirts blancas antes de viajar y, para divertirse, no necesita más que un balón de fútbol. Este deporte, que practica donde quiera que esté, no sólo es parte de su identidad nacional, sino que también le brinda una oportunidad de convivir con sus amigos en cualquier parte del mundo. De hecho, si tuviera que permanecer en una isla desierta como Paolo, el personaje que interpretó hace ocho años en Lost, la serie de J.J. Abrams, lo único que pediría para sobrevivir sería una tabla de surf, una compañera de vida y una pelota de fut.

A Santoro le gusta la historia. En 2006, inspirado por Steven Soderbergh, se lanzó a la revolución. Para interpretar a Raúl Castro en Che, el brasileño (que no hablaba español) tuvo que viajar Cuba, estudiar un idioma nuevo e investigar a su personaje. Después llegó a Puerto Rico e inició el rodaje. “Se creó un verdadero ambiente de guerrilla. Todo era improvisado y dependía del clima. Fue muy interesante porque estábamos en constante estado de alerta”. Gracias a su trabajo en esta cinta, Santoro mejoró su carta de presentación como políglota y se atesoró la oportunidad de trabajar con uno de los directores más respetables del medio.

Tras interpretar al hermano de Fidel Castro, Santoro se transformó en Gran Rey del Imperio Aqueménida. En 300, de Zack Snyder (el director que resucitó a Superman en la reciente Man of Steel), personificó a Xerxes, quien derrotó al líder de Esparta en la Batalla de las Termópilas. “La segunda parte [a cargo de Noam Murro, que se estrena en marzo de 2014] será grandiosa porque no se trata de una secuela, sino de una historia que inicia en la misma época que la anterior y muestra la realidad desde un punto de vista distinto. Sin embargo, será tan atractiva y bella como la primera”, asegura el actor, que reacciona ante los retos de interpretar a un personaje histórico con el entusiasmo del estudiante que enfrenta la investigación de un nuevo concepto y la pasión de un artista que posee libertad para crear nuevas formas de expresión.

Para expresarse, Rodrigo Santoro también cuenta con las prendas que selecciona al vestir. “Mi diálogo con la moda es interesante. Me gusta, pero no dicta lo que debo hacer o usar. La veo como una forma de arte porque sé que detrás de ella está el trabajo de personas muy talentosas” Para involucrarse en este mundo, y aprovechar su gusto por viajar, asiste al New York Fashion Week. En este evento, y otros que tienen lugar en su país, más que tomar nota de las prendas más nuevas del mercado, se interesa en los conceptos presentados por los diseñadores.

El estilo casual es el que más le atrae Por el calor que siempre hay en Río de Janeiro, lo que más disfruta cuando está en casa es usar jeans, camiseta y flip flops. Sin embargo, su guardarropa se modifica de acuerdo a los destinos que visita y los compromisos sociales que tiene. Si ahora disfruta vestir con trajes y colores oscuros, no sólo es porque ha crecido la lista de invitaciones que recibe para asistir a festivales de cine y alfombras rojas en todo el planeta, sino porque en cada travesía profesional o personal que emprende, reconoce un mundo pletórico de posibilidades de creación y renovación.

La lógica de un genio

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Originalmente publicado en Esquire no. 61 (PDF aquí)

A los 12 años, Alfonso Cuarón se hizo cineasta. Tenía una cámara carente de cinta para filmar, pero su imaginación era suficiente para crear una historia. El niño que creció en la colonia Roma, en la Ciudad de México, definió el sueño que perseguiría el resto de su vida cuando tuvo en las manos su primera Super 8. Mientras sus amigos jugaban futbol y hacían tarea, él recorría las calles con su cámara casera para capturar tomas imaginarias de lo que no podía filmar. Aunque treinta años después sería el director de Harry Potter and the Prisoner of Azkaban –cinta con 130 millones de dólares de presupuesto–, en 1973 no tenía dinero para comprar rollos de película. El cine, para el pequeño Alfonso, no duraba más de tres minutos y sólo se materializaba cuando un tío le regalaba un cartucho para trabajar. Así fue como Cuarón, el cineasta de la cámara vacía, aprendió que para filmar y editar una película primero hay que saber soñar.

El germen del cine está en las obsesiones de sus creadores. Alfred Hitchcock era incapaz de iniciar una producción sin esbozar sus escenas en papel. Al inicio de su carrera, Quentin Tarantino sólo podía redactar guiones de madrugada. Alfonso Cuarón, a casi cuarenta años de haberse hecho cineasta, es un obseso de los sueños. Sólo cuando una idea le seduce por completo, escribe. Al final se preocupa por las adversidades tecnológicas y financieras de la producción. Gravity, su más reciente filme, es la conjugación de una fantasía que comparte con su hijo, Jonás Cuarón. En los años sesenta, cuando Alfonso vio al hombre pisar la Luna, deseó convertirse en astronauta. Veinte años después, cuando Jonás observó la Estación Espacial Internacional en una pantalla IMAX, concibió la misma fantasía que su padre: viajar a un ambiente sin gravedad.

Los Cuarón empezaron a trabajar juntos la década pasada. Sin embargo, el intercambio de ideas entre padre e hijo se remonta a los años ochenta. En aquel entonces, Jonás tenía cinco años y Alfonso –“más joven e irresponsable que ahora”– atesoraba el placer de viajar de mochilazo con su hijo. En camino a sitios arqueológicos como Tikal, en Guatemala, el cineasta hablaba de sus tramas y personajes con su joven copiloto. Éste le observaba desde el asiento contiguo: con sus comentarios y preguntas, clarificaba las ideas de su papá. Treinta años más tarde se invirtieron los papeles. Una noche, Jonás fue a casa de su padre para contarle una de sus historias. Al mes siguiente, a cuatro manos, concluyeron el guión de Gravity.

 *

Alfonso sonríe: Gravity es la manifestación del aprendizaje que un padre recibió de su hijo. Jonás es el soñador detrás del guión de la cinta. Gracias a él simplificó sus historias y enfocó su creatividad en provocar experiencias sensoriales para transmitir ideas. Los astronautas de Gravity no combaten extraterrestres ni tienen encuentros cercanos del tercer tipo. No son testigos históricos de la carrera espacial ni protagonizan un documental. Tampoco deben impedir el Armagedón. No son héroes de ciencia ficción porque no provienen del futuro. Su historia podría iniciar un día cualquiera. Su conflicto es el mismo que padece quien jamás ha salido del planeta: enfrentar el miedo a morir solo. Gravity se diferencia de otras cintas de su clase porque transmite ese temor de principio a fin.

La historia de la película protagonizada por Sandra Bullock y George Clooney es tan simple que se resume en la lucha que emprende una pareja de astronautas para regresar a la Tierra. Sin embargo, el filme no cala hasta los huesos por su trama, sino porque materializa la angustia humana en 90 minutos de fotogramas. En Gravity, una amalgama de sonido y tiempo abrasa a un espectador que ya no está en la butaca del cine, sino en el espacio. Desde ahí observa el vaho formándose en el casco de un explorador que respira con atropello. Desde ahí se vuelve consciente del silencio. Desde ahí teme alejarse de la luz que proyecta la Tierra, pues a lo lejos sólo hay oscuridad. Flotando, mira su propio cuerpo desplazarse con lentitud; le desespera la torpeza de sus movimientos. Atestigua el llanto de una mujer, igual de vulnerable que él, y un nudo se agolpa en su garganta. ¿Cómo sería morir así?

 *

Si Gravity encarna lo que Alfonso Cuarón experimenta en torno a las dificultades y los obstáculos, Jonás tiene razón en reconocer, en su padre, a un luchador. Producir el guión de esta película no sólo requirió creatividad, sino determinación. Antes de iniciar el rodaje, Alfonso compartió el planteamiento de la cinta con dos colegas de Hollywood. Cuando habló de producir angustia en lugar de aliens, destrucción terrestre y ciencia ficción, uno le aseguró que no le alcanzaría el dinero. El otro, que la tecnología que requería aún no existía. Alfonso, como el niño de 12 años, volvió a saberse propietario de un sueño y una cámara, pero sin material para filmar.

Para que Gravity no se esfumara como las películas imaginarias de su infancia, el cineasta mexicano se sentó a romperse la cabeza con Emmanuel Lubezki. El fotógrafo, con el que ha compartido anhelos y angustias desde que rodó su primera película (Sólo con tu pareja, 1991), es el genio detrás de la iluminación naturalista de filmes de artistas visuales como Terrence Malick y Tim Burton. En 2009, director y fotógrafo –un tipo con bolsas en los ojos, barba de días y cabello rubio ensortijado– improvisaron una técnica para evitar elevar costos sin sacrificar calidad visual: robots que desplazaran cámaras e iluminación en perfecta sincronía con el movimiento de los actores.

Mientras duró el rodaje, todo el equipo aprendió a sobrellevar las mismas presiones que Cuarón. En un inicio, Bullock y Clooney aceptaron actuar colgados de cabeza. Sin embargo, como si fueran astronautas en trajes sin presurizar, la sangre se les agolpó en la cara y sus rostros enrojecidos dejaron de ser atractivos para la pantalla grande. Entonces cambiaron de técnica: primero actuaron dentro de un cubo iluminado de tres por tres; luego los animadores recrearon sus cuerpos digitalmente. Al finalizar el rodaje, Gravity no solo materializó el sueño de un padre y su hijo, sino el de más de 700 personas que a lo largo de cuatro años y medio se incorporaron a la producción.

*

Hoy el calor abrasa la ciudad de Los Ángeles. Alfonso viste de negro, como siempre, pero luce una barba más blanca que hace cinco años, cuando posó para Esquire con motivo del estreno de Rudo y Cursi, filme dirigido por su hermano Carlos. Ahora, a los 51 años, usa anteojos para ver de cerca. Es abuelo y cómplice de los hijos de su hijo. Sonríe y un compendio de arrugas –como sábanas estrujadas– surca la orilla de sus ojos. No logró convertirse en astronauta, pero James Cameron ha dicho que fue capaz de hacer el mejor filme de astronautas que Hollywood ha visto.

Alfonso Cuarón aún conserva algo del niño que imaginaba historias en Super 8 aunque carecía de rollo para filmar. Al concluir la plática sobre Gravity, le pregunto cómo se ve en diez años. Sonríe (las arrugas vuelven a dibujar un acordeón) y responde: “En diez años tendré el pelo todavía más blanco, pero seguiré haciendo películas. Quiero hacer al menos una que provoque que ese niño de 12 años diga: “esa sí te quedó bien”.

ESTE SOY YO: Entrevista con Alfonso Cuarón

  • Todo lo que uno hace es reflejo y expresión de las experiencias propias. El punto de partida de Gravity, mi nueva película, fue que conozco muy bien las adversidades que vive la protagonista. Hace unos años comencé a preparar un filme que no pude concretar. Ya tenía locaciones y actores, pero inició la crisis económica y perdí el financiamiento. La experiencia me paralizó; fue tan dolorosa que me llené de miedos e inseguridades. En ese proyecto también estaba trabajando Jonás Cuarón, mi hijo. Recuerdo perfectamente que estaba con él y no me quedó más que decir: “Hay que mirar hacia adelante, pensar qué vamos a hacer ahora”. Decidimos hacer una cinta que retratara esas adversidades. Así fue como empezamos a escribir Gravity.
  • Gravity nació de un sueño con mi hijo. Cuando escribimos el guión, todo tenía sentido y parecía muy fácil: queríamos hacer una cinta de astronautas. El problema surgió cuando empezamos a llevar todo al terreno práctico y nos dimos cuenta de que era una película imposible. Gente como David Fincher nos dijo que la tecnología estaba en pañales y, para hacer la película, era necesario esperar al menos siete años. James Cameron, en cambio, apoyó mucho el proyecto, pero dijo que necesitaba 400 millones de dólares para concretarlo. Yo no estaba en condiciones de esperar siete años ni de juntar esa cantidad de dinero.
  • El asunto del dinero es circunstancial, pero también aprendes que no siempre lograrás hacer tu película. Es muy doloroso soñar, preparar una cinta y que de pronto todo se derrumbe. Sin embargo, también de eso se aprende. Curiosamente, hay ocasiones en que las oportunidades regresan, pero tú ya no quieres retomar un proyecto porque estás explorando un mundo nuevo.
  • La temática de Gravity es el renacimiento como resultado de las adversidades. En la cinta, todo es metafórico. Los deshechos del espacio representan los obstáculos que enfrentamos todos los días. Si eres afortunado, saldrás adelante con un mayor entendimiento. Eso es renacer.
  • En un momento u otro, todo el mundo atraviesa por una situación tan adversa como la que retrata mi película. Para ello, no es necesario estar en el espacio.
  • Gravity no es una película de ciencia ficción per se. La historia es muy sencilla y ocurre en el espacio en el día de hoy. Lo importante para mí era que el espectador sintiera que él es el astronauta perdido en el espacio.
  • Toda la película discurre en un ambiente de cero gravedad. Eso quiere decir que los personajes están flotando. No hay arriba y no hay abajo. No hay resistencia. Ese efecto es imposible de reproducir en la Tierra.
  • Las animaciones que realizamos en posproducción implicaron un poceso casi artesanal. Decenas de animadores enfrentaron un nuevo reto: trabajar sin gravedad. Para ayudarlos, contratamos a científicos que impartieran cátedras al respecto. El set de animación fue el más angustiado durante la filmación. El mero proceso de aprendizaje les tomó casi dos meses.
  • Las tecnologías deben estar al servicio de la creatividad. No son más que herramientas. Vivimos en una época en la que se permite tener sueños que pueden aterrizarse gracias a la tecnología. Espero que haya gente que la utilice para generar soluciones reales. Yo sólo soy un payaso de circo que la usa para hacer películas.
  • Como cineasta, no me preocupa filmar un blockbuster, sino concluir la película que tengo en mente. En el caso de Gravity tuve la suerte de contar con recursos, pero en realidad abordé la idea de la película de la misma pasión, desenfado y necedad que Y tu mamá también.
  • Vivir el proceso de selección que conlleva el cine es un placer. Todo inicia con la escritura del guión, con la posibilidad de soñar la idea y pensar cómo deberás aterrizarla. Es totalmente placentero porque no hay límites. Después llega el momento donde inicia la producción y te das cuenta de los retos que tienes que enfrentar. En el caso de Gravity fueron tecnológicos, pero otras veces pueden ser financieros y creativos. Por eso el cine también es un proceso de descubrimiento.
  • Sin importar si se trata de una adaptación o de un guión original, siempre haces tuyos los proyectos. Aunque quizá sea el peor cineasta para analizarlo –porque una vez que termino una cinta no la vuelvo a ver– estoy seguro de que si me sentara a observar todas mis películas encontraría un lazo que las une entre sí.
  • La narrativa es el veneno del cine. Las historias de nuestros días pueden comprenderse con los ojos cerrados: vas a ver una comedia romántica, compras palomitas, te sientas en la sala, cierras los ojos, termina la película y no te perdiste de nada. Entendiste todo porque fue como una radionovela. Para mí el cine es otra cosa, es un lenguaje propio que tiene más que ver con la música, el teatro y la literatura que con la pintura. Tiene que ver con el tiempo, ritmo y relaciones emocionales que tenemos.
  • Siempre intento retratar una verdad emocional que no sea sentimental. Desconfío del sentimentalismo. Lo rechazo por completo. Creo que lo importante es encontrar una verdad y tratar de despojarla de elementos que distraigan e impidan encontrarla. En algún momento de mi carrera pequé de ornamentar y fue cuando tomé la decisión consciente de cambiar por completo.
  • La inspiración es la vida. De pronto lo tuve muy claro: la vida es la que está poca madre. El cine y la tecnología son sólo partes de ésta. No hay que confundir su importancia con las prioridades creativas.
  • Hay que alejarse de los miedos y las preconcepciones para hacer lo que uno crea que es más honesto; no por seguir una estrategia o tratar de quedar bien con alguien. Si tú tienes una idea honesta, debes defenderla hasta el final.
  • Si logro conciliar la continuidad de mi vida con las situaciones de aislamiento en las que suelen estar mis personajes es porque a través del cine uno trata de entender conceptos y preocupaciones. Yo puedo tener una vida afortunada con mi familia, pero eso no quiere decir que no me inquiete comprender ciertas cosas. Esta película aborda la adversidad y la posibilidad de renacer porque es una preocupación constante en mi vida.
  • Mi infancia fue más parecida a la de mis abuelos y tatarabuelos que a la de mis hijos; se relacionó más con la generación del siglo XVII que con la de los jóvenes de hoy. Todos estos chicos han nacido con un nuevo set de herramientas tecnológicas. Éstas tienen que ver con la revolución digital, que provoca que el mundo sea completamente distinto. Para estos jóvenes, el mundo está en sus manos: en una pantalla.
  • De niño soñaba ser astronauta y cineasta. Ahora sigo soñando con viajar al espacio. No quiero volver a hacer una película al respecto, pero astronauta sí quiero ser.
  • De chavo solía escaparme al cine. Decía que iría a jugar con mis amigos, pero en realidad iba al cine y no hacía tarea. Veía dos o tres películas al día. Cerca de mi casa estaban dos cines maravillosos: el Estadio y el Gloria, que tenían programas dobles y triples. Eran a todo dar.
  • Me acuerdo perfecto del día en que recibí mi primera cámara. Yo la compré. No pasé semanas ni meses viéndola y sin soltarla, sino años.
  • El niño que filmaba con Super 8 era más sabio que yo. Quería hacer mejores películas. A veces pienso que si ese chavo me conociera, diría: “Ah, bueno, estaré haciendo cosas increíbles. Qué chido”. Pero por otro lado creo que sus ambiciones eran mayores. Y no lo digo con frustración, sino porque espero que todavía me queden muchos años para tratar de cubrir sus expectativas.
  • Es muy importante que la nueva generación de jóvenes no pierda sus sueños. El punto de partida no debe ser la tecnología, la producción o el dinero, sino un sueño que desees convertir en realidad. A veces puede implicar una gran producción, pero hay ciertos sueños que tienen que ver con universos ligados a la realidad sociopolítica, como fue el caso de Y tu mamá también, o con una metáfora de la realidad, como sucedió con Niños del hombre. La creatividad es lo primero.
  • Mi generación critica que los jóvenes ya no ponen atención. Sin embargo, no creo que sea eso, sino que tienen prioridades distintas. El otro día hablaba con Guillermo de Toro y decíamos que el cine que nosotros hacemos algún día será el equivalente a las operetas y zarzuelas. Muy pronto llegará gente de una nueva generación a decirme: “A mi papá le gustaba mucho eso que hacías en cine”. Los jóvenes tienen otro ritmo, un lenguaje mucho más directo, breve e inmediato. Eso es lo que trajo Jonás a Gravity.
  • Trabajar con Jonás fue un aprendizaje que tiene que ver con las herramientras tecnológicas y estéticas de las nuevas generaciones. Él me decía que podía abordar los temas que me gustan sin mostrarlos de una manera densa. Me sugirió ser mucho más experimental, sin ser tan intelectual, y eso fue una gran liberación para mí. Me enseñó un nuevo camino, de una mayor simplicidad, donde las cosas pueden ser ligeras y entretenidas sin que por ello pierdan profundidad.
  • De Jonás no sólo admiro su talento, sino también su sabiduría. Sabe tomar todo con calma y diferenciar una adversidad de aquello que puede resolverse. Siempre mantiene cierta ecuanimidad con respecto a sus logros y fracasos. Tiene muy claro cuáles son las prioridades en su vida.
  • Hay miles de experiencias que atesoro como papá. Ser padre es ‘la’ experiencia, es lo único que me haría ver el cine como algo irrelevante. Es genial.
  • Además del cine, amo viajar con mis hijos. Lo hacía con Jonás desde que era chiquito. Era un papá backpackero que salía con un chavito para meterse a lugares a los que no debió haberse metido. Recientemente tuve la suerte de pasar dos semanas en Perú con mis hijos pequeños. Realmente disfruto salir con ellos. De hecho, lo que más me emocionaba de que Gravity abriera el Festival de Venecia era que iba a compartir ese momento con Jonás, que escribió la película; con mis otros dos hijos y con mis dos nietos. La experiencia fue uno de los regalos más bellos que me ha dado la vida.
  • Ser abuelo es a todo dar porque a los hijos hay que cuidarlos, pero a los nietos sólo hay que echarlos a perder.
  • Ya estoy trabajando en un nuevo proyecto con Jonás, estamos a todo vapor en la preparación de Desierto (2014).