CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Aquí la muerte es una fiesta en la que aquellos que se fueron vuelven para pasar una noche entre los vivos.
Durante el Día de Muertos que México celebra cada noviembre desfilan las flores, el tequila y la música. En las calles se baila y en las casas se come pan azucarado porque no se lamenta la ausencia, sino que se celebra la vida.
No hay fecha o sitio preciso que marque su origen en la historia, pero se sabe que el Día de Muertos nació de costumbres prehispánicas que comenzaron a modificarse tras la conquista española y la llegada del Catolicismo en 1521. El doctor Andrés Medina, investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, explica que el punto de partida está en las creencias relativas al cultivo en Mesoamérica.
“En la mitología, el maíz es enterrado al sembrarlo y ese personaje que es el maíz lleva una vida subterránea durante un periodo para luego reaparecer como planta”, dice.
“Está muy bien expresado en el Popol Vuh, donde dos hermanos se van al Inframundo y narran sus aventuras para luego reaparecer en la forma de caña de maíz”, añade en referencia al libro sagrado del pueblo indígena maya que narra su historia y mitología.
Bajo esa concepción, el grano de maíz es semilla. Es hueso y principio de vida. De ahí que cada Día de Muertos el esqueleto sea el ídolo bajo los reflectores: los hombres y mujeres se maquillan como calaveras y en las figuras sonrientes de los carros alegóricos no existe la piel.
Esa noción del retorno de los huesos al mundo de los vivos es también lo que explica las ofrendas: al igual que las semillas bajo la tierra, los muertos desparecen transitoriamente, pero vuelven como la cosecha que se espera cada año.
Las familias que añoran el retorno de sus difuntos montan un altar para ellos. La mayoría suele incluir papel picado y velas, pero no hay uno igual a otro porque todos reúnen aquello que al ausente le gustaba en vida. Puede haber fotos, cigarros y una botella de mezcal por aquí o un plato de mole, tortillas y chocolates por allá. Las infaltables son las flores de cempasúchil, que son originarias de México y suelen tapizar de naranja las calles, casas y balcones desde finales de octubre.
Medina explica que la disposición del altar tradicional sigue un patrón que representa los niveles del mundo y la cosmovisión mesoamericana. En la parte alta se colocan fotos de los difuntos, en medio las velas, frutas y flores, y en la inferior la comida. “En la medida en la que se han ido perdiendo las lenguas indígenas se ha ido perdiendo el sentido, entonces la gente lo hace intuitivamente. Donde se han mantenido las lenguas indígenas, sí sigue viva la tradición”.
El acomodo del altar no es lo único que se ha modificado. Según el experto, las expresiones públicas e institucionales de la fiesta también han evolucionado. Es decir, aunque actualmente el gobierno organiza un desfile capitalino en el que participan cientos de personas, en su faceta más tradicional suele reservarse a los espacios privados. Por un lado están los altares caseros y por el otro las visitas que las familias hacen a los cementerios para decorar las tumbas de los suyos, servirles su comida favorita y contratar a músicos que toquen los sones que les gustaba cantar.
“Se sigue haciendo como una bienvenida a los muertos, pero se han ido elaborando expresiones —sobre todo nacionalistas— a raíz de la Revolución”, cuenta Medina, en alusión al conflicto armado que inició en México en 1910. “A partir de 1920 comienza a recuperarse la tradición de los pueblos indígenas, pero no adquiere la forma masiva que tiene ahora”.
Otro elemento que con el tiempo ocupó su propio espacio simbólico es el pan de muerto. Actualmente su receta varía según el gusto de cada chef, pero en sus inicios su cuerpo redondo se nutrió del trigo y el azúcar que trajeron los españoles, mientras que su decoración simula los huesos sagrados de la cosmovisión mesoamericana.
La elección de la fecha del festejo también fue resultado del encuentro de dos mundos. Tras la llegada de los conquistadores se mantuvo la esencia del ritual indígena, pero se decidió ajustar al calendario católico, que celebra la fiesta de Todos los Santos el 1 de noviembre. En la actualidad en esa fecha se recuerda a los niños fallecidos y el día 2 a los adultos.
En medio del Zócalo de Ciudad de México, rodeada por altares representativos de todos los estados de México, Paola Valencia cuenta que la tradición es muy especial en su ciudad de origen: Santa Cruz Xoxocotlán, en Oaxaca.
“Me encanta porque me recuerda que (los muertos) siguen entre nosotros”, asegura emocionada.
La joven de 30 años dice que en su pueblo se construyen altares grandes y aunque eso implica mucho trabajo, en su comunidad es motivo de orgullo. “Hay veces que hasta me dan ganas de llorar. Nuestros altares dicen quiénes somos. Somos muy tradicionales y nos encanta sentir que ellos (los muertos) van a estar con nosotros aunque sea una vez al año”.
A sus espaldas, cientos de mexicanos se toman fotos con diferentes catrinas, como se conoce a las calaveras vestidas con sombrero y ropa de gala inspiradas en los grabados de José Guadalupe Posada, un artista mexicano que retrató los pesares y alegrías del pueblo de principios del siglo XX.
Todos sonríen porque aquí la muerte también es vida. Aquellos que se fueron siguen entre nosotros para compartir la mesa, bailar al son de la música y partir juntos el pan.
___
AP Foto: Marco Ugarte
___
La cobertura de noticias religiosas de The Associated Press recibe apoyo a través de una colaboración con The Conversation US, con fondos del Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable de todo el contenido
PUEBLA, México (AP) — Aquí huele a madera y a eso que se percibe en el primer encuentro con un libro que no ha sido abierto en muchos años.
La primera biblioteca pública de América se fundó en 1646 y fue el sueño de un obispo. Juan de Palafox y Mendoza no vio su proyecto terminado, pero la Palafoxiana atestigua su trascendencia en Puebla, una ciudad del centro de México que fue fundamental para los asuntos religiosos, económicos y sociales durante la conquista española.
Uno de los mayores orgullos de la Palafoxiana es haber sido nombrada “Memoria del Mundo” por la UNESCO en 2005 y al visitarla uno entiende por qué. Cada lomo, cada canto dorado de sus páginas y cada libro de sus estanterías parece un tesoro que preserva la sabiduría de nuestra especie.
Para llegar a la Palafoxiana hay que recorrer las calles del corazón poblano hasta encontrar la Casa de la Cultura, un edificio de estilo colonial vecino a la Catedral que en el siglo XVII albergó un colegio de seminaristas. Una vez ahí se debe cruzar un patio para llegar a las escaleras, subir al primer piso y encontrar dos inmensas puertas de madera que de estar cerradas harían que la biblioteca pasara desapercibida.
Al cruzar la entrada, la escena es de película. Más de 45 mil libros forman filas horizontales que conducen a un altar central. Aunque sea una biblioteca, los arcos de su bóveda remiten a una capilla. Recorrerla es como andar a través de recinto sagrado en el que el acceso al conocimiento pareciera conducir a lo divino: una pintura de la Virgen de Trapani espera al fondo enmarcada en columnas neoclásicas cubiertas de oro.
Los tomos están organizados en estantes de cedro que se distribuyen en tres niveles acorde a la concepción escolástica del hombre, que indica que el fundamento de todo conocimiento es Dios o que la razón está subordinada a la fe.
En el primer piso hay más de 11.000 biblias y tomos de carácter religioso como concilios de obispos y textos teológicos que permiten el estudio de áreas como la patrística, que se refiere a los padres de la Iglesia. El segundo se dedica a la relación de Dios con el hombre —crónicas de órdenes religiosas o vidas de santos— y en el tercero descansan los libros de física, matemáticas, botánica, lengua, arquitectura y hasta carpintería.
“Todo lo que se imaginaba en aquella época está en la biblioteca”, explica a The Associated Press Juan Fernández del Campo, actual encargado de la Palafoxiana.
Como la ciudad misma, la biblioteca tuvo un origen religioso. Puebla se fundó sólo diez años después de la conquista española, en 1531, cuando el obispo Julián Garcés soñó que los ángeles la trazaban cerca de un río. Siglo y medio después, Palafox también dio el primer paso para cumplir un anhelo: donar cinco mil libros de su colección personal para consulta de aquellos que supieran leer y escribir.
“El que se halle en un beneficio sin libros se halla en una soledad sin consuelo”, dice una cita de Palafox plasmada en un mosaico afuera de la biblioteca.
Desde una oficina invisible para el ojo del turista y que está oculta tras el altar de la virgen, Fernández del Campo toma las palabras del obispo con cautela y comenta que estas sólo pueden dimensionarse adecuadamente si se comprende el contexto de aquella época.
“Si lees lo que dice Palafox y ves hacia atrás en la historia de México, dices: un momento, no. No era el tiempo para que México levantara las alas hacia una libertad de pensamiento”, asegura. “Era otra situación, otro orden de ideas”.
A lo que se refiere el experto es a ejercer la lógica: abrir una biblioteca pública permite el acceso al conocimiento y éste impulsa el disenso y la libertad ideológica. ¿Eso sería deseable en una ciudad recién colonizada y en la que la Iglesia pretendía mantener el control?
El anhelo de fundar una biblioteca pública podría resultar un tanto paradójico para quien ahonda en la historia de Palafox. Según Fernández del Campo, al asumir el obispado en Puebla en 1640, Palafox también tomó en sus manos la encomienda de hacer valer la autoridad del rey a través de la iglesia diocesana, aquella que no depende de las órdenes religiosas, sino del Vaticano y sus obispos.
Su encomienda lo enemistó con los jesuitas, quienes no titubearon al cuestionar la autoridad real y enfrentarse con él. Aquellos desencuentros provocaron que Palafox fuera trasladado a España en 1653 y que ellos mismos fueran expulsados un siglo después.
Desde su fundación en 1646, el acervo de la Palafoxiana ha crecido paulatinamente. Un número considerable de libros se sumó a la colección cuando los jesuitas abandonaron Puebla y el material de sus cinco colegios se quedó atrás. El resto de los volúmenes llegó con el tiempo, la mayoría por donación. Entre sus tesoros hay nueve incunables —aquellos impresos entre 1450 y 1500 con las primeras técnicas de la imprenta de Gutenberg— y tomos de Galeno y Vesalio, célebres por sus aportes al estudio de la medicina.
El patrimonio de la Palafoxiana transita entre dos mundos. En sus casi 1.500 casilleros coexiste la palabra de Dios con las contribuciones que el hombre hizo para confrontar a la divinidad. La interacción entre estas voces, afirma Fernández del Campo, la convierte en un testigo de su época y “le da algo muy especial, una universalidad muy propia que hace convivir un pensamiento anquilosado en el pasado con un pensamiento que está dando la vuelta de tuerca a todo lo que ya se había dicho”.
El recuerdo de Palafox en la biblioteca que lleva su nombre aún es palpable. Su escudo está tallado en una de sus puertas. Una escultura que lo representa observa desde lo alto de su entrada a quienes llegan de visita. Su propia Virgen de Trapani es la que se observa en el altar central.
No hay fichas o textos explicativos que revelen a los turistas o curiosos los enigmas de la Palafoxiana, pero al costado de sus puertas siempre hay guías voluntarios que narran su historia a quien le interese. La biblioteca sigue siendo pública, aunque Fernández de Campo reconoce que el acceso suele priorizarse a investigadores que muestran una justificación clara para acceder al material que solicitan.
Palafox murió en 1659 en la ciudad española de Osma, a miles de kilómetros de la Puebla que tanto quiso, pero dado que siempre manifestó su deseo de ser enterrado aquí, un espacio dentro la Catedral lleva su nombre y delimita el sitio en el que sus restos debían conservarse.
Su apellido aún recorre las calles y edificios de Puebla como un fantasma que defiende su legado. En esta ciudad fundó el convento de dominicas de Santa Inés, erigió dos colegios para enseñar gramática, retórica y canto y apresuró el término de la construcción de la Catedral, lo que se consiguió en 1936.
Quizá nada, sin embargo, se equipara a la Palafoxiana. No hay foto que alcance para capturar su belleza ni crónica que le haga justicia a la experiencia de pasearse frente a sus estantes. Después de todo, es aquel espacio que compagina los alcances de lo divino con la sagacidad del hombre.
___
Foto: Pablo Spencer
PARA LLEGAR: Por carretera, la ciudad de Puebla está a unos 130 kilómetros de la Ciudad de México y se puede llegar fácilmente en auto o autobús. La biblioteca está abierta todos los días excepto los lunes, con entrada gratuita los domingos y martes y una tarifa de entrada módica los demás días.
___
La cobertura de noticias religiosas de The Associated Press recibe apoyo a través de una colaboración con The Conversation US, con fondos del Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable de todo el contenido
PUEBLA, México (AP) — Si uno camina con calma por el exconvento de Santa Rosa y presta mucha atención, las paredes del actual Museo de Arte Popular de Puebla le contarán su historia.
Con más de tres siglos de existencia, el complejo ubicado al centro de México es una especie de palimpsesto. Desde 1698 fue una beatería y en 1745 se instauró como convento de monjas Dominicas. En septiembre pasado, su cocina celebró 96 años de haberse inaugurado como espacio museístico. Además, la construcción actual guarda el recuerdo de sus días en los que pasó de convento a cuartel militar, hospital para hombres con afecciones mentales y finalmente una vecindad, con todo y tendederos de ropa en sus patios, hasta mediados del siglo XX.
“La gente llega directo a la cocina y muchos no se enteran de más sobre el convento”, asegura Jesús Vázquez, historiador de Santa Rosa y entusiasta de la arquitectura de uno de los 11 monasterios que se construyeron en Puebla tras la conquista española en 1521. “No saben que hay un piso superior o algo más de su historia. Tienen pensado destinar unos 15 minutos al museo, pero cuando conocen más, se les olvida el tiempo”, agrega.
La colección de arte que actualmente exhibe el museo incluye artesanías mexicanas como árboles de la vida, ofrendas indígenas y vestimenta tradicional de distintos pueblos originarios del país. Sin embargo, la joya de la corona es el espacio que atestiguó las dotes culinarias de las monjas.
La cocina se ubica en la planta baja. Años después del cierre de los conventos – consecuencia de la promulgación de las leyes que separaron a la Iglesia del Estado en México mediados del siglo XIX – esta se inauguró como Museo de la Cerámica en 1926.
Con sus tres bóvedas, grandes ventanales y una alacena del tamaño de una habitación, la cocina es tan amplia como para albergar a una veintena de chefs trabajando en simultáneo. No obstante, el convento es engañoso: aquí no cocinaban más que dos o tres monjas a la vez. El diseño y las dimensiones del sitio se planearon estratégicamente para que hubiera espacio entre las religiosas y se abstuvieran de hablar.
Las Dominicas fueron monjas de clausura, como se conoce a quienes viven dentro de un convento por el resto de su vida. Para iniciarse en la práctica conventual no sólo hay que despedirse de la familia y del mundo exterior, sino cumplir votos que pongan a prueba la obediencia y la devoción. Para que las mujeres los acaten no sólo acecha el ojo de la Madre Superiora, sino que el convento mismo es un aliado poderoso.
“El espacio te obliga a cumplir el voto de humildad y reverencia”, explica Vázquez. “Sin que digas nada, la arquitectura está haciendo todo el trabajo”.
El historiador no miente. Las únicas ventanas que dan al exterior están prácticamente en el techo. No hay decoraciones que inviten a placeres de la vista. Algunos arcos de las puertas son bajos, para inclinar la cabeza ante Dios al entrar, y la comida sólo se ingería en los refectorios, comedores amplios en los que no se admitía la conversación. “Entre menos mujeres en un edificio más grande, logras ser más estricta, más contemplativa”, refiere Vázquez.
En Santa Rosa, incluso el silencio es intencional. Cuando uno está a las puertas del convento puede escuchar con claridad el sonido de los autos que circulan y los peatones que platican cerca. Sin embargo, una vez dentro del patio, el ruido se apaga. De acuerdo con el experto, esa sección del convento se diseñó para evitar que las monjas sufrieran distracciones. En la celda de la madre superiora, en cambio, la acústica cambia. Aunque ella no pudiera ver a sus protegidas, el convento le permitía escucharlas y cerciorarse de que todo estuviese bajo control.
Ese pacto sigiloso que Santa Rosa mantenía con la obediencia a la doctrina incidía en las religiosas en distintos momentos de su cotidianidad. Una serie de frescos sobre las paredes altas del locutorio -donde bajo circunstancias especiales se recibían visitas- muestran por ejemplo a una monja que se arranca el corazón para ofrecerlo a Cristo. Según Vázquez, aún se desconoce cuántas paredes más podrían tener estas pinturas, pues algunas se cubrieron y otras se derribaron para crear cuartos más amplios que las celdas de las religiosas cuando el convento se convirtió en vecindad. La búsqueda sigue.
Resulta paradójico que unas monjas célebres por sus recetas nunca hayan disfrutado sus creaciones. Dado que debían ayunar, para evitar toda tentación corporal, sólo probaban su comida desde el borde de la cuchara para asegurar su sazón y luego la enviaban a la mesa de alguien más. Uno de ellos fue el virrey Tomás Antonio de la Cerda y Aragón, quien quedó tan complacido con el mole de Santa Rosa que mandó decorar la cocina que hoy tiene más de 18 mil mosaicos de una cerámica artesanal conocida como talavera.
Una olla y una pala de utilería se ubican al centro de la cocina para que los visitantes del museo se tomen fotos mientras simulan que preparan mole, una salsa densa hecha a base de una veintena de ingredientes, incluyendo chiles, chocolate, canela y ajonjolí, que suele acompañarse de arroz y alguna proteína. Los alrededores son tan bellos y ese platillo se ha vuelto tan emblemático de los momentos familiares de México que es difícil imaginar que surgió en silencio desde la inmensidad de un convento.
PUEBLA, México (AP) — En el jardín hay un chile que baila. Bajo el disfraz que personifica uno de los platillos más legendarios de la cocina mexicana con guantes blancos y sombrero de copa, unos zapatitos oscuros brincan al ritmo de la música sin revelar que ahí se oculta una monja de las Carmelitas Descalzas.
Un video del Monasterio de Nuestra Señora de La Soledad inmortaliza el momento. Cuatro religiosas acompañan el baile con pandero y guitarra mientras cantan para festejar los 200 años de la invención del chile en nogada, cuyo peculiar guiso es un balance perfecto de carne, fruta y una salsa de nuez. Su receta fue concebida en un convento del estado de Puebla y los mexicanos lo añoran cada septiembre, cuando el calendario marca que han vuelto los ingredientes de temporada y arrancan las fiestas patrias.
El chile en nogada nació en 1821 como parte de las transformaciones que la conquista española produjo en la gastronomía desde el siglo XVI, aunque se desconoce quién fue la mujer que los inventó. La situación ilustra uno de los rasgos que distingue a las monjas de clausura: sin salir jamás de sus conventos, viven entregadas a Dios con la esperanza de que su trabajo y devoción impriman una huella en el mundo.
Agustín de Iturbide fue el primero en probar esa combinación de dulce y salado en una misma mordida. El militar mexicano viajaba de Veracruz a la capital luego de firmar un tratado que posibilitó la independencia cuando paró en Puebla y las monjas del convento de Santa Mónica lo sorprendieron con algo especial.
Sobre un plato de cerámica artesanal llamada talavera, el primer chile en nogada hizo su entrada triunfal a la historia. Su interior rebosaba con carne de cerdo y trozos de fruta; por fuera se cubría con la cremosidad de la nuez de castilla, hojas de perejil y semillas de granada. Era verde, blanco y rojo; tricolor como la bandera nacional.
No sólo estos chiles tuvieron un origen religioso. “Puebla de los Ángeles”, capital del estado donde se ubica Santa Mónica, se fundó en 1531 tras el sueño de un obispo que dijo haberla visualizado como un campo trazado por criaturas celestiales. Aunque en sus inicios llevó otro nombre, recibió el actual en 1640 por pedido del obispo Juan de Palafox y Mendoza.
Santa Mónica fue uno de los once conventos femeninos que se edificaron en la ciudad. La mayoría cambió su función con el paso de los años y actualmente sólo éste y Santa Rosa son museos. Curiosamente, ambos son célebres por sus cocinas.
Cien años antes de que a Iturbide se le hiciera agua la boca con los chiles en nogada, una monja de Santa Rosa inventó el mole, una salsa espesa de color marrón que suele servirse sobre guajolote o pollo. Prepararlo es casi digno de alquimistas: consta de más de 20 ingredientes como chocolate, tortilla, cacahuate y un abanico de chiles que se desvenan para restarle picor.
Hay cariño y admiración en las palabras de Sor Caridad cuando habla de sus predecesoras, las Agustinas Recoletas que idearon el chile en nogada para sacudir los sentidos del hombre que un año después de su paso por la Ciudad de los Ángeles se convertiría en emperador.
“Las recetas más sobresalientes son de monjas y nos preguntamos: ¿por qué será? Por necesidad. Para buscar el sustento cada día, Dios las inspiró para inventar recetas tan exquisitas”, dice la monja de 36 años a Associated Press.
Sus antepasadas se instalaron en Santa Mónica a fines del siglo XVII, pero Sor Caridad ya no vive ahí. En 1934, como parte de la aplicación de unas leyes que separaron la Iglesia del Estado, las hermanas dejaron el complejo. Ahora su orden habita un modesto edificio de paredes amarillas donde 20 devotas pasan de las seis de la mañana a las diez de la noche entregadas a Dios.
Las Agustinas Recoletas y las Dominicas de Santa Rosa son monjas de clausura, lo que implica que al tomar el hábito renuncian a la vida fuera del monasterio que habitarán hasta su muerte. Abrazar el compromiso de confinarse a un espacio conventual puede tomar años. El cuerpo portará ropas nuevas y se despedirá de los abrazos. La mente cambiará la dicha que da la compañía por el silencio y la soledad.
Con el tiempo, dice Sor Caridad, las hermanas se integran como familia y comparten una herencia común. Por eso, explica, en la cocina los recetarios se vuelven innecesarios. Sus secretos frente a los fogones trascienden de generación en generación.
____
Un bocado de chile en nogada es una bomba de placer poco usual. Su cuerpo salado es ligeramente crujiente; las semillas de granada, aciditas. La salsa de nuez sabe cremosa y azucarada. Para cuando la lengua encuentra el relleno, ¡BUM! Los pedacitos de carne especiada se carean con trozos de manzana, pera y durazno. Si la primera mordida confunde, la segunda es adictiva.
“A los conventos les hemos dado el nombre de laboratorios de experimentos gastronómicos”, explica Jesús Vázquez, un historiador de Santa Rosa que recita de memoria las canciones que algunas monjas entonaban a sus santos para que la divinidad pasara la mano por sus cacerolas.
Jesús cuenta que sin más instrumental que metates, ollas y palas, las religiosas pusieron a prueba su talento con ingredientes prehispánicos y aquellos que viajaron a bordo de los barcos españoles. Con ellos además llegaron técnicas agrícolas, plantas y cereales cultivables; ganadería, utensilios metálicos y las manos santas que se arriesgaron a compaginarlos desde la quietud de sus conventos.
Algunos platillos tardaron años en evolucionar. Las hermanas solían preparar los primeros chiles en nogada como postre con pura fruta porque el acceso a la carne era restringido pero conforme los cerdos aumentaron su disponibilidad, su talento volvió a hacer de las suyas.
“Las monjitas son ingeniosas para sacar adelante a la comunidad”, dice Sor Caridad. “Dios las ilumina por la necesidad de sostenerse, de buscar”.
Esa búsqueda solía ser solitaria y conllevaba sacrificios. Incluso ahora, la enclaustración trae consigo compromisos de silencio, obediencia y castidad. Las monjas se esmeran para cumplirlos sin importar los años que lleven en el convento y por eso se les llama votos perpetuos. Esa vida de renuncia —que en la época actual se ha moderado— es visible en Santa Rosa: tablas de madera en vez de camas para dormir, ropa de lana que daba comezón, ventanas exteriores cerca del techo para no espiar el exterior.
Las obligaciones seguían a las monjas hasta la cocina. El ayuno purifica el cuerpo y la austeridad aleja los sentidos del deleite, así que sus platillos sólo complacían a celebridades como Iturbide, el obispo o el virrey, y ellas sólo los probaban para rectificar el sazón. Sus rostros no figuraban ni para servirlos a la mesa. Para evitar ser vistas por hombres, debían dejarlos en una mesita con un mecanismo que gira y tiene puerta al exterior.
Ese dispositivo giratorio sobrevivió al paso de los siglos y hoy es lo que permite que las Carmelitas del Monasterio de La Soledad entreguen a sus clientes lo que cocinan. Según Sor Elizabeth, una de las 17 hermanas del convento y autora de la canción del chile bailarín, su fuerte son los postres. Aunque preparan alrededor de 250 chiles en nogada para vender en temporada patria, el resto del año hornean delicias azucaradas.
“Esta comunidad es muy tradicional en cuanto a la gastronomía. A partir de la última semana de noviembre hacemos un Bazar Navideño de repostería artesanal. Le pusimos ese título porque todas nuestras galletas, chocolates y rompope los hacemos a mano, sin batidoras, con los cazos como antiguamente se hacía”, explica.
De sus hornos emergen polvorones, rosquillas de naranja y dulces cubiertos de anís pero las favoritas son las campechanas, unas galletas ovaladas y crujientes. Sor Elizabeth dice que una cafetería cercana las revende, aunque no ha logrado desentrañar el secreto de la operación. No esconde cierta frustración al pensar que esas campechanas clandestinas se venden sin darles crédito, pero sabe que sólo sus hermanas pueden hornear esos manjares doraditos y perfectos.
El mundo celebra con estrellas Michelin y portadas de revista a chefs que posan en retratos con sus cuchillos afilados, pero la mayoría de las monjas detrás de algunos platillos emblemáticos nunca dejarán el anonimato. Sólo en México podrían sumar más de 300, afirma el historiador del convento de Santa Rosa.
Para Sor Caridad eso no es una desdicha, sino su mayor orgullo. En 18 años de enclaustramiento ha enfrentado dificultades, pero se dice feliz. “Mucha gente piensa que todos los días son iguales y aburridos, pero para mí no es así. Cada día es nuevo y tengo la satisfacción de que todo lo que hago, todo lo que padezco, lo ofrezco a Dios por la salvación de muchas almas”.
“Por mis sacrificios no tengo algunas satisfacciones en este mundo, pero sé que algún día Dios nos las va a dar por cuanto hicimos en este claustro, en esta casa donde estuvimos ocultas; por cuánto bien hicimos a la humanidad”.
____
Foto: Pablo Spencer
____
La cobertura de noticias religiosas de The Associated Press recibe apoyo a través de una colaboración con The Conversation US, con fondos del Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable del contenido
CIUDAD DE MÉXICO (AP) — En La Luz del Mundo el rezo de los devotos se propaga a través de los templos como si fuera una misma voz. El llanto colectivo se prende y se apaga casi en automático. El vestir es una etiqueta que dice: pertenezco aquí.
En cada culto, en cada calle y en cada hogar de la comunidad, los fieles corean lo que dicte Naasón Joaquín García, el tercero de una estirpe que se dice elegida por Dios para difundir sus enseñanzas a unos cinco millones de almas bajo el título de apóstol de Jesucristo. Aunque cumple una condena de 16 años de cárcel en Estados Unidos por abuso sexual, aún creen en su palabra porque retarla sería como retar a Dios.
Para algunos ex devotos, la doctrina de esta religión fundada en México en 1926 rehúye al pensamiento crítico, la toma de decisiones al margen de la iglesia y la formación de una identidad propia. Las pautas de La Luz del Mundo dictan cómo nombrar a los bebés, cuándo llorar y cuántas horas ayunar para pedir a Dios por su apóstol encarcelado, pero no hay guía que alumbre el camino de quien decide separarse del rebaño.
Éstos son los recuerdos de tres mujeres que trataron de nadar a contracorriente y quienes pidieron ser identificadas sólo por su primer nombre para evitar posibles agresiones por sus comentarios: Bárbara, Victoria y Vee.
____
Aquella tarde, el ministro entró corriendo al templo como un viento enfurecido y dijo: “Hermanos, estamos en una situación de emergencia. El apóstol necesita nuestra oración”. La escena era insólita para una iglesia cuyos protocolos tienen la precisión de un reloj suizo.
“Yo pensaba ‘se murió, le dio un infarto’. Mil cosas pasaron por mi mente, menos lo que sucedió”, cuenta Bárbara.
Y es que lo que sucedió fue la hecatombe: el siervo al que Dios le hablaba al oído estaba en manos de la policía de California por cargos de tráfico humano y violación de menores. “Nos dijeron ‘no vean noticias, no busquen en internet’. Dijeron que era pecado y blasfemia contra el Espíritu Santo ver cualquier cosa que hablara mal de él”.
Su cuerpo temblaba de miedo con cada vibración del teléfono y bloqueó toda notificación que la tentara con novedades. “No te miento: agarrar el celular era un terror de que te iba a tragar la Tierra. Eso sentía, que si veía algo me iba a ir al Infierno”.
Y así siguió hasta que un día vio algo y la Tierra no se abrió.
Aquella noticia recuperaba el testimonio de una víctima que dijo ser sobrina de Naasón. Una pregunta llevó a otra y el muro de certezas que protegía su fe cayó. “Ésa fue la puerta para empezar a abrir los ojos y cuando se declaró culpable dije: ya no”.
Acudir a su esposo no salió como esperaba. “Él se cerró. Llegó un punto en que me dijo: ‘Ya no quiero que me digas nada. No voy a pelear contigo, pero no toques el tema’. Él dice que todo es mentira. Ahí fue cuando nuestro matrimonio empezó a tambalearse”.
Tras la sentencia de Naasón le dijo a su marido que dejar la iglesia era un punto sin retorno. Él titubeó, pero rehuyó la separación y a la fecha sólo él y su suegra conocen su decisión.
Aunque poco a poco ha reparado la relación consigo misma, aún le falta enmendar sus vínculos con Dios. “No he tratado de buscarlo, de hacer esa oración íntima que te lleva a él. Cuando empecé a abrir los ojos recuerdo que lloraba mucho y le pedía: ‘Señor, si este hombre (Naasón) es malo, ábrele los ojos a mi esposo’. Era mi oración constante y verlo todavía pegado a esto, fanatizado, me genera tristeza. ¿Entonces dónde está Dios?”.
____
Victoria tenía un truco para salirse con la suya: cuando se cortaba el pelo a los 15 años, entraba al templo con la cabeza echada ligeramente hacia atrás para que los mechones bajaran unos centímetros y pudiera despistar al enemigo.
Su cotidianidad no fue la de una nueva generación que puede asistir a fiestas, maquillarse o ver telenovelas. Ella vivió medio siglo en el mundo del no: “no” al teatro, “no” al baile, “no” a las faldas ajustadas. Para estudiar la universidad se mudó de país y empezó a vivir sola, pero la doctrina la siguió como su sombra. “Siempre tratas de hacer lo correcto. No te desvías porque piensas ‘Dios me va a castigar’”.
Sus primeras rebeldías fueron comprar boletos para el cine y celebrar el fin de su último semestre en una reunión con amigos vistiendo jeans. “Mi actuar era dentro de las reglas que te estipulan. Te dicen que tienes libre albedrío, pero eso es contradictorio. Cuando te unes a la iglesia estás crucificado. Te dicen: ‘crucifica tus deseos carnales porque debes estar crucificado como Cristo’”.
El lenguaje construye realidades y La Luz del Mundo se hace de siervos hasta para atender el teléfono. “La persona ideal es la que está a disposición del ministerio. Cuando llaman, tú debes responder ‘heme aquí’. Siempre ‘heme aquí’, para lo que sea”. Y ella estuvo. Ahí. Para lo que fuera, durante casi 50 años. No fue sino hasta el arresto de Naasón que decidió dejar de estar.
“Este hombre desgració muchísimas vidas. Nos tuvo esclavizados”.
Su nombre no es Victoria, pero pide guardar su identidad porque tras la detención dejó la iglesia y no quiere perjudicar su paz. “En tu reportaje llámame Victoria, porque así se siente haber conseguido la libertad”.
____
Hubo un tiempo en que el corazón de Vee latió más por su apóstol que por ella.
El remordimiento que sentía por ser quien era se volvió tan inmenso que aquella noche le hizo una propuesta a Dios. “Me hinqué, lloré y lloré y dije: ‘Señor, llévame a mí en vez de a él. Fue mi culpa. Por mi culpa está enfermo. Dale a él la vida que necesita y llévame a mí’”.
En la doctrina de Samuel, segundo apóstol de La Luz del Mundo y padre de Naasón, no había lugar para Vee. La devoción al siervo era bienvenida, pero el amor de una mujer a otra mujer, jamás.
Minutos antes de haber hecho esa oración, Vee estaba lejos del templo. Intentaba reconstruirse en un mundo en el que su identidad de género no fuera pecado, pero su madre llamó: “Tu apóstol está muy mal”. Y ella volvió.
Vee fue una entre miles que rezaron en vela ante la certeza de que el final estaba cerca. Samuel aseguró por años que con su último respiro los “llevaría con Cristo”, así que con su muerte ellos tendrían que morir. “Amanecí pensando: ‘nos va a llevar, me voy a ir al infierno’”. Pero nada ocurrió.
Vee no se sintió a un paso de las tinieblas por obra del Diablo, sino porque su religión la condenó.
En esa iglesia que tanto quiso y en la que todos se llaman “hermanos” nunca hubo un soplo de aliento para Vee. Tenía 17 años cuando un ministro la interrogó sobre una vida sexual que no sólo debía ser privada, sino que ella desconocía, y le arrebató la única “bendición” que la mantenía a flote. Primero perdió su trabajo en el coro; luego la relación con su familia, el amor por sí misma y su fe.
Ahora un zurcido invisible subyace a sus palabras. Le tomó 13 años reparar lo que su iglesia rompió. Poco a poco volvió a hablar con su madre. Poco a poco sanó.
“No hay nada malo conmigo, nunca hubo nada malo conmigo. No soy vómito. Nunca lo fui. Hablar de mí no me gustaba, pero ahora siento que el universo me preparó para hacerlo. Puedo ser feliz con quien yo quiera, conmigo misma, que es lo más importante. Es muy emocional para mí porque no lo había podido hacer en todos estos años. Siento tanta felicidad de poder decir: ésta soy yo, y eso está bien”.
____
Foto: Refugio Ruíz
—-
La cobertura de noticias religiosas de The Associated Press recibe apoyo a través de una colaboración con The Conversation US, con fondos del Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable del contenido.
Adentro del templo no queda espacio para nadie, pero cuando la voz del apóstol rompe el silencio y sus devotos la reconocen, entre las filas de hombres y mujeres se hace un lugar para el llanto.
Las palabras de Naasón Joaquín García despiertan sollozos dentro y fuera de un santuario en el que su ausencia entristece la noche. Él es quien suele presidir la festividad más sagrada de la iglesia La Luz del Mundo en Guadalajara, al occidente de México, pero el mensaje que transmite en esta Santa Cena proviene de la cárcel.
“Yo no veo una celda de cuatro paredes. Yo no veo los barrotes que me separan de vosotros. Yo veo vuestros hermosos rostros. Veo esta hermosa fiesta porque vosotros sois los hijos de Dios”, dice Naasón en una llamada desde Los Ángeles, donde cumple una condena de 16 años de prisión tras haberse declarado culpable de abusar sexualmente de tres menores.
Al escucharlo casi todos cierran los ojos. Muchos levantan el puño. Varios lloran arrodillados.
El mexicano de 53 años fue arrestado en 2019 en California y enfrentó más de 20 cargos penales por tráfico de personas y producción de pornografía —entre otros delitos—, pero tras hacer un trato con la fiscalía en junio de 2022 ésta desechó 16 señalamientos ante la mirada atónita de las víctimas, que sin éxito pidieron al juez una sentencia más larga.
Una nueva demanda se presentó el 8 de septiembre a nombre de las cinco demandantes originales, que se identifican bajo el pseudónimo de Jane Doe. Ésta señala a Naasón de haber condicionado a las víctimas para servirlo por encima de todo, lo que habría resultado en abuso sexual contras ellas durante años. El documento añade que otros miembros de la iglesia fueron cómplices.
Algunos fieles consideran que el proceso contra Naasón fue injusto y La Luz del Mundo aseguró en un comunicado que se “escondieron, fabricaron y alteraron pruebas”, lo que habría impedido que la defensa refutara los alegatos de las denunciantes. Según el texto, él asumió la culpa para proteger a la comunidad y a su familia de “acusaciones infundadas” y mientras esté en prisión continuará “cumpliendo la misión de Jesucristo”.
Al término de la Santa Cena del 14 de agosto, ataviado con esmoquin blanco, Phares Ruiz dijo a The Associated Press que sus antepasados han pertenecido a la comunidad por tres generaciones y que los hijos que aún no tiene encabezarán la cuarta. El salvadoreño de 42 años viajó casi 2.000 kilómetros para asistir a este culto en el que se comparte pan y jugo de uva para conmemorar el sacrificio de Jesús. Aunque afirma que la ausencia de Naasón se siente como la falta de un familiar, hay que seguir adelante porque “el apóstol de Jesucristo en ningún momento manifiesta tristeza”.
Para los fieles de esta iglesia cristiana fundada en el estado mexicano de Jalisco en 1926, el liderazgo de su apóstol no está en duda. Lo consideran un elegido por Dios para predicar su palabra y lo que diga es incuestionable porque no es él quien habla, sino Dios.
Según Phares, mientras Naasón se mantenga “firme en sus convicciones” seguirá dando frutos a su congregación.
———————————————-
Al caminar por algunas aceras de Hermosa Provincia uno podría pensar que se trata de un barrio cualquiera, pero en la sede de La Luz del Mundo todas las calles llevan a Dios.
Para la comunidad esto no es una metáfora. Jericó, Belén y Nazareth son algunos nombres de las vías que vistas desde el cielo forman una figura geométrica cuyas líneas convergen en una glorieta donde se ubica un templo blanco de más de 80 metros de alto.
En el área que abarca unas 14 hectáreas los habitantes de Hermosa Provincia se reconocen como “hermanos”, viven en hogares de una o dos plantas y se cuidan entre sí. En la avenida principal algunas de las casas blancas parecen caramelos en formas de espiral, pero el resto de las viviendas son sencillas.
Los hermanos rezan juntos por los enfermos, le han hecho un lugar a la mujer en sus cultos —permitiendo que lidere alguno de los tres oficios diarios— y durante los días que anteceden a la Santa Cena ofrecen hospedaje a quienes llegan desde lejos. Según dijo la oficina de prensa de esta iglesia a AP, en el barrio no hay delincuencia y todos se sienten protegidos.
———————————————-
Como en otras religiones, en el principio fue la voz.
El primero que dijo haberla escuchado fue Eusebio Joaquín González (1896-1964), un militar mexicano que comenzó a predicar tras una noche en la que dijo haber recibido el llamado de Dios. Su esposa fue su primera creyente y hoy la congregación asegura tener más de cinco millones de devotos en medio centenar de naciones.
La historia cuenta que Dios pidió cambios y uno de ellos fue que el nombre de su primer “siervo” no fuera Eusebio, sino Aarón. Y así, el primer apóstol de La Luz del Mundo empezó a predicar un evangelio que según sus creyentes disgustó a la Iglesia católica.
Para el experto en Antropología de las Religiones, Elio Masferrer, el contexto del catolicismo en México es clave para entender el surgimiento de doctrinas como ésta.
Mientras la Iglesia católica es una herencia del sistema colonial español y puede considerarse una “religión de Estado”, las insurrecciones de la población contra ella desde la Revolución (1910-1917) dieron paso a otras propuestas religiosas que debilitaron el monopolio del catolicismo.
Diversos medios han catalogado a La Luz del Mundo como “evangélica” o “pentecostal”, pero sus miembros la identifican como una iglesia cristiana cuyo fundamento es Jesucristo. Según Masferrer, su doctrina busca “la restauración de la Iglesia cristiana primitiva cercana a la teología de los arrianos, una propuesta de interpretación bíblica que dice que Jesús no nace Dios, sino hombre y se convierte en Dios después”.
Por ello, agregó Masferrer, para los fieles el apóstol Aarón y sus sucesores —su hijo Samuel y su nieto Naasón— son “figuras mesiánicas, prácticamente un Dios vivo”.
———————————————-
Los hermanos de Hermosa Provincia se conocen tan bien que es fácil identificar a los “gentiles”, como llaman a quienes no forman parte de la congregación. Algunos sonríen y dan la bendición a los forasteros. Otros desvían la mirada o los observan con recelo.
Actualmente no se permite que la prensa ingrese a los cultos o tome fotografías en el interior de los templos y las entrevistas son controladas. Desde el arresto de Naasón la comunidad ha sido hostigada y el equipo de comunicación de la Iglesia dice que no pueden darse declaraciones oficiales sobre el caso porque hay una demanda civil en curso.
Esta no es la primera vez que los devotos se sienten amenazados. Sin un templo donde profesar su fe, argumentando que él y los suyos eran discriminados y perseguidos en los años 50, Aarón invitó a los primeros creyentes a adquirir un terreno a las afueras de Guadalajara.
De esa compra comunitaria nació Hermosa Provincia, donde los hermanos edificaron su propio templo, pavimentaron sus banquetas y construyeron sus hogares. Después adquirieron otra parcela para sus muertos, pues se sentían rechazados en los cementerios católicos.
Hoy Hermosa Provincia tiene sus propias cafeterías, negocios de abarrotes, clínicas, una biblioteca, un centro recreativo donde se inaugurará un museo y una tienda que vende biblias, libros de alabanzas y juegos de destreza de contenido religioso para niños. De las paredes también cuelgan fotografías de un Naasón alegre y con esmoquin.
La Luz del Mundo prohíbe las imágenes de Jesucristo, pero las familias tienen fotos del apóstol en casa. Algunos cuelgan mantas con su retrato en el balcón y otros enmarcan su sonrisa en un librero. Según dijeron varios fieles a AP, no lo veneran como a Dios, sino que lo aprecian como a un familiar.
Para Naasón la venta de su imagen deriva en ganancias: el apóstol la registró en el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial.
———————————————-
La fe de los creyentes de La Luz del Mundo no se consolida por obra divina sino tras años de recibir y repetir una doctrina que penetra hasta su espacio personal.
Cada enseñanza se traduce en algo cotidiano: en los templos las mujeres se sientan a la derecha y los hombres a la izquierda, en algunas ciudades se entrega más del 10% del ingreso mensual a la Iglesia, para explicar una conducta se citan versículos bíblicos y al apóstol no se le llama por su nombre.
“Es una religión muy demandante en la que no es suficiente decir ‘Ya me convertí’ o ‘Ya me bauticé’. Debes seguir ciertos pasos para probar tu lealtad y demostrar que el cristianismo ha cambiado tu vida”, explica a AP la especialista en asuntos religiosos de la Azusa Pacific University, Arlene M. Sánchez-Walsh.
Para algunos jóvenes, memorizar cantos que honren al apóstol, leer la Biblia antes de dormir, asistir a un culto diario y no casarse con “gentiles” no son consejos, sino reglas que los padres imponen bajo la advertencia de que no acatarlas implica condenarse. “Esto se hace para demostrar que, aunque eres parte de este mundo, has aceptado una forma de vida muy particular porque eres cristiano y debes vivir como tal todos los días”, añade la experta.
También hay quienes abrazan su doctrina con devoción. Sara Pozos, de 49 años, piensa que su relación con Dios se ha fortalecido con los años y lo atribuye a un proceso de maduración religiosa.
“Lo que le decimos a la gente cuando nos señala de fanáticos es que el ejercicio de nuestra fe es racional», dice. “El ejercicio de la libertad no está peleado con de la fe. Yo soy muy feliz. No hay nada que haga de manera obligada. Cuando uno está convencido de su fe y de que esa fe no significa un golpe a tus derechos, entonces vives en plena libertad y en plena felicidad”.
———————————————-
En La Luz del Mundo la doctrina se adquiere desde la cuna. Los padres suelen dar nombres bíblicos a sus hijos, como Silem o Hiram para los niños y Esther o Dánae para las niñas. Más tarde, a los 40 días de nacidos, los llevan hasta el templo para presentarlos ante Dios y prometer que los educarán para seguir su camino.
La obligatoriedad de lo que ocurre después es difícil de determinar. Aunque personas que abandonaron la comunidad manifiestan en redes sociales que la presión de lo que se debe y no se debe hacer resulta insoportable, algunos miembros activos afirman que nada se impone ni se castiga. Aquí, dicen, se puede escuchar todo tipo de música y ver cualquier contenido televisivo. Se puede leer libros y viajar. Se puede cuestionar.
Siempre sonriente, con un vestido largo de flores anaranjadas y el pelo negro recogido en un moño, Sailem Castillo cuenta a AP que su iglesia no le impone reglas, sino que le aconseja cómo “mantener una vida decente” en la que una mujer no bebe alcohol ni sale con muchos hombres.
Como todas las hermanas en Hermosa Provincia, suele usar vestidos y faldas que no se ajustan al cuerpo, evita el maquillaje excesivo y los aretes y tiene el cabello largo. Así lo estableció Pedro en la Biblia. La mujer debe estar “sujeta” a su marido. Su conducta debe ser “casta y respetuosa”. Su atavío debe evitar lo ostentoso y distinguirse de lo masculino.
A la comunicóloga y recién casada de 25 años le ilusiona trabajar y viajar y dice que su fe es mera convicción. Actúa “por el bien de su alma” porque al rehuir el pecado también elude ofender a Dios. Asegura que su Iglesia le da paz, aunque reconoce que hay quienes caen en el “extremismo”, lo que perjudica a su comunidad.
“No todos somos iguales”, dice Sailem.
———————————————-
Quienes nacen en la comunidad se bautizan a los 14 años porque, según La Luz del Mundo, eso les permite decidir con plena conciencia si reafirman o abandonan su fe. No obstante, varios ex devotos relatan que en su caso no fue opcional o que no comprendían lo que implicaba.
Antes del bautismo, en un ritual conocido como los avivamientos, los menores pasan días de rezo, ayuno y llanto dentro un templo para recibir al Espíritu Santo. Los avivamientos, el bautismo y la participación en la Santa Cena se consideran requisitos para heredar la vida eterna e ingresar al Cielo.
Los avivamientos consisten en repetir “Gloria a Cristo” una y otra y otra vez.
Gloria a Cristo.
Gloria a Cristo.
Gloria a Cristo.
Arrodillados, sin descansar ni tragar saliva durante horas mientras otros oran y cantan y esperan lo impensable: que algún ministro con una vida ejemplar escuche al adolescente “hablar lenguas” para atestiguar que el Espíritu Santo entró en él.
Una mujer de 50 años que formó parte de la Luz del Mundo relata a AP que durante ese ritual se imparten sermones que denigran a los jóvenes. “Dicen que no somos nada, que somos lo peor, que debes humillarte. Despojan a la persona de ese sentimiento de humanidad y lo hacen sentir lo peor porque es una forma de —supuestamente— humillarte ante Dios y que así él se compadezca y te dé el Espíritu Santo”.
La entrevistada, que se distanció de la iglesia tras el arresto de Naasón, habló bajo condición de anonimato para evitar conflictos con su familia y otros feligreses. Otros como ella han relatado públicamente que la presión de esta ceremonia es brutal. Las rodillas sangran, el cuerpo se agota, los ojos arden de tanto llorar.
Para Raquel Haifa, de 43 años, los avivamientos fueron una situación traumatizante que considera un “abuso” porque los menores no pueden negarse a participar. “¿Te imaginas la carga mental? Yo tenía 14 años y me hicieron pasar por eso por horas”, dice a AP desde Texas.
“En dado momento, ¿sabes lo que hacía? Yo sí lloraba, pero de terror, porque decía ‘Dios, sácame de esto, haz que pase este tiempo rápido’”, agrega. “Miraba a los demás y tenían los ojos cerrados. Yo estaba ahí con mi chalina, hincada y los hermanos gritando y llorando y lamentándose. Cada que abría los ojos los veía ahí arrastrándose en su propia saliva”.
———————————————-
Una escultura que forma la palabra “INOCENTE” atraviesa la calle principal de Hermosa Provincia y expone en letras moradas el único veredicto aceptable para Naasón y sus fieles.
Nada en La Luz del Mundo es más preciado que la palabra del apóstol. Para él se escriben cantos y se entonan alabanzas. Se comercializan sus iniciales en tazas, llaveros, postales y libretas. Con tal de asistir a su Santa Cena, algunos renuncian a sus trabajos o faltan a la escuela. Por él se cruzan ciudades para pedir su bendición.
Cada apóstol de la familia Joaquín ha interpretado la religión a su manera —lo que ha flexibilizado o endurecido la doctrina— y en consecuencia ha transmitido su propia versión de la realidad a la feligresía.
Miles crecieron pensando que el padre de Naasón, Samuel, “los llevaría con Cristo” y esperaron su muerte aterrados ante la idea de dejar este mundo con él. Cuando Naasón tomó el poder, en cambio, dijo que la Biblia era letra muerta o “basura” y eso zanjó el asunto: lo único cierto sería lo que esté en boca del “siervo de Dios”.
El día que Naasón fue condenado, una de las denunciantes identificada como Jane Doe 4 dijo que “veneraba a su abusador”. Previamente los fiscales aseguraron que él se había aprovechado de su influencia espiritual para cometer los abusos y el juez Ronald Coen declaró que nunca dejaría de sorprenderle “la cantidad de vidas que son arruinadas con la excusa de un ser supremo”.
El caso también ha dejado huella en quienes se han distanciado de esta iglesia. En un episodio de un podcast que titularon “Salí de una secta”, Ada Camarena y Lo-ami Salazar relatan que el tema es doloroso a pesar de llevar tres años fuera. “Es muy difícil oír esto después de que te dijeron toda la vida que era un lugar bonito y seguro. Hermosa Provincia era mi lugar feliz y saber que existían estos abusos ahí, en mi lugar feliz, en mi lugar seguro, es horrible”, dice Lo-ami.
Como otros ex devotos, ellas hablan de sus experiencias para intentar sanar. A quienes comparten su sentir públicamente se les agrede y acusa de mentir o lucrar a costa de su religión.
La profesora Sánchez-Walsh explica que en religiones como ésta se crea un espacio donde sólo la Iglesia contiene la verdad. “En el diálogo interno, el mundo exterior no es confiable y quienes no aceptan tus creencias están mal, así que si no logras convertirlos tu deber es alejarlos”.
La devoción de los feligreses es el cimiento de La Luz del Mundo. Son ellos quienes viajan para difundir la doctrina, mantienen la asistencia a los cultos, costean y atienden las vendimias que exige el pastor, defienden su fe ante los incrédulos y pagan por las remodelaciones de sus templos. Gracias a ellos, cuando una comunidad crece y el espacio para orar es insuficiente, el recinto se derriba y se erige uno más grande en su lugar.
Al caminar por Hermosa Provincia se escucha un sentir colectivo: al inculparse, el apóstol de Jesucristo tomó una decisión “valiente” y su ejemplo los ha unido. Ahora son más fuertes, se reconstruirán como sus templos y honrarán aquello que les dio nombre en la Biblia: “Vosotros sois la luz del mundo”.
—————
Foto: Refugio Ruiz
—————
La cobertura de noticias religiosas de The Associated Press recibe apoyo a través de una colaboración con The Conversation US, con fondos del Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable del contenido.
CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Como el torrente sanguíneo que irriga un cuerpo humano, alguna vez corrió agua por las calles de la actual Ciudad de México. Su caudal arrasó con animales, casas y gente, pero un día trajo consigo la imagen de una virgen.
Aquel lienzo que cayó en manos de un cacique en 1580 se perdió, pero una copia sobrevive en la pared de un templo que ha visto pasar inundaciones y terremotos sin que la pintura de la virgen sucumba. El último sismo que sacudió su estructura junto al corazón de los mexicanos ocurrió en septiembre de 2017 dejando al menos 360 muertos y el Santuario Parroquial de Nuestra Señora de los Ángeles parcialmente destruido.
Apenas ahora, a semanas del quinto aniversario de la catástrofe, arrancó la segunda fase de restauración del templo tras una primera etapa que abarcó de septiembre de 2019 a diciembre de 2020.
En el primer domingo de agosto de este año, la misa de las diez de la mañana no es una celebración cualquiera para el santuario de esta virgen que ha resistido ante la fiereza del agua y de la tierra. Cobijado por una carpa improvisada a media calle en el barrio de Guerrero, la emoción del padre Adrián Vázquez ante la noticia del reinicio de la reparación no se esconde ni bajo la mascarilla que le protege en un país que mantiene restricciones por la pandemia.
Más de cien feligreses lo escuchan desde unas sillas de plástico flanqueadas por montoncitos de escombros que cayeron del santuario cinco días después del terremoto. A su izquierda su iglesia está rota. El espacio que rodea a la virgen está intacto, pero otras paredes muestran grietas profundas. Una de sus columnas luce visiblemente inclinada. La mitad de su cúpula colapsó y lo que queda de ella se sostiene con andamios como un anciano que se apoya en su bastón.
Detrás del espacio en el que hubo un altar y hoy abre camino a los andamios, Nuestra Señora de los Ángeles está de pie cubierta por un manto azul, las palmas unidas frente al pecho y una expresión apacible. La imagen retrata la Asunción de María, que para los católicos simboliza que la madre de Jesucristo se elevó al cielo en cuerpo y alma al finalizar su vida terrenal.
María del Carmen Castro, Coordinadora de Conservación del Patrimonio Cultural, explica en un video del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) que la parroquia es especial para el pueblo mexicano porque la virgen se considera milagrosa y su santuario es el segundo en importancia después de la Basílica de Guadalupe, donde está la aparición mariana más querida en este país mayoritariamente católico.
El padre José Berruecos, quien hace cien años publicó un libro sobre el templo, la respalda: “En medio de las inundaciones, con todos sus pormenores, con todos los males que causaron, sobre ese fondo de oscuridad y desolación aparece en plena luz la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles como el arco-iris en medio de la tempestad”.
La esperanza no es un placebo, dice el padre Adrián durante la misa, sino una espera que amerita trabajo personal para que las cosas sucedan. Añade que él está esperanzado en que su templo pueda recuperarse, pero lograrlo amerita un esfuerzo colectivo. “La espera no es pasiva y el templo no se va a reconstruir solo o únicamente con ayuda del gobierno. ¿Dónde quedamos nosotros?”.
Durante la misa es notable una ausencia. La virgen no está. Bajo su capilla improvisada sólo le acompaña una copia pintada con cera mientras adentro continúan los trabajos de reparación que el INAH encabeza en éste y al menos otro centenar de templos dañados por el sismo.
Entretanto, la virgen espera, probablemente en el mismo lugar en el que el cacique Izayoque le construyó su primera capilla a finales del siglo XVI y se edificó el santuario actual doscientos años después. Su destino está atado a su templo porque fue pintada sobre una pared de adobe cuya fragilidad le impide moverse.
“Si perdemos la parroquia, perdemos la virgen”, asegura el padre Adrián.
La voz de María González se quiebra cuando recuerda el domingo de 2017 en que la cúpula se fracturó. La mujer de 66 años estaba en su casa cuando empezó a recibir mensajes anunciándole el desplome. Ella y otros vecinos corrieron para acompañar al párroco Cirilo Colín, que estaba a cargo y se retiró antes de la llegada del padre Adrián, a finales de 2019.
“Dicen que fue un ruido tremendo, como una explosión”, recuerda María. “Cuando lo vimos nos pusimos a llorar… Fue un milagro que no hubiera ningún accidente”.
Hoy los fieles cuidan de su virgen como ella ha cuidado de ellos. Cuando el padre Adrián llegó, usó parte de sus propios ahorros para reparar el cableado eléctrico, retocar paredes y resarcir otros detalles. Rosa María Ordoñez, de 76 años y quien conoció la parroquia de la mano de su abuela cuando era niña, vende ropa y otros objetos donados para juntar presupuesto. Otros dan clases de catecismo y otros realizan diversas tareas de limpieza.
Algunos vuelven aunque hayan dejado el barrio o el país temporalmente, como María Elena Corona, que tiene 85 años y pisó el santuario hace más de 60. Aunque se ha mudado en varias ocasiones fuera del país, dice que siempre regresa porque la virgen no la deja ir. La última vez voló desde Estados Unidos, cuando el terremoto de 1985 mató a casi diez mil personas y surcó las primeras cicatrices en el templo. Desde entonces vive en México y ayuda “en lo que se necesite”. Una de sus aportaciones más recientes fue resumir e ilustrar la historia de su virgen en cartulinas desplegadas a espaldas del sacerdote durante las misas.
Con su asignación a esta parroquia, el Arzobispado de México pidió al padre Adrián encabezar una “recuperación integral”, pues tras el daño a la estructura muchos feligreses migraron a templos en mejores condiciones. El párroco de 38 años trabaja sin descanso aconsejando a sus feligreses, pidiéndoles que inviten a más miembros para que crezca la congregación, actualizando las redes sociales del templo y transmitiendo la misa en streaming a través de su celular. Con una sonrisa asegura que el pasado 2 de agosto, cuando fue la fiesta patronal de Nuestra Señora de los Ángeles, la calle estaba a reventar y al menos unas 900 personas asistieron.
La segunda etapa de restauración concluirá en diciembre de este año y se enfocará en el mantenimiento del “camarín”, un espacio que se ubica a espaldas del altar mayor. Según el arquitecto Antonio Mondragón, quien encabeza los trabajos, el objetivo es evitar filtraciones de agua y desprendimientos de aplanados para frenar el deterioro de la estructura y que el camarín sea un espacio que sirva de apoyo cuando inicie la restauración de la nave principal.
Mientras eso ocurre, la virgen aguardará dentro de su “encofrado”, un sistema de protección que el INAH montó sobre la pared de adobe que la mantiene atada a su templo para protegerla de otro sismo o cualquier amenaza que pudiera maltratarla. Ahí, cubierta por un cristal y tapas de madera que se abren y cierran como un libro, sólo recibe a un puñado de afortunados que pueden mirarla de cerca si el sacerdote lo permite y al resto los escucha a la distancia.
Cuando el padre Adrián está a punto de terminar una misa, los músicos se preparan y él pide a la congregación que gire a su izquierda para encarar al templo. “Vamos a cantarle a la virgen”, pide, y aunque no puedan verla, todos levantan la voz para ella.