Más Dios y menos aborto: el aspirante que apela a la derecha para buscar la presidencia de México

Originalmente publicado en The Associated Press, noviembre de 2023 (link aquí)

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CIUDAD DE MÉXICO (AP) – Un día después de que se anunciara la despenalización del aborto, Eduardo Verástegui sacó un traje negro de su clóset y se vistió de luto para salir a buscar la presidencia de México.

“Es un recordatorio para que no se me olvide por qué estoy haciendo lo que estoy haciendo”, dijo el productor de cine en un mitin reciente al recordar su registro como aspirante independiente a las elecciones de 2024.

La candidatura está a un millón de firmas de distancia y su estrategia para reunirlas es queroseno en un país en el que cohabitan el catolicismo, el feminismo y la defensa de los derechos de la comunidad LGBT.

A veces reza en TikTok, otras invita a los mexicanos a escribir una historia de amor bajo su proyecto de “Dios, Patria y Familia” —gobernar con valores cristianos, dice— y en una ocasión —que según él fue una sátira— se grabó disparando un fusil de asalto para retratar cómo atacaría a los “terroristas de la agenda 2030, del cambio climático y de la ideología de género”.

En su currículum apenas figura la política y eso —dice— es músculo.

En los años 90 bailaba sin camisa en un trío de música pop y las telenovelas echaron mano de su galanura, pero ahora —a sus 49— Dios se cuela en sus ponencias, repite que defiende la vida porque México se gesta en los vientres de sus madres y se arrodilla en mítines para pedir perdón en nombre de todos los hombres a todas las mujeres. 

“Me gusta que sea un ciudadano y no un político”, dice Alejandra Hernández, de 46 años, durante un evento de recolección de firmas.

“Además comulgo con sus valores, con su fe católica. Como él dice: el derecho a la vida es el primer derecho y, si no lo tenemos, no tenemos nada”.

A pocos metros, envuelta en un chal estampado con la Virgen de Guadalupe, Felicitas Díaz cuenta que lo apoya porque es el único aspirante provida.

“Matar a seres inocentes no se vale. Yo estaba triste, preocupada, pensando ‘¿por quién voy a votar?’, y cuando nos dijeron de él, se me abrió una luz”.

La mujer de 65 cuenta que simpatizaba con un partido de derecha que compartía su ideología, pero las decisiones de ese bloque de cara a los comicios la consternaron.

Sin opciones para enfrentar a Claudia Sheinbaum, exalcaldesa capitalina y quien lidera las encuestas para suceder al presidente Andrés Manuel López Obrador, el Partido Acción Nacional (PAN) —por el que Díaz se decantaba— creó una coalición con partidos antes enemigos y lanzó como contendiente a la senadora Xóchitl Gálvez, cuyas ideas progresistas no representan al sector conservador de México. 

Raúl Tortolero, escritor que simpatiza con Verástegui, dice que el aspirante abandera a una nueva derecha que defiende valores similares a los de José Antonio Kast en Chile y Santiago Abascal en España.

Esta corriente, dice Tortolero, es totalmente religiosa y tiene siete pilares: Dios al centro de la vida, el rechazo al aborto y a la comunidad LGBT, la defensa de la propiedad privada, de la patria, de las libertades y de los derechos universales.

También hay jóvenes que lo respaldan porque apoya otras prioridades para ellos.

“Más que ultraderecha, como nos llaman los medios, somos patriotas”, dice Isaac Alonso, un emprendedor de 31 años que lidera una agrupación de jóvenes en apoyo a Verástegui.

Su lucha persigue empleos bien remunerados, acabar con la impunidad y erradicar la pobreza a través de la promoción del desarrollo económico.

“Somos mujeres y hombres valientes que no podemos dejar nuestro futuro en manos de políticos corruptos que son incapaces de gobernarse a sí mismos y pretenden gobernar una nación”.

Frida Espinoza, de 23 años y cofundadora de una organización provida, cuenta que conectó con Verástegui tras escuchar su testimonio de vida —cómo renunció a la fama y a los vicios cuando conoció a Dios— pero ahora le aporta una visión más crítica de la política local. 

“Existe un hartazgo de que los partidos se están aliando entre ellos con valores que no me representan”, dice. “No voy a estar a favor del voto útil porque no voy a legitimar a una persona que se oponga a todo lo que yo creo”.

Y por eso, incluso si Verástegui no afianza su candidatura, apoyarlo vale la pena.

“Es muy auténtico. No está buscando ser un Trump mexicano ni copiar otras personalidades. Simplemente se dio cuenta de que las causas que ya había tomado era necesario llevarlas a la política”.

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El “outsider” u hombre común que se dice distinto a los políticos tradicionales es noticia vieja en América Latina. Guatemala eligió como presidente a un comediante de televisión en 2015, pero el México reciente no había visto a un actor persiguiendo el puesto.

Tras el desgaste del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó por 70 años, un empresario prometió en el 2000 que el PAN resolvería los males nacionales en un parpadeo. El electorado le concedió dos sexenios de paciencia y en 2012 le regresó el poder al PRI.

Los escándalos de corrupción de ese último periodo dejaron un resquicio tan amargo que es difícil saber si la esperanza o la furia llevó a millones a votar por López Obrador en 2018, pero su triunfo fue tajante. 

En ese momento, explica el editor y escritor Diego Fonseca, quien recientemente publicó un extenso libro sobre populismo en América Latina, López Obrador ocupó el espacio del “outsider” porque él y su partido —Morena— desafiaban las estructuras partidarias.

“Morena es ahora un espacio más institucionalizado, un aparato que encontró en el priísmo un modo de vertebrarse, pero vive de un líder”, dice, y la salida de éste abre espacios marginales.

“Verástegui intenta medrar en esos márgenes”, añade Fonseca. “Busca ser una referencia mesiánica de reemplazo con otro discurso populista basado en ideas simples de fácil digestión”.

Muchas de esas ideas son incendiarias —como cuando dijo que la homosexualidad está vinculada a la pedofilia— y no sólo despiertan críticas en redes o el interés de medios que verifican noticias falsas, sino preocupación entre organizaciones de derechos humanos.

“En muchos países democráticos hemos visto a políticos como Verástegui hacer campaña cínicamente ante los votantes conservadores con la promesa de recuperar los valores ‘cristianos’ o ‘tradicionales’”, dice Cristian González, investigador de Human Rights Watch.

Sin embargo, agrega, esos mismos políticos trabajan en otros proyectos que socavan las normas democráticas y el Estado de derecho.

Líderes afines a Verástegui —como el primer ministro húngaro Víktor Orbán y los expresidentes de Brasil y Estados Unidos, Jair Bolsonaro y Donald Trump— han accionado contra los derechos de la comunidad LGBTQ+, el matrimonio igualitario y el aborto en paralelo a sus ataques a la libertad de prensa, la independencia judicial y la confianza en el sistema electoral, dice González.

“Tienden a convertir en chivos expiatorios a grupos como las mujeres y las personas LGBT mientras amenazan los derechos civiles, políticos y sociales de todos los ciudadanos”.

Associated Press solicitó varias veces una entrevista con Verástegui, pero no estuvo disponible.

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Cuando el aspirante que se viste de luto por los bebés no nacidos encabeza un mitin, los asistentes a sus eventos dicen sentir un nudo en la garganta al escuchar —una y otra vez— su historia personal.

Verástegui cuenta que nació en Tamaulipas, al norte de México, y aprendió a nadar en un río con su perro fiel. Cuenta que era feliz y luego se alejó de la felicidad. Cuenta que se mudó a la capital desafiando a sus padres, porque ellos querían que fuera abogado y él quería ser actor, y cuenta que, tras haber alcanzado el éxito y ser víctima de asaltos, decidió migrar como cualquier hijo de vecino en busca del sueño americano. Cuenta que cuando llegó a Estados Unidos no hablaba inglés, pero una maestra —que nadie conoce, pero eso no importa, cuenta— le enseñó el idioma y un buen día le preguntó: “¿Cuál es el propósito de tu vida?”.

Y así, cuenta, dejó de quejarse sin proponer soluciones, de ver a las mujeres como objetos sexuales e hizo una promesa a sus padres: jamás volveré a trabajar en ningún proyecto que afecte mi fe, mi familia o mi país.

Para no estar desempleado, cuenta, fundó una productora que financia proyectos acordes a sus valores —destacan dos filmes provida y uno que denuncia el tráfico de menores— y asegura que su experiencia le basta para gobernar: un productor contrata al mejor equipo y un político hace lo mismo.

“Un presidente no está obligado a saberlo todo, pero sí está obligado a reunir a los mejores en cada área”, dijo en un mitin reciente.

El populismo, explica Fonseca, es una religión política. Se vincula al ejercicio de la fe y su operación es carismática.

“Hay un relato, rituales y liturgia para una comunidad moralmente construida alrededor de la idea de que el caudillo es un redentor comprometido con el rescate del alma de la nación de las manos de sus enemigos”.

En los mítines de Verástegui, los aplausos ahogan sus discursos, decenas de mujeres le toman fotos sin parar y lo interrumpen con gritos de: “¡Verás que sí!”.

“Me gusta cómo pudo renunciar a ciertas cosas que sus convicciones le indicaban; cómo pudo persistir en su lucha y ver de qué manera podía contribuir a México”, dice Marisol Hernández, de 24 años.

“Él mismo dice ‘no soy un santo, me he equivocado’, pero reconoce que Dios ha actuado en su vida y eso es lo más fundamental”.

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AP FOTO: Eduardo Verdugo

La cobertura de noticias religiosas de The Associated Press recibe apoyo a través de una colaboración con The Conversation US, con fondos del Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable de todo el contenido.

Sobrevivir a lo impensable: ¿qué ha sido de las víctimas de abuso clerical en Chile?

Originalmente publicado en The Associated Press, septiembre de 2023 (link aquí)

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Cuando el horror llegó hasta sus oídos, la madre de Helmut Kramer tomó unas tijeras y recortó al sacerdote de las fotografías del bautismo de su hijo.

—Después, mi mamá guardó las fotos —dice el chileno de 53 años.

El abuso es así, ¿no es cierto? Ocurre en entornos de poder asimétrico —digamos, cuando un cura se convierte en la autoridad de un niño— y surca una huella. Ocurre y no hay nada —ni el silencio amargo de la culpa, ni las tijeras en las manos desesperadas de una madre— que borre su rastro.

¿Qué pasa, entonces, con las víctimas?

—Lo que tiene esta supervivencia es que la llevas en el cuerpo porque el sitio del delito eres tú mismo —dice Eneas Espinoza, otro sobreviviente de abuso eclesiástico en Chile.

El cuerpo es el que calla por temor a represalias. El que padece la ferocidad del descrédito. El que puede sucumbir ante el dolor.

—En el camino murieron varios —cuenta Eneas, de 50 años. —Por abuso de sustancias, por suicidio, hubo personas que perdimos.

Acompañarse, para algunos, vuelve la pena tolerable; encamina a construir algo nuevo. La Red de Sobrevivientes de Chile nació así.

Cuando Helmut hizo público su caso, Eneas —que entonces no lo conocía— le escribió: Yo también soy sobreviviente de abuso y quiero decirte que no estás solo, que no nos vamos a volver a quedar callados. 

Nunca se han visto en persona y sin embargo son hermanos. Juntos hablan en nombre de la organización que fundaron en 2018 y agrupa a víctimas de abuso institucional en la nación que con mayor contundencia denunció violaciones en el entorno eclesiástico en Latinoamérica.

El escándalo que cambió a Chile estalló en 2010, cuando tres denunciantes de Fernando Karadima provocaron una hecatombe en la comunidad que creía que el sacerdote merecía ser santo. La situación empeoró cuando los señalamientos de abuso incrementaron y el papa Francisco se topó con sillas vacías y voces furiosas durante su visita en 2018.

¿Qué ha sido de los sobrevivientes en estos años? Su presencia mediática ha sido intermitente pero el trabajo no descansa. En el país que recién recuerda los 50 años del inicio de una dictadura que atropelló los derechos humanos, son víctimas que siguen en espera de justicia y reparación.

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JAIME CONCHA, 60 AÑOS

Llegué a los diez años a un colegio de los Hermanos Maristas de Santiago. Yo veía puras cosas bonitas y dije: quiero estudiar acá.

Mis papás me dijeron: pórtate bien, hazles caso. Y yo, como niño, confié.

Terminando el mes ya me estaban abusando. Lo que para mí iba a ser el paraíso se transformó en un infierno hasta el día que salí. Fueron ocho años. Fueron varias personas.

Como niño no fui capaz de procesar esos eventos. Tu cuerpo es lo único que te puede defender.

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JAVIER MOLINA, 35 AÑOS

Conozco al sacerdote que me abusa en un distrito de Santiago. Me cambio de parroquia, manifiesto que quiero ser cura y él dice que va a ser mi guía espiritual. 

Un domingo llega a mi casa y le dice a mi mamá: voy a llevar a Javier a la playa. Mi mamá trabajaba en la parroquia; era su secretaria. Yo no quería ir. Yo tenía 14 años. Él tenía 48. 

No sé cuánto estuve llorando, pero recuerdo que me quedé dormido. Desperté cuando él golpeó la puerta del baño. Tomamos desayuno en silencio. Celebró misa. Me hizo sentir culpable. Dijo que el demonio colocaba formas para tentar la fidelidad de Dios.

Cuando veníamos de vuelta, dijo que si yo decía algo, iba a contar que yo era homosexual. Dijo: Me voy a asegurar de que tu mamá no encuentre trabajo nunca más.

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JOSÉ ANDRÉS MURILLO, 48 AÑOS

Las víctimas no guardan silencio. Las víctimas son silenciadas por el abuso, por el trauma, por el contexto, por la institución, por el abusador, por la culpa, por la vergüenza, por la amnesia traumática, por la desconfianza en la justicia, en las instituciones, por una especie de acomodación a la situación abusiva.

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Cada uno, en su propia soledad, pensó que había sido el único. 

Al descubrirse entre sí, como víctimas, varios se agruparon. Sobrevivientes a los Maristas, a los Jesuitas, a los Salesianos. En 2018, junto a Eneas Espinoza y Helmut Kramer, algunos se entrelazaron en la Red de Sobrevivientes de Chile.

Ese mismo año dieron un último voto de confianza a la Iglesia católica. Cuando el papa Francisco envió dos colaboradores a investigar los crímenes, más de 60 víctimas compartieron sus testimonios con Charles Scicluna y Jordi Bertomeu y luego los vieron subir a un avión con un informe de 2.300 páginas que no volvió a salir del Vaticano.

¿Qué ha pasado desde entonces? Depende a quién se le pregunte.

Para las víctimas cuyos casos cayeron en manos de una justicia que se lavó las manos —tu caso ha prescrito, está viejo—, nada. O poco.

Pasó que un pontífice reconoció por primera vez que en Chile existe una cultura de abuso y encubrimiento. Pasó que los 31 obispos chilenos presentaron su renuncia pero muchos mantuvieron el cargo. Pasó que algunos curas involucrados en casos de alto impacto dejaron de oficiar misas.

Pasó que el único fiscal que citó a declarar a un cardenal y allanó una diócesis fue sacado de la jugada bajo señalamientos de corrupción de los que después fue absuelto.

Y entonces pasó algo. Los sobrevivientes se arremangaron la camisa para dejar de pelear contra la Iglesia y empezaron a exigir reparación al Estado. En 2019 sus esfuerzos lograron que un gobierno de derecha promulgara la ley de imprescriptibilidad de delitos sexuales contra menores de edad.

Lo hicieron por ellos, por otros, por todos.

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JOSÉ ANDRÉS

Con el caso Karadima se abrió un mundo. Tenía la sensación de que estábamos golpeando el techo y de pronto cayó y hubo que hacerse cargo.

Las experiencias traumáticas abren un espacio hacia la destrucción o hacia la búsqueda de una forma de luchar. Yo no quiero que otros vivan lo que yo viví.

A todos nos dejaron ir a la iglesia porque era un lugar sano, protegido, cuidado. ¿Cómo se lucha contra el abuso? Lo más importante es fortalecer los derechos de la niñez.

Fundación para la Confianza nace en 2010, cuando no se hablaba de abuso sexual infantil. Tomamos la decisión de ser una organización de la sociedad civil para prevenir, intervenir y acompañar siempre ligados a violencias hacia las infancias, donde la Iglesia ha tenido un rol importante.

La fundación sigue la misma energía que yo sentía cuando quería ser cura, pero no es religiosa. Es espiritual en el sentido más amplio de la palabra. Espiritual porque creemos en un mundo mejor, en la justicia. Creemos que el dolor puede transformarse en resiliencia.

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JAIME

A propósito de las denuncias contra Karadima, se produjo un proceso misterioso: cada uno, en su propia intimidad, fue rompiendo el silencio.

Yo denuncié en 2017. Salió un reportaje de abuso en mi colegio y fui capaz de poner en palabras lo innombrable.

Romper el silencio alivia, pero empiezas a sentirte responsable del sufrimiento que compartes. Cuando le conté a mi pareja, para ella fue insoportable. Lo primero que pensó fue: entonces eres gay y me lo has ocultado. Yo me sentí abandonado.

A mí no me pasó nada; a mí me lo hicieron. El día que llegué a ese maldito colegio me escogieron, me marcaron y me violaron una y otra vez.

¿Y entonces por qué sigo vivo? Porque a pesar de todo hay un Dios que me ama. Sigo creyendo en Dios, pero no en la Iglesia católica. Sigo creyendo en un Dios que me ha cuidado siempre, que ha permitido que esté al borde y nunca me haya tirado al precipicio.

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JAVIER

Yo me preguntaba: ¿por qué si me dijeron que Dios me iba a proteger, él permite esto? Todos estos curas tienen delirio mesiánico. Forman sus grupos y te dicen: voy a ser tu padre.

Yo no creo en Dios. No creo en nada. Creo en una energía. Ahora te puedo contar lo que viví, pero antes eran horas de llanto. Fue todo un proceso para tener la confianza de conocer a alguien, de poder disfrutar con otra persona. Antes era la desconfianza de que todo el mundo te va a traicionar.

Fue chocante darme cuenta de que personas de mi edad ponían en duda mi relato porque me vieron muy cercano a él. Es tan difícil explicar que no tienes otra opción.

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En estas voces hay puntos en común. Eneas Espinoza también estudió con los Maristas. José Andrés Murillo pensó que su abusador lo guiaría para convertirse en cura. Helmut Kramer asistió a sesiones de supuesto catequismo que enmascararon la violencia.

¿Cómo llegamos a esto? Para el experto en Iglesia Católica y doctor en Historia, Marcial Sánchez, lo primero es el contexto: Chile es un país de 18 millones de habitantes en el fin del mundo y, cuando los lugares son pequeños y el poder no se ejerce adecuadamente, hay abuso.

—Es un problema porque la Iglesia Católica es parte del ADN de ser chileno. Culturalmente está en la forma de pensar, sentir y actuar —explica el historiador.

Esto no es casual: durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) la iglesia defendió a víctimas de violaciones de derechos humanos y muchos consideran que fue el único contrapeso al autoritarismo, pero con el tiempo el cardenal Raúl Silva Henríquez dejó su cargo y una nueva generación de obispos se alejó del pueblo.

—La jerarquía adquiere una espiritualidad más de puertas adentro, de menor protagonismo político, social y un giro conservador importante —precisa la también historiadora María Soledad del Villar. —Se opone a cualquier cambio en términos de moral sexual y de familia.

En otras palabras, mientras el liderazgo de la Iglesia se golpeaba el pecho cuando se hablaba de homosexualidad, aborto o divorcio, había curas que cometían y encubrían abuso sexual infantil.

Al menos 35% de la población chilena actual no se identifica con ninguna religión y sólo la mitad de los creyentes se dicen católicos, cita el reporte más reciente de la encuestadora Latinobarómetro. Algunos poseen cierta espiritualidad pero la mayoría desconfía de la institución.

Es la generación que vio a padres y madres confiar a sus hijos a una Iglesia que, en vez de protegerlos, los destruyó. 

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ENEAS

Como Red de Sobrevivientes decimos que los crímenes de la Iglesia nos crearon, pero empezaron a aparecer sobrevivientes de Sename, niñas y niños violados en su entorno familiar que llegaron a la protección del Estado, a hogares en su mayoría tercerizados. Después apareció un grupo de chicos abusados en un club por el entrenador. Por eso la red cambió a abuso en todo entorno institucional.

El Estado es quien debe dar respuesta a estos crímenes. Pedimos una Comisión de Verdad, Justicia y Reparación, una solución que supere lo que los tribunales no han hecho. Está el compromiso de hacerlo, pero hasta que no ocurra, no podemos festejar.

A pesar de la ausencia en medios, la gente nos sigue escribiendo. No paran los llamados y no son solo casos antiguos, personas de 40-50 años. Escriben personas de 20-21.

Yo quisiera que nadie se olvide de esto. Dentro de las medidas de la Comisión está establecer sitios de memoria y una verdad histórica.

Esto no es una batalla y nosotros no somos soldados. La Iglesia Católica no es nuestra enemiga. Los abusadores no son nuestros enemigos, son personas que cometieron crímenes y hay una institución que avala la impunidad.

Si fuera una lucha, yo querría venganza y yo no quiero venganza. Yo quiero justicia y que se modifique la manera en la que la Iglesia se comporta con impunidad en nuestros países en Latinoamérica.

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Cuando Helmut decidió denunciar, el cura que su madre recortó de las fotos de su bautizo superaba los 90 y un amigo le dijo: si no hablas ahora, él se va a morir y nadie va a saber qué hizo.

A los pocos días apareció en la portada de un diario. Gente desconocida lo abrazó a media calle. Algunos incrédulos lo criticaron por perjudicar el prestigio de su colegio. Nunca dio marcha atrás porque –como Javier, José Andrés, Jaime y Eneas– vio en su denuncia el potencial de algo más. 

—Empezamos a trabajar el primer mapa de abusadores en contexto eclesiástico y un discurso muy político: el problema del abuso es un problema de derechos humanos y debe ser tratado como tal.

Estos y todos los pasos que da un sobreviviente de abuso son vías para reconstruirse, estrategias para sanar. Helmut dice que a él le ayuda reír y así, sonriente, narra cómo rompió para siempre con Dios. 

Una tarde de 2019, presentó su certificado de bautismo en el Arzobispado de Santiago y cuando la empleada le preguntó por qué renunciaba a su fe, él respondió: 

—¿Ve usted el nombre del sacerdote? Él me violó.

Al bajar del tercer piso, gritó: ¡Soy apóstata! ¡Soy apóstata! —recuerda mientras la risa agita su barba canosa.

Después fue a celebrar. Se compró un almuerzo. Se tomó una selfie. La subió a redes y todos lo felicitaron. 

—Fue una fiesta.

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AP Foto: Esteban Félix

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No son muñecas, sino cultura viva: un artesano lleva la historia oaxaqueña a las calles de México

Originalmente publicado en The Associated Press, junio de 2023 (link aquí)

OAXACA, México (AP) – Las manos de artesano de Tonatiuh Estrada no sólo modelan figuras de cartón que sobrepasan los tres metros de alto. Lo que a él le gusta es crear documentos.

“Quiero que cuando la gente vea cómo las personas utilizan un huipil (un vestido tradicional) o un peinado, también lo lea y lo entienda. Que no se lleve sólo un adorno, sino también conocimiento”, dice el mexicano de 46 años.

Sus creaciones más recientes fueron solicitadas por el gobierno local para celebrar la Guelaguetza, el evento cultural más importante del estado de Oaxaca, en el suroeste del país. Como en cada edición, desde hace 91 años, el festejo convoca a diversas comunidades originarias para difundir su cultura a través de bailes, desfiles y venta de artesanías. Este año participaron 16 etnias y el pueblo afromexicano.

Tonatiuh modeló ocho piezas representativas de las regiones estatales para la celebración: siete mujeres y un hombre vestido de diablo. “La intención era hacer muñecas morenas para valorar nuestra etnia, nuestros colores”, explica.

Su especialidad es la cartonería –un fino y antiguo modelado en papel— y las muñecas de calendas, como se conoce localmente a las procesiones que los oaxaqueños realizan durante las fiestas patronales o para honrar a algún santo.

Por su colorido y atractivo, las calendas se han popularizado en Oaxaca y ahora es común verlas por las calles del centro varias veces por la tarde, pues decenas de parejas de recién casados suelen contratarlas como parte de su evento. Eso, piensan algunos, perjudica su esencia.

“Hoy en día se está perdiendo su significado”, asegura Nayelli López, quien vive en la capital y desfiló en la Guelaguetza como “china oaxaqueña”, que representa a la mujer trabajadora de los Valles Centrales. “Lo que se ve día a día en las bodas son recorridos. No son calendas porque una calenda es un respeto y un símbolo de fe que se lleva a las iglesias”.

Tonatiuh hace lo posible por preservar y difundir ese contexto espiritual en sus piezas. Explica que realiza una investigación cuidadosa de cada pedido y tiene claro que las primeras figuras de calenda se utilizaron tras la Conquista (1521), cuando los españoles iniciaron la evangelización. “Sí son un adorno, pero un adorno con información”, asegura.

Cuenta que cuando el comité que seleccionó a los pueblos participantes de esta Guelaguetza le compartió su elección, él tuvo que hacer algunas correcciones. Pintó flores del tamaño preciso. Acomodó trenzas del lado correcto. Modeló al diablo como se presenta en la danza local que lo inspiró.

“Aquí todo tiene un significado que es bonito”, añade.

Su trabajo toma tiempo porque para completarlo no sólo debe investigar la historia de cada figura, sino tener paciencia en el proceso de confección. Para terminar una sola muñeca puede pasar semanas encerrado en su taller.

Primero fabrica un armazón de madera. Luego lo cubre de barro, lo modela como una escultura que posteriormente envuelve con plástico y entonces empieza a pegar el papel. Crea una capa de un centímetro de ancho y una vez que se seca la abre para sacar el barro y dejar el cascarón. El siguiente paso es lijar, lijar y lijar. Ya perfeccionada la textura, pinta.

“A veces la gente cuando ve el papel no lo valora y piensa que es más trabajo tallar la madera, pero es más largo el proceso en papel”, dice Tonatiuh.

Aunque la confección de sus últimas figuras haya sido estresante por cuestión de tiempos, el artesano se dice satisfecho. “A la gente le ha gustado. Se toman fotos, se sienten identificados. Les dio mucho gusto que las muñecas fueran morenas”.  

Algunos investigadores analizan lo que ocurre en la Guelaguetza con cautela porque no todos los pueblos originarios participan y nació como un evento que impulsaba el nacionalismo.

“Lo vendían como un homenaje racial”, explica la antropóloga Gabriela Zapién. “Desde el origen fue algo problemático porque estamos hablando de una tradición construida”.

Tonatiuh coincide, pero piensa que a la larga ha logrado algo positivo. “Ha alimentado y exhibido las costumbres de la gente, o sea, lo que uno ve sí se hace y lo ha revalorizado la propia gente”.

La misma palabra “Guelaguetza” tiene un significado entre los oaxaqueños y cumple una función social. Algunos lo asocian a un festejo y otros a la ayuda mutua. En ambos casos, implica compartir.

“Lo bonito de Oaxaca es que no es una cultura de museo o de exhibición”, asegura sonriente. “Es una cultura viva”.  

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AP Foto: María Alférez

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Tradicional quema de Judas vuelve con su buen humor a México

Originalmente publicado en The Associated Press, abril de 2023 (link aquí)

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CIUDAD DE MÉXICO (AP) — ¡Atención, hombres malvados! Si los mexicanos se enteran de sus fechorías, podrían caricaturizarlos en figuras de papel maché y hacerlos estallar en mil pedazos.

La tradicional “quema de Judas” se prende en México cada Sábado de Gloria, cuando habitantes de todo el país se reúnen en los barrios para destruir figuras de cartón que fabrican artesanos locales y representan a personajes perversos. El festejo se realiza al margen de las celebraciones de Semana Santa de la Iglesia Católica y suele estar cargado de buen humor.

El investigador Abraham Domínguez explica en un artículo de la revista del Instituto Nacional de Antropología e Historia que este ritual se originó en Europa durante la Edad Media y llegó a América con la conquista española. Aunque se desconoce cuándo empezó a realizarse en este continente, los primeros registros datan del siglo XIX.

De acuerdo con Domínguez, la figura original representaba a Judas Iscariote, quien según la Biblia traicionó a Jesús. “Al explotar con cohetes, se destruye simbólicamente la maldad y traición”, explica el experto.

Muchos mexicanos, sin embargo, han ido un paso más allá. En un país donde lo usual es burlarse o reírse de los males que aquejan, algunos Judas tienen aspecto de diablito y otros son líderes políticos caricaturizados.

“Son una parodia de la idea social del mal”, dice Domínguez. “En la quema de Judas, el mal social se vuelve risible”.

Ajusticiar a los malos gobernantes (al menos con cohetes y cartón) sería imposible sin los artesanos que dan vida a los monigotes tras años de experiencia en el modelado de papel y aplicación de pintura multicolor.

Marcela Villarreal, de 50 años, lleva una década trabajando como “cartonera” y este año se unió a varios colegas para confeccionar las figuras que arderán en el barrio de Santa María la Ribera, en la capital mexicana.

Si bien la quema se realiza el Sábado de Gloria, Marcela y otros miembros de la organización Cartoneros de la Ciudad de México encabezaron desde el jueves un festival para exponer y vender su obra. La agenda incluyó talleres, conferencias, rifas y bailes.

Marcela explica que la tradición de la cartonería inició en México con Pedro Linares, un artista que pasó a la historia por sus alebrijes, figuras de papel maché que se pintan con colores vivos y representan animales o figuras imaginarias.

Según esta cartonera mexicana, modelar Judas que no se asemejan al personaje bíblico sino a gobernantes contemporáneos implica que en la quema se representa aquello que tiene gran peso en la cultura colectiva.

“Se queman como representación de eso que la gente les está recriminando”, dice. “Los encienden y es como darle salida a tu inconformidad del momento”.

Para ello, explica, tienen a un “maestro cohetero”, es decir, a un hombre especializado en encender los cohetes que destruirán a los Judas. Su papel es clave durante los festejos para evitar incendios descontrolados o estallidos que pongan en riesgo a los participantes.

Marcela y sus colegas tardaron más de dos meses en confeccionar 12 Judas para el evento en Santa María la Ribera. De éstos, sólo cinco se destinaron a la quema y el resto se exhibirán en un museo.

Dentro de cada figura, hay un esqueleto de carrizo, un material que se fabrica con palma seca y se moja para ajustar la forma. El carrizo se amarra con un hilo adherente y, una vez que está listo el armazón, se cubre con periódico y papel kraft, una suerte de cartón.

El material se mantiene unido con engrudo, una mezcla de harina y agua que se calienta y luego se deja enfriar. El paso final es pintar el Judas y esperar a que seque.

El gran protagonista del festejo de Santa María la Ribera fue un Judas que mide más de tres metros y cuyo cuerpo exhibe máscaras que representan los siete pecados capitales. Ese monigote tuvo la suerte de salvarse de los cohetes y acabará sus días en un museo.

Cartoneros de la Ciudad de México lideró el evento en este barrio por sexto año consecutivo y Marcela asegura que ha disfrutado cada uno de ellos. Lo que más le gusta de la quema de Judas, asegura, es que tantos mexicanos se reúnan para disfrutar del evento y se dé a conocer su legado.

“Es un espectáculo ver cómo se prenden los Judas, ver la emoción de la gente”, dice. “Lo más gratificante para nosotros es ver este trabajo que es parte de una tradición a partir de una unión de gente que a veces no sabe que existe”.

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AP Foto: Marco Ugarte

La cobertura de noticias religiosas de The Associated Press recibe apoyo a través de una colaboración con The Conversation US, con fondos del Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable de todo el contenido.

El Día de Muertos en México celebra la vida

Originalmente publicado en The Associated Press, octubre de 2022 (link aquí)

Versión en inglés aquí.

CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Aquí la muerte es una fiesta en la que aquellos que se fueron vuelven para pasar una noche entre los vivos.

Durante el Día de Muertos que México celebra cada noviembre desfilan las flores, el tequila y la música. En las calles se baila y en las casas se come pan azucarado porque no se lamenta la ausencia, sino que se celebra la vida.

No hay fecha o sitio preciso que marque su origen en la historia, pero se sabe que el Día de Muertos nació de costumbres prehispánicas que comenzaron a modificarse tras la conquista española y la llegada del Catolicismo en 1521. El doctor Andrés Medina, investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, explica que el punto de partida está en las creencias relativas al cultivo en Mesoamérica.

“En la mitología, el maíz es enterrado al sembrarlo y ese personaje que es el maíz lleva una vida subterránea durante un periodo para luego reaparecer como planta”, dice.

“Está muy bien expresado en el Popol Vuh, donde dos hermanos se van al Inframundo y narran sus aventuras para luego reaparecer en la forma de caña de maíz”, añade en referencia al libro sagrado del pueblo indígena maya que narra su historia y mitología.

Bajo esa concepción, el grano de maíz es semilla. Es hueso y principio de vida. De ahí que cada Día de Muertos el esqueleto sea el ídolo bajo los reflectores: los hombres y mujeres se maquillan como calaveras y en las figuras sonrientes de los carros alegóricos no existe la piel.

Esa noción del retorno de los huesos al mundo de los vivos es también lo que explica las ofrendas: al igual que las semillas bajo la tierra, los muertos desparecen transitoriamente, pero vuelven como la cosecha que se espera cada año.

Las familias que añoran el retorno de sus difuntos montan un altar para ellos. La mayoría suele incluir papel picado y velas, pero no hay uno igual a otro porque todos reúnen aquello que al ausente le gustaba en vida. Puede haber fotos, cigarros y una botella de mezcal por aquí o un plato de mole, tortillas y chocolates por allá. Las infaltables son las flores de cempasúchil, que son originarias de México y suelen tapizar de naranja las calles, casas y balcones desde finales de octubre.

Medina explica que la disposición del altar tradicional sigue un patrón que representa los niveles del mundo y la cosmovisión mesoamericana. En la parte alta se colocan fotos de los difuntos, en medio las velas, frutas y flores, y en la inferior la comida. “En la medida en la que se han ido perdiendo las lenguas indígenas se ha ido perdiendo el sentido, entonces la gente lo hace intuitivamente. Donde se han mantenido las lenguas indígenas, sí sigue viva la tradición”.

El acomodo del altar no es lo único que se ha modificado. Según el experto, las expresiones públicas e institucionales de la fiesta también han evolucionado. Es decir, aunque actualmente el gobierno organiza un desfile capitalino en el que participan cientos de personas, en su faceta más tradicional suele reservarse a los espacios privados. Por un lado están los altares caseros y por el otro las visitas que las familias hacen a los cementerios para decorar las tumbas de los suyos, servirles su comida favorita y contratar a músicos que toquen los sones que les gustaba cantar.

“Se sigue haciendo como una bienvenida a los muertos, pero se han ido elaborando expresiones —sobre todo nacionalistas— a raíz de la Revolución”, cuenta Medina, en alusión al conflicto armado que inició en México en 1910. “A partir de 1920 comienza a recuperarse la tradición de los pueblos indígenas, pero no adquiere la forma masiva que tiene ahora”.

Otro elemento que con el tiempo ocupó su propio espacio simbólico es el pan de muerto. Actualmente su receta varía según el gusto de cada chef, pero en sus inicios su cuerpo redondo se nutrió del trigo y el azúcar que trajeron los españoles, mientras que su decoración simula los huesos sagrados de la cosmovisión mesoamericana.

La elección de la fecha del festejo también fue resultado del encuentro de dos mundos. Tras la llegada de los conquistadores se mantuvo la esencia del ritual indígena, pero se decidió ajustar al calendario católico, que celebra la fiesta de Todos los Santos el 1 de noviembre. En la actualidad en esa fecha se recuerda a los niños fallecidos y el día 2 a los adultos.

En medio del Zócalo de Ciudad de México, rodeada por altares representativos de todos los estados de México, Paola Valencia cuenta que la tradición es muy especial en su ciudad de origen: Santa Cruz Xoxocotlán, en Oaxaca.

“Me encanta porque me recuerda que (los muertos) siguen entre nosotros”, asegura emocionada.

La joven de 30 años dice que en su pueblo se construyen altares grandes y aunque eso implica mucho trabajo, en su comunidad es motivo de orgullo. “Hay veces que hasta me dan ganas de llorar. Nuestros altares dicen quiénes somos. Somos muy tradicionales y nos encanta sentir que ellos (los muertos) van a estar con nosotros aunque sea una vez al año”.

A sus espaldas, cientos de mexicanos se toman fotos con diferentes catrinas, como se conoce a las calaveras vestidas con sombrero y ropa de gala inspiradas en los grabados de José Guadalupe Posada, un artista mexicano que retrató los pesares y alegrías del pueblo de principios del siglo XX.

Todos sonríen porque aquí la muerte también es vida. Aquellos que se fueron siguen entre nosotros para compartir la mesa, bailar al son de la música y partir juntos el pan.

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AP Foto: Marco Ugarte

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La cobertura de noticias religiosas de The Associated Press recibe apoyo a través de una colaboración con The Conversation US, con fondos del Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable de todo el contenido

Biblioteca Palafoxiana preserva legado de obispo español

Originalmente publicado en The Associated Press, octubre de 2022 (link aquí)

Versión en inglés aquí

PUEBLA, México (AP) — Aquí huele a madera y a eso que se percibe en el primer encuentro con un libro que no ha sido abierto en muchos años.

La primera biblioteca pública de América se fundó en 1646 y fue el sueño de un obispo. Juan de Palafox y Mendoza no vio su proyecto terminado, pero la Palafoxiana atestigua su trascendencia en Puebla, una ciudad del centro de México que fue fundamental para los asuntos religiosos, económicos y sociales durante la conquista española.

Uno de los mayores orgullos de la Palafoxiana es haber sido nombrada “Memoria del Mundo” por la UNESCO en 2005 y al visitarla uno entiende por qué. Cada lomo, cada canto dorado de sus páginas y cada libro de sus estanterías parece un tesoro que preserva la sabiduría de nuestra especie.

Para llegar a la Palafoxiana hay que recorrer las calles del corazón poblano hasta encontrar la Casa de la Cultura, un edificio de estilo colonial vecino a la Catedral que en el siglo XVII albergó un colegio de seminaristas. Una vez ahí se debe cruzar un patio para llegar a las escaleras, subir al primer piso y encontrar dos inmensas puertas de madera que de estar cerradas harían que la biblioteca pasara desapercibida.

Al cruzar la entrada, la escena es de película. Más de 45 mil libros forman filas horizontales que conducen a un altar central. Aunque sea una biblioteca, los arcos de su bóveda remiten a una capilla. Recorrerla es como andar a través de recinto sagrado en el que el acceso al conocimiento pareciera conducir a lo divino: una pintura de la Virgen de Trapani espera al fondo enmarcada en columnas neoclásicas cubiertas de oro.

Los tomos están organizados en estantes de cedro que se distribuyen en tres niveles acorde a la concepción escolástica del hombre, que indica que el fundamento de todo conocimiento es Dios o que la razón está subordinada a la fe.

En el primer piso hay más de 11.000 biblias y tomos de carácter religioso como concilios de obispos y textos teológicos que permiten el estudio de áreas como la patrística, que se refiere a los padres de la Iglesia. El segundo se dedica a la relación de Dios con el hombre —crónicas de órdenes religiosas o vidas de santos— y en el tercero descansan los libros de física, matemáticas, botánica, lengua, arquitectura y hasta carpintería.

“Todo lo que se imaginaba en aquella época está en la biblioteca”, explica a The Associated Press Juan Fernández del Campo, actual encargado de la Palafoxiana.

Como la ciudad misma, la biblioteca tuvo un origen religioso. Puebla se fundó sólo diez años después de la conquista española, en 1531, cuando el obispo Julián Garcés soñó que los ángeles la trazaban cerca de un río. Siglo y medio después, Palafox también dio el primer paso para cumplir un anhelo: donar cinco mil libros de su colección personal para consulta de aquellos que supieran leer y escribir.

“El que se halle en un beneficio sin libros se halla en una soledad sin consuelo”, dice una cita de Palafox plasmada en un mosaico afuera de la biblioteca.

Desde una oficina invisible para el ojo del turista y que está oculta tras el altar de la virgen, Fernández del Campo toma las palabras del obispo con cautela y comenta que estas sólo pueden dimensionarse adecuadamente si se comprende el contexto de aquella época.

“Si lees lo que dice Palafox y ves hacia atrás en la historia de México, dices: un momento, no. No era el tiempo para que México levantara las alas hacia una libertad de pensamiento”, asegura. “Era otra situación, otro orden de ideas”.

A lo que se refiere el experto es a ejercer la lógica: abrir una biblioteca pública permite el acceso al conocimiento y éste impulsa el disenso y la libertad ideológica. ¿Eso sería deseable en una ciudad recién colonizada y en la que la Iglesia pretendía mantener el control?

El anhelo de fundar una biblioteca pública podría resultar un tanto paradójico para quien ahonda en la historia de Palafox. Según Fernández del Campo, al asumir el obispado en Puebla en 1640, Palafox también tomó en sus manos la encomienda de hacer valer la autoridad del rey a través de la iglesia diocesana, aquella que no depende de las órdenes religiosas, sino del Vaticano y sus obispos.

Su encomienda lo enemistó con los jesuitas, quienes no titubearon al cuestionar la autoridad real y enfrentarse con él. Aquellos desencuentros provocaron que Palafox fuera trasladado a España en 1653 y que ellos mismos fueran expulsados un siglo después.

Desde su fundación en 1646, el acervo de la Palafoxiana ha crecido paulatinamente. Un número considerable de libros se sumó a la colección cuando los jesuitas abandonaron Puebla y el material de sus cinco colegios se quedó atrás. El resto de los volúmenes llegó con el tiempo, la mayoría por donación. Entre sus tesoros hay nueve incunables —aquellos impresos entre 1450 y 1500 con las primeras técnicas de la imprenta de Gutenberg— y tomos de Galeno y Vesalio, célebres por sus aportes al estudio de la medicina.

El patrimonio de la Palafoxiana transita entre dos mundos. En sus casi 1.500 casilleros coexiste la palabra de Dios con las contribuciones que el hombre hizo para confrontar a la divinidad. La interacción entre estas voces, afirma Fernández del Campo, la convierte en un testigo de su época y “le da algo muy especial, una universalidad muy propia que hace convivir un pensamiento anquilosado en el pasado con un pensamiento que está dando la vuelta de tuerca a todo lo que ya se había dicho”.

El recuerdo de Palafox en la biblioteca que lleva su nombre aún es palpable. Su escudo está tallado en una de sus puertas. Una escultura que lo representa observa desde lo alto de su entrada a quienes llegan de visita. Su propia Virgen de Trapani es la que se observa en el altar central.

No hay fichas o textos explicativos que revelen a los turistas o curiosos los enigmas de la Palafoxiana, pero al costado de sus puertas siempre hay guías voluntarios que narran su historia a quien le interese. La biblioteca sigue siendo pública, aunque Fernández de Campo reconoce que el acceso suele priorizarse a investigadores que muestran una justificación clara para acceder al material que solicitan.

Palafox murió en 1659 en la ciudad española de Osma, a miles de kilómetros de la Puebla que tanto quiso, pero dado que siempre manifestó su deseo de ser enterrado aquí, un espacio dentro la Catedral lleva su nombre y delimita el sitio en el que sus restos debían conservarse.

Su apellido aún recorre las calles y edificios de Puebla como un fantasma que defiende su legado. En esta ciudad fundó el convento de dominicas de Santa Inés, erigió dos colegios para enseñar gramática, retórica y canto y apresuró el término de la construcción de la Catedral, lo que se consiguió en 1936.

Quizá nada, sin embargo, se equipara a la Palafoxiana. No hay foto que alcance para capturar su belleza ni crónica que le haga justicia a la experiencia de pasearse frente a sus estantes. Después de todo, es aquel espacio que compagina los alcances de lo divino con la sagacidad del hombre.

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Foto: Pablo Spencer

PARA LLEGAR: Por carretera, la ciudad de Puebla está a unos 130 kilómetros de la Ciudad de México y se puede llegar fácilmente en auto o autobús. La biblioteca está abierta todos los días excepto los lunes, con entrada gratuita los domingos y martes y una tarifa de entrada módica los demás días.

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La Luz del Mundo sigue fiel a su líder tras años de cárcel

Originalmente publicado en The Associated Press, septiembre de 2022 (link aquí)

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Adentro del templo no queda espacio para nadie, pero cuando la voz del apóstol rompe el silencio y sus devotos la reconocen, entre las filas de hombres y mujeres se hace un lugar para el llanto.

Las palabras de Naasón Joaquín García despiertan sollozos dentro y fuera de un santuario en el que su ausencia entristece la noche. Él es quien suele presidir la festividad más sagrada de la iglesia La Luz del Mundo en Guadalajara, al occidente de México, pero el mensaje que transmite en esta Santa Cena proviene de la cárcel. 

“Yo no veo una celda de cuatro paredes. Yo no veo los barrotes que me separan de vosotros. Yo veo vuestros hermosos rostros. Veo esta hermosa fiesta porque vosotros sois los hijos de Dios”, dice Naasón en una llamada desde Los Ángeles, donde cumple una condena de 16 años de prisión tras haberse declarado culpable de abusar sexualmente de tres menores.

Al escucharlo casi todos cierran los ojos. Muchos levantan el puño. Varios lloran arrodillados. 

El mexicano de 53 años fue arrestado en 2019 en California y enfrentó más de 20 cargos penales por tráfico de personas y producción de pornografía —entre otros delitos—, pero tras hacer un trato con la fiscalía en junio de 2022 ésta desechó 16 señalamientos ante la mirada atónita de las víctimas, que sin éxito pidieron al juez una sentencia más larga. 

Una nueva demanda se presentó el 8 de septiembre a nombre de las cinco demandantes originales, que se identifican bajo el pseudónimo de Jane Doe. Ésta señala a Naasón de haber condicionado a las víctimas para servirlo por encima de todo, lo que habría resultado en abuso sexual contras ellas durante años. El documento añade que otros miembros de la iglesia fueron cómplices.

Algunos fieles consideran que el proceso contra Naasón fue injusto y La Luz del Mundo aseguró en un comunicado que se “escondieron, fabricaron y alteraron pruebas”, lo que habría impedido que la defensa refutara los alegatos de las denunciantes. Según el texto, él asumió la culpa para proteger a la comunidad y a su familia de “acusaciones infundadas” y mientras esté en prisión continuará “cumpliendo la misión de Jesucristo”.

Al término de la Santa Cena del 14 de agosto, ataviado con esmoquin blanco, Phares Ruiz dijo a The Associated Press que sus antepasados han pertenecido a la comunidad por tres generaciones y que los hijos que aún no tiene encabezarán la cuarta. El salvadoreño de 42 años viajó casi 2.000 kilómetros para asistir a este culto en el que se comparte pan y jugo de uva para conmemorar el sacrificio de Jesús. Aunque afirma que la ausencia de Naasón se siente como la falta de un familiar, hay que seguir adelante porque “el apóstol de Jesucristo en ningún momento manifiesta tristeza”.

Para los fieles de esta iglesia cristiana fundada en el estado mexicano de Jalisco en 1926, el liderazgo de su apóstol no está en duda. Lo consideran un elegido por Dios para predicar su palabra y lo que diga es incuestionable porque no es él quien habla, sino Dios. 

Según Phares, mientras Naasón se mantenga “firme en sus convicciones” seguirá dando frutos a su congregación.   

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Al caminar por algunas aceras de Hermosa Provincia uno podría pensar que se trata de un barrio cualquiera, pero en la sede de La Luz del Mundo todas las calles llevan a Dios. 

Para la comunidad esto no es una metáfora. Jericó, Belén y Nazareth son algunos nombres de las vías que vistas desde el cielo forman una figura geométrica cuyas líneas convergen en una glorieta donde se ubica un templo blanco de más de 80 metros de alto. 

En el área que abarca unas 14 hectáreas los habitantes de Hermosa Provincia se reconocen como “hermanos”, viven en hogares de una o dos plantas y se cuidan entre sí. En la avenida principal algunas de las casas blancas parecen caramelos en formas de espiral, pero el resto de las viviendas son sencillas. 

Los hermanos rezan juntos por los enfermos, le han hecho un lugar a la mujer en sus cultos —permitiendo que lidere alguno de los tres oficios diarios— y durante los días que anteceden a la Santa Cena ofrecen hospedaje a quienes llegan desde lejos. Según dijo la oficina de prensa de esta iglesia a AP, en el barrio no hay delincuencia y todos se sienten protegidos. 

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Como en otras religiones, en el principio fue la voz. 

El primero que dijo haberla escuchado fue Eusebio Joaquín González (1896-1964), un militar mexicano que comenzó a predicar tras una noche en la que dijo haber recibido el llamado de Dios. Su esposa fue su primera creyente y hoy la congregación asegura tener más de cinco millones de devotos en medio centenar de naciones.

La historia cuenta que Dios pidió cambios y uno de ellos fue que el nombre de su primer “siervo” no fuera Eusebio, sino Aarón. Y así, el primer apóstol de La Luz del Mundo empezó a predicar un evangelio que según sus creyentes disgustó a la Iglesia católica. 

Para el experto en Antropología de las Religiones, Elio Masferrer, el contexto del catolicismo en México es clave para entender el surgimiento de doctrinas como ésta.

Mientras la Iglesia católica es una herencia del sistema colonial español y puede considerarse una “religión de Estado”, las insurrecciones de la población contra ella desde la Revolución (1910-1917) dieron paso a otras propuestas religiosas que debilitaron el monopolio del catolicismo. 

Diversos medios han catalogado a La Luz del Mundo como “evangélica” o “pentecostal”, pero sus miembros la identifican como una iglesia cristiana cuyo fundamento es Jesucristo. Según Masferrer, su doctrina busca “la restauración de la Iglesia cristiana primitiva cercana a la teología de los arrianos, una propuesta de interpretación bíblica que dice que Jesús no nace Dios, sino hombre y se convierte en Dios después”.

Por ello, agregó Masferrer, para los fieles el apóstol Aarón y sus sucesores —su hijo Samuel y su nieto Naasón— son “figuras mesiánicas, prácticamente un Dios vivo”. 

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Los hermanos de Hermosa Provincia se conocen tan bien que es fácil identificar a los “gentiles”, como llaman a quienes no forman parte de la congregación. Algunos sonríen y dan la bendición a los forasteros. Otros desvían la mirada o los observan con recelo. 

Actualmente no se permite que la prensa ingrese a los cultos o tome fotografías en el interior de los templos y las entrevistas son controladas. Desde el arresto de Naasón la comunidad ha sido hostigada y el equipo de comunicación de la Iglesia dice que no pueden darse declaraciones oficiales sobre el caso porque hay una demanda civil en curso. 

Esta no es la primera vez que los devotos se sienten amenazados. Sin un templo donde profesar su fe, argumentando que él y los suyos eran discriminados y perseguidos en los años 50, Aarón invitó a los primeros creyentes a adquirir un terreno a las afueras de Guadalajara.

De esa compra comunitaria nació Hermosa Provincia, donde los hermanos edificaron su propio templo, pavimentaron sus banquetas y construyeron sus hogares. Después adquirieron otra parcela para sus muertos, pues se sentían rechazados en los cementerios católicos. 

Hoy Hermosa Provincia tiene sus propias cafeterías, negocios de abarrotes, clínicas, una biblioteca, un centro recreativo donde se inaugurará un museo y una tienda que vende biblias, libros de alabanzas y juegos de destreza de contenido religioso para niños. De las paredes también cuelgan fotografías de un Naasón alegre y con esmoquin. 

La Luz del Mundo prohíbe las imágenes de Jesucristo, pero las familias tienen fotos del apóstol en casa. Algunos cuelgan mantas con su retrato en el balcón y otros enmarcan su sonrisa en un librero. Según dijeron varios fieles a AP, no lo veneran como a Dios, sino que lo aprecian como a un familiar. 

Para Naasón la venta de su imagen deriva en ganancias: el apóstol la registró en el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial. 

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La fe de los creyentes de La Luz del Mundo no se consolida por obra divina sino tras años de recibir y repetir una doctrina que penetra hasta su espacio personal.

Cada enseñanza se traduce en algo cotidiano: en los templos las mujeres se sientan a la derecha y los hombres a la izquierda, en algunas ciudades se entrega más del 10% del ingreso mensual a la Iglesia, para explicar una conducta se citan versículos bíblicos y al apóstol no se le llama por su nombre. 

“Es una religión muy demandante en la que no es suficiente decir ‘Ya me convertí’ o ‘Ya me bauticé’. Debes seguir ciertos pasos para probar tu lealtad y demostrar que el cristianismo ha cambiado tu vida”, explica a AP la especialista en asuntos religiosos de la Azusa Pacific University, Arlene M. Sánchez-Walsh. 

Para algunos jóvenes, memorizar cantos que honren al apóstol, leer la Biblia antes de dormir, asistir a un culto diario y no casarse con “gentiles” no son consejos, sino reglas que los padres imponen bajo la advertencia de que no acatarlas implica condenarse. “Esto se hace para demostrar que, aunque eres parte de este mundo, has aceptado una forma de vida muy particular porque eres cristiano y debes vivir como tal todos los días”, añade la experta.

También hay quienes abrazan su doctrina con devoción. Sara Pozos, de 49 años, piensa que su relación con Dios se ha fortalecido con los años y lo atribuye a un proceso de maduración religiosa.

“Lo que le decimos a la gente cuando nos señala de fanáticos es que el ejercicio de nuestra fe es racional», dice. “El ejercicio de la libertad no está peleado con de la fe. Yo soy muy feliz. No hay nada que haga de manera obligada. Cuando uno está convencido de su fe y de que esa fe no significa un golpe a tus derechos, entonces vives en plena libertad y en plena felicidad”.

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En La Luz del Mundo la doctrina se adquiere desde la cuna. Los padres suelen dar nombres bíblicos a sus hijos, como Silem o Hiram para los niños y Esther o Dánae para las niñas. Más tarde, a los 40 días de nacidos, los llevan hasta el templo para presentarlos ante Dios y prometer que los educarán para seguir su camino. 

La obligatoriedad de lo que ocurre después es difícil de determinar. Aunque personas que abandonaron la comunidad manifiestan en redes sociales que la presión de lo que se debe y no se debe hacer resulta insoportable, algunos miembros activos afirman que nada se impone ni se castiga. Aquí, dicen, se puede escuchar todo tipo de música y ver cualquier contenido televisivo. Se puede leer libros y viajar. Se puede cuestionar. 

Siempre sonriente, con un vestido largo de flores anaranjadas y el pelo negro recogido en un moño, Sailem Castillo cuenta a AP que su iglesia no le impone reglas, sino que le aconseja cómo “mantener una vida decente” en la que una mujer no bebe alcohol ni sale con muchos hombres. 

Como todas las hermanas en Hermosa Provincia, suele usar vestidos y faldas que no se ajustan al cuerpo, evita el maquillaje excesivo y los aretes y tiene el cabello largo. Así lo estableció Pedro en la Biblia. La mujer debe estar “sujeta” a su marido. Su conducta debe ser “casta y respetuosa”. Su atavío debe evitar lo ostentoso y distinguirse de lo masculino. 

A la comunicóloga y recién casada de 25 años le ilusiona trabajar y viajar y dice que su fe es mera convicción. Actúa “por el bien de su alma” porque al rehuir el pecado también elude ofender a Dios. Asegura que su Iglesia le da paz, aunque reconoce que hay quienes caen en el “extremismo”, lo que perjudica a su comunidad. 

“No todos somos iguales”, dice Sailem.

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Quienes nacen en la comunidad se bautizan a los 14 años porque, según La Luz del Mundo, eso les permite decidir con plena conciencia si reafirman o abandonan su fe. No obstante, varios ex devotos relatan que en su caso no fue opcional o que no comprendían lo que implicaba. 

Antes del bautismo, en un ritual conocido como los avivamientos, los menores pasan días de rezo, ayuno y llanto dentro un templo para recibir al Espíritu Santo. Los avivamientos, el bautismo y la participación en la Santa Cena se consideran requisitos para heredar la vida eterna e ingresar al Cielo. 

Los avivamientos consisten en repetir “Gloria a Cristo” una y otra y otra vez. 

Gloria a Cristo.

Gloria a Cristo.

Gloria a Cristo.

Arrodillados, sin descansar ni tragar saliva durante horas mientras otros oran y cantan y esperan lo impensable: que algún ministro con una vida ejemplar escuche al adolescente “hablar lenguas” para atestiguar que el Espíritu Santo entró en él. 

Una mujer de 50 años que formó parte de la Luz del Mundo relata a AP que durante ese ritual se imparten sermones que denigran a los jóvenes. “Dicen que no somos nada, que somos lo peor, que debes humillarte. Despojan a la persona de ese sentimiento de humanidad y lo hacen sentir lo peor porque es una forma de —supuestamente— humillarte ante Dios y que así él se compadezca y te dé el Espíritu Santo”. 

La entrevistada, que se distanció de la iglesia tras el arresto de Naasón, habló bajo condición de anonimato para evitar conflictos con su familia y otros feligreses. Otros como ella han relatado públicamente que la presión de esta ceremonia es brutal. Las rodillas sangran, el cuerpo se agota, los ojos arden de tanto llorar.

Para Raquel Haifa, de 43 años, los avivamientos fueron una situación traumatizante que considera un “abuso” porque los menores no pueden negarse a participar. “¿Te imaginas la carga mental? Yo tenía 14 años y me hicieron pasar por eso por horas”, dice a AP desde Texas. 

“En dado momento, ¿sabes lo que hacía? Yo sí lloraba, pero de terror, porque decía ‘Dios, sácame de esto, haz que pase este tiempo rápido’”, agrega. “Miraba a los demás y tenían los ojos cerrados. Yo estaba ahí con mi chalina, hincada y los hermanos gritando y llorando y lamentándose. Cada que abría los ojos los veía ahí arrastrándose en su propia saliva”. 

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Una escultura que forma la palabra “INOCENTE” atraviesa la calle principal de Hermosa Provincia y expone en letras moradas el único veredicto aceptable para Naasón y sus fieles.

Nada en La Luz del Mundo es más preciado que la palabra del apóstol. Para él se escriben cantos y se entonan alabanzas. Se comercializan sus iniciales en tazas, llaveros, postales y libretas. Con tal de asistir a su Santa Cena, algunos renuncian a sus trabajos o faltan a la escuela. Por él se cruzan ciudades para pedir su bendición.

Cada apóstol de la familia Joaquín ha interpretado la religión a su manera —lo que ha flexibilizado o endurecido la doctrina— y en consecuencia ha transmitido su propia versión de la realidad a la feligresía. 

Miles crecieron pensando que el padre de Naasón, Samuel, “los llevaría con Cristo” y esperaron su muerte aterrados ante la idea de dejar este mundo con él. Cuando Naasón tomó el poder, en cambio, dijo que la Biblia era letra muerta o “basura” y eso zanjó el asunto: lo único cierto sería lo que esté en boca del “siervo de Dios”. 

El día que Naasón fue condenado, una de las denunciantes identificada como Jane Doe 4 dijo que “veneraba a su abusador”. Previamente los fiscales aseguraron que él se había aprovechado de su influencia espiritual para cometer los abusos y el juez Ronald Coen declaró que nunca dejaría de sorprenderle “la cantidad de vidas que son arruinadas con la excusa de un ser supremo”.

El caso también ha dejado huella en quienes se han distanciado de esta iglesia. En un episodio de un podcast que titularon “Salí de una secta”, Ada Camarena y Lo-ami Salazar relatan que el tema es doloroso a pesar de llevar tres años fuera. “Es muy difícil oír esto después de que te dijeron toda la vida que era un lugar bonito y seguro. Hermosa Provincia era mi lugar feliz y saber que existían estos abusos ahí, en mi lugar feliz, en mi lugar seguro, es horrible”, dice Lo-ami.   

Como otros ex devotos, ellas hablan de sus experiencias para intentar sanar. A quienes comparten su sentir públicamente se les agrede y acusa de mentir o lucrar a costa de su religión.

La profesora Sánchez-Walsh explica que en religiones como ésta se crea un espacio donde sólo la Iglesia contiene la verdad. “En el diálogo interno, el mundo exterior no es confiable y quienes no aceptan tus creencias están mal, así que si no logras convertirlos tu deber es alejarlos”.

La devoción de los feligreses es el cimiento de La Luz del Mundo. Son ellos quienes viajan para difundir la doctrina, mantienen la asistencia a los cultos, costean y atienden las vendimias que exige el pastor, defienden su fe ante los incrédulos y pagan por las remodelaciones de sus templos. Gracias a ellos, cuando una comunidad crece y el espacio para orar es insuficiente, el recinto se derriba y se erige uno más grande en su lugar. 

Al caminar por Hermosa Provincia se escucha un sentir colectivo: al inculparse, el apóstol de Jesucristo tomó una decisión “valiente” y su ejemplo los ha unido. Ahora son más fuertes, se reconstruirán como sus templos y honrarán aquello que les dio nombre en la Biblia: “Vosotros sois la luz del mundo”. 

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Foto: Refugio Ruiz

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La cobertura de noticias religiosas de The Associated Press recibe apoyo a través de una colaboración con The Conversation US, con fondos del Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable del contenido.

Virgen y feligreses esperan recuperar su parroquia en México

Originalmente publicado en The Associated Press, septiembre de 2022 (link aquí)

Versión en inglés aquí

CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Como el torrente sanguíneo que irriga un cuerpo humano, alguna vez corrió agua por las calles de la actual Ciudad de México. Su caudal arrasó con animales, casas y gente, pero un día trajo consigo la imagen de una virgen.

Aquel lienzo que cayó en manos de un cacique en 1580 se perdió, pero una copia sobrevive en la pared de un templo que ha visto pasar inundaciones y terremotos sin que la pintura de la virgen sucumba. El último sismo que sacudió su estructura junto al corazón de los mexicanos ocurrió en septiembre de 2017 dejando al menos 360 muertos y el Santuario Parroquial de Nuestra Señora de los Ángeles parcialmente destruido.

Apenas ahora, a semanas del quinto aniversario de la catástrofe, arrancó la segunda fase de restauración del templo tras una primera etapa que abarcó de septiembre de 2019 a diciembre de 2020.

En el primer domingo de agosto de este año, la misa de las diez de la mañana no es una celebración cualquiera para el santuario de esta virgen que ha resistido ante la fiereza del agua y de la tierra. Cobijado por una carpa improvisada a media calle en el barrio de Guerrero, la emoción del padre Adrián Vázquez ante la noticia del reinicio de la reparación no se esconde ni bajo la mascarilla que le protege en un país que mantiene restricciones por la pandemia.

Más de cien feligreses lo escuchan desde unas sillas de plástico flanqueadas por montoncitos de escombros que cayeron del santuario cinco días después del terremoto. A su izquierda su iglesia está rota. El espacio que rodea a la virgen está intacto, pero otras paredes muestran grietas profundas. Una de sus columnas luce visiblemente inclinada. La mitad de su cúpula colapsó y lo que queda de ella se sostiene con andamios como un anciano que se apoya en su bastón.

Detrás del espacio en el que hubo un altar y hoy abre camino a los andamios, Nuestra Señora de los Ángeles está de pie cubierta por un manto azul, las palmas unidas frente al pecho y una expresión apacible. La imagen retrata la Asunción de María, que para los católicos simboliza que la madre de Jesucristo se elevó al cielo en cuerpo y alma al finalizar su vida terrenal.

María del Carmen Castro, Coordinadora de Conservación del Patrimonio Cultural, explica en un video del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) que la parroquia es especial para el pueblo mexicano porque la virgen se considera milagrosa y su santuario es el segundo en importancia después de la Basílica de Guadalupe, donde está la aparición mariana más querida en este país mayoritariamente católico.

El padre José Berruecos, quien hace cien años publicó un libro sobre el templo, la respalda: “En medio de las inundaciones, con todos sus pormenores, con todos los males que causaron, sobre ese fondo de oscuridad y desolación aparece en plena luz la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles como el arco-iris en medio de la tempestad”.

La esperanza no es un placebo, dice el padre Adrián durante la misa, sino una espera que amerita trabajo personal para que las cosas sucedan. Añade que él está esperanzado en que su templo pueda recuperarse, pero lograrlo amerita un esfuerzo colectivo. “La espera no es pasiva y el templo no se va a reconstruir solo o únicamente con ayuda del gobierno. ¿Dónde quedamos nosotros?”.

Durante la misa es notable una ausencia. La virgen no está. Bajo su capilla improvisada sólo le acompaña una copia pintada con cera mientras adentro continúan los trabajos de reparación que el INAH encabeza en éste y al menos otro centenar de templos dañados por el sismo.

Entretanto, la virgen espera, probablemente en el mismo lugar en el que el cacique Izayoque le construyó su primera capilla a finales del siglo XVI y se edificó el santuario actual doscientos años después. Su destino está atado a su templo porque fue pintada sobre una pared de adobe cuya fragilidad le impide moverse.

“Si perdemos la parroquia, perdemos la virgen”, asegura el padre Adrián.

La voz de María González se quiebra cuando recuerda el domingo de 2017 en que la cúpula se fracturó. La mujer de 66 años estaba en su casa cuando empezó a recibir mensajes anunciándole el desplome. Ella y otros vecinos corrieron para acompañar al párroco Cirilo Colín, que estaba a cargo y se retiró antes de la llegada del padre Adrián, a finales de 2019.

“Dicen que fue un ruido tremendo, como una explosión”, recuerda María. “Cuando lo vimos nos pusimos a llorar… Fue un milagro que no hubiera ningún accidente”.

Hoy los fieles cuidan de su virgen como ella ha cuidado de ellos. Cuando el padre Adrián llegó, usó parte de sus propios ahorros para reparar el cableado eléctrico, retocar paredes y resarcir otros detalles. Rosa María Ordoñez, de 76 años y quien conoció la parroquia de la mano de su abuela cuando era niña, vende ropa y otros objetos donados para juntar presupuesto. Otros dan clases de catecismo y otros realizan diversas tareas de limpieza.

Algunos vuelven aunque hayan dejado el barrio o el país temporalmente, como María Elena Corona, que tiene 85 años y pisó el santuario hace más de 60. Aunque se ha mudado en varias ocasiones fuera del país, dice que siempre regresa porque la virgen no la deja ir. La última vez voló desde Estados Unidos, cuando el terremoto de 1985 mató a casi diez mil personas y surcó las primeras cicatrices en el templo. Desde entonces vive en México y ayuda “en lo que se necesite”. Una de sus aportaciones más recientes fue resumir e ilustrar la historia de su virgen en cartulinas desplegadas a espaldas del sacerdote durante las misas.

Con su asignación a esta parroquia, el Arzobispado de México pidió al padre Adrián encabezar una “recuperación integral”, pues tras el daño a la estructura muchos feligreses migraron a templos en mejores condiciones. El párroco de 38 años trabaja sin descanso aconsejando a sus feligreses, pidiéndoles que inviten a más miembros para que crezca la congregación, actualizando las redes sociales del templo y transmitiendo la misa en streaming a través de su celular. Con una sonrisa asegura que el pasado 2 de agosto, cuando fue la fiesta patronal de Nuestra Señora de los Ángeles, la calle estaba a reventar y al menos unas 900 personas asistieron.

La segunda etapa de restauración concluirá en diciembre de este año y se enfocará en el mantenimiento del “camarín”, un espacio que se ubica a espaldas del altar mayor. Según el arquitecto Antonio Mondragón, quien encabeza los trabajos, el objetivo es evitar filtraciones de agua y desprendimientos de aplanados para frenar el deterioro de la estructura y que el camarín sea un espacio que sirva de apoyo cuando inicie la restauración de la nave principal.

Mientras eso ocurre, la virgen aguardará dentro de su “encofrado”, un sistema de protección que el INAH montó sobre la pared de adobe que la mantiene atada a su templo para protegerla de otro sismo o cualquier amenaza que pudiera maltratarla. Ahí, cubierta por un cristal y tapas de madera que se abren y cierran como un libro, sólo recibe a un puñado de afortunados que pueden mirarla de cerca si el sacerdote lo permite y al resto los escucha a la distancia.

Cuando el padre Adrián está a punto de terminar una misa, los músicos se preparan y él pide a la congregación que gire a su izquierda para encarar al templo. “Vamos a cantarle a la virgen”, pide, y aunque no puedan verla, todos levantan la voz para ella.

Foto: Ginnette Riquelme

La satisfacción de visitar pacientes a domicilio en Uruguay

Originalmente publicado en The Associated Press, junio de 2021 (link aquí)

MONTEVIDEO (AP) — Puede que el cubrebocas que oculta la mitad de su rostro evite que sus pacientes sepan que les dedica una sonrisa, pero sus manos no mienten. Ella los toca con cuidado y paciencia para medir su temperatura corporal, registrar su oxigenación, evaluar qué seguimiento amerita su caso y a veces hace algo más: los escucha y consuela en tiempos de COVID.

Carolina Moreira -uruguaya, 31 años, madre de un niño de 3- no teme el contacto físico con un paciente contagiado del nuevo coronavirus. Dice que el miedo se queda afuera cuando se viste con su equipo de protección personal y armada con bata, guantes, gorro, barbijo y careta visita pacientes a domicilio en medio del peor pico de contagios y muertes ocasionados por la pandemia en Uruguay.  

“Me ofrecieron el radio (ser médica a domicilio), decidí probarlo y me encantó. Tengo al paciente ahí, puedo auscultarlo y me encontré con cosas más allá de lo que imaginaba, que era controlar la saturación (de oxígeno) y temperatura. La verdad es que metiéndose en la casa de las personas uno encuentra un montón de problemáticas y le devuelven cosas muy lindas los pacientes”, explicó Moreira a The Associated Press.  

En Uruguay hay dos tipos de servicios de salud: público y privado. Moreira trabaja en este último en el Centro de Asistencia del Sindicato Médico del Uruguay, conocido como CASMU, que funciona a través del mutualismo, es decir, contribuciones que los uruguayos hacen de manera periódica para acceder a los beneficios cuando lo requieran.  

La experiencia de Moreira con personas infectadas con el virus que ha llevado a Uruguay a convertirse en uno de los países con más muertes por millón de habitantes -según Our World in Data- ha variado durante la pandemia. En 2020, como médico general, laboró en la salud pública y atendió a contagiados en el área de emergencias. Desde ahí atestiguó el aumento de los hisopados positivos y colegas infectados. La sobrecarga de trabajo comenzó a volverse agotadora y por momentos tuvo que hacer los pendientes de dos o tres compañeros. 

Ahora, mientras completa un posgrado en fisiatría -especialidad que se ocupa de la rehabilitación de personas con patologías motoras-, sus jornadas se dividen entre contactos telefónicos y visitas domiciliarias.  

El CASMU funciona de 8 de la mañana a 10 de la noche y los médicos se reparten en dos turnos de siete horas. Un grupo atiende las llamadas de unos 20 o 25 pacientes y el resto sale a las consultas. “A veces son pacientes jóvenes y el control es muy simple, toma poquitos minutos, y a veces nos encontramos con situaciones complicadas desde el punto de vista respiratorio o apuntando a la parte psicoemocional, que a veces es muy fuerte para los pacientes y en los contactos que tienen con nosotros lo expresan”, señaló Moreira.  

A ella le gusta rotar entre ambas funciones y disfruta el contacto cara a cara. “Me faltaba un poco el paciente presencial y poder auscultarlo”, relató.  

Cuando a un médico del CASMU se le asigna una visita a domicilio lo acompaña un chofer, las ambulancias sólo se desplazan cuando hay que transferir a enfermos graves. Una vez en ruta, Moreira cuenta con el historial médico de la persona y al llegar a su casa arranca el chequeo de rutina: le pone el termómetro, le explica cómo usar el saturómetro y le pregunta a su paciente cómo se siente. Dependiendo del caso, toma la presión, mide glucosa, pide que un enfermero acuda para obtener una muestra de sangre o solicita un traslado para tomar una placa. A veces se retira y deja indicaciones para continuar el seguimiento vía telefónica. En otras ocasiones, acompaña a sus pacientes y platica con ellos.  

“Me ha pasado que la gente no se quiere trasladar. No quieren ir al hospital porque no quieren estar internados porque piensan que van a morir, entonces ahí entran en juego un montón de sentimientos. Con habilidades comunicacionales hay que explicarles qué es lo mejor para ellos”, dijo.  

A algunos no sólo los ataca el virus, también la soledad. “He atendido a gente muy mayor que hace un año y algo no ve a su familia, gente muy sola, y con el COVID no los va a visitar nadie”, explicó Moreira. “Entonces, aunque nos tengamos que poner todo el EPP, equipo de protección personal, poder entrar y agarrarle la mano a un paciente, preguntarle cómo está y escucharlo… Encontré ahí una parte muy linda de mi carrera”.

Tras haber logrado reducir la movilidad sin imponer cuarentenas y un buen control de la pandemia durante 2020, era difícil anticipar que Uruguay surcaría este año con al menos 298.000 infectados y 4.300 fallecidos, pero Moreira nunca descartó tratar casos complicados y aseguró que no le da miedo contagiarse. 

Al salir de cada visita se despoja de su equipo de protección y el chofer que la acompaña la rocía con alcohol. Al finalizar la jornada vuelve al CASMU a bañarse, se pone ropa limpia y se va a casa sin pensar en el trabajo. “La cuota de miedo y pánico no me lleva a ningún lado y la verdad siento que entrando a las casas con el EPP puesto, el riesgo de contagio es menor que el que vivo a diario yendo al supermercado o en las actividades del día a día”.  

En un mundo con más de 171 millones de casos registrados, miles de unidades de cuidados intensivos desbordadas y decenas de países en cuarentenas obligatorias, Moreira se muestra más sensible ante la posibilidad de ayudar a sanar la salud física y emocional de sus pacientes que ante el riesgo de formar parte de las cifras de fatalidades. “La gente te dice ‘no toco a alguien por más que tengas dos pares de guantes’. Dar la mano, sostener un hombro… son cosas que realmente necesitamos como humanos y al poder hacerlo, me siento en un lugar de privilegio”.  

Foto: Matilde Campodónico

La inusual historia del chile mexicano que no pica

Originalmente publicado en The Associated Press, septiembre de 2019 (link aquí)

CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Hay algo que provoca un estremecimiento cuando la lengua se baña por primera vez en un bocado de chile en nogada. Con la mordida inicial cruje su piel salada, el fruto dulce de la granada que lo cubre estalla entre los dientes y ambos sabores bailan en la boca. Casi al instante, la cremosidad de su salsa de nuez envuelve la textura de su carne y justo cuando el paladar se pregunta “¿¡qué delicia es ésta!?”, las especias brotan y los sentidos piden más.

Este coctel de sensaciones no se produce en cualquier cocina. Sus dimensiones no rebasan la palma de una mano y su relleno consta de un solo guiso, pero la especificidad de sus ingredientes y las horas requeridas para prepararlo convierten al chile en nogada en una de las joyas de la gastronomía mexicana y rey de los comedores durante las fiestas patrias de septiembre. Por ello, sólo algunos chefs y entusiastas de las recetas más complejas de México afilan cada año sus cuchillos y su paciencia para dedicar hasta dos días a rellenar las barrigas huecas de estos chiles que no pican.

Una sonrisa surca el rostro del chef Alejandro Cuatepotzo cuando uno elogia el balance entre lo dulce y lo salado de los chiles en nogada que cocina en Arango, el restaurante que abrió en 2018 en Ciudad de México. Mientras dura la temporada _de julio a septiembre_, sirve hasta cien de estos platos semanalmente y para ello su equipo de 14 cocineros dedica ocho jornadas mensuales a preparar una receta que data del siglo XIX y en su caso emplea 30 ingredientes.

Cuatepotzo y los chiles en nogada nacieron en el mismo sitio: el céntrico estado de Puebla. Las versiones sobre el origen del plato varían, pero Ricardo Muñoz Zurita –otro mexicano que además de chef es erudito de la comida local– asegura que se sirvió por primera vez el 28 de agosto de 1821. Ese día, explica, el comandante Agustín de Iturbide acababa de firmar un tratado gracias al cual México logró independizarse de España. El documento se suscribió en el estado de Veracruz, pero en su camino de regreso a la capital Iturbide paró en Puebla y las monjas de un convento lo recibieron con chiles en nogada para celebrar el fin de la colonia. Por ello, dice Muñoz Zurita, no es casual que el plato comparta los colores de la bandera: verde, blanco y rojo.

Aquella receta no sólo sacudió el paladar de Iturbide, quien quedó tan prendado de ella que pidió volver a probarla en Ciudad de México. Desde hace casi 200 años, cuando por primera vez se deslizó sobre un plato de cerámica poblana, este chile se ha posicionado como favorito de muchos. Según el chef Muñoz Zurita, es casi “mítico” porque es un producto efímero: sus ingredientes clave sólo están disponibles tres meses por año y en consecuencia no debería cocinarse fuera de este periodo.

Durante estas fechas algunos mexicanos los evitan porque les desagrada el contraste entre sus sabores, pero en general despierta una fiebre que tapiza las redes sociales de quienes los fotografían antes de devorarlos y lleva a todo tipo de restaurantes a incluirlos en sus menús. La tendencia ha cobrado tal fuerza que en un intento por no quedar fuera, varios acuden a fórmulas sui géneris: mientras una heladería promociona su sabor de “nogada” _hecho con nuez, queso, jerez, leche y azúcar_ una hamburguesería lo ofrece aplastado entre dos panes y hojas de lechuga.

En Arango, un sitio para clase media-alta en el centro capitalino, el chef Cuatepotzo prepara un chile en nogada tradicional _es decir, que ajusta sus ingredientes y elaboración a lo que Iturbide habría comido_ y otro relleno de atún para quienes prefieren las notas saladas. Sin embargo, asegura, 75% de sus clientes elige el primero. “Es un plato que tiene mucha mística, mucho carácter”.

Para él, la clave del sabor equilibrado del producto final está en el cuidado al ensamblar ingredientes que sólo se consiguen en suelo poblano. Por ello, el costo de estos platos suele duplicar los de otras opciones del menú. Mientras que en Arango asciende a 350 pesos (17 dólares), en comedores populares ronda los 150 pesos (siete dólares). En estos últimos, los elementos más costosos y difíciles de conseguir _como las nueces de Castilla o los piñones_ suelen reemplazarse por otros más baratos y accesibles.

Cuatepotzo y Muñoz Zurita coinciden en que los chiles en nogada forman parte de la memoria histórica nacional y por ello hay que evitar sustituir ingredientes para cocinarlos fuera de temporada o someterlos a variaciones exageradas con tal de servirlos hasta en conos de helado.

“Para mí es un plato muy importante, lo hago con mucha fe y ahínco”, dice Muñoz Zurita. En sus restaurantes Azul _donde comerlos es una ceremonia que incluye mantel y vajilla especial_ ofrece cuatro tipos de relleno y cuatro nogadas, como se denomina a la salsa que los cubre. Según explica, confeccionar recetas similares a la que probó Iturbide es viable porque autoridades e investigadores conservan copias de recetarios de la época.

Fuera de los reflectores de la escena gastronómica, pocos conocen estos documentos, pero eso no impide que los chiles en nogada cobren protagonismo en sus cocinas. Desde su hogar en la periferia de la capital de México, Ángeles Ibarra lleva 25 de los 67 años que tiene de vida cocinándolos cada septiembre, y en su familia su sazón se volvió tan añorado que en una misma tanda llegó a cocinar hasta 130. “Son muy laboriosos”, reconoce, pero el proceso es especial para ella, pues lo comparte con su hija y sus nietas.

En una hojita escrita a mano, el chef Cuatepotzo me envía su propia receta: diez kilos de carne, otros tantos de fruta y varias horas con un mandil al cuerpo. Entre los ingredientes es posible reconocer algunos que pueden comprarse en cualquier supermercado _res, cerdo, jitomates, cebollas, higos, canela, tomillo, orégano_ y otros que pocos tendrían en su alacena, como “manzana panochera”, “pera lechera” y “durazno criollo”, que sólo nacen en el municipio poblano de Calpan y él compra a productores locales para mantener con vida a los árboles que llevan más de dos siglos viéndolos crecer.

Cada fruta se pela y se pica una noche antes de arrancar la preparación. La mañana siguiente inicia sazonando la carne con especias y agregándola a una olla con aceite para freír. La fruta se añade según su grado de dureza, vigilándola para que no se bata en un proceso que dura cinco horas. Los últimos en incorporarse son el plátano y el durazno, por su suavidad. Poco antes del segundo proceso de cocción _que dura unos veinte minutos y se le llama “ahumado”, pues cocina con humo_ se agregan más especias y fruta cristalizada. En paralelo se prepara la nogada licuando nuez, queso de vaca y oveja, leche, jerez, azúcar y canela, y se alistan las semillas de granada, que junto con la nogada cubrirán al chile al emplatar y servir a temperatura ambiente.

Cuatepotzo dice que la preparación es lenta porque cada ingrediente exige su tiempo para soltar su sabor.

La espera más larga es para el cuerpo vacío del chile, que para ser rellenado pierde sus semillas y con ello casi todo su picor. La receta emplea chile poblano _el tercero más producido en México después del jalapeño y morrón, según datos oficiales_, y para el chef Muñoz Zurita es “el ingrediente rey de la cocina mexicana”, pues se come en rajas, salsas y como plato principal.

Hay algo que estalla cuando uno muerde el primer trozo y los dientes lo rasgan. Por la boca va y viene lo crujiente y lo cremoso; su dulzor y su sal. El chef Muñoz Zurita dice que el chile en nogada sólo puede llegar hasta nuestros paladares gracias a una coincidencia maravillosa que involucra manos e ingredientes mexicanos en un mismo tiempo y lugar. Todo eso estalla también en la boca al comerlo: esa maravillosa coincidencia entre su origen, su historia y su sabor.

Foto: Rebecca Blackwell