Paraguas

Llueve en Londres
y como hongos
germinan paraguas de la tierra mojada.
Bailan en las calles
vanidosos
buscan espejos en los charcos.
Hombro con hombro
se bañan
en la furia del cielo
hasta perderse en una esquina
o en las fauces de un metro impacientado.
Son madrigueras portátiles.

Llueve y por una tarde somos caracoles.
Bajo un techo cóncavo
como cáscara de naranja,
nos arrastramos
húmedos y cautos
a escondidas de una gripe.

Llueve y un bastón abre las alas.
A brazos abiertos
juego con el agua
que borra los rostros.

El señor minimalista

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[Esquire no. 62]

Al otro lado del teléfono, Michael Nyman dice que me envidia. Está en Londres, pero ansía volver a México. Aunque el compositor viajó a su ciudad natal para trabajar, vive en la colonia Roma desde 2008. A unos meses de cumplir 70 años, pasa sus días filmando cortometrajes y labrando el monumental proyecto que se impuso hace un año y planea concluir en marzo de 2014: componer 19 sinfonías (diez más que Beethoven). Nyman habla con calma. Su voz es tan delicada como las notas más sutiles de The Piano (1993), banda sonora que le otorgó el éxito internacional que merecía desde que trabajó para Peter Greenaway en los años ochenta. Con el director galés concibió la música de cintas como The Cook, the Thief, His Wife and Her Lover(1989), A Zed and Two Noughts (1986) y Drowning by Numbers (1988). La dupla de artistas formó la mancuerna perfecta: Greenaway como el genio visual cuyos fotogramas eran en sí mismos una obra de arte, y Nyman como el compositor minimalista que rompía los parámetros establecidos por Hollywood. A casi 40 años de haber iniciado su carrera de compositor, Nyman comparte con Esquire sus ideas sobre la música y planes a largo plazo.

ESQUIRE: Después de tantos años de ser compositor, ¿la inspiración llega con mayor facilidad?

MICHAEL NYMAN: «Inspiración» es una palabra muy extraña, pero entiendo a lo que te refieres. En realidad no me cuesta trabajo generar, recrear o reciclar ideas musicales. Estoy en proceso de escribir 19 sinfonías que la Navidad pasada decidí regalarme para mi cumpleaños, que será en marzo del próximo año. Algunas piezas serán completamente nuevas; otras, una reconstrucción de ideas que he tenido en las últimas dos o tres décadas.

ESQ: ¿Y cómo ha avanzado ese proceso de composición?

MN: Hasta el momento he completado tres. Las he presentado en vivo y se han grabado. Soy muy feliz trabajando con una orquesta sinfónica en lugar de un solo piano o la Michael Nyman Band. Estoy cambiando mi actitud. Ahora nada parece apaciguarme, lo que me emociona mucho.

ESQ: ¿Cómo definiría el minimalismo para quien no conoce el concepto en materia de música?

MN: En octubre de 1968 fui la primera persona en fusionar los conceptos de música y minimalismo. Desde 1967 me familiaricé con esta idea en las artes y, aunque era una referencia nueva, fui el primero en encontrar un equivalente en el terreno musical. El minimalismo es un estado mental que se relaciona a una actitud particular con respecto a las ideas musicales en torno al progreso, la estructura y la pérdida de atención de la audiencia. Detecté todo esto en una pieza de un compositor danés que no mucha gente conoce y se llama Henning Christiansen. En resumen, es un tipo de música que puede captar tu atención sin muchas desviaciones.

ESQ: La mayor parte de sus bandas sonoras fueron compuestas para filmes de Peter Greenaway. ¿A qué obedece la continuidad del estilo que hay en éstas?

MN: Cuando empecé a trabajar con Peter Greenaway, en 1976, yo tenía 32 años y estaba descubriendo mi propio lenguaje musical. Los diez años anteriores me dediqué a la crítica y a familiarizarme con el trabajo de compositores como John Cage. Cuando me senté y empecé a escribir música desde cero, encontré mi propia voz casi de manera instantánea. En ese entonces, como hoy, era muy riesgoso convertirse en compositor sin saber que el rock y el pop son importantes en nuestra cultura. Desde aquellos años reconocía la importancia de estos géneros a pesar de ser Michael Nyman, una voz individual.

ESQ: ¿Qué es lo que más disfrutó de la relación profesional con Greenaway?

MN: Que logré establecer un lengua je musical con cierta influencia del pop inglés del siglo xx. Esta música es la que a Greenaway le interesó incorporar a sus películas. Él me alentaba a escribir y no intentaba modificar lo que hacía. No le interesaba el lenguaje musical tradicional de las bandas sonoras. Me permitió ser un artista que creaba música para otro artista. No fue sino hasta dos años después de que dejamos de trabajar juntos, que empecé a trabajar en la música de The Piano.

ESQ: ¿Qué representó The Piano en su carrera?

MN: Cuando la escribí me parecía importante conformar un lenguaje musical más aceptable para la manera de pensar de Hollywood. Sin embargo, la música hollywoodense no me gusta. Por eso mi trabajo en The Piano fue menos radical que lo que compuse para las cintas de Greenaway, pero sigue teniendo una voz fresca a 20 años de haberla concluido.

ESQ: ¿A qué atribuye esta frescura?

MN: A que parece provenir de un compositor, no de un sistema de bandas sonoras. Sigo estando muy orgulloso de esa música porque es muy individual. No se parece a ninguna otra más que cuando alguien intenta imitarla. He escuchado muchas copias pero dado que posee muchos elementos personales, es imposible de imitar. Hay composiciones que se le parecen o hasta podrían parecer genéricas, pero para mí eso no tiene mucha individualidad.

ESQ: ¿Cómo ha logrado mantener esa individualidad que caracteriza su estilo?

MN: Soy un compositor que escribe música conceptual, óperas y además ha tenido el privilegio de componer música de películas pero que realmente no ha cambiado su voz para adaptarse a los medios. Cuando me piden una banda sonora obviamente hay otra persona que toma decisiones y condiciona lo que escribo, pero la manera en la que esa música cobra forma y la presento en términos de orquestación, estructura y melodía es muy consistente.

ESQ: ¿Qué es lo que más ha disfrutado del proceso de alimentar su identidad musical?

MN: Una de las grandes alegrías que tuve en el pasado al escribir música de películas, es que esa consistencia que acabo de mencionar fue destacada por peticiones particulares del director. En The Draughtsman`s Contract, por ejemplo, puede identificarse una banda sonora de Michael Nyman, pero gran parte de ésta no habría existido si Peter Greenaway no hubiera hecho la cinta o me hubiera exigido ciertos requerimientos. Lo mismo sucedió con mi último trabajo: Miradas múltiples, el documental sobre Gabriel Figueroa, de Emilio Maillé. Esa música respondió a las necesidades particulares del director. Es decir, todo parte de un proceso que va de atrás hacia adelante hasta adaptarse a las referencias y El compositor británico está en proceso de escribir 19 sinfonías que concluirá en marzo de 2014. formas de expresión que necesita la película en cuestión.

ESQ: ¿La música es una herramienta para la narración de historias o puede crear relatos por sí sola?

MN: Ambas. La música que escribo tiene su propia narrativa y, algunas veces, la narrativa musical puede distanciarse del proceso de filmación. En otras ocasiones, es disonante al proceso que tiene lugar en la cinta. Con frecuencia pienso que incluso Greenaway, que sabía de estructura y repetición, parecía más convencional al momento de presentar la narrativa de la historia. Pero lo que logra la música, y la vuelve muy funcional, es que también puede narrar. Además, sin importar cómo sea su estructura, posee un contenido emocional que puede ser tan fuerte -especialmente en combinación con lo que se proyecta en la pantalla- que permite que te olvides de la estructura. En conclusión, puedo crear un estilo muy severo y repetitivo que pueda explicarse más en términos de matemáticas que de narrativa.

ESQ: A casi medio siglo de haberse iniciado en la música, ¿qué es lo que más atesora de su carrera?

MN: Atesoro el hecho de que tengo casi 70 años y todo lo que quiero hacer es sentarme frente a un piano, en Londres o en un cuarto de hotel en la colonia Roma, a escribir. Atesoro seguir fascinado por el proceso de escribir música no por mera expresión personal o el afán de inspirarme para construir una pieza musical. Soy como un arquitecto que diseña sus edificios: cuando creo una nueva pieza musical, también defino lo que ocurre momento a momento. Tengo la buena suerte de ser audiencia para mi audiencia y apreciar lo que ellos aprecian de mis presentaciones. La música tiene estos elementos diversos y, ahora que soy un compositor que además es cineasta, combino mis imágenes sonoras con las visuales. Tengo la suerte de ser un observador y poder capturar imágenes como creador y testigo del proceso de construcción de cada elemento musical que concibo.

Juan Mata: el crack con corazón de oro

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Originalmente publicado en Esquire no. 62 (PDF aquí)

Es un domingo cualquiera en Londres. Sentado en una banca de la estación de Waterloo, Juan Mata espera la llegada del metro. El futbolista español, puntal del multicampeón Chelsea que pagó 28 millones de euros por él en 2011 al Valencia, disfruta recorrer la capital de Inglaterra como cualquier mortal: valiéndose del transporte público.

Cuando sale de casa, no le preocupa que una horda de fanáticos o periodistas le acosen, sino mantenerse a salvo del frío. Para protegerse lleva chamarra, bufanda, gorro y su inseparable reloj IWC.

Mata no viaja en vehículos blindados ni está rodeado de guardaespaldas. «El metro es la manera más rápida y sencilla para moverse a través de Londres. Me gusta llegar a diferentes zonas en autobús y taxi porque así puedo conocer la ciudad de otra manera», dice. Para el deportista, que a sus 25 años tiene la fortuna de ser exitoso en el más popular de los deportes, lo importante es hacer una vida normal, como los chicos de su edad.

El futbol se presta a los excesos y a la fama desbordada. El ‘humilde’ garaje de Cristiano Ronaldo, por ejemplo, es uno de los más envidiados del mundo. Entre otros autos, resguarda un Bentley Continental gt Speed, un Rolls-Royce Phantom Drophead Coupe y un Bugatti Veyron. David Beckham, por su parte, se casó con una Spice Girl que posee una colección de bolsas Hermès valuada en más de un millón de libras y vivió en la casa que los medios apodaron ‘The Beckingham Palace’, una mansión de los años treinta que presumía de siete hectáreas de terreno. Juan Mata, en cambio, habita un flat cerca de Stamford Bridge (el estadio de Chelsea) y llega a pie a sus entrenamientos.

El centrocampista lleva dos años viviendo en Londres, pero de tanto en tanto añora su vida en España (el blog que posee y él mismo alimenta dos o tres veces al mes se llama One Hour Behind, porque entre Madrid y Londres la diferencia horaria es de 60 minutos). En Asturias, al norte de España, está la calle Uría, donde se reunía con sus amigos. Ahí está también su familia y la fabada de su abuela, quien lo espera con un plato recién preparado para consentirlo cuando vuelve a su hogar.

Como los chicos de su edad, que prueban suerte lejos de casa, Juan extraña la comida de su lugar de origen. Cuando Marta, su madre, viaja a Londres para visitarlo, le lleva ingredientes típicos de Asturias. Juan intenta cocinar, pero no siempre tiene éxito. «No soy muy bueno cocinando, pero comiendo sí», dice. Empaquetada junto al jamón ibérico, en el compendio de efectos culinarios que recibe de su madre, también hay sidra española. Juan la sirve, distanciando la botella de la copa (una mano muy arriba y otra muy abajo), como un buen español sabe hacer.

Si el hijo de un ex futbolista del Burgos –que inspiró su profesión y hoy está a cargo de sus relaciones públicas– ha sobrellevado una nueva vida en Inglaterra, no sólo ha sido por amor al futbol, sino gracias a la pasión que comparte con su hermana Paula. «Me gusta mucho viajar. Ahora lo hago más gracias al deporte, pero el trabajo no siempre me deja tiempo para recorrer una ciudad. A veces solo vamos del aeropuerto al hotel y viceversa». Sin embargo, desde la ventana de su habitación en cualquier país europeo, Juan captura fotografías con su teléfono y las comparte a través de redes sociales. Como los chicos de su edad, presume sus viajes en Instagram. En el verano, mientras está de vacaciones, postea fotos desde el mar. En época de entrenamientos, retrata sus tenis verdes o a sus compañeros de equipo. Sus followers le siguen a través de las ciudades, estadios y vestidores. Un día está en Nueva York –una de las ciudades que más adora– y otro en Birmingham. En Twitter es igual: una tarde escribe feliz desde el Maracaná y en otra admite las fortalezas de sus rivales en la cancha. De este modo, en 140 caracteres, celebra sus victorias y –muy de repente– se lee el dolor de los fracasos de su equipo.

Cuando el número 10 del Chelsea alcanzó dos millones de seguidores en Twitter, publicó un video en YouTube para enviar dos millones de agradecimientos a lo único que no ha cambiado en su vida desde que empezó a tuitear: el apoyo de sus fans. Como los chicos de su edad, Mata sale con sus amigos a beber cerveza y a pasear por la ciudad. El público inglés lo reconoce, lo saluda y felicita. Uno que otro se detiene para pedirle una foto y un autógrafo. Juan siempre tiene tiempo para los demás y responde con amabilidad, accede al retrato solicitado y, con una sonrisa, queda inmortalizado en el Instagram de alguien más.

A pesar de que a los 23 años ya era un joven reconocido que había jugado en el Real Madrid Castilla y el Valencia, Mata no ha sido como las celebridades que golpean periodistas cuando les solicitan una entrevista, usan lentes oscuros para despistar a sus seguidores o despilfarran su dinero en público. El español puede comprar un buen traje en Savile Row, pero también buscar unos jeans cómodos en Bond Street. Puede usar una pieza de alta relojería, como las de IWC, y a la vez seguir encariñado con el primer reloj que llevó en la muñeca: un modelo que tenía calculadora en la pantalla y cambiaba los canales de televisión a distancia.

Cierta fama persigue a ciertos deportistas: de pocos temas pueden hablar si una conversación (o entrevista) no gira en torno al futbol. Con Juan Mata sucede todo lo contrario. Cuando millones de personas tenían puesta la mirada en el Mundial de futbol de Sudáfrica 2010, a él no sólo le preocupaban el balón y los once de la tribu, sino estudiar Marketing y Educación Física de manera simultánea. Además es bueno con los números: hubo una ocasión en que la Real Sociedad Matemática Española le pidió plantear un desafío matemático y Mata aceptó el reto. Hoy, que se ha familiarizado con la música indie, le ilusiona la idea de aprender a tocar la guitarra.

El asturiano habla de deporte si uno se lo pide, pero también disfruta platicar acerca de aquello que le apasiona fuera de la cancha. Si alguien le visita en Londres, presumirá del conocimiento que ha adquirido de la ciudad (a bordo de vagones de metro, autobuses y taxis) y será un excelente guía de turistas. Podrá conversar, con la misma facilidad, acerca de museos y zonas para ir de compras, o identificar los sitios donde Woody Allen filmó Match Point (2005).

En Messi, el goleador que nos despierta se va a dormir, el periodista Leonardo Faccio escribió que el futbolista más célebre de Argentina se aburre hasta con las series de televisión. A Mata le encanta leer. Conoce de memoria algunas líneas de Jorge Luis Borges y disfruta imaginar a los personajes de Paul Auster. «Paso tanto tiempo en aeropuertos, concentraciones y hoteles que me gusta tomar libros para desconectarme un poco del futbol. Lo que me encanta de la literatura es que te ayuda a evadir el mundo en el que estás». Juan aprovecha su tiempo libre para salir de viaje y postear fotos de los ejemplares que lee a bordo de un tren donde no solo viaja un futbolista estrella y campeón del mundo, sino un joven trotamundos que sale de casa con una mochila al hombro, como tantos otros chicos de su edad.

ESQUIRE: ¿Cuáles son los retos de jugar para un equipo multimillonario como el Chelsea?

JUAN MATA: A nivel deportivo, se trata de ganar títulos. Cada temporada el equipo pelea por títulos. Mi intención es mejorar como jugador para ganar.

ESQ: ¿Hay algún jugador que haya representado mucho en tu carrera?

JM: Cuando era pequeño, mi padre. Él también era futbolista y su ídolo fue Maradona. Siempre veía videos de él y a mí también me parecía un jugador irrepetible. Al crecer me interesó Pablo Aimar, de Argentina, que ahora está en un equipo portugués, y Zinedine Zidane, porque era un espectáculo.

ESQ: ¿Qué es mejor: el futbol español o el inglés?

JM: Depende cómo se valore. Son dos ligas diferentes. El inglés es más físico y de más ritmo. El español tiene que ver con la posesión. Lo cierto es que la liga inglesa, a nivel de espectáculo y organización, está muy bien. Estoy disfrutando mucho eso porque los estadios siempre están llenos.

ESQ: ¿Cuál es la situación del futbol español en este momento?

JM: La selección española está viviendo su mejor momento en la historia del país. Hemos ganado dos Eurocopas y un Mundial. Es cierto que este año los equipos alemanes superaron a los españoles y se han plantado en la final, pero equipos como Madrid y Barcelona siempre aspiran a cualquier título.

ESQ: Formas parte de la era de oro del futbol español. ¿Qué significa eso en tu vida?

JM: Es un orgullo. Me siento afortunado de estar viviendo este momento con la selección. Por suerte, llevo cinco años en la selección española, en la que hemos ganado prácticamente todos los torneos de un tiempo para acá.

ESQ: ¿Cuál es el principal reto para el Chelsea?

JM: A mí me encantaría ganar la Premier League. Es un título que no tengo. El Chelsea la ganó hace poco y sería fantástico repetirlo. Aquí hay jugadores de nivel y podemos conseguirlo.

ESQ: ¿Recuerdas tu gol más celebrado?

JM: Por el momento en el que fue, y porque estaban mi familia y amigos en el estadio, creo que el de la final de la Eurocopa cuando entré y marqué el cuarto gol. El último de la final, fue el más importante de mi carrera.

ESQ: Por último, ¿qué opinas del retiro de Sir Alex Ferguson?

JM: Independientemente del equipo en el que jugamos, todos tenemos un sentimiento de agradecimiento hacia él y hacia lo que aportó al futbol. Le deseo lo mejor en esta nueva etapa.