Más Dios y menos aborto: el aspirante que apela a la derecha para buscar la presidencia de México

Originalmente publicado en The Associated Press, noviembre de 2023 (link aquí)

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CIUDAD DE MÉXICO (AP) – Un día después de que se anunciara la despenalización del aborto, Eduardo Verástegui sacó un traje negro de su clóset y se vistió de luto para salir a buscar la presidencia de México.

“Es un recordatorio para que no se me olvide por qué estoy haciendo lo que estoy haciendo”, dijo el productor de cine en un mitin reciente al recordar su registro como aspirante independiente a las elecciones de 2024.

La candidatura está a un millón de firmas de distancia y su estrategia para reunirlas es queroseno en un país en el que cohabitan el catolicismo, el feminismo y la defensa de los derechos de la comunidad LGBT.

A veces reza en TikTok, otras invita a los mexicanos a escribir una historia de amor bajo su proyecto de “Dios, Patria y Familia” —gobernar con valores cristianos, dice— y en una ocasión —que según él fue una sátira— se grabó disparando un fusil de asalto para retratar cómo atacaría a los “terroristas de la agenda 2030, del cambio climático y de la ideología de género”.

En su currículum apenas figura la política y eso —dice— es músculo.

En los años 90 bailaba sin camisa en un trío de música pop y las telenovelas echaron mano de su galanura, pero ahora —a sus 49— Dios se cuela en sus ponencias, repite que defiende la vida porque México se gesta en los vientres de sus madres y se arrodilla en mítines para pedir perdón en nombre de todos los hombres a todas las mujeres. 

“Me gusta que sea un ciudadano y no un político”, dice Alejandra Hernández, de 46 años, durante un evento de recolección de firmas.

“Además comulgo con sus valores, con su fe católica. Como él dice: el derecho a la vida es el primer derecho y, si no lo tenemos, no tenemos nada”.

A pocos metros, envuelta en un chal estampado con la Virgen de Guadalupe, Felicitas Díaz cuenta que lo apoya porque es el único aspirante provida.

“Matar a seres inocentes no se vale. Yo estaba triste, preocupada, pensando ‘¿por quién voy a votar?’, y cuando nos dijeron de él, se me abrió una luz”.

La mujer de 65 cuenta que simpatizaba con un partido de derecha que compartía su ideología, pero las decisiones de ese bloque de cara a los comicios la consternaron.

Sin opciones para enfrentar a Claudia Sheinbaum, exalcaldesa capitalina y quien lidera las encuestas para suceder al presidente Andrés Manuel López Obrador, el Partido Acción Nacional (PAN) —por el que Díaz se decantaba— creó una coalición con partidos antes enemigos y lanzó como contendiente a la senadora Xóchitl Gálvez, cuyas ideas progresistas no representan al sector conservador de México. 

Raúl Tortolero, escritor que simpatiza con Verástegui, dice que el aspirante abandera a una nueva derecha que defiende valores similares a los de José Antonio Kast en Chile y Santiago Abascal en España.

Esta corriente, dice Tortolero, es totalmente religiosa y tiene siete pilares: Dios al centro de la vida, el rechazo al aborto y a la comunidad LGBT, la defensa de la propiedad privada, de la patria, de las libertades y de los derechos universales.

También hay jóvenes que lo respaldan porque apoya otras prioridades para ellos.

“Más que ultraderecha, como nos llaman los medios, somos patriotas”, dice Isaac Alonso, un emprendedor de 31 años que lidera una agrupación de jóvenes en apoyo a Verástegui.

Su lucha persigue empleos bien remunerados, acabar con la impunidad y erradicar la pobreza a través de la promoción del desarrollo económico.

“Somos mujeres y hombres valientes que no podemos dejar nuestro futuro en manos de políticos corruptos que son incapaces de gobernarse a sí mismos y pretenden gobernar una nación”.

Frida Espinoza, de 23 años y cofundadora de una organización provida, cuenta que conectó con Verástegui tras escuchar su testimonio de vida —cómo renunció a la fama y a los vicios cuando conoció a Dios— pero ahora le aporta una visión más crítica de la política local. 

“Existe un hartazgo de que los partidos se están aliando entre ellos con valores que no me representan”, dice. “No voy a estar a favor del voto útil porque no voy a legitimar a una persona que se oponga a todo lo que yo creo”.

Y por eso, incluso si Verástegui no afianza su candidatura, apoyarlo vale la pena.

“Es muy auténtico. No está buscando ser un Trump mexicano ni copiar otras personalidades. Simplemente se dio cuenta de que las causas que ya había tomado era necesario llevarlas a la política”.

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El “outsider” u hombre común que se dice distinto a los políticos tradicionales es noticia vieja en América Latina. Guatemala eligió como presidente a un comediante de televisión en 2015, pero el México reciente no había visto a un actor persiguiendo el puesto.

Tras el desgaste del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó por 70 años, un empresario prometió en el 2000 que el PAN resolvería los males nacionales en un parpadeo. El electorado le concedió dos sexenios de paciencia y en 2012 le regresó el poder al PRI.

Los escándalos de corrupción de ese último periodo dejaron un resquicio tan amargo que es difícil saber si la esperanza o la furia llevó a millones a votar por López Obrador en 2018, pero su triunfo fue tajante. 

En ese momento, explica el editor y escritor Diego Fonseca, quien recientemente publicó un extenso libro sobre populismo en América Latina, López Obrador ocupó el espacio del “outsider” porque él y su partido —Morena— desafiaban las estructuras partidarias.

“Morena es ahora un espacio más institucionalizado, un aparato que encontró en el priísmo un modo de vertebrarse, pero vive de un líder”, dice, y la salida de éste abre espacios marginales.

“Verástegui intenta medrar en esos márgenes”, añade Fonseca. “Busca ser una referencia mesiánica de reemplazo con otro discurso populista basado en ideas simples de fácil digestión”.

Muchas de esas ideas son incendiarias —como cuando dijo que la homosexualidad está vinculada a la pedofilia— y no sólo despiertan críticas en redes o el interés de medios que verifican noticias falsas, sino preocupación entre organizaciones de derechos humanos.

“En muchos países democráticos hemos visto a políticos como Verástegui hacer campaña cínicamente ante los votantes conservadores con la promesa de recuperar los valores ‘cristianos’ o ‘tradicionales’”, dice Cristian González, investigador de Human Rights Watch.

Sin embargo, agrega, esos mismos políticos trabajan en otros proyectos que socavan las normas democráticas y el Estado de derecho.

Líderes afines a Verástegui —como el primer ministro húngaro Víktor Orbán y los expresidentes de Brasil y Estados Unidos, Jair Bolsonaro y Donald Trump— han accionado contra los derechos de la comunidad LGBTQ+, el matrimonio igualitario y el aborto en paralelo a sus ataques a la libertad de prensa, la independencia judicial y la confianza en el sistema electoral, dice González.

“Tienden a convertir en chivos expiatorios a grupos como las mujeres y las personas LGBT mientras amenazan los derechos civiles, políticos y sociales de todos los ciudadanos”.

Associated Press solicitó varias veces una entrevista con Verástegui, pero no estuvo disponible.

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Cuando el aspirante que se viste de luto por los bebés no nacidos encabeza un mitin, los asistentes a sus eventos dicen sentir un nudo en la garganta al escuchar —una y otra vez— su historia personal.

Verástegui cuenta que nació en Tamaulipas, al norte de México, y aprendió a nadar en un río con su perro fiel. Cuenta que era feliz y luego se alejó de la felicidad. Cuenta que se mudó a la capital desafiando a sus padres, porque ellos querían que fuera abogado y él quería ser actor, y cuenta que, tras haber alcanzado el éxito y ser víctima de asaltos, decidió migrar como cualquier hijo de vecino en busca del sueño americano. Cuenta que cuando llegó a Estados Unidos no hablaba inglés, pero una maestra —que nadie conoce, pero eso no importa, cuenta— le enseñó el idioma y un buen día le preguntó: “¿Cuál es el propósito de tu vida?”.

Y así, cuenta, dejó de quejarse sin proponer soluciones, de ver a las mujeres como objetos sexuales e hizo una promesa a sus padres: jamás volveré a trabajar en ningún proyecto que afecte mi fe, mi familia o mi país.

Para no estar desempleado, cuenta, fundó una productora que financia proyectos acordes a sus valores —destacan dos filmes provida y uno que denuncia el tráfico de menores— y asegura que su experiencia le basta para gobernar: un productor contrata al mejor equipo y un político hace lo mismo.

“Un presidente no está obligado a saberlo todo, pero sí está obligado a reunir a los mejores en cada área”, dijo en un mitin reciente.

El populismo, explica Fonseca, es una religión política. Se vincula al ejercicio de la fe y su operación es carismática.

“Hay un relato, rituales y liturgia para una comunidad moralmente construida alrededor de la idea de que el caudillo es un redentor comprometido con el rescate del alma de la nación de las manos de sus enemigos”.

En los mítines de Verástegui, los aplausos ahogan sus discursos, decenas de mujeres le toman fotos sin parar y lo interrumpen con gritos de: “¡Verás que sí!”.

“Me gusta cómo pudo renunciar a ciertas cosas que sus convicciones le indicaban; cómo pudo persistir en su lucha y ver de qué manera podía contribuir a México”, dice Marisol Hernández, de 24 años.

“Él mismo dice ‘no soy un santo, me he equivocado’, pero reconoce que Dios ha actuado en su vida y eso es lo más fundamental”.

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AP FOTO: Eduardo Verdugo

La cobertura de noticias religiosas de The Associated Press recibe apoyo a través de una colaboración con The Conversation US, con fondos del Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable de todo el contenido.

La identidad cultural de México vista a través del muralismo

Originalmente publicado en The Associated Press, mayo de 2023 (link aquí)

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CIUDAD DE MÉXICO (AP) – Lo que el muro preserva es más que pigmento. El sincretismo que define la identidad cultural de México cobró vida sobre el fresco cuando el pincel de Fermín Revueltas dio los toques finales a su “Alegoría de la Virgen de Guadalupe” en 1923. 

Revueltas fue uno de los muralistas que transformó la historia del arte desde los pasillos de San Ildefonso, un excolegio jesuita que se fundó hace 440 años en Ciudad de México y celebra el centenario del surgimiento del muralismo. 

Mediante una exposición que se inauguró el año pasado, pero se actualiza constantemente, “El Espíritu del 22” reflexiona sobre el contexto que dio pie al movimiento artístico.  

La muestra, que seguirá abierta al público hasta junio, aborda cómo la obra de artistas como David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco y Revueltas se vio influenciada por el nacionalismo revolucionario y descubrimientos arqueológicos que transformaron las nociones sobre el indigenismo.

Con las escenas satíricas de sus murales, las alusiones religiosas de su sacristía o su arquitectura barroca novohispana, todo en San Ildefonso invita al aprendizaje, quizá porque desde su fundación persiguió el objetivo de educar. 

El historiador Jonatan Chávez, quien también coordina el voluntariado y servicio al público en San Ildefonso, explica que el edificio actual es una fusión de otras instituciones educativas más pequeñas, pero desde sus inicios instruyó a la sociedad criolla de la Nueva España, como se nombró al virreinato establecido en el territorio conquistado por los españoles en 1521. 

Los jesuitas llegaron casi medio siglo después de la Conquista y presidieron este colegio de seminaristas y misioneros hasta 1767, cuando el rey Carlos III ordenó su expulsión. En esos casi 200 años, explica Chávez, su influencia en la cultura y la sociedad fue trascendental. 

Según el experto, los jesuitas se tomaban el tiempo de aprender sobre los pueblos que evangelizaban porque pensaban que sólo comprendiendo su cosmovisión podrían entablar un diálogo profundo con ellos. 

La fusión de prácticas ancestrales y las legadas por los europeos no sólo permitió que los pueblos aprendieran nuevas artes y oficios, sino que se afianzara el concepto de identidad criolla que hoy pervive en murales como el de Revueltas. 

En su “Alegoría de la Virgen de Guadalupe”, la imagen divina ocupa el centro y bajo ella están sus hijos: hombres y mujeres con diferentes tonos de piel. La pintura no sólo retrata la devoción, sino el mestizaje y cómo esa raza mixta se cohesiona en torno a la aparición de la Guadalupana. 

El pincel de un muralista de San Ildefonso no perseguía un fin decorativo, sino crítico. En cada mural respira lo que duele, lo que cala; lo que hacer arder al cuerpo en furia. Cada trazo apuntala una viñeta de historia o realidad social. 

Un fresco de 1924 que José Clemente Orozco tituló “La alcancía” muestra dos manos delgadas que depositan monedas en una caja que está abierta en la base y deja caer el dinero sobre otra mano que luce más poderosa y representa a la Iglesia. 

Otro mural del mismo año y autor –“El juicio final”– retrata a un Dios bizco que no observa lo que ocurre frente a sus narices: mientras los ricos disfrutan del paraíso, con aureolas que simulan monedas, los pobres padecen el infierno presionados por tridentes diabólicos.

El impulso crítico de este movimiento se gestó gracias a la convocatoria de José Vasconcelos, un intelectual que entre 1922 y 1924 invitó a artistas como Revueltas, Orozco y Diego Rivera a decorar los muros de San Ildefonso, por entonces sede de la Escuela Nacional Preparatoria.  

Según Chávez, Vasconcelos quería potenciar la alfabetización como un fenómeno similar a la evangelización jesuita, que abarcó todo el territorio y se adecuó a la diversidad de la población. Para lograrlo encabezó tres proyectos: las misiones culturales, la publicación de libros y el muralismo. 

“Él veía que la imagen era un elemento didáctico”, cuenta Chávez. “¿Entonces qué dijo? Hay que pintar, que los murales refieran los procesos históricos que representan la identidad mestiza”.

Y así, la historia saltó de los libros a los muros. Artistas como Revueltas usaron alegorías para plasmar su modo de entender el sincretismo que dio pie al México contemporáneo y otros como Orozco emplearon alusiones judeocristianas para criticar a instituciones que abusaban de su poder frente al desamparo social.

Por eso sus murales retan el entendimiento y establecen diálogos, en ocasiones de pared a pared.  

En la escalera principal del excolegio jesuita, un mural de Jean Charlot ilustra la masacre que los españoles encabezaron en el templo más sagrado del imperio Azteca y su contraparte responde con su continuación histórica, una fiesta local que es producto del sincretismo y refiere al pueblo de Chalma en manos del artista Fernando Leal. 

“San Ildefonso tiene esa reminiscencia donde lo religioso se hace presente porque forma parte de la identidad cultural de un pueblo”, indica Chávez. 

Con la expulsión de los jesuitas se perdió parte de su acervo pero no su legado. San Ildefonso se mantuvo vivo en la memoria colectiva como un espacio de formación y por eso no es casual que el gobierno lo haya transformado nuevamente en una escuela y, más tarde, en sede de un movimiento artístico y político que sigue vigente a 100 años de su surgimiento. 

“El muralismo es la evocación del pasado mexicano en el que la referencia principal es el proceso de la conquista militar y espiritual y la importancia del constructo de la identidad a través del criollismo”, dice Chávez. “Dice mucho de quienes somos y de qué estamos hechos”.

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AP FOTO: Marco Ugarte

La cobertura de noticias religiosas de The Associated Press recibe apoyo a través de una colaboración con The Conversation US, con fondos del Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable de todo el contenido.

Música, dulces y flores honran a la Santa Muerte en México

Originalmente publicado en The Associated Press, noviembre de 2022 (link aquí)

Hombres y mujeres de todas las edades caminan con ella entre los brazos, acunándola cerca del pecho como si fuera un recién nacido envuelto en mantas o vestidos de colores. Algunos la llaman “mi niña” o “mi madre”. Para otros simplemente es “La Santa”.  

Como cada primero de noviembre, una calle del barrio de Tepito en la capital de México congrega a decenas de creyentes de la Santa Muerte, una figura representada con un esqueleto cubierto con un habito que la Iglesia rechaza en este país mayoritariamente católico.  

“Es muy milagrosa. Muchos la ven mal, pero ella simplemente se porta bien con la persona indicada”, dice José Luis Candanosa a The Associated Press. 

El mexicano de 33 años cuenta que la vio por primera vez durante un sueño en 2018. En aquella aparición no era una figura en huesos, sino una mujer alta y hermosa. Llevaba un vestido blanco y largo. “Yo no quería creer en ella, pero a partir de ahí ya mis amigos me dijeron ‘quiere estar contigo’”.  

En medio de sus dudas, uno de sus conocidos le regaló una figura de “La Santa” y él le montó un altar en su habitación. Aunque hay fieles que la colocan junto a imágenes de santos de la Iglesia católica, él la tiene sólo a ella y le ofrenda manzanas, dulces, cigarros, vino y semillas, para que la abundancia no falte en su hogar.  

Alrededor de José Luis, docenas de mexicanos caminan con su “Niña” en brazos o la cargan dentro de una mochila que parece un altar móvil, pues conforme avanzan se va llenando de caramelos, rosarios y panes que los creyentes se ofrecen entre sí. Algunos además la rocían con aguardiente y le soplan el humo de un puro para quitarle los males que absorbe cuando la tienen en casa. Así regresa purificada, afirma José Luis.  

La historia de cada seguidor es distinta. Hay quien le pide salud, que un familiar salga pronto de la cárcel o que no le traiga tristeza. En México se le ha vinculado a cárteles del narcotráfico y se cree que sus fieles han crecido en la frontera norte, donde migrantes, pequeños empresarios y gente de la comunidad LGBT se han sumado a su culto.

En las calles de Tepito, lo mismo la veneran mujeres trans que padres de familia. Hay niñas que cargan con figuras diminutas de “La Santa” en sus bolsos de mano, ancianas que la transportan junto a ramos de rosas e incluso una madre que no la lleva a la vista porque va arrodillada con su recién nacido en brazos.  

El profesor de estudios religiosos de la Universidad Virginia Commonwealth, Andrew Chesnut, estima que la “Niña” reúne a unos 12 millones de devotos. “La Santa Muerte es el nuevo movimiento religioso de más rápido crecimiento, no sólo en México, sino en todo Occidente”. 

La adoración a esta figura llama la atención si se considera que México es el segundo país con mayor número de católicos después de Brasil, y el experto lo explica desde la afinidad: “Es mucho más fácil acercarnos porque la Santa Muerte es mexicanísima. Nace en suelo mexicano, no como los santos católicos, que eran europeos». 

También influye que se le puede hacer cualquier tipo de plegaria, sin importar si ésta responde a los intereses del narco o a cualquier criminal. “Eso no se puede pedir a los santos católicos”, añade Chesnut. 

Durante una visita a México en 2016, el papa Francisco aludió a la Santa Muerte y la consideró una “quimera” y un “símbolo macabro” que comercializa la muerte. Sin embargo, desde Tepito algunos fieles explican que la Iglesia no debería repudiarla, pues antes de bajar a la Tierra formaba parte del reino de Dios.  

“Ella era un ángel divino, muy bonito. Dios es el que me da la vida, que me la presta, y ella me la quita”, cuenta Mario Alberto Sánchez, de 25 años. “Está representada así, en una muerte, porque le dolía ver que Dios la había mandado por todos los que habían muerto y le dolía ver el sufrimiento, los lamentos”.

A sus espaldas está su pequeña de año y medio y tanto él como su pareja vienen año con año a reiterar su fervor. Cerca de él hay otras familias. Irvin Altamirano, por ejemplo, es un conductor de un bicitaxi que trajo a su “Santa” desde el sur de Ciudad de México para cumplir la promesa que le hizo cuando le pidió tener una hija.  

“Mi esposa no podía tener bebés. Tratamientos y todo y nada. Le pedimos, le pedimos, le pedimos, y ahorita mi bebé tiene seis meses”, relata el hombre de 33 años.  

Agrega que su devoción creció con el nacimiento de su niña, pero “La Santa” lo encontró desde que tenía unos seis o siete años. Su padre trabajaba todo el día, su madre era alcohólica y, de alguna manera, su fe lo salvó. Desde entonces la ha tenido difícil y pasó un tiempo en la cárcel, pero “La Santa” lo mantiene en pie.  

“Cada mes me la traigo. Tenga dinero o no tenga dinero, yo estoy acá”.  

Los tatuajes de sus brazos son visibles porque lleva una camiseta sin mangas y tocándoselos con ambas manos aclara: “A lo mejor nos vemos un poco malandros (delincuentes), pero nada que ver. La mayoría somos relajados y chambeadores (trabajadores)”.

Explica que más tarde montará a su “Santa” a su bicitaxi para llevarla a otras peregrinaciones y seguir el festejo. Por ahora, le sube a la música que escapa de una bocina portátil que carga consigo mientras las ofrendas siguen cayendo a los pies de su “Niña”, que mide más de un metro de alto y hoy viste de azul.

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Foto: Fernando Llano.