Originalmente publicado en Esquire no. 76 (PDF aquí)
ESCRITOR, 56 AÑOS, EDIMBURGO, ESCOCIA
> Hay ocasiones en las que ni siquiera mi mujer entiende lo que digo [su acento es escocés y su esposa es estadounidense]. Sin embargo, no creas que hablo así a propósito, ni para hacerlos pasar un mal rato. Simplemente digo algo y, como nadie me entiende, todo el mundo pregunta: “¿Qué? ¿Qué? ¿Qué carajos dijiste?” [ríe].
> Amo escribir. Me hace sentir como un niño que ya sabe valerse por sí mismo y que se aísla para poder pintar, dibujar y escribir. Es casi una justificación. Sólo tengo que decir: “Soy escritor. Esto es lo que hago”. Escribir es lo que me permite ser una criatura antisocial.
> En los años 90 estuve en una posición única porque me transformé en una estrella inusual. Se suponía que era escritor, pero a la vez era un músico fracasado. Creo que fracasé como músico porque lo que siempre quise fue permanecer en un sitio donde pudiera ser anónimo. Y eso fue lo más difícil de enfrentar cuando tuve éxito [tras la publicación de Trainspotting, en 1993]: la pérdida de ese anonimato.
> Conocer actores me ha ayudado mucho. Su mentalidad no es parecida a la de los escritores, pero como llevan a cabo una interpretación en un escenario, te enseñan cómo lidiar con la mirada pública sin morir de miedo. Lo que sucede con los escritores es que no queremos ser conocidos porque lo que importa es nuestra obra. No quiero que me conozcan personalmente, sino que conozcan mis libros.
> Es difícil hablar con la gente acerca de tus libros, porque alguien puede llegar a decirte cosas como: “¿Entonces esto se trata de cómo la década pasada se transformó por completo en el marco del neoliberalismo y la globalización?”. Y yo sólo digo: “Carajo… sí, ok, tienes razón, pero pensaba que [la historia] sólo se trataba acerca de un tipo en busca de heroína”.
> Mi nuevo libro [Skagboys] abarca un espacio intermedio entre el arte y los deportes. Ambas disciplinas me enloquecen, pero creo que la sociedad jode a la gente cuando la somete a una elección entre lo artístico y lo deportivo. Deberíamos de poder sentirnos apasionados por ambos. Cualquier niño debería tener la libertad de ser un aficionado al futbol y al boxeo, y de pronto desaparecer para irse a su cuarto a pintar sin que sus padres piensen: “¿Qué carajos le ocurre?”.
> He pasado dos meses pensando en ese panorama jodido. A la sociedad sólo le preocupa la gente que obtiene buenas calificaciones y ese tipo de cosas. Si eres disruptivo, te llevan al límite, y como soy justo así, escribir me permite volver a estar en contacto con quien realmente soy: básicamente, un maldito insensato e idiota [ríe].
> Disfruto mi trabajo. No sufro ni pertenezco al estereotipo del “escritor torturado”. Hay un millón de libros que me gustaría escribir. Algunos surgen con facilidad y otros no. Una de las cosas que odio como escritor es cuando alguien se me acerca y me dice: “Tengo esta historia para ti, deberías escribirla”. Mi problema no es la falta de ideas, sino que me cuesta trabajo sentarme a escribirlas.
> Constantemente me reencuentro con mis personajes para hablar con mis lectores y con la prensa. Es extraño porque cuando terminas de escribir un libro imaginas que ese será el final de todo. Sin embargo, te pongo un ejemplo: mi siguiente libro se publicará en febrero en Estados Unidos y en abril en el Reino Unido, pero terminé de escribirlo hace un año. En México aún no sé cuándo, porque todavía estoy buscando alguna editorial para hacer la traducción. Y la cosa es que en Francia, Italia y Alemania todavía estoy haciendo giras para promocionar el anterior. El problema de todo esto es que, como ya estoy trabajando en el libro nuevo, los viejos se me olvidan, y es muy difícil volver a ellos una y otra vez.
> A veces me gusta involucrarme en el proceso de traducción de mis libros, porque funciona como un ejercicio de memoria. Sin embargo, también hay algunas ocasiones en las que no puedes evitar decir: “Este tipo es un pobre idiota, no tiene idea de lo que habla”.
> Escribir un guión es muy distinto a escribir una novela. El proceso del primero es social, porque implica que debes lidiar con directores y productores. Es un trabajo colaborativo. O incluso si sólo eres el autor de un libro que se adaptará al cine, te obsesionas por completo con el proceso.
> Cuando me obsesiono con algo es muy difícil que lo deje ir. Primero pienso que podré seguir adelante, recuperar mi
vida normal y entrar a la siguiente etapa, pero en realidad no logro “divorciarme” de las cosas por completo. ¿Entiendes lo que digo?
> Tengo muchos amigos escritores que encajan con el estereotipo clásico del escritor. Algunas veces les escribo un e-mail para felicitarlos por los libros tan jodidamente buenos que publicaron con sus editoriales.
> Si eres un novelista debes dejar que tu inconsciente intervenga, que haga el trabajo pesado, para que no todos tus textos traten acerca de ti.