Una novela arquitectónica

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Originalmente publicado en Esquire no. 74 (PDF aquí)

Además de ser crítico literario y editor de la revista La Tempestad, Nicolás Cabral acaba de publicar su primera novela: Catálogo de formas, la historia de un arquitecto a través de miradas múltiples.

     Nicolás Cabral estuvo a punto de construir edificios en lugar de textos. Antes de convertirse en editor fue arquitecto, e incluso completó el proyecto de una casa en Celaya. El escritor David Miklos —con quien Cabral colaboró en 2006 en Cuaderno Salmón, revista de creación y crítica literaria— dice que Catálogo de formas es un ajuste de cuentas que su amigo y colega hace con la arquitectura.

     Es un placer toparse con una novela como ésta, que el autor terminó en 2010 y apenas se publica. Nada le sobra, y no lo digo porque sólo tiene 96 páginas y se lee de una sentada, sino por la precisión del lenguaje, despojado de los vicios a veces característicos del género.

     Todo en Catálogo de formas remite a la arquitectura. Cabral comenzó a escribirla cuando llegó a su mente la imagen de un anciano suicida. ¿Por qué un hombre querría matarse a los 80 años? Entonces recordó a Juan O’Gorman, el pintor y arquitecto mexicano que se suicidó a los 77 creyendo que se habían arruinado sus obras (la más importante es quizás el conjunto de murales que cubren la Biblioteca Central de la UNAM). Y así, pensando en él, empezó a trabajar su novela.

     Más allá de la influencia que la figura histórica tuvo en su texto, Cabral construye a su personaje principal —el Arquitecto— a través de distintas voces narrativas: su mujer, su hijo, su hermano, un tipo que toca la pianola, un estudiante universitario que conoce su obra en una de sus clases y su amante. El Arquitecto cubre un edificio con piedras pequeñas y Cabral edifica su novela con ladrillos que definen la imagen que el lector se lleva de su protagonista, un genio, loco y pervertido. Observarlo trabajar es hipnótico porque esa sensación transmiten las voces que lo retratan. La novela remite a una pintura cubista: rompe la estructura convencional para ampliar la perspectiva. La obra de Cabral, como un lienzo de Picasso, representa distintas vistas de un objeto en un mismo plano.

     El escritor y poeta parisino Philippe Ollé-Laprune —actual director de Casa Refugio Citlaltépetl— piensa que la arquitectura es el arte autoritario por excelencia. Se planta ahí frente a uno. Es imponente, y en consecuencia se pregunta si lo que Cabral hace con su novela no es también una analogía entre este arte y la escritura. Dice que las voces que describen al Arquitecto —que lo rodean— no son meros personajes, sino arquetipos.

     El suicidio del Arquitecto permea todas las voces de la novela. A la vista —desde sus ojos— está el precipicio. A la vista de los otros —quienes lo miran— está él con el vacío frente a sí. Cabral erige y derrumba a su personaje como un maestro constructor y uno lo sigue con la fascinación de quien admira a su arquitecto acomodando piedra por piedra en un mural.

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