Andy Serkis: el héroe de las mil caras

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Originalmente publicado en Esquire no. 70 (PDF aquí)

            Andy Serkis podría ser la envidia de Brad Pitt. Es actor —como Pitt—, ha trabajado en películas hollywoodenses millonarias —como Pitt— y es un hombre de familia que acaba de cumplir 50 años, también como Pitt. Sin embargo, Serkis puede hacer algo que el marido de Angelina Jolie sólo sueña: salir a la calle sin ser devorado por paparazzi y caminar con sus hijos de la mano.

            Andy dice que es un hombre afortunado y que posee lo mejor de dos mundos, pero moverse entre las cámaras de cine y el anonimato no es algo gratuito. Aunque es uno de los mejores actores de su época, pocos lo identifican por su nombre. Eligió una vida que remite a los orígenes del teatro, en la antigua Grecia, porque sólo así aseguraría que su capacidad interpretativa —y no su imagen o su fama—  fuera lo primordial en su carrera. Él no es un hombre con suerte, sino un actor que optó por un camino que nadie imaginaría para una estrella de filmes que recaudan más de 300 millones de dólares: el de la vida detrás de una máscara.

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            Es fácil encontrar a Andy Serkis en un set de filmación. Lo más probable es que sea el único vestido con un traje parecido al de un buzo, un casco parecido al de un minero y unos guantes parecidos a los de un guardameta. Cualquiera diría que está disfrazado. Él dice que no, que al contrario, que cuando actúa siempre debe imaginar su disfraz. Y tiene razón. A su alrededor han caminado elfos y han danzado nativos, pero cuando él se mira al espejo durante un rodaje, no observa a Kong ni a Godzilla, sino el reflejo de sí mismo vistiendo lo de siempre: una entallada prenda de látex negro y un casco con el que parece que viajará al centro de la Tierra.

            Para ciertos actores, esperar a que concluya su proceso de caracterización es un acto de paciencia budista. La primera vez que Jennifer Lawrence interpretó a Mystique, en X-Men: First Class (2011), estuvo ocho horas sentada en una bicicleta mientras el departamento de maquillaje coloreaba su piel de azul. Cuando Andy Serkis interpretó al simio de Rise of the Planet of the Apes (2011), pasó semanas en cuclillas, arrastrándose y rugiendo como primate, sin saber cuál sería el aspecto final de su personaje. La piel rugosa, el maxilar protuberante, el pelo y los ojos verdes aparecieron después, cuando el equipo de animación terminó su labor en posproducción.

            Andy siempre se ha sentido fascinado por las metamorfosis. “Nací con la idea de crear personajes y transformarme. Cuando empecé a trabajar en teatro me integré a una compañía en la que tuve que montar 14 obras. Ensayaba de día y actuaba de noche. Me maquillaba y hacía todo solo, así que desarrollé un verdadero amor por el arte de la transformación.”

            Andy aprendió a crear personajes desde su niñez. Nació en Inglaterra, pero por el trabajo de su padre —un médico iraquí radicado en Londres— pasó diez años viajando a Medio Oriente. En esa etapa de su vida comprendió la importancia de apoyar a las minorías y conoció la ira ante la injusticia. Cuenta que su padre siempre trabajó en favor de gente necesitada, que construyó un hospital civil en Irak y que a pesar de haber sido capturado por el dictador Saddam Hussein, continuó defendiendo sus creencias. Mientras tanto, su madre se las arreglaba para trabajar en una escuela de niños discapacitados y cuidar de Andy y sus cuatro hermanos.

           Cuando entró a la universidad, Andy se volvió socialista y estudió Artes Visuales, pero abandonó la pintura y la política para convertirse en actor. Siempre ha pensado que el teatro tiene un potencial transformador porque cuestiona estereotipos, propone discursos, tiene el poder de humanizar a un villano y explorar qué es lo que lo motiva a comportarse como tal. Hoy lleva casi 30 años actuando detrás de una máscara porque no persigue la mirada pública, sino el sueño de que su actuación transforme una vida y no sea mero entretenimiento.

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            Hay una maldición que persigue al protagonista de Dawn of the Planet of the Apes: el riesgo de que el público lo confunda con una caricatura. Sus personajes no se crean como los dibujos animados, pero ¿cómo lograr que eso quede claro? Andy es el mejor en lo que hace porque nadie lo había hecho antes y todo empezó cuando el director de la trilogía de The Lord of the Rings, Peter Jackson, le dijo: vamos a crear un personaje con un sistema de sensores —el traje de buzo y el casco de minero— que registren tus movimientos en una computadora.

            El sistema copia y reproduce la actividad del cuerpo como haría la aguja de un sismógrafo con un temblor. Si Andy sonríe, la curvatura de unos labios aparece en pantalla. Si enloquece, un par de ojos desorbitados y una mueca de agonía se duplican en formato digital. Los animadores a cargo de la caracterización de los personajes que interpreta detallan el color y la textura de la piel, agregan o restan pelo u otros rasgos animales, pero la voz, actitud y emotividad son 100 por ciento de Andy.

            El actor se inició en la técnica de performance capture en la primera cinta de la trilogía, en 2001. En ella interpretó a Gollum, una criatura esquizofrénica y solitaria cuya obsesión por un anillo se transforma en su desgracia. En un principio Andy sólo sería actor de doblaje y participaría en la producción durante tres semanas, pero cuando Jackson lo vio actuar decidió reescribir el guión. El video con el que Andy audicionó deja claro por qué: el británico parece un psicópata. Bajo una chamarra negra de piel, suda y respira con dificultad. Tiene los pelos parados, y descompone su rostro como si lo estuvieran quemando con un hierro al rojo vivo.

            Sin importar el papel que interprete, Andy termina por fundirse con sus personajes. Cuando concluyó el rodaje de Rise of the Planet of the Apes, el editor de sonido dijo que no podía diferenciar los rugidos del actor de los de simios de verdad. El plan nunca fue que Andy copiara los bramidos de un primate de carne y hueso, pero cuando uno de los asistentes le pidió que bajara el volumen de sus vocalizaciones para poder registrar el diálogo del resto de los personajes, el actor respondió: “¡Este es mi diálogo!”. Andy no sólo quería rugir como un simio, sino sentirse como tal.

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            Antes de iniciar el rodaje de un filme, el actor promedio recibe un guión, memoriza sus diálogos y se familiariza con la historia. Dustin Hoffman, por ejemplo, es célebre por los métodos que emplea para involucrarse con sus personajes: cuando hizo All the President’s Men (1976), se fue a vivir un mes a casa del periodista Carl Bernstein, con el fin de hablar y comportarse como él. Luego, para Marathon Man (1976), llegó al set tras pasar tres noches en vela, pues el libreto decía que su personaje debía lucir como un hombre que había pasado tres noches sin dormir.

            En 2004 Andy Serkis recibió el guión de King Kong y su reto fue convertirse en un gorila de 50 metros que, por supuesto, no hablaba. Andy se puso a trabajar. Observó horas y horas de documentales de National Geographic y Discovery Channel. Pasó semanas en el zoológico de San Diego, en California, y otras tantas frente a la jaula de cuatro gorilas del zoológico de Londres. Viajó a Ruanda a escondidas de Peter Jackson —quien dirigió la cinta y le prohibió salir, preocupado por su seguridad— y estudió a esta especie en las montañas. Tomó apuntes. Hizo dibujos. Se involucró de tal manera que mientras estuvo en Londres creó un lazo con una hembra llamada Zaire y soportó que Bob, el macho alfa de la comunidad de gorilas en cautiverio, le lanzara piedras a su cámara mientras los fotografiaba.

            Andy se obsesiona con sus personajes porque su reto no sólo es aprender sus movimientos para mimetizarlos, sino encontrar su personalidad. Cuando se preparaba para interpretar a Gollum, concluyó que su tarea sería internarse en la mente de un adicto, en una criatura que estaba entre un junkie callejero y un sobreviviente de un campo de concentración. “Antes de interpretar a un personaje, te debes preguntar: ¿qué puedo decir de la condición humana a través de este papel? Cuando empecé a trabajar en Kong entendí que los gorilas tienen personalidades individuales. Para mí, la esencia de Kong es la soledad, y eso era lo que debía transmitir: su aislamiento. Es casi como un psicótico solitario que lo único que hace es tratar de sobrevivir en un ambiente en el que todas las criaturas que lo rodean asesinan para lograrlo.”

            Y así, inmerso en el mundo de los primates, Andy comprendió lo que a nadie le pasa por la cabeza cuando se sienta a ver la historia del gorila: a pesar de que vive en una isla en la que se ofrecen sacrificios en su honor, Kong es un animal que sufre. Es un ermitaño, y por eso la relación que establece con la rubia Ann Darrow lo cambia para siempre.

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            Si hay algo que molesta a Andy Serkis es que confundan a dos de sus personajes más queridos con changos. Él vio documentales, visitó zoológicos y estuvo en África. Sabe que Kong es un gorila y que César es un simio. Además,  conoce la psicología de ambos: la herida de Kong es la soledad; la de César, el deseo de pertenencia.

            La historia del personaje que interpreta en su nueva película se originó hace medio siglo. En 1968, Charlton Heston protagonizó The Planet of the Apes, un filme de ciencia ficción inspirado en la novela homónima de Pierre Boulle. En ella se narra la aventura de un astronauta que cae en un planeta habitado por simios inteligentes y luego descubre que en realidad viajó al futuro, donde los primates tienen el control del mundo y los humanos son esclavos. Si bien la trama es descabellada, la película fue un éxito, y en los siguientes años se produjeron cinco secuelas, dos series de televisión y un remake a cargo del célebre Tim Burton.

            En 2009 terminaron el guión de una precuela. Rise of the Planet of the Apes inicia con la historia de Will (James Franco), un científico en busca de la cura para el Alzheimer cuyo laboratorio experimenta con simios. En un accidente, la madre de una cría muere y así es como Will adopta a César, cuya inteligencia es motivo de orgullo: sabe comer con cubiertos, dibujar y hablar con señas. La pesadilla inicia cuando César ataca a un vecino, lo confinan en un refugio para primates y piensa que Will lo abandonó. En venganza, César huye de la prisión, roba la cura del laboratorio de Will y la disemina: sabe que es tóxica para los humanos pero que multiplica la inteligencia de los simios.

            Dawn of the Planet of the Apes inicia diez años después, cuando pareciera que la vida se ha apagado en San Francisco y la ciudad se ha transformado en una jungla. “En las manos equivocadas, la película podría ser un desastre. Matt [Reeves] fue el director ideal porque se enfocó en expresar un comentario social, en hablar de la humanidad. El trabajo más importante de un director es llegar al corazón de algo”, dice el actor.

        Andy lleva décadas dejándose conmover por César. Dice que si no le entusiasmara, no habría accedido a interpretar a un simio a su edad. Además, claro, está el asunto tecnológico. Andy aceptó integrarse a esta nueva cinta porque la producción de Dawn of the Planet of the Apes hizo algo inédito: es la película que más performance capture ha empleado en la historia del cine  y prácticamente todas las escenas se filmaron al aire libre. Para lograrlo, los diseñadores de producción pasaron más de cinco meses construyendo una aldea animal en un parque de diversiones abandonado en  Nueva Orleans y cientos de animadores trabajaron más de un año en el perfeccionamiento de 1,200 tomas de actores comportándose como simios. En esta película no hay un solo primate artificial: detrás de cada uno de los que aparecen en pantalla hubo un actor en traje de buzo y casco de minero.

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            Es fácil notar un paralelismo entre César y Andy Serkis. A su manera, ambos encabezaron una revolución: uno en la sociedad, el otro en la actuación. “Es interesante analizar esa relación. Supongo que sí he alcanzado un punto en el que he acumulado mucha experiencia en un área que me apasiona. Sigo creyendo que el perfomance capture será la herramienta de narración de la próxima generación”. Justo por eso, Andy fundó The Imaginarium, una compañía especializada en consultoría y perfeccionamiento de esta técnica de animación para cine, televisión y videojuegos.

            Iniciar una tendencia siempre implica sacrificios. Durante sus primeros años como actor de performance capture, Andy trabajó el doble que sus compañeros. Tan sólo su esfuerzo en la trilogía de The Lord of the Rings merece acreditarlo como superhéroe: hubo casi 500 días de rodaje en 150 locaciones distintas, y aunque Andy no apareció en todas las escenas de la saga, sí realizó una labor titánica. Como la técnica estaba en pañales, tuvo que interpretar sus escenas en locación, con sus compañeros, y luego repetir cada una de sus tomas en un set independiente, frente a una pantalla en blanco, para que cámaras, computadoras y animadores pudieran registrar su actuación.

            ¿Todo eso valió la pena? “Claro. Me encanta este estilo de trabajo porque me ofrece una gran sensación de libertad. Muchos actores morirían por tener la oportunidad de interpretar a estas increíbles criaturas que nos rebasan. No me siento limitado por ningún papel porque sé que puedo interpretar al personaje que quiera en esta etapa de mi carrera. Sólo necesito sumergirme en él.”

            Lo que Andy no admite —quizá por humildad— es que ya no sólo es un actor enmascarado. En 2012, Peter Jackson le confió la segunda unidad de producción de su película The Hobbit: The Desolation of Smaug. Durante los 200 días que duró el rodaje, Andy estuvo a cargo de la dirección de actores, la ejecución de tomas aéreas y la organización de batallas. Además, hoy cuenta con 100 cámaras en The Imaginarium, está dirigiendo su primer largometraje —una adaptación de Animal Farm, la novela de George Orwell— y está filmando Star Wars: Episode VII con J.J. Abrams, quien nos tuvo seis años pegados a la televisión con Lost (2004) y revivió con gran éxito la franquicia cinematográfica de Star Trek (2009).

            El trabajo de Andy es como el del percusionista de una orquesta sinfónica: está alejado del protagonismo porque no lo motiva la fama, sino su pasión por el arte. A pesar de que hace 15 años se popularizó el performance capture, los actores que deciden especializarse en esta técnica reciben pocas recompensas. Celebridades como James Franco se han pronunciado en favor de crear una categoría específica para premiar la genialidad de intérpretes como Andy en los Oscar, pero ésta y otras academias se han negado, alegando que sus personajes son retocados en computadora.

            Nada de esto es relevante para Andy. Sabe que a sus 50 años es un hombre afortunado. Sabe que mientras siga actuando detrás de una máscara podrá salir a la calle con sus hijos y por ello siempre tendrá lo mejor de dos mundos. Sabe que no es necesario que exista una categoría que premie su trabajo porque el performance capture no es un género de actuación. Sabe que ES actuación.

Fotos: cortesia de 20th Century Fox

El regreso de los simios

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A unos días del estreno de Dawn of the Planet of the Apes, el director Matt Reeves habla del proceso de filmación de la película.

     Hace diez años que un grupo de simios superinteligentes tomó el control de San Francisco. Guiados por César (Andy Serkis) —un primate que creció entre humanos y al convertirse en adulto se rebeló contra ellos— se han establecido en el bosque. Ahora su reto es mantener su independencia y convivir con los pocos humanos que aún habitan la ciudad estadounidense.

     Dawn of the Planet of the Apes retoma una franquicia que inició en los años sesenta, cuando Charlton Heston protagonizó Planet of the Apes (1968). La película se basó en la novela homónima de Pierre Boulle, y retrataba la historia de un astronauta que viaja en el tiempo y descubre que en el futuro la sociedad será esclava de un grupo de simios que hablan, piensan y se comportan como humanos.

     Cuarenta años después, 20th Century Fox lanzó una precuela de la historia: Rise of the Planet of the Apes (2011) describe que el origen del levantamiento de los simios fue la diseminación de un tratamiento contra el Alzheimer —que disparaba la inteligencia animal— y la película fue protagonizada por James Franco y Andy Serkis, el actor detrás de personajes como Gollum, Godzilla y King Kong. En aquella entrega de la saga, Serkis encabezó a un grupo de actores que interpretaron simios gracias a la técnica de performance capture, que el británico volvió célebre en The Lord of the Rings (2001), bajo la dirección de Peter Jackson. A grandes rasgos, esta técnica registra los movimientos de los actores para que después un equipo de animadores pueda crear personajes digitales (lee más sobre esto en el perfil de Andy Serkis que publicamos en nuestra edición impresa de julio).

     Dawn of the Planet of the Apes se perfila como una de las mejores películas del verano: presume de las actuaciones de Gary Oldman, Keri Russell, Jason Clarke y —por supuesto— Andy Serkis; retoma el planteamiento del peligro de que la ciencia se nos salga de las manos; fue filmada —casi en su totalidad— en locaciones al aire libre en Vancouver y Nueva Orleans, y no hay otra película en la historia del cine que cuente con tal número de escenas filmadas con la técnica de performance capture. Viajamos a Los Ángeles para conversar con el director Matt Reeves (Cloverfield, 2008), y esto fue lo que nos dijo.

ESQUIRE: Comenzaste a trabajar como director en Cloverfield. ¿Cuál ha sido la diferencia de retratar a otro tipo de ‘monstruo’ (sino es que centenas de ellos) en Dawn of the Planet of the Apes?

MATT REEVES: En esta película, más que los simios, nosotros somos los monstruos. La primera fue una experiencia loca de hacer una cinta de efectos visuales, en la que los humanos estuvieron atemorizados al saber que había un monstruo ahí afuera, por el manejo de lo que ocurría en el fondo. Fue un reto emocionante, ya que tuvimos alrededor de 35 días para hacerla, además de que rodamos todo de manera inusual e innovadora para ese tipo de historia. El gran salto a Dawn of the Planet of the Apes, fue que sería como si hiciéramos un filme de Cloverfield y su familia. Me importa poder generar empatía con los personajes. Con Cloverfield, me parece que la masacre era explicada por el hecho de que el monstruo no podía encontrar a su madre, así que siempre me pareció comprenderlo emocionalmente. Por otra parte, desde chico estuve obsesionado con Planet of the Apes. Siempre me atrajo su aspecto visual, la manera en que los simios eran aterradores y a la vez emocionantes. Veía a un gorila montando a caballo y me preguntaba cómo podría conseguir algo así. Lo que más me sorprendió de Rise of the Planet of the Apes fue la manera en que sentí lo mismo que César. Es curioso, pero el personaje con quien uno más se identifica en esa historia no es humano. Siempre he tenido un respeto tremendo por Andy Serkis y sus papeles memorables, como Gollum. Sin embargo, lo interesante de dicha película fue cómo me sentí más identificado emocionalmente que con cualquier otro personaje de computadora. Pensé que aquello fue milagroso. Así que, para la transición a Dawn of the Planet of the Apes, comprendí que había que representar las vidas emocionales de estos personajes. Además, me interesaba continuar con el enfoque al punto de vista de César. De esta manera, le pedí a Rupert Wyatt [el director de Rise of the Planet of the Apes] que me dejara ver todo lo que Andy había hecho en el set, así como las tomas de César, para poder entender lo que tendría que hacer. Me alivió comprender que la actuación sorprendente de Andy fuera la razón por la cual uno se conectara tanto con el personaje. Por ejemplo, vi la escena en la que el simio se enojaba en el santuario porque Will lo dejaría, y posteriormente vi a Andy actuándolo. Me pareció increíble, e incluso noté que habían detalles de su actuación que no se trasladaban a la de César. Así de emocional es. Literalmente, le dije a Wyatt que quería podernos empujar más allá para poderlo capturar todo, con lo cual estuvo de acuerdo. Así que, la transición de Cloverfield a esta cinta de ahora, no fue tan grande. En la primera, hubo que capturar la realidad emocional que interpretaban los actores frente a la cámara. En ésta, fue lo mismo, sólo que posteriormente serían transformados en simios. De esta manera, la dirección fue un reto por las dificultades técnicas, pero en cuanto a contar la historia, fue la misma experiencia de tratar con actores intentar que todo se sintiera lo más natural y creíble posible.

ESQ: ¿Esta película es más obscura que su predecesora?

MR: Sí, pero porque la situación también lo es. La historia anterior fue una muy íntima y poderosa, pero enfocada principalmente a un personaje: César. Uno puede ver cómo es despojado de su familia animal y luego es vinculado con una humana, de la que también es despojado antes de ser encerrado injustamente. Se torna en una película de prisión en la que César es maltratado y se ve obligado a volverse el macho alfa y ascender a la cima a través de su inteligencia. Posteriormente, lidera una insurrección y ahora se trata de un escape, para el cual hay un conflicto. Es una narrativa muy compacta, toda a través del punto de vista de César. Sabiendo de dónde viene la inteligencia de los simios y el apocalipsis viral indicado al final de Rise of the Planet of the Apes, se entendía que la cantidad de humanos se aproximaría a la de simios. Por lo tanto, los humanos recibirían un golpe fuerte. Esto nos planteó una historia obscura. Toda la película hablaba sobre César, para que al final uno se percatara de que el mundo se acabaría. Quería retomar las cosas a partir de ahí. Sin embargo, ahora hay tantas películas posapocalípticas, que parecemos estar fascinados con nuestra propia destrucción. Planet of the apes ciertamente ha sido parte de eso desde siempre. Sin embargo, estaba tan conectado emocionalmente con César y los simios, que lo que realmente me interesaba era contar su historia desde la creación de su propio mundo primate. Quería verlos ahí, desenvolviéndose y evolucionando, e incluso de qué maneras podrían ser mejores. Tal vez de eso se trata esto, ¿no? Si hiciéramos un borrón y cuenta nueva y le diéramos inteligencia a los simios, ¿lo harían mejor que nosotros? Para mí, eso fue algo fresco e innovador. Eso fue lo que intentamos hacer. No obstante, en el prólogo de esta historia se observa qué le ocurre a los humanos, lo cual esencialmente deja al espectador preguntándose si aún queda alguien. Posteriormente, se vuelve una película de simios (similar a la parte del santuario en la anterior), en donde se está con ellos entre 15 y 20 minutos. Virtualmente, no hay diálogos. Se ve la manera en que se intentan comunicar; se aprecia que César sabe algunas palabras y que permanecen con la habilidad de comunicarse por medio de señas. Pero, ¿qué van a crear? En estos minutos, se ve una civilización de simios. Pero, ¿qué van a crear? Es algo bizarro, además, por el fotorrealismo tan avanzado. Rodamos en lugares naturalistas. Quería llevar la captura de movimiento a sitios a los que normalmente sería ridículo hacerlo; ¿por qué alguien haría eso en la lluvia, el bosque o en un clima helado? La razón es esta: si se utiliza toda esta luz natural en dichos entornos, aplicando además los avances tecnológicos que mejoran aspectos físicos de los animales (como su pelaje), el resultado es la visualización de simios verdaderos en lugares reales. Si después se agrega movimiento e inteligencia a eso, se vuelve una experiencia asombrosa en la que uno se ve sorprendido por poder saber lo que están pensando y sintiendo los animales. Se siente extremadamente real. Una vez que se ha establecido esa identificación emocional con ellos y visto el mundo que César ha creado, en donde se observa que ya es el líder de una familia y no un revolucionario (como Don Corleone), la idea es revelar que no todos los humanos han desaparecido. Esa historia se vuelve obscura porque es sobre supervivencia. A partir de entonces, está presente en todo momento el asunto de qué ocurrirá, así como si habrá violencia. Esto vuelve a algunas escenas muy emocionales; se sabe que César no sólo tiene un hijo y una esposa, sino también un recién nacido. Conociendo estos riesgos, uno se pregunta si habrá paz entre ambas familias (humanos y simios) y si podrán encontrar una manera de sobrevivir. Esa es una historia muy emocional, abrumadora e íntima, pero también es obscura e inquietante. Por otra parte, me interesaba crear un mundo sin villanos definidos. Mucha gente pregunta si Gary Oldman es el villano. Definitivamente, no lo es. De hecho, si se le cuestiona respecto a esto, dirá que es el héroe de su propia historia. Quería hacer una cinta en la que esto ocurriera con todos los personajes, de manera que uno pudiera sentir empatía por todos los puntos de vista. Es un problema complejo. En este sentido, la primera película varió en cuanto a la crueldad de los humanos hacia los simios (a excepción de Will [James Franco]); uno tenía ganas de verlos levantarse y derrotarlos. Sentí que la situación restante sería plantear qué significaría para nosotros y nuestras familias si nuestro mundo nos fuera robado a causa de un brote viral terrible y viéramos a la civilización descomponerse. Aquella sería una situación dolorosa. En ese panorama, esas personas no son villanos, sino gente cuyas vidas han sido destruidas y están buscando una manera de sanarse, para lo cual se dan cuenta de que hay simios inteligentes y entonces se preguntan si podrán sobrevivir. Creí que esa sería una historia con aspectos obscuros e inquietantes, pero también abrumadores y emocionales (e incluso tiernos). Se trata de una mezcla de tonos.

ESQ: Mencionaste al recién nacido de César. Keri Russell nos decía hace un momento que cuando filmó una escena en la que convive con el simio bebé, no había nada en su lugar. ¿Cuántos de los simios fueron interpretados por actores?

MR: La razón por la cual no fue posible interpretar a ese simio con una persona, fue por su tamaño. Iba a tener que escalar por la espalda de Keri, así que a menos que encontráramos al actor más pequeño de todos los tiempos (un bebé que pudiera hacer esto, lo cual parece imposible), nadie podría haberlo interpretado. En todos los demás casos, los simios fueron interpretados por personas reales, incluso aquellos que sólo aparecen al fondo. Me interesaba mucho crear un nivel de naturalismo incluso más profundo que el de la primera película. Me pareció que la victoria de Dawn of the Planet of the Apes fue poder seguir llevar el movimiento hasta los personajes, por lo cual uno se identificaba emocionalmente. Sin embargo, había tomas en las que se sabía que el simio en pantalla no era real, aunque esto no importara por la conexión emocional que de todos modos se lograba. Así que pensé que, entre más pudiera fortalecer esta ilusión, lo primero desaparecería. Lo más importante para crear dicha ilusión fue rodar en lugares verdaderos. Aproximadamente, 70% u 80% de la cinta anterior fue grabada en el set, mientras que en ésta última un 85% fue en sitios reales. La lluvia, el entorno natural y todo aquello que lo hizo más difícil, también lo hizo verse más verdadero. La otra cosa es que no hay que animar a los simios. Cuando hay animación, se nota que el movimiento no es real. La genialidad del performance capture es que hace justamente lo que su nombre dice: capturar movimiento. Para nuestros dobles, contratamos a practicantes de parkour que podían hacer cosas increíbles. Tuvimos a Terry Notary, quien interpretó a Rocket en el primer filme, como especialista de movimiento en esta película. Él trabajó como artista en el Cirque du Soleil, así que sabe mucho acerca de esto y cómo manejar la expresión a través del cuerpo. Tuvo que entrenar a la gente de parkour para que las cosas asombrosas que hicieran como humanos parecieran hechas por simios. De hecho, mi hijo está en la película. Hay una parte en la que se puede observar a Maurice como maestro, enseñándole a los pequeños chimpancés a leer. Cuando se trabaja con captura de movimiento, se pueden grabar entre ocho y diez actores a la vez como límite. De otra manera, sería demasiada información. El productor de efectos visuales, Ryan Stafford, tiene también un hijo de la misma edad que el mío. Pensé que debíamos hacer que Karin [Konoval], quien interpreta a Maurice, jugara con ellos. De esta manera, capturamos a todos nuestros hijos haciendo lo que naturalmente harían. No podría haberle pedido a un actor que interpretara algo tan instintivo como esa especie de comportamiento, esa inocencia que aún tenía características animales.

ESQ: Te enfrentaste al reto de dirigirte hacia la audiencia común que quería ver una película de acción, así como a aquellos fanáticos que habían seguido las películas anteriores. Al ver a Cornelia en Dawn of the Planet of the Apes, pensé que se parece a Zira, de la cinta original…

MR: ¿De verdad? ¡Eso es muy gracioso! Como mencioné, estaba obsesionado con Planet of the Apes. Me encantaban las películas. Tenía todos los muñecos de los personajes, así como discos; todo lo que se pudiera poseer de la franquicia. A pesar de que no lo hicimos con esa intención, ahora que lo mencionas, creo que tiene mucho sentido; lo que sí quisimos hacer, fue basar todo simio en uno real. Fueron al Zoológico de Wellington y tomaron fotografías de muchos simios diferentes. Estábamos tratando de descifrar a qué se parecía Cornelia (cuando se ve a a estos animales, no se puede distinguir su género, a menos que veas sus órganos sexuales). Me pregunté qué podríamos hacerle en la cara para que se viera femenina. Algunos de ellos tenían algo de pelo que enmarcaba su cara. Nos aferramos a ese detalle. Cornelia está basada en un chimpancé real que tenía esas cualidades. En el primer filme, cuando estaban haciendo a Zira, tenía esa misma característica particular que la hacía verse femenina. A pesar de que aquel rasgo físico es verdadero en los simios, no necesariamente es particular de las hembras. Únicamente elegimos a aquel simio porque queríamos que la audiencia comprendiera que se trataba de la esposa de César. Así llegamos a eso, aunque no buscábamos que se pareciera a Zira. Es curioso, tuve la misma experiencia hace poco tiempo. Aún seguimos revisando tomas; tenemos aproximadamente 1200 de puros simios, de las cuales probablemente hay 350 listas. Tenemos mucho que hacer desde ahora hasta que salga la cinta. Recientemente, vi una toma de Andy en la que me pareció que el conjunto de aspectos como la luz y dicha característica del pelo lo hacían verse exactamente como uno de los personajes de la cinta original. Me sorprendió, aunque no perseguíamos nada de eso intencionalmente. Todo lo que intentábamos era que parecieran simios reales.

Foto: cortesía de 20th Century Fox