Música, dulces y flores honran a la Santa Muerte en México

Originalmente publicado en The Associated Press, noviembre de 2022 (link aquí)

Hombres y mujeres de todas las edades caminan con ella entre los brazos, acunándola cerca del pecho como si fuera un recién nacido envuelto en mantas o vestidos de colores. Algunos la llaman “mi niña” o “mi madre”. Para otros simplemente es “La Santa”.  

Como cada primero de noviembre, una calle del barrio de Tepito en la capital de México congrega a decenas de creyentes de la Santa Muerte, una figura representada con un esqueleto cubierto con un habito que la Iglesia rechaza en este país mayoritariamente católico.  

“Es muy milagrosa. Muchos la ven mal, pero ella simplemente se porta bien con la persona indicada”, dice José Luis Candanosa a The Associated Press. 

El mexicano de 33 años cuenta que la vio por primera vez durante un sueño en 2018. En aquella aparición no era una figura en huesos, sino una mujer alta y hermosa. Llevaba un vestido blanco y largo. “Yo no quería creer en ella, pero a partir de ahí ya mis amigos me dijeron ‘quiere estar contigo’”.  

En medio de sus dudas, uno de sus conocidos le regaló una figura de “La Santa” y él le montó un altar en su habitación. Aunque hay fieles que la colocan junto a imágenes de santos de la Iglesia católica, él la tiene sólo a ella y le ofrenda manzanas, dulces, cigarros, vino y semillas, para que la abundancia no falte en su hogar.  

Alrededor de José Luis, docenas de mexicanos caminan con su “Niña” en brazos o la cargan dentro de una mochila que parece un altar móvil, pues conforme avanzan se va llenando de caramelos, rosarios y panes que los creyentes se ofrecen entre sí. Algunos además la rocían con aguardiente y le soplan el humo de un puro para quitarle los males que absorbe cuando la tienen en casa. Así regresa purificada, afirma José Luis.  

La historia de cada seguidor es distinta. Hay quien le pide salud, que un familiar salga pronto de la cárcel o que no le traiga tristeza. En México se le ha vinculado a cárteles del narcotráfico y se cree que sus fieles han crecido en la frontera norte, donde migrantes, pequeños empresarios y gente de la comunidad LGBT se han sumado a su culto.

En las calles de Tepito, lo mismo la veneran mujeres trans que padres de familia. Hay niñas que cargan con figuras diminutas de “La Santa” en sus bolsos de mano, ancianas que la transportan junto a ramos de rosas e incluso una madre que no la lleva a la vista porque va arrodillada con su recién nacido en brazos.  

El profesor de estudios religiosos de la Universidad Virginia Commonwealth, Andrew Chesnut, estima que la “Niña” reúne a unos 12 millones de devotos. “La Santa Muerte es el nuevo movimiento religioso de más rápido crecimiento, no sólo en México, sino en todo Occidente”. 

La adoración a esta figura llama la atención si se considera que México es el segundo país con mayor número de católicos después de Brasil, y el experto lo explica desde la afinidad: “Es mucho más fácil acercarnos porque la Santa Muerte es mexicanísima. Nace en suelo mexicano, no como los santos católicos, que eran europeos». 

También influye que se le puede hacer cualquier tipo de plegaria, sin importar si ésta responde a los intereses del narco o a cualquier criminal. “Eso no se puede pedir a los santos católicos”, añade Chesnut. 

Durante una visita a México en 2016, el papa Francisco aludió a la Santa Muerte y la consideró una “quimera” y un “símbolo macabro” que comercializa la muerte. Sin embargo, desde Tepito algunos fieles explican que la Iglesia no debería repudiarla, pues antes de bajar a la Tierra formaba parte del reino de Dios.  

“Ella era un ángel divino, muy bonito. Dios es el que me da la vida, que me la presta, y ella me la quita”, cuenta Mario Alberto Sánchez, de 25 años. “Está representada así, en una muerte, porque le dolía ver que Dios la había mandado por todos los que habían muerto y le dolía ver el sufrimiento, los lamentos”.

A sus espaldas está su pequeña de año y medio y tanto él como su pareja vienen año con año a reiterar su fervor. Cerca de él hay otras familias. Irvin Altamirano, por ejemplo, es un conductor de un bicitaxi que trajo a su “Santa” desde el sur de Ciudad de México para cumplir la promesa que le hizo cuando le pidió tener una hija.  

“Mi esposa no podía tener bebés. Tratamientos y todo y nada. Le pedimos, le pedimos, le pedimos, y ahorita mi bebé tiene seis meses”, relata el hombre de 33 años.  

Agrega que su devoción creció con el nacimiento de su niña, pero “La Santa” lo encontró desde que tenía unos seis o siete años. Su padre trabajaba todo el día, su madre era alcohólica y, de alguna manera, su fe lo salvó. Desde entonces la ha tenido difícil y pasó un tiempo en la cárcel, pero “La Santa” lo mantiene en pie.  

“Cada mes me la traigo. Tenga dinero o no tenga dinero, yo estoy acá”.  

Los tatuajes de sus brazos son visibles porque lleva una camiseta sin mangas y tocándoselos con ambas manos aclara: “A lo mejor nos vemos un poco malandros (delincuentes), pero nada que ver. La mayoría somos relajados y chambeadores (trabajadores)”.

Explica que más tarde montará a su “Santa” a su bicitaxi para llevarla a otras peregrinaciones y seguir el festejo. Por ahora, le sube a la música que escapa de una bocina portátil que carga consigo mientras las ofrendas siguen cayendo a los pies de su “Niña”, que mide más de un metro de alto y hoy viste de azul.

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Foto: Fernando Llano.

Un triste olor a muerte

 Zusak

Originalmente publicado en Esquire no. 65 (PDF aquí)

Se escapa la tranquilidad al leer una novela narrada por la muerte. Se escapa la ansiedad de saber que una novela narrada por la muerte sólo puede terminar en muerte. Se escapa la pena de pasar 550 páginas hundiendo las narices en la vida de personajes encantadores pero que, con todo y su encanto, sabemos que podrían morir.

The Book Thief se publicó en 2005 y ha ganado al menos 10 premios importantes, como el Publishers Weekly Best Children’s Book of the Year en 2006. Desde que salió a la venta fue un fenómeno y estuvo 375 semanas en la lista de best sellers de The New York Times. Ha recobrado importancia tras el éxito que tuvo hace unas semanas la cinta del mismo nombre.

Aunque una adaptación para cine sea muy buena y aprehenda la esencia de la novela, es muy complicado que logre reproducir todos los detalles, todas las descripciones. Por eso vale la pena leer The Book Thief aun tras haber visto la película, porque la minuciosidad de la prosa de Markus Zusak permite generar una experiencia distinta a la cinematográfica. Nos sentamos con el australiano para que nos hablara de esta enternecedora novela.

ESQUIRE: Cuando empezaste a escribir, ¿imaginaste que The Book Thief sería tan exitosa?

MARKUS ZUSAK: Al contrario, pensé que sería el menos exitoso de mis libros. Imaginaba que si a alguien le gustaba, lo recomendaría a sus amigos, pero ¿qué les diría?: “Trata de la Alemania nazi, está narrado por la muerte y al final casi todos mueren. Tiene casi 600 páginas, pero te encantará” [ríe]. No puedes imaginar que a alguien le interese leer eso, pero su éxito comprobó que no sé nada de la industria editorial. Sin embargo, creo que el hecho de que pensara que fracasaría fue lo que me liberó y me permitió tomar los riesgos que tomé. Fue como escribir para mí mismo, y creo que la gente lo percibió.

ESQ: Tus padres vivieron la Segunda Guerra Mundial en carne propia. ¿Qué influencia tuvo eso en la novela?

MZ: Crecí en Sídney y jugaba cricket bajo el sol, pero mis padres me hablaban acerca de su origen. Jamás me dijeron “este es el lugar del que provienes”, sino que me contaban historias. Mi madre, por ejemplo, decía que el cielo estaba cubierto de fuego y que tenía que colgar la bandera nazi en su ventana cuando Hitler cumplía años mientras escuchaba a sus padres discutir al respecto. Mi padre debía unirse a las juventudes hitlerianas, pero como no quería, se iba a un río a lanzar piedras al agua y cuando regresaba a casa sus padres le preguntaban “¿cómo te fue?”. Él mentía y decía que bien. Las historias que escuché no son las que observas en cualquier documental de la Alemania nazi. Así nació The Book Thief.

ESQ: ¿Qué tanto te preocupó que la gente que vio la película se fuera con una idea similar a la que buscaste transmitir con el libro?

MZ: Es curioso, pero no pienso mucho en eso. Lo que me llevo de esta experiencia es una película que celebra los libros y la idea de que estamos hechos de muchas cosas, pero sobre todo de historias. Los relatos que leemos, que escribimos y que nos gustan realmente tienen que estar inspirados en nuestras vidas. Lo que más me gustó de la adaptación es que recoge esta idea de manera central.