Una oración para Evita. ¿Por qué a 71 años de su muerte aún hay argentinos que añoran a Eva Perón?

Originalmente publicado en The Associated Press, febrero de 204 (link aquí)

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BUENOS AIRES (AP) – Todas las mañanas, desde la capilla del sindicato en el que trabaja en la capital de Argentina, Ángeles Celerier saluda a sus santos y eleva una oración. Buenos días, San Cayetano. Buenos días, Santa Teresa. Buenos días, Eva Perón.

Esta última no ha sido canonizada por el Vaticano —aunque el pedido existe— pero para Celerier eso no importa.

“Para mí es la santa del pueblo, la santa de todos nosotros”, dice la mujer de 56 años.

Lejos de Argentina hay quienes conocen poco o nada de esta ex primera dama que murió hace 71 años, pero en la cuna de ídolos como Messi y Maradona, Evita circula de mano en mano en los billetes de 100 pesos, habla al micrófono sobre el mural que adorna un edificio emblemático y planta rostro junto a los manifestantes que la imprimen en sus carteles de protesta.

“Tengo su estampita en mi billetera y la tengo en mi casa en un portarretrato chiquitito con una velita”, dice Celerier. “Le pido que nos ampare, que nos proteja”.

Otros trabajadores como ella la consideran su patrona o miran sus fotos con añoranza porque piensan que en tiempos de su marido, el tres veces presidente Juan Domingo Perón, todo marchaba mejor. 

“Para nosotros es la reserva espiritual del pueblo argentino”, dice Julio Piumato, director de Derechos Humanos de la central sindical más grande de Argentina y cuya firma figura en un documento de 2019 que solicita la beatificación de Eva.

“No hay otra figura que signifique tanto. Los sectores humildes se sintetizan en Evita”.

Según Piumato, entre 1946 y 1952, cuando un cáncer la mató a los 33 años y Perón concluyó su primer mandato, la pareja dignificó a la clase trabajadora y priorizó la justicia social.

El documento que ampara el pedido de beatificación menciona, por ejemplo, que mientras algunos países padecían el escozor que dejó la Segunda Guerra Mundial Perón gestaba una revolución cuyos protagonistas eran los trabajadores y los sectores más desprotegidos.

“Los santos nos muestran los caminos para llegar a Cristo e interceden ante Dios por nosotros”, afirma el texto entregado al Arzobispado. “En nuestra patria, generación tras generación se sigue convirtiendo por el mensaje humanista y cristiano de la abanderada de los humildes”. 

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El nombre importa.

María Eva fue la chica que dejó su pequeño pueblo de Los Toldos para salir a probar suerte como actriz en Buenos Aires. Eva Duarte es la estrella que posa en afiches. Eva Perón es la mujer del presidente. Y luego llegó Evita.

Evita fue quien trascendió la bandera albiceleste y escaló los peldaños de la industria cultural internacional. Fue a quien el británico Andrew Lloyd Weber compuso un musical en 1978. A quien Madonna copió el peinado en una película noventera. A quien los turistas buscan en el Cementerio de Recoleta cuando vacacionan por Argentina.

Es Evita a quien algunas feministas imprimen sobre sus pañuelos verdes y a quien obedece la denominación del movimiento que grita por transformación social.

“La representación de Evita en nuestra bandera representa estar con los de abajo y tratar de reivindicar su nombre a través del tiempo porque han pasado más de 70 años del nacimiento del peronismo, pero sigue más vigente que nunca”, dice Iván Tchorek, uno de los integrantes del Movimiento Evita, que tiene más de 150.000 integrantes y nació tras la crisis económica de 2001.

Evita es también quien decora algunos altares caseros, como si fuera un ser querido al cual se quiere recordar. 

“Evita es la figura cercana al pueblo”, dice Santiago Regolo, investigador del museo que lleva las tres sílabas de su nombre en la puerta.

“La gente empezó a llamarla así y esa construcción está vinculada al trabajo político y social que la distinguió de las mujeres que la precedieron y la toman como ejemplo hasta el día de hoy”.

Fue Evita —no María Eva, no Eva Duarte, ni siquiera Eva Perón— la que visitó fábricas y barrios. La que regaló su primer juguete a cientos de niños y pan dulces a las familias en Navidad. La que estableció espacios de vacación para los obreros que nunca se habían costeado un descanso. La que dio el empujón final a la causa feminista que en 1947 consiguió el voto para la mujer.

“Ahí se van ligando ciertas cuestiones que trascienden lo político para entablar cuestiones de orden sentimental, sacralizado”, dice Regolo. “Empieza a ser la compañera, la hermana, la madre de los humildes”.

El nombre importa y ella misma lo anotó en su autobiografía: “Prefiero ser Evita a ser la mujer del presidente si eso sirve a los descamisados de mi patria”.

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Rita Cantero tiene 71 años, surcos finos a un costado de los labios y el timbre suave de a quien le cuesta creer que la suya es una voz con algo por narrar.

“Mi mamá contaba que Evita era muy solidaria, que gustaba mucho a la gente por el servicio que hacía”.

Su madre, que como ella vivía en un pueblo al que la prosperidad le soltó la mano, conoció a la primera dama en una plaza frente a la catedral. Había un acto público, cuenta Cantero, y de pronto, Evita.

Embarazada de Cantero y sabiéndose madre soltera, doña Rafaela hizo lo único que le pareció sensato: pedir ayuda a Evita.

“A los 15 o 20 días le mandó el moisés, el ajuar completo para mí”, dice Cantero. “Por eso digo que yo soy peronista desde la cuna y a mí eso nadie me lo va a quitar”.

Según el sindicalista Piumato, Evita tenía todo un sistema que garantizaba que la fundación que llevaba su nombre funcionara como relojería suiza. Esto es, Rita Cantero ocupaba un moisés y Evita entregaba un moisés.

“Mi mamá siguió mandándole cartas porque después siguió estudiando de modista y dice que ella le mandaba sobres con dinero”, cuenta Cantero.

En su casa no hay velas ni altares con su imagen, pero no por eso es menos entrañable.

“Para uno es como una santa”, dice. “Por su condición de mujer muchos la juzgaron pero fue una chica honesta, trabajadora”.

“Luchó por la nación y fue la fuerza de Perón”.

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Perón murió dos décadas después de Evita y dos años antes de que la última dictadura militar tatuara su tinta macabra en la piel de Argentina (1976-1983), pero su nombre sigue dinamitando los ánimos del país donde la política despierta tantos amores y odios como el fútbol.

Tras las elecciones de noviembre de 2023, mientras la mitad de los argentinos apretaba los puños de pensar que el ultraderechista Javier Milei sería su próximo presidente, la otra mitad sonreía con sorna: el peronismo —el exmandatario Alberto Fernández— dejaría la Casa Rosada. 

El peronismo no es un partido, sino un movimiento. Va más allá de Perón mismo porque es doctrina, filosofía, un modo de vivir. No hay uno, sino varios peronismos —revolucionarios, progresistas y hasta neoliberales— y cada argentino defiende el suyo con la daga en la mano.

Lo que lo define se matiza según a quien se le pregunte. Santiago Regolo, del Museo Evita, explica que se fundamenta en la idea de justicia social.

“Se basa en los principios de independencia económica y soberanía política, de poder lograr una verdadera cultura y pensamiento nacional asociados a la idea de igualdad, de equidad”.

Si bien hay excepciones, es común que los sectores populares lo añoren y los acomodados lo rechacen.

Entre los argumentos de sus críticos —los antiperonistas, como el diputado Fernando Iglesias, quien en 2019 publicó un libro de 600 páginas que sostiene que fue la ruina del país— destacan que surgió de un gobierno autoritario, que es populista, que su asistencia social disfraza el clientelismo y que genera una dependencia excesiva del Estado. 

De la detracción no se salva ni Eva. Su fundación presionaba para obtener recursos, dicen. No era una santa, sino una arribista. Por un lado decía defender a los pobres y por el otro gastaba fortunas en vestidos Dior.

“¿Sería la santa de los vagos?”, tuiteó un usuario cuando el sindicato pidió canonizarla. “Santa patrona de los delincuentes y el choripán”, escribió alguien más.

Borrarla del mapa es también una bandera. Luego del golpe que derrocó a Perón en 1955 se prohibió nombrarla, desplegar su imagen, conservar los juguetes que obsequió. Los militares tomaron su cuerpo embalsamado del segundo piso de la central sindical donde ahora trabaja Piumato y, tras esconderlo un tiempo en Buenos Aires, optaron por enviarlo a Europa, donde pasó 14 años en una tumba con otro nombre. 

Poco después de que el cuerpo regresara —golpeado y deteriorado— el ejército volvió a custodiarlo tras el golpe de 1976 y sólo aceptó devolverlo a la familia con una condición: se enterraría ocho metros bajo tierra, sellado en una cripta de mármol para que nunca nadie más la vuelva a ver. 

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Un rumor cuenta que la tumba de Evita siempre tiene flores frescas.

Rojos son los pétalos que captura la lente de Catalina Castro en una tarde reciente. “Evita es lo mejor que le pudo haber pasado a este país”, asegura la joven de 22 antes de que el llanto le corte las palabras. “Incluyó a todo el pueblo argentino y los de arriba siempre repudiando eso”.

Su madre, que se llama Andrea Vellesi y la abraza, cuenta que hablar de Evita les afecta porque su familia vive un momento complicado. “Nunca estuve con tanta angustia”, dice sobre un paquete de medidas económicas que recientemente aplicó Milei.

De la puerta metálica del mausoleo que se tragó la tumba cuelgan cartas, fotos personales, una bandera, varios rosarios. En un papel trozado a mano se lee “gracias”.

“Para mí representó muchísimo porque fue la defensora del pueblo en los momentos más duros”, dice Manuel Cordero, un argentino de 68 años que vive en España y pasó a visitar la tumba con su familia. “Por más que la hayan criticado porque usaba joyas, fue muy defensora de la clase obrera y para mí eso es fundamental”.

Víctor Biscia, de 36, dice que en casa no tiene imágenes de Evita pero sí del fallecido expresidente Néstor Kirchner (2003-2007) y su mujer y sucesora Cristina Fernández (2007-2015), la segunda pareja peronista que más pasiones despierta en Argentina.

“Ellos representan el sentimiento popular”, dice Biscia. “Fueron claves en nuestra historia para conseguir derechos que se están acortando con el gobierno actual”. Hoy nadie convoca gente como Cristina, asegura, y la percibe como una Evita contemporánea.

El verdadero poder de Eva, dice la historiadora Sandra Gayol, reside en su capacidad de ser tantas Evitas como la gente quiera. Una suerte de Hidra con muchas cabezas.

La hija ilegítima. La muchacha de pueblo. La actriz que hizo su lucha. La esposa del presidente. La que criticó a la Iglesia por su caridad a medias. La que abrazó madres solteras. La que confortó ancianos. La de los zapatos caros. La que muerta recibió mensajes de “Viva el cáncer”.

“Ella refleja mucho de lo que somos como argentinos”, dice Gimena Villagra, de 27, detenida junto a la tumba. “No creo que haya alguien a quien no le signifique algo”.

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AP Foto: Natacha Pisarenko

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Que la poesía transforme al mundo en belleza, la apuesta del más reciente premio Ernesto Cardenal

Originalmente publicado en The Associated Press, febrero de 2024 (link aquí)

CIUDAD DE MÉXICO (AP) – Aquella tarde de invierno en que Alejandro Roemmers se despidió de su caballo, el aire fresco y las caminatas a la orilla del río, la tristeza le obsequió la poesía.

El poeta y empresario argentino nacido en 1958 apenas tenía 8 años, pero la melancolía de dejar atrás unos días felices en la sierra provocaron que al volver a Buenos Aires tomara un papel para poner en palabras su sentir. 

“Ese fue mi primer poema y de ahí en más me di cuenta de que tenía una forma de transmitir emociones que no podía o no quería decir de una forma común”, dijo horas después de haber sido galardonado con el Premio Ernesto Cardenal de la Concordia y los Derechos Humanos.

El reconocimiento entregado anualmente por la fundación que preserva y difunde el legado de uno de los poetas y pensadores más admirados de Nicaragua y América Latina celebra la dimensión humana, literaria, intelectual y teológica de sus premiados. Además de Roemmers fue homenajeada la escritora mexicana Elena Poniatowska por sus aportes al mundo literario.

Roemmers, quien también ha publicado novelas, realiza en paralelo obras filantrópicas de seguridad alimentaria, proyectos agropecuarios y restauración de templos, entre otros.

El argentino ha recibido otros reconocimientos como el Premio San Francisco, pero dice que éste es especial por lo que Cardenal representa. “La fundación hace honor a un poeta que viene del ámbito literario, pero que tuvo una trayectoria de influencia social, incluso política”.

Cardenal apoyó la revolución sandinista y trabajó un tiempo en el gobierno del actual presidente Daniel Ortega, pero terminó por distanciarse cuando el mandatario comenzó a concentrar el poder. El también sacerdote nicaragüense denunció el inicio de una “dictadura familiar”, lo que lo volvió blanco de críticas y hostigamiento.

Roemmers celebra que otros escritores defiendan los derechos y libertades humanas a través de las letras, pero dice que él se decanta por textos que aborden temas universales, que cualquier persona puede leer y disfrutar sin importar su edad o lugar de origen.

“El regreso del joven príncipe”, por ejemplo, fue publicado en 2008 y plasma la importancia que la evolución espiritual puede tener en la vida. Además, reflexiona si es posible preservar la inocencia mientras se enfrentan injusticias y maldades.

Roemmers no sólo piensa que este libro fue una suerte de camino espiritual para su propia vida, sino que ahora su aproximación a la realidad y las emociones desde la escritura también es espiritual. 

“La poesía te hace observar la realidad y luego tratar de expresarla”, dice. “Me obliga a estar atento no solo al momento presente, sino también a la naturaleza, porque la naturaleza es lo que más me inspiró al principio”.

¿Y cómo transformar esa naturaleza —ese árbol, ese jardín, ese atardecer que cualquiera se topa— en algo distinto? Con belleza.

“Un poeta dijo que la poesía era bordar con oro de nuestra fantasía los harapos tristes de la realidad y eso para mí ha sido lo que ha guiado mi camino espiritual, es decir, siempre tratar de transformar todas las situaciones hacia la belleza”.

Roemmers piensa que ésta se asocia a la generosidad y la compasión, por lo que parte de su trabajo se ha concentrado en estudiar y difundir el legado de San Francisco de Asís, quien nació en Italia y tuvo una primera vida privilegiada pero renunció a su herencia para priorizar los bienes espirituales a los materiales. De hecho, hace unos años lanzó la obra musical “Franciscus”, basada en la vida del santo y que se presentó en el teatro Broadway de Buenos Aires.

En este tiempo no ha abandonado los negocios ni la filantropía pero insiste en que la escritura es lo más íntimo y propio de su vida. “Es donde realmente puedo expresar mi interioridad”.

En abril, presentará una continuación de su libro más querido —se titulará “El joven príncipe señala el camino”— y se dice emocionado de llegar a más lectores.

Recuerda que para la primera entrega hubo una persona que le sugirió agregar su propia definición de Dios y hacer esa modificación al texto le hizo ver la manera en la que las miradas ajenas puede incidir en letras que ya parecían fijadas al papel.

“Siempre digo que los sucesivos lectores pueden sugerir continuaciones”, dice Roemmers. Y, con ellos, completar sus obras.

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Dominicanas luchan contra embarazo adolescente y matrimonio infantil en un país que prohíbe abortar

Originalmente publicado en The Associated Press, enero de 2024 (link aquí)

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AZUA, República Dominicana (AP) – Es sábado por la mañana y Marcia González debería estar en la iglesia, pero dejó a su marido a cargo de sus compromisos eclesiales. Libro en mano y voz de Caribe, ríe con las adolescentes que instruye en un colegio al sur de República Dominicana. 

“Órganos sexuales internos de la mujer”, dicen las letras de colores sobre un póster pegado al pizarrón.

Que su esposo sea diácono y ella coordine las actividades del templo no le impide nombrar las partes del cuerpo femenino libre de prejuicios y tabúes. “Él siempre ha tenido una mente muy abierta y dice que la educación sexual hay que traerla a las escuelas”.

La isla caribeña es una de las cuatro naciones que aún penaliza el aborto sin excepciones en América Latina, pero la imposibilidad de interrumpir de un embarazo es sólo un eslabón de la cadena que vulnera los derechos de la mujer.

Aquí, denuncian activistas, la pobreza lleva a algunas madres a casar a sus hijas de 14 o 15 años con hombres de 50 o 60. El estigma dificulta que los jóvenes accedan a métodos anticonceptivos y a información sobre su uso. La tolerancia al incesto silencia el abuso sexual.

De cada 1.000 jóvenes de entre 15 y 19 años, 42 fueron madres en 2023, dice el Fondo de Población de las Naciones Unidas, y hasta 2019, cuando UNICEF publicó su último informe sobre el matrimonio infantil en el país, más de un tercio de las dominicanas establecieron uniones antes de cumplir 18.

La ley prohíbe los matrimonios de menores desde 2021, pero activistas y líderes comunitarias aseguran que las uniones continúan porque se han normalizado o se desconoce la legislación.

“En el curso de Melanie, que es mi nieta de 14 años, dos amiguitas menores que ella ya están casadas”, dice Marcia. “Muchas madres le damos la responsabilidad de nuestros hijos a las hijas más grandes, entonces, en vez de cuidar muchachitos, mejor te vas con el marido”.

Para evitar que más niñas padezcan lo mismo, Marcia y otras dominicanas arman a las nuevas generaciones con educación. A través de agrupaciones locales o internacionales, forman “clubes de adolescentes” que abordan temas como educación financiera, autoestima y derechos reproductivos.

Así enseñan, por ejemplo, que organizar cajas de ahorro puede potenciar sus proyectos de vida y que conocer mejor sus cuerpos genera autocuidado. 

“Hay mitos que te dicen cuando uno tiene el periodo”, cuenta Gabriela Díaz, de 16 años, durante una visita reciente que el Women’s Equality Center organizó en su escuela. “Que estamos sucias o que tenemos la sangre sucia; pero eso es falso, porque estamos ayudando a nuestro cuerpo a limpiarse y a tener un mejor funcionamiento”.

Para ella y otras jóvenes, Marcia es lo que Plan International denomina “madrina”, una lideresa comunitaria que imparte los programas de esta organización que promueve los derechos de la niñez en comunidades vulnerables.

Según sus monitoreos, San Cristóbal y Azua, donde vive Marcia, son las ciudades dominicanas con mayores índices de embarazo adolescente y matrimonio infantil.

Para contrarrestarlo, sus programas gratuitos acogen a chicas de entre 13 y 17 años. Cada club se reúne un par de horas por semana, tiene hasta 25 participantes y cuenta con dos madrinas.

El modelo se replica en otras regiones como San Cristóbal, también al sur, donde la Confederación Nacional de Mujeres del Campo (Conamuca) lleva casi 40 años defendiendo los derechos de las dominicanas.

“Decimos que Conamuca nació con la lucha de la tenencia de la tierra, pero las coyunturas han ido cambiando y hemos integrado temáticas como soberanía alimentaria, reforma agraria y derechos sexuales y reproductivos”, explica Lidia Ferrer, una de sus líderes.

Sus clubes alcanzan a unas 1.600 niñas y adolescentes en 60 comunidades y su incidencia política y social aglutina a unas 10.000 mujeres en 15 federaciones.

Los módulos que abordan con las chicas cambian según las necesidades de cada región, pero entre los recurrentes destacan embarazo adolescente, uniones tempranas, feminicidio y sexualidad.

“Nosotras partimos de la realidad porque la vivimos, la padecemos y la sufrimos”, dice Kathy Cabrera, quien ingresó a los clubes de Conamuca a los nueve años y ahora, a sus 29, acompaña a las nuevas generaciones.

Según explica, la migración es cada vez más notoria en las zonas rurales, donde las mujeres caminan kilómetros para estudiar o conseguir algo tan básico como un galón de agua, y los servicios de salud no garantizan los derechos sexuales y reproductivos. “Tenemos un Estado que te dice no abortes, pero tampoco te brinda los métodos anticonceptivos necesarios para evitar el aborto”.

En las comunidades, asegura, hay niñas de 13 años viviendo con hombres sesenta y tantos y cuando se convierten en madres nadie cuestiona sus embarazos.

“Se ve como que el embarazo adolescente es de la adolescente, pero no se ve quién embarazó a esa niña y por qué ese hombre está libre”, asegura. “No se ve como una violación, sino como algo normal porque si mi abuela se embarazó y se unió a temprana edad y mi bisabuela también y mi mamá también, la norma dice que yo también”.

En otras ocasiones, refieren Kathy y otras activistas, hay padres que “entregan” a sus hijas a sus parejas porque no pueden mantenerlas o descubren que no son vírgenes.

“Mi hermana salió embarazada a los 16 y fue algo muy perturbante”, dice Laura Pérez, de 14 años e integrante de uno de los clubes de Conamuca. “Se unió a una persona mucho mayor que ella y ya tienen un bebé de un año. Yo digo que no fue lo mejor”.

Las dinámicas de los clubes cambian constantemente para que las adolescentes compartan sus experiencias en un ambiente seguro y amoroso. A veces inician con sesiones de relajación y otros días organizan juegos, como sopas de letras con palabras como “feminismo” y “sexo” o verdadero y falso. Por ejemplo, ¿es cierto que la educación sexual integral puede proporcionarte mejores habilidades para la vida?

Las huellas de los avances son semillas que germinan. Si un padre le dice a su hija que no corte limones cuando está menstruando, ella responde que eso no tiene sentido. Si un grupo de niñas va una fiesta y los baños no tienen pestillo, se acompañan para protegerse. Si una adolescente acude a una clínica de salud para pedir un implante anticonceptivo subdérmico y la enfermera amenaza con acusarla con su madre, sabe que cuenta con su madrina.

“Ellas me llaman para confiar cualquier cosa”, dice Marcia. “A mí me emociona que, de mi grupo de Plan, ninguna ha salido embarazada”.

Cada día es más común que en los salones de Plan y Conamuca retumben las voces de jóvenes que planean su futuro. Francesca Montero tiene 16 años y quiere ser pediatra. Perla Infante, de 15, psicóloga. Lomelí Arias, de 18, enfermera.

“¡Yo quiero ser militar!”, grita Laura Pérez, la chica de 14 que dice cuidarse para no seguir los pasos de su hermana.

“Estaba indecisa pero cuando entré a Conamuca dije ‘quiero ser militar’. Aquí vemos a todas estas mujeres que te dan fuerza, que son como tú, pero como una guía, como cuando un niño ve a alguien mayor y dice: ‘De grande quiero ser así’”. 

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¿De qué hablamos cuando hablamos de aborto? Así se ve la penalización total en República Dominicana

Originalmente publicado en The Associated Press, enero de 2024 (link aquí)

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SANTO DOMINGO (AP) – República Dominicana es uno de los cuatro países latinoamericanos que aún prohíbe el aborto sin excepción. 

Mientras los sectores conservadores y religiosos cierran filas para evitar la despenalización, activistas en favor de tres causales que permitan interrumpir embarazos en circunstancias extremas tampoco se rinden. Según explican, las leyes que criminalizan el aborto no sólo restringen el derecho a decidir, sino también vulneran las vidas de las dominicanas.

Aquí un panorama que sintetiza las aristas legales, religiosas y sociales en torno a la prohibición total del aborto en el país caribeño.

¿QUÉ DICE LA LEY?

El aborto se penaliza sin excepción y, según el Código Penal, cualquier persona que aborte enfrenta hasta dos años de cárcel. Para médicos, parteras o enfermeras, la pena va de cinco a 20 años de prisión.

¿QUÉ PAPEL JUEGA LA RELIGIÓN?

No hay otro país con una Biblia en su bandera.

El lema del Estado dominicano es “Dios, Patria, Libertad” y desde 1954 el gobierno tiene un concordato con el Vaticano, lo que implica que la religión oficial es el catolicismo, aunque la Constitución permita la libertad de culto.

Las escuelas imparten educación sexual, pero el espectro religioso incide. El programa “Aprendiendo a querer”, implementado por el Ministerio de Educación, nació de un acuerdo con la jerarquía eclesiástica para reforzar valores en las aulas.

La afiliación religiosa también pesa en el Legislativo. “Nosotros hemos orado por los congresistas y algunos congresistas se unen a nosotros en oración”, dice Martharís Rivas, directora de campaña de la organización 40 Días por la Vida, que realiza diversas acciones para poner fin al aborto en el mundo.

“Hemos ganado una mayoría provida en el Congreso y cada vez que intentan hacer cualquier cosa, nos damos cuenta”, añade. “Siempre hemos aportado a los debates que se han hecho internamente y los obispos se han acercado a los congresistas para conversar”.

¿ENTONCES, ABORTAR ES IMPOSIBLE?

No. En el campo se usan conocimientos ancestrales para interrumpir embarazos con brebajes y en las ciudades hay personal médico que se las ingenia para facilitar abortos con medicamentos como misoprostol.

“Legalmente no existe, pero si a mí me llaman, yo sé cómo encauzar esa situación”, dice una persona que trabaja en una clínica y pidió no revelar su identidad para no poner en riesgo su seguridad. “Lo que hacemos es hacerle indicaciones, porque eso (el misoprostol) se utiliza para úlceras, entonces tú indicas un complejo B, un antiácido y te lo venden”.

Además, hay redes de acompañantes como en México, dice la reconocida activista Sergia Galván.

“En 1995, teníamos tres centros de interrupción voluntaria del embarazo de manera clandestina, pero llegó un momento en que el riesgo fue muy alto”, recuerda. “Históricamente hemos tenido mecanismos pero no son suficientes, porque se dan en medio de procesos muy restringidos”.

¿QUÉ PASA CUANDO UNA MUJER SUFRE UN ABORTO ESPONTÁNEO?

La situación en los hospitales públicos es sumamente delicada, cuenta la enfermera Francisca Peguero, del Colegio Médico Dominicano. “Vemos inclusive muertes de adolescentes en las emergencias porque el médico se encuentra con una disyuntiva: si le presta atención, puede ser penalizado”.

Para las mujeres adultas, el panorama es aún más crítico. En los hospitales públicos, añade Peguero, hay policías que al ver a una paciente sangrando pueden denunciarla. “Tenemos mucha experiencia con mujeres que se han llevado presas, muchachas que se les saca el producto y, cuando salen de la sala de parto, ahí están esperándolas”.

Las pacientes suelen ser campesinas o mujeres de pocos recursos que buscan todo a su alcance para interrumpir su embarazo. “Recuerdo una adolescente que llegó con un pedazo de plátano en el útero”, dice Peguero. “Se introducen cosas porque está penalizado legalmente y por los padres”.

Narra que una vez atendió a una joven de 15 años que llegó desmayada y cubierta en sangre. Tras internarla, un policía subió a buscarla porque su propia madre la denunció. Aunque el embarazo fue producto de la violación de un tío, la mujer insistía en que su hija debía parir.

¿QUÉ OTROS ALCANCES TIENE LA PENALIZACIÓN?

Diversas organizaciones refieren que médicos y hospitales titubean al tratar a mujeres embarazadas si el remedio arriesga al feto o, en caso de que haya un aborto en curso, evitan internarlas para que no se registre el caso en su hospital. 

“Después de Dios, están los médicos”, pensó Rosa Hernández cuando confió la salud de su hija Rosaura al personal de una clínica en Santo Domingo.

Aunque no ignoraba que el aborto se penaliza en su país, sí desconocía que Rosaura estaba embarazada y eso le jugaría en contra. Según explica, la joven de 16 años tenía leucemia y los médicos retrasaron su tratamiento para no afectar al feto que no rebasaba el mes de gestación. A las pocas semanas, en agosto de 2012, murió. 

“A mi hija me la destruyeron”, dijo durante un encuentro reciente que organizó el Women’s Equality Center. “Llegaron a ponerle el tratamiento cuando ya no tenía vida. Un mes de embarazo fue más importante que sus 16 años”.

¿QUÉ EXIGEN LAS ACTIVISTAS EN FAVOR DEL ABORTO?

Lo primero sería despenalizar el aborto bajo tres causales: cuando esté en riesgo la vida de la mujer, cuando el embarazo sea producto de violación o incesto y cuando existan malformaciones fetales incompatibles con la vida.

Según Sergia Galván, la despenalización no sólo es necesaria porque la ley actual niega derechos sexuales y reproductivos, sino porque las dominicanas enfrentan problemáticas que van más allá de las decisiones sobre sus cuerpos.

Alrededor de un 30% de las adolescentes carece de acceso a métodos anticonceptivos, no existe la educación sexual integral laica, siete de cada 10 mujeres sufre violencia de género —como incesto, matrimonio infantil y explotación sexual— y los niveles de pobreza incrementan los riesgos de enfrentar un embarazo no deseado, afirma la activista.

“Todas esas situaciones son un riesgo que una mujer no busca”, dice. “Nuestro marco constitucional debería proteger en estos casos que no son aborto por elección, sino circunstancias extremas, para preservar la vida, dignidad e integridad de una mujer”.

¿EL ESCENARIO PODRÍA CAMBIAR?

A corto plazo parece improbable. Aunque el presidente dominicano, Luis Abinader, se comprometió con las tres causales como candidato, su gobierno no ha dado el paso y todo indica que se reelegirá en 2024.

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AP Foto: Ricardo Hernández

La cobertura de noticias religiosas de The Associated Press recibe apoyo a través de una colaboración con The Conversation US, con fondos del Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable de todo el contenido.

Con sus buñuelos, pasteles y cervezas, conventos del mundo reparten alegría y bendiciones en Navidad

Escrito con Giovanna dell’Orto y publicado en The Associated Press, diciembre de 2023 (link aquí)

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CIUDAD DE MÉXICO (AP) – La masa está lista, los guisos esperan calientitos en las ollas y los hábitos de las madres Adoratrices vuelan veloces por la cocina de su convento en Ciudad de México.

Las ventas de las delicias que salen de sus fogones aumentan con la temporada navideña, por lo que las monjas aprietan el acelerador para ir al día con pedidos que les permitan reunir algunos ingresos y fortalecer los lazos con su comunidad.

“Nuestra cocina es un testimonio del amor de Dios”, dice la hermana Abigail, una de las diez religiosas de clausura que pertenece a las Adoratrices Perpetuas del Santísimo Sacramento, orden italiana fundada hace casi 200 años.

“Mientras cocinamos, estamos orando. Estamos en presencia del Señor pensando que a lo mejor una persona se lo va a comer o lo va a regalar y alguien lo va a recibir con alegría”.

Las hermanas cocinan galletas, pasteles y rompope que la comunidad compra en persona o por teléfono. Los fines de semana además preparan banquetes para celebrar confirmaciones o bautizos.

Entre sus productos más demandados suelen esta los tamales —que se cocinan al vapor con masa de maíz rellena de guisos salados o dulces— y sus buñuelos, manjares crujientes que se preparan con harina, canela, agua y azúcar.

“En México, somos muy sociables y nos gusta comer bien”, dice la Madre Rosa, quien es la superiora. “Entonces, la comida de los conventos tiene mucha fama de ser muy sabrosa”.

Algunos de sus clientes les han sido fieles por décadas. En una casa cercana, cuenta la hermana Abigail, recién murió una vecina cuyos hijos y nietos aún les piden tamales. 

A más de 9.000 kilómetros de distancia, en la ciudad española de Granada, una mujer de 90 años también lleva en la memoria los dulces que su padre compraba en un convento como regalo navideño. “He nacido con las monjas haciendo dulces”, relata Pipa Algarra en una llamada telefónica.

Haciendo eco de las religiosas mexicanas, para ella no se trata solo del sabor de alfajores, almendras garapiñadas y roscas, sino de la espiritualidad. “La oración que está en medio no se paga”.

Fermín Labarga, profesor de Historia de la Iglesia de la Universidad española de Navarra, explica que hay generaciones de familias que compran los mismos productos apelando a ese sabor inigualable de las preparaciones caseras, lo que ayuda a los monasterios a reunir un poco de dinero aunque la producción no alcance niveles industriales. 

Para diversos monasterios alrededor del mundo, mantener las cocinas andando no es tarea sencilla porque las mismas órdenes enfrentan retos a gran escala. La afiliación a los conventos ha disminuido en América y Europa y los religiosos deben buscar el modo de costear sus necesidades diarias y la preservación de los edificios históricos en los que habitan.

Desde Santiago de Compostela, la abadesa Sor Almudena Vilariño reconoce que la primera motivación de la cocina conventual es económica, pero por debajo subyace el trabajo de oración. “Que estas pastas sean mediación de unión y paz a donde lleguen”.

En el Monasterio de San Paio de Antealtares, en Santiago de Compostela, Vilariño y otras religiosas mantienen vivo el legado de sus predecesoras: una tarta hecha con almendras que data del siglo XVIII. Las religiosas la preparan como hacían hace 50 años en un horno de madera con los ingredientes que les proveían las mujeres de la comunidad. 

La producción varía de un convento a otro. Las religiosas de Santiago de Compostela hornean hasta 44 tartas del almendra por jornada, la madre Rosa y sus hermanas en México fríen unos 500 buñuelos por semana y Sor Veronicah Nzula, abadesa de las Clarisas de Carmona, en Sevilla, cuenta que ella y otras 13 hermanas cocinan mensualmente hasta 300 tortas inglesas, como se conoce a los esponjosos hojaldres que espolvorean con azúcar glas y canela.

La tradición culinaria conventual no es exclusiva de las monjas. En algunas órdenes, también hay religiosos que se amarran el mandil a la cintura en sus respectivos recintos sagrados.

En Estados Unidos, el hermano Paul Quenon hornea pastel de frutas y dulces con bourbon desde los años 50 en la Abadía de Nuestra Señora de Getsemaní, en Kentucky. “Nos mantenemos con estos productos”, dice en una llamada. 

Monjes trapenses como él deben vivir sólo de su trabajo y donaciones, sin recibir recurso alguno de la arquidiócesis. Órdenes como la suya, explica, dependieron de la agricultura durante cientos de años, pero con el colapso de las pequeñas granjas a mediados del siglo pasado los monasterios viraron hacia la pequeña industria. Hoy los productos que él y otros 30 monjes preparan les han valido premios y sus pedidos aumentan alrededor del Día de Acción de Gracias y Navidad.

El hermano Joris, que responde al teléfono desde Bélgica, también tiene una historia sobre tradiciones, pero no de comida sino de bebida. El monje trapense elabora cerveza desde la Abadía de San Sixto, en Westvleteren.

Quizá un cervecero no es lo primero que viene a la mente cuando uno piensa en hombres que decidieron entregarse a la vida contemplativa, pero el religioso europeo explica que la tradición cervecera de su orden surgió en el siglo XIX, cuando los trabajadores laicos que construían la abadía tenían derecho a una pinta de cerveza al día.

El producto empezó a comercializarse alrededor de 1840 y desde entonces ha sido una fuente constante de ingresos. No obstante, no todos los monjes que habitan la abadía se dedican de lleno a la producción y la tarea suele estar encabezada por maestros cerveceros profesionales que ellos supervisan. 

Cada lote tarda siete semanas en estar listo y consta de unas 90.000 cajas, pero el hermano Joris asegura que su objetivo no es ampliar la producción. 

“Preparamos cerveza para vivir, no vivimos para elaborar cerveza… Es necesario que haya equilibrio entre la vida monástica y la vida económica”.

Como en los conventos de México y España, el trabajo de la Abadía de San Sixto también se guía por la oración. Su labor culinaria es mayormente espiritual y los monjes la mantienen, con ayuda de la memoria del paladar, para preservar una tradición que comparten con el mundo.

“Con el simple hecho de existir, recordamos a la gente: todavía están aquí”.

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Dell’Orto reportó desde Miami.

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AP Foto: Ginnette Riquelme

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¿Se puede abrazar la fe católica y defender el derecho al aborto? Activistas en México dicen que sí

Originalmente publicado en The Associated Press, diciembre de 2023 (link aquí)

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CIUDAD DE MÉXICO (AP) – Lo que hay es una mesa, una Virgen y un pañuelo. “María fue consultada para ser madre de Dios”, dicen letras blancas sobre la tela verde.

Las activistas de Católicas Por el Derecho a Decidir no piensan que la Biblia se contradiga con los ensayos feministas. Se puede rezar por la mañana y defender el acceso al aborto por las tardes; celebrar a la Virgen de Guadalupe cada 12 de diciembre y abrazar las causas de la comunidad LGBTQ+.

“Podríamos pensar que no se puede ser feminista y católica, pero aquí reivindicamos que ser mujeres de fe no es estar en contra de la progresividad, de los derechos humanos, de las personas con capacidad de gestar y de la diversidad sexual”, dice Cinthya Ramírez, quien forma parte de la organización.

La consigna del grupo ha sido clara desde sus inicios. Cuando se fundó en 1994, siguiendo los pasos de Catholic for a Free Choice en Estados Unidos, un grupo de teólogas y activistas empezó a denunciar la invisibilización de la mujer en entornos religiosos, a diferenciar las posturas de la jerarquía eclesiástica de las opiniones de la feligresía y a reinterpretar los textos sagrados con una mirada feminista.

“En la tradición católica hay argumentos como la libertad de conciencia y el derecho a decidir que nos dan opciones a las personas católicas, que practicamos nuestra fe, para tomar decisiones en libertad y decidir nuestro proyecto de vida”, dice Maribel Luna, otra integrante de Católicas.

Afirmar que la Virgen María decidió sobre su maternidad en vez de cumplir ciegamente el encargo de un arcángel es poco usual en un país que, con frecuencia, ve a sus sectores conservadores vestir de celeste para exigir dar marcha atrás a la despenalización del aborto.

Aquí no extraña que un arzobispo invite a los fieles a respaldar a un aspirante presidencial que rechaza el matrimonio igualitario ni que algunos grupos religiosos recen fuera de las clínicas de interrupción legal del embarazo. “Abortar es un crimen”, piensan muchos, y es un mensaje que permea entre algunas mujeres que reciben el cobijo de Católicas por el Derecho a Decidir.

Conscientes de que la decisión de abortar es compleja en esta nación mayoritariamente católica, la organización cuenta con un grupo de acompañamiento espiritual. El equipo se integra por teólogas y líderes de distintas religiones —como una pastora presbiteriana y un pastor luterano— que escuchan y confortan a mujeres que encuentran dificultades para conciliar su fe con la interrupción de un embarazo.

“Se fue formando una guía con base en el fundamento bíblico o teológico pero en un sentido de libertad”, explica la pastora bautista Rebeca Montemayor.

La mayoría de las mujeres entra en contacto vía telefónica o redes sociales y su situación es diversa. Algunas se comunican poco después de un aborto. Otras llaman porque se sienten indecisas ante la decisión y algunas más, tras décadas de haber abortado.

“Me han tocado mujeres con 30 años de estarlo cargando”, cuenta el fraile dominico Julián Cruzalta, quien forma parte del grupo y refiere que la jerarquía eclesiástica no ve con buenos ojos el trabajo de Católicas. 

“Nunca se han sentido libres porque se han sentido culpables desde el día que lo hicieron”, añade. “Es muy difícil quitar esa culpa de años, ver sus ojos de angustia y las pesadillas que tienen”.

El grupo no comparte la identidad de las mujeres o los detalles de sus situaciones por cuestiones éticas y de confidencialidad, pero sí discute las circunstancias generales para actualizar sus estrategias de acompañamiento y monitorear el contexto social.

La mayoría se siente abrumada por la culpa y la duda. ¿Cometí un asesinato? ¿Me iré al infierno? Otras piensan que no sólo ellas, sino sus familias, se condenarán. Algunas más sufren por las reprimendas de sacerdotes o pastores en los que confiaron y sólo empeoraron su remordimiento.

“Toma muchas sesiones de trabajo que se perdonen a sí mismas, que se comprendan”, dice el fraile. 

El acompañamiento del grupo implica más que charlas. Si una persona requiere atención psicológica, es derivada con un especialista. Si su inquietud es espiritual, las herramientas van desde la revisión de folletos electrónicos sobre la culpa hasta la lectura de textos bíblicos, meditaciones y rituales de sanación. 

“Yo les pido que escriban en un cuaderno quiénes eran. No quiénes son ahora, sino quiénes eran cuando tomaron la decisión. ¿Cuál era su situación? Porque siempre hacemos el juicio desde hoy, pero ayuda mucho regresar para que se reconcilien, para entender que hicieron lo mejor en ese momento”, explica Cruzalta.

Contextualizar la decisión de abortar también amplía la perspectiva política y social porque, según los teólogos y activistas de Católicas, la Biblia no tendría por qué penalizar lo que no se considera un delito ante la ley. 

“Ya hay leyes que se encargan de que no se pueda criminalizar a ninguna mujer”, añade la pastora Montemayor. “Entonces es importante que las comunidades religiosas hablemos de esto”.

Fuera del grupo de acompañamiento, la organización dialoga con jóvenes en ferias de sexualidad, capacita a personal médico —que con frecuencia alega objeción de conciencia para no practicar abortos— y produce “Catolicadas”, una serie animada que aborda temáticas que entrelazan lo religioso y social. 

Según Cinthya Ramírez, varias personas han compartido con la organización cómo ha cambiado su vida tras hallar nuevos modos de relacionarse con su fe. 

Cuenta que un joven de la comunidad LGBTQ+ dijo que releer la Biblia bajo una nueva mirada le permitió reivindicar su identidad sin sentir que se condenaría. En otra ocasión, una mujer que abortó agradeció al grupo que, tras algunas sesiones de acompañamiento espiritual, pudo comulgar y dormir en paz por primera vez en décadas. 

“Son experiencias que te llenan el corazón porque sabes que estos prejuicios y estigmas pesan en la vida de las mujeres. Por eso apostamos también por la despenalización social, que se debe de dar desde distintos ámbitos”, añade la activista.

De ahí los esfuerzos de ir más allá de la propia identidad católica y colaborar con líderes de otras confesiones.

“No se trata de que un discurso de odio diga lo que es pecado o no”, dice la pastora Montemayor. “Eso no checa con el discurso de Jesús en el Evangelio”. 

“Me preguntan mucho cómo una pastora evangélica puede estar con Católicas por el Derecho a Decidir y yo lo que les digo es que mi colaboración, más que católica, es por las mujeres. Estamos acompañando a las mujeres”.

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AP Foto: Eduardo Verdugo

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Hablar con el cuerpo: una bailarina une a México y Japón a través de la danza

Originalmente publicado en The Associated Press, diciembre de 2023 (link aquí)

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CIUDAD DE MÉXICO (AP) – Cuando la música le pide llorar, el rostro de la maestra Naoko Kihara apenas se aflige. Sólo su pecho se contonea sutilmente, como un ave lastimada en pleno vuelo. 

“La expresión es mínima porque se llora con el cuerpo”, dice envuelta en su kimono de rombos blancos y marinos.

“Es el baile el que está hablando, el que está interpretando aunque no sonreímos, no gritamos, no reímos”.

Su edad es un secreto pero nada en ella oculta los 24 años que ha practicado y enseñado danza tradicional japonesa desde que dejó Brasil, donde nació de un matrimonio originario de Japón, y se mudó a Ciudad de México.

La danza se lee en su espalda, que jamás se encorva, y en los pies que mantiene en punta y muy juntos, aunque esté relajada en un sillón durante una charla casual.

Es difícil que su oficio se comprenda en Brasil, donde la samba agita las caderas del país más grande de América Latina, o en México, donde los pies giran veloces al ritmo de la salsa.

“¿Estás haciendo yoga?”, le preguntó un espectador alguna vez, y la maestra respondió: “No, es una interpretación”.

Su compañía —llamada Ginreikai— pertenece a la corriente de danza Hanayagi Ryu, una de varias escuelas japonesas que comparte un hilo conductor. Todas interpretan bailes de pocos movimientos —lentísimos y contenidos, cual paso de tortuga— que se transmiten de generación en generación.

Cada repertorio está más cerca de lo sagrado que de lo festivo. Casi desde sus orígenes, las danzas antiguas como el kabuki se interpretaban para honrar al emperador, considerado un representante de Dios en la religión shinto.

De ahí la sutileza y la calma. Desplazar el cuerpo no como una ráfaga, sino como un glaciar empujado por el ímpetu del mundo. Piernas y brazos, kimono y abanico, al servicio del honor.

“No te enseñan un baile, sino una forma de vivir”, dice Aimi Kawasaki, de 21 años.

Hija de japoneses que echaron raíces en México, conoció a Kihara cuando estaba en kínder y ahora le confía su preparación para viajar a Tokio, donde espera recibir un diploma que certifique su destreza ante el directorio de Hanayagi Ryu.

“Me gusta los valores que (la danza) trasmite. No es nada más que te enseñen a bailar; te enseñan mucho más que eso”.

La danza tradicional japonesa, dice, es como el ballet, pero al revés: aunque las bailarinas también son delicadas y elegantes, jamás se paran en puntas ni alargan el cuerpo hacia el cielo.

“Una bailarina de danza japonesa está más bien agachada”, explica mientras su profesora muestra la postura: el tronco firme, las rodillas en flexión y los pies juntísimos, como si fuera una flor presa del suelo.

“Es para ser más humilde”, dice, y porque la danza japonesa esconde códigos profundos.

“Siempre tenemos nuestro cuerpo en la base de la Tierra porque somos parte de la naturaleza”, cuenta Kihara. “Es un respeto hacia la Tierra”.

Bajo la cosmovisión japonesa, la danza también se origina en el aire, el fuego y el agua. “Somos esa esencia; es nuestra base”.

Para tenerlo presente, cada bailarina realiza un juramento al recibir su diploma en Japón. Es como un manual de honra, dice Kihara. La promesa de preservar el legado adquirido.

Trece discípulas —siete de ellas de nivel básico— bailan de manera rutinaria frente a los espejos del estudio que heredó de su mentora, Tamiko Kawabe.

Durante medio siglo mantuvo viva esta danza japonesa en México, dice como si su predecesora fuera una leyenda, y desde enero de este año, cuando falleció, ella lleva la responsabilidad de continuar.

“Es muy fácil seguir esto en Japón, pero en exterior, no”.

En Occidente hay otros tiempos. No sólo los bailes son veloces. Voraz es la tecnología que nos comunica en segundos y ávida es la exigencia de concluir pendientes a todo vapor.

La danza tradicional japonesa, en cambio, es pura paciencia. Eiko Moriya, otra discípula de Kihara que también viajará a Tokio, lleva 25 años bailando y los últimos tres practicando las piezas con las que se certificará. 

En un viernes reciente, mientras sus pies se deslizaban sobre el piso de madera y su maestra la observaba a través del espejo, Moriya escuchaba atenta a sus indicaciones: mueve el pie sólo cuando te lo pida el canto, cuida el ritmo, no inclines el brazo de más.

Su cuerpo apenas se desplaza y, sin embargo, tiembla. Nunca un abanico suspendido en el aire se vio más poderoso y audaz.

“Lo que parece insignificante tiene un gran valor para el japonés”, dice Kihara.

Su canto largo favorito —como se conoce en Japón a las obras que baila— es una historia de amor no correspondido. En ésta, Kihara interpreta a una princesa convencida de que el hombre que ama se ha transformado en la campana de un templo. Entonces, para llegar hasta él, se convierte en una serpiente.

“No es con mucho movimiento, pero todo el movimiento significa que ella cree que se transforma”, dice Kihara. “Es una obra de enojo, de coraje, de no poder pero querer. Simboliza el sufrimiento de la humanidad”.

Las obras que interpreta ante el público mexicano son más cortas y menos complejas que los cantos largos —un número dura cinco minutos en lugar de 20 o 30— pero crear nuevas coreografías y adaptaciones para el contexto en el que vive no le resta emoción.

“Con la danza japonesa conseguimos conectarnos”, dice. “Es un trueque de culturas”.

“Ginrekai”, explica, quiere decir “monte de plata” y es el nombre que su predecesora eligió para su escuela bajo la percepción de que Japón y México comparten más que sus volcanes sagrados: si el Monte Fuji y el Popocatépetl son tan parecidos, es porque en el fondo somos todos iguales.

“En Ginrekai tenemos esa visión cósmica”, dice. “La tendencia de la humanidad es separarnos por religión, por cultura, pero para mí el baile es una manera de decir que todos somos uno”. 

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AP Foto: Ginnette Riquelme

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Más Dios y menos aborto: el aspirante que apela a la derecha para buscar la presidencia de México

Originalmente publicado en The Associated Press, noviembre de 2023 (link aquí)

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CIUDAD DE MÉXICO (AP) – Un día después de que se anunciara la despenalización del aborto, Eduardo Verástegui sacó un traje negro de su clóset y se vistió de luto para salir a buscar la presidencia de México.

“Es un recordatorio para que no se me olvide por qué estoy haciendo lo que estoy haciendo”, dijo el productor de cine en un mitin reciente al recordar su registro como aspirante independiente a las elecciones de 2024.

La candidatura está a un millón de firmas de distancia y su estrategia para reunirlas es queroseno en un país en el que cohabitan el catolicismo, el feminismo y la defensa de los derechos de la comunidad LGBT.

A veces reza en TikTok, otras invita a los mexicanos a escribir una historia de amor bajo su proyecto de “Dios, Patria y Familia” —gobernar con valores cristianos, dice— y en una ocasión —que según él fue una sátira— se grabó disparando un fusil de asalto para retratar cómo atacaría a los “terroristas de la agenda 2030, del cambio climático y de la ideología de género”.

En su currículum apenas figura la política y eso —dice— es músculo.

En los años 90 bailaba sin camisa en un trío de música pop y las telenovelas echaron mano de su galanura, pero ahora —a sus 49— Dios se cuela en sus ponencias, repite que defiende la vida porque México se gesta en los vientres de sus madres y se arrodilla en mítines para pedir perdón en nombre de todos los hombres a todas las mujeres. 

“Me gusta que sea un ciudadano y no un político”, dice Alejandra Hernández, de 46 años, durante un evento de recolección de firmas.

“Además comulgo con sus valores, con su fe católica. Como él dice: el derecho a la vida es el primer derecho y, si no lo tenemos, no tenemos nada”.

A pocos metros, envuelta en un chal estampado con la Virgen de Guadalupe, Felicitas Díaz cuenta que lo apoya porque es el único aspirante provida.

“Matar a seres inocentes no se vale. Yo estaba triste, preocupada, pensando ‘¿por quién voy a votar?’, y cuando nos dijeron de él, se me abrió una luz”.

La mujer de 65 cuenta que simpatizaba con un partido de derecha que compartía su ideología, pero las decisiones de ese bloque de cara a los comicios la consternaron.

Sin opciones para enfrentar a Claudia Sheinbaum, exalcaldesa capitalina y quien lidera las encuestas para suceder al presidente Andrés Manuel López Obrador, el Partido Acción Nacional (PAN) —por el que Díaz se decantaba— creó una coalición con partidos antes enemigos y lanzó como contendiente a la senadora Xóchitl Gálvez, cuyas ideas progresistas no representan al sector conservador de México. 

Raúl Tortolero, escritor que simpatiza con Verástegui, dice que el aspirante abandera a una nueva derecha que defiende valores similares a los de José Antonio Kast en Chile y Santiago Abascal en España.

Esta corriente, dice Tortolero, es totalmente religiosa y tiene siete pilares: Dios al centro de la vida, el rechazo al aborto y a la comunidad LGBT, la defensa de la propiedad privada, de la patria, de las libertades y de los derechos universales.

También hay jóvenes que lo respaldan porque apoya otras prioridades para ellos.

“Más que ultraderecha, como nos llaman los medios, somos patriotas”, dice Isaac Alonso, un emprendedor de 31 años que lidera una agrupación de jóvenes en apoyo a Verástegui.

Su lucha persigue empleos bien remunerados, acabar con la impunidad y erradicar la pobreza a través de la promoción del desarrollo económico.

“Somos mujeres y hombres valientes que no podemos dejar nuestro futuro en manos de políticos corruptos que son incapaces de gobernarse a sí mismos y pretenden gobernar una nación”.

Frida Espinoza, de 23 años y cofundadora de una organización provida, cuenta que conectó con Verástegui tras escuchar su testimonio de vida —cómo renunció a la fama y a los vicios cuando conoció a Dios— pero ahora le aporta una visión más crítica de la política local. 

“Existe un hartazgo de que los partidos se están aliando entre ellos con valores que no me representan”, dice. “No voy a estar a favor del voto útil porque no voy a legitimar a una persona que se oponga a todo lo que yo creo”.

Y por eso, incluso si Verástegui no afianza su candidatura, apoyarlo vale la pena.

“Es muy auténtico. No está buscando ser un Trump mexicano ni copiar otras personalidades. Simplemente se dio cuenta de que las causas que ya había tomado era necesario llevarlas a la política”.

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El “outsider” u hombre común que se dice distinto a los políticos tradicionales es noticia vieja en América Latina. Guatemala eligió como presidente a un comediante de televisión en 2015, pero el México reciente no había visto a un actor persiguiendo el puesto.

Tras el desgaste del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó por 70 años, un empresario prometió en el 2000 que el PAN resolvería los males nacionales en un parpadeo. El electorado le concedió dos sexenios de paciencia y en 2012 le regresó el poder al PRI.

Los escándalos de corrupción de ese último periodo dejaron un resquicio tan amargo que es difícil saber si la esperanza o la furia llevó a millones a votar por López Obrador en 2018, pero su triunfo fue tajante. 

En ese momento, explica el editor y escritor Diego Fonseca, quien recientemente publicó un extenso libro sobre populismo en América Latina, López Obrador ocupó el espacio del “outsider” porque él y su partido —Morena— desafiaban las estructuras partidarias.

“Morena es ahora un espacio más institucionalizado, un aparato que encontró en el priísmo un modo de vertebrarse, pero vive de un líder”, dice, y la salida de éste abre espacios marginales.

“Verástegui intenta medrar en esos márgenes”, añade Fonseca. “Busca ser una referencia mesiánica de reemplazo con otro discurso populista basado en ideas simples de fácil digestión”.

Muchas de esas ideas son incendiarias —como cuando dijo que la homosexualidad está vinculada a la pedofilia— y no sólo despiertan críticas en redes o el interés de medios que verifican noticias falsas, sino preocupación entre organizaciones de derechos humanos.

“En muchos países democráticos hemos visto a políticos como Verástegui hacer campaña cínicamente ante los votantes conservadores con la promesa de recuperar los valores ‘cristianos’ o ‘tradicionales’”, dice Cristian González, investigador de Human Rights Watch.

Sin embargo, agrega, esos mismos políticos trabajan en otros proyectos que socavan las normas democráticas y el Estado de derecho.

Líderes afines a Verástegui —como el primer ministro húngaro Víktor Orbán y los expresidentes de Brasil y Estados Unidos, Jair Bolsonaro y Donald Trump— han accionado contra los derechos de la comunidad LGBTQ+, el matrimonio igualitario y el aborto en paralelo a sus ataques a la libertad de prensa, la independencia judicial y la confianza en el sistema electoral, dice González.

“Tienden a convertir en chivos expiatorios a grupos como las mujeres y las personas LGBT mientras amenazan los derechos civiles, políticos y sociales de todos los ciudadanos”.

Associated Press solicitó varias veces una entrevista con Verástegui, pero no estuvo disponible.

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Cuando el aspirante que se viste de luto por los bebés no nacidos encabeza un mitin, los asistentes a sus eventos dicen sentir un nudo en la garganta al escuchar —una y otra vez— su historia personal.

Verástegui cuenta que nació en Tamaulipas, al norte de México, y aprendió a nadar en un río con su perro fiel. Cuenta que era feliz y luego se alejó de la felicidad. Cuenta que se mudó a la capital desafiando a sus padres, porque ellos querían que fuera abogado y él quería ser actor, y cuenta que, tras haber alcanzado el éxito y ser víctima de asaltos, decidió migrar como cualquier hijo de vecino en busca del sueño americano. Cuenta que cuando llegó a Estados Unidos no hablaba inglés, pero una maestra —que nadie conoce, pero eso no importa, cuenta— le enseñó el idioma y un buen día le preguntó: “¿Cuál es el propósito de tu vida?”.

Y así, cuenta, dejó de quejarse sin proponer soluciones, de ver a las mujeres como objetos sexuales e hizo una promesa a sus padres: jamás volveré a trabajar en ningún proyecto que afecte mi fe, mi familia o mi país.

Para no estar desempleado, cuenta, fundó una productora que financia proyectos acordes a sus valores —destacan dos filmes provida y uno que denuncia el tráfico de menores— y asegura que su experiencia le basta para gobernar: un productor contrata al mejor equipo y un político hace lo mismo.

“Un presidente no está obligado a saberlo todo, pero sí está obligado a reunir a los mejores en cada área”, dijo en un mitin reciente.

El populismo, explica Fonseca, es una religión política. Se vincula al ejercicio de la fe y su operación es carismática.

“Hay un relato, rituales y liturgia para una comunidad moralmente construida alrededor de la idea de que el caudillo es un redentor comprometido con el rescate del alma de la nación de las manos de sus enemigos”.

En los mítines de Verástegui, los aplausos ahogan sus discursos, decenas de mujeres le toman fotos sin parar y lo interrumpen con gritos de: “¡Verás que sí!”.

“Me gusta cómo pudo renunciar a ciertas cosas que sus convicciones le indicaban; cómo pudo persistir en su lucha y ver de qué manera podía contribuir a México”, dice Marisol Hernández, de 24 años.

“Él mismo dice ‘no soy un santo, me he equivocado’, pero reconoce que Dios ha actuado en su vida y eso es lo más fundamental”.

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AP FOTO: Eduardo Verdugo

La cobertura de noticias religiosas de The Associated Press recibe apoyo a través de una colaboración con The Conversation US, con fondos del Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable de todo el contenido.

Música, disfraces y el gozo de recordar a los difuntos: bienvenidos a las «muerteadas» mexicanas

Originalmente publicado en The Associated Press, noviembre de 2023 (link aquí)

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SAN AGUSTÍN ETLA, MÉXICO (AP) – Daniel Dávila pega saltitos para meterse en su papel y repetir su parlamento: “Yo soy el diablo chiquito, pariente de Satanás. Si con mi padre no te fuiste, ¡conmigo sí te irás!”.

El mexicano de San Agustín Etla dice que quiso ser diablo desde que cumplió 12 y participó en sus primeras “muerteadas”. En el estado de Oaxaca, donde vive, las comunidades celebran estas festividades de Día de Muertos desde niños y continúan emocionándoles por el resto de su vida.

Los detalles de cada muerteada varían de un pueblo a otro, pero la mayoría inicia con una visita a la iglesia local, donde los músicos tocan sus primeras piezas y los participantes piden la bendición a sus santos. Después inicia una puesta en escena y le sigue una procesión llena de bailes, brindis y visitas a las casas vecinas.

Daniel, que ahora tiene 33, confeccionó su disfraz de diablo semanas antes de la muerteada del 1 de noviembre. No recuerda cuántos cascabeles cosió a la tela roja, pero cuando se mueve con el traje puesto, parece una sonaja. Sus brincos no carecen de esfuerzo: entre pantalón y chaleco, su traje pesa unos 30 kilos.

“Me gusta el diablo por la forma en que se baila, brincando, y por el sonido”, dice.

En la puesta en escena, el humor nunca falta. La trama es la siguiente: tras la muerte de su marido, una mujer acude a su padre –un hacendado—- para pedirle que le ayude a revivirlo. El viejo manda traer a varios personajes, como un sacerdote y un doctor, pero todos fracasan. Quien lo resucita es el espiritista y por eso algunos dicen que las muerteadas festejan el triunfo de la vida sobre la muerte. 

“Nosotros tenemos la creencia de que nos vienen a visitar nuestros difuntos y ésta es una manera de recordarlos en vida”, explica Daniel, cuyo personaje juguetón se dedica a jalar los pies al muerto. “No sólo es ir a bailar, saltar y emborracharse”.

De acuerdo con Víctor Cata, secretario de Cultura de Oaxaca, las primeras muerteadas fueron procesiones en las que las familias se ponían máscaras de jaguar. En tiempos prehispánicos, la gente temía que no brotara el sol y se extinguiera la vida. Se pensaba que con el fin del mundo habría mujeres que se convertirían en monstruos y devorarían a los humanos. En consecuencia, los pobladores se ocultaban bajo sus máscaras y pasaban la noche en vela.

“San Agustín Etla es una comunidad de orígenes zapotecos”, dice el secretario. “Pero las culturas viven y obedecen a sus tiempos. El culto a sus muertos ha ido cambiando y por eso ahora vemos una fiesta donde hay mucha alegría”.

Las muerteadas tienen un guion de base para algunos personajes como el de Daniel, pero la mayoría de los actores improvisa. Sus líneas se declaman en verso y se aprovecha la ocasión para ventilar chismes locales y burlarse de los políticos. Algunos se incomodan o molestan, dice Daniel, pero la mayoría pasa un buen rato.  

Efraín García es otro oaxaqueño que pasó años disfrazándose de diablo, pero para estas muerteadas decidió ser espiritista. Desde su casa en el pueblo de San José Etla, dedicó una semana a pegar casi 900 espejos a la capa de su traje. Y, aunque sabe que moverse con esos 35 kilos de disfraz sobre la espalda será exhaustivo, está contento con el resultado.

El hombre de 57 dice que el gusto por las muerteadas se hereda. Sus hijos confeccionan trajes como él —incluso para ponerlos a la venta— y sobre una percha de su patio cuelga el disfraz de diablo de su nieta, un traje morado y diminuto con pocos cascabeles para que la pequeña pueda bailar sin esfuerzo.

“Esta fiesta la celebramos porque a nuestros difuntos les gustaba”, dice Efraín. 

Los organizadores del evento también se preparan con mucha anticipación. Horacio Dávila, primo de Daniel y uno de los encargados de la seguridad de las muerteadas, cuenta que la banda musical se agenda con un año de antelación. 

Las muerteadas no son baratas, explica. Los pobladores de algunas comunidades deben pagar una cuota para participar en la puesta en escena y se espera que los vecinos contribuyan con el pago de la banda. Los disfraces son aparte. Uno de diablo o espiritista, como los de Daniel y Efraín, puede costar hasta 15.000 pesos (unos 800 dólares).

La gente paga con gusto porque las muerteadas forman parte de nuestra identidad, asegura Horacio, y para muchos como él es la época más esperada del año.

“A los mexicanos algunas cosas nos duelen, pero luego las agarramos con risa, con burla”, dice. “Cuando yo me muera, no quiero que me lloren. Quiero que estén cantando, que traigan la música y se pongan a bailar”.

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AP Foto: María Alférez

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Narcissus Quagliata, el maestro italiano que pinta con luz

Originalmente publicado en The Associated Press, octubre de 2023 (link aquí)

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VALLE DE BRAVO, México (AP) – Narcissus Quagliata no pinta con óleo, sino con vidrio. 

Apoya una mano sobre una mesa blanca y con la otra espolvorea partículas que parecen confeti de cristal. Para el vitralista italiano que desde 1995 vive en México, el arte más poderoso nace de la luz.

“La luz, con el vidrio, te mueve hasta el fondo, como cuando uno ve un vitral en una iglesia y tiene la luz precisa”, dice el artista de 81 años.

El maestro no es maestro porque lleve más de medio siglo creando vitrales por encargo. O sí, pero no sólo. Su legado más preciado es una técnica que permite amalgamar colores en un mismo panel.

Los alcances de su invento, el vitral de vidrio de fusión, pueden verse en “Holy Frit”, un documental que se estrena en noviembre en Estados Unidos. El filme viaja hasta 2015 y retrata cómo Narcissus le salvó el pellejo a Tim Carey, un colega que se vio en el aprieto de la doncella que debía convertir la paja en oro.

—¿Hola? ¿Tim? Dime algo: ¿Cuál es el vitral más grande que podrías hacer? —le dijo el arquitecto a cargo de un nuevo templo metodista en Kansas.

El artista mordió el anzuelo y así empezó el proyecto más ambicioso de su carrera: 161 paneles que, al juntarse, formarían un vitral de 30 metros de largo. 

Tim no sólo se mordía las uñas por el tamaño de la obra, sino por su contenido. Aceptar el proyecto implicaba ponerse al servicio del Señor.

El pastor Adam Hamilton, fundador de la congregación cristiana que hizo el encargo, dijo en “Holy Frit” que visualizaba el vitral como un medio a través del cual se expresaría la gracia de Dios para decir a sus hijos: “Aquí estoy”.

Tim realizó 76 bocetos antes de obtener su visto bueno. En el diseño final, Cristo está en el centro y a su alrededor conviven motivos tan diversos como el Espíritu Santo y Martin Luther King.

Lo que Tim ocultó al pastor es que su bosquejo combinaba más de un color en una misma hoja de vidrio y en el vitralismo tradicional esa hazaña era un sueño guajiro.

Atemorizado, hizo lo que le dictó la tripa: llamó a Narcissus y le dijo: “¿podrías venir?”.

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Piensa en la última vez que pisaste una catedral y la luz te hizo girar la cabeza hacia un vitral.

El origen del vidrio es muy antiguo, pero el vitralismo se popularizó en los templos románicos hace unos mil años. En palabras simples, los vitrales son piezas compuestas por hojas de vidrio que se ensamblan con varillas de plomo.

La técnica para colorear vitrales ha sido variable, pero por siglos mantuvo una limitación: un color por lámina y no más. ¿Y eso cómo se ve? Imagina una mariposa cuyas alas son azules, verdes y amarillas. ¿Cuántas placas de vidrio tendrá? Seis (o tres por lado). Dos azules, dos verdes, y dos amarillas. Todas unidas por plomo.

Para fusionar más de un color por lámina, algunos vitralistas intentaron fundir vidrios de distintos tonos, pero la química los venció. Dado que cada color posee distintos minerales y éstos determinan su temperatura de enfriamiento, puede que una placa con azul y rojo se funda en el horno pero luego se quebrará.

En la mezcla se da un combate de colores, explica Narcissus. Uno quiere expandirse, el otro contraerse y ¡crack!

A finales de los años 70, una proveedora de vidrio estadounidense llamada Bullseye retó la ciencia. Su logro fue el vidrio de fusión, o ese confeti cristalino que Narcissus espolvorea como un pastelero sobre vidrieras que, una vez expuestas a 800ºC durante 18 horas, formarán figuras.

“Eso quiere decir que puedes crear una imagen en vidrio sin plomo”, explica. “Puedes meter al horno una hoja del tamaño de un libro, ponerle 80 colores ¡y no se truena!”.

Entre la invención del vidrio de fusión y la llamada de Tim pasaron décadas, pero cuando Narcissus emprendió el viaje para ayudarlo a crear la “Ventana de la Resurrección”, el maestro iba contento y seguro: había pasado los últimos 40 años perfeccionando el arte de pintar con vidrio.

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Narcissus es como el Steven Spielberg de los vitrales, dice Tim en “Holy Frit”.

Trabajar codo a codo con un genio tiene su precio. Primero Narcissus le sugirió modificar el diseño. Luego, cuando sacaron su primer panel del horno —una pieza en verde que retrata a Noé— le dijo que no le convencían los colores. Y, durante una noche en que sentían que los devoraba el tiempo, le aconsejó cortar la comunicación con su familia y mudarse a su estudio.

—Si apesta, apesta. Es sólo una obra de arte —balbuceó Tim.

—Si apesta, toda la gente de una comunidad verá algo que hiciste, así que es tu responsabilidad que eso no suceda —respondió serio su sensei.

Aunque no lo confesó, él también tenía algo que perder. Podría ser el Yoda de los vitrales, pero hasta ese momento Narcissus nunca había empleado su técnica de fusión en 161 paneles de 1,2 x 1,5 metros para retratar 90 figuras.

A sus 73 años, aún le quedaban monstruos por domar.

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El maestro es lo que se esperaría de un artista que nació en Roma a mediados de la guerra. La melena blanca. Los lentes de pasta. El acento que patina sobre su español perfecto.

Antes de mudarse a México, pasó tres décadas en Estados Unidos. A los 19 dejó Roma rumbo a Nápoles y de ahí viajó en barco a Nueva York.

Sólo pasó un mes en la Gran Manzana, pero la casualidad lo arrojó al espacio que marcaría el rumbo de su vida: una exposición en la que el Museo de Arte Moderno presentaba vitrales de Marc Chagall.

“Había uno o dos vitrales por sala, iluminados desde atrás artificialmente”, cuenta mientras mueve las manos como director de orquesta. “Eran bellísimos, bellísimos, bellísimos”.

“Me acuerdo de quedarme muy emocionado y con el síngulo (único) pensamiento de que, si yo comparaba las pinturas de Chagall con los vitrales, los vitrales eran mucho más fuertes. ¿Y por qué? ¡Por el vidrio!”.

Al poco tiempo se mudó a California, donde estudió Bellas Artes y empezó a encontrarse a Janis Joplin en las fiestas, pero la impresión de las vidrieras siguió latente en él.

Aunque para entonces quería pintar como Matisse o Picasso, cuando surgió el Movimiento Arts and Crafts —y se difuminó la línea entre lo artesanal y lo artístico— recordó la fuerza del vitral.

Eran finales de los años 60 y aquel Narcissus en sus 20’s pensaba: lo que podría hacer con vidrio rojo, con vidrio azul. Wow.

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Narcissus Quagliata y Tim Carey pintan de pie frente a una mesa blanca. Apoyan una mano sobre ella y con la otra espolvorean trocitos de vidrio de color.

“La diferencia entre pintar y trabajar con vidrio es que lo que nosotros hacemos pasa por un volcán”, dice Narcissus en “Holy Frit”.

“No se me ocurre otra forma de arte que tarde un día en revelarse a sí misma”, sigue Tim, en referencia a las horas que el fuego tarda en fundir el vidrio y soplar vida en la obra.

En la “Ventana de la Resurrección”, la piel de Cristo es amarilla. Tiene retazos rojos. Su mirada mezcla naranja, rosa y morado. Es irreal y, a la vez, real.

“El vidrio de fusión es espontáneo. Despierta un sentimiento genuino que es raro en la pintura religiosa, que siempre hace clichés”, dice el maestro.

Cuando los primeros feligreses vieron el rostro divino colgado en su templo, lloraron. Lo fotografiaron con sus teléfonos. Cada uno de ellos donó lo que pudo para reunir los 3,4 millones de dólares que costó el vitral.

Un puñado se acercó a Narcissus y él, sonriente, dijo: es la técnica que inventé.

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En más de seis décadas ha hecho de todo. Vitrales para residencias, oficinas y templos. Obras arquitectónicas y artísticas. Sus vidrieras destellan lo mismo en Italia que en Taiwán.

En México armó las piezas de un domo romano que Miguel Ángel reconstruyó y hoy puede visitarse en la Basílica de Santa María degli Angeli, en Italia. En Alemania completó la tarea más titánica de todas: un domo con 1.152 paneles y 30 metros de diámetro que le tomó más de cinco años de desvelo y fue inaugurado por el presidente taiwanés.

Hoy piensa que lo más particular de su trabajado ha sido la perspectiva de su obra: el vidrio visto desde los ojos de un pintor. “Mi carrera está definida por tres cosas: una es la luz, la otra es el amor por la figura —muy bella o muy distorsionada— y la obra que tiene algo de social”.

En general no le cuesta despedirse de sus obras pero concluir el domo de Taiwán fue distinto. “Cuando terminé, regresé aquí y me deprimí varios meses. Fue más que una tristeza, fue como haber ganado las olimpiadas y después correr una carrera local”.

Salió adelante tras responderse una pregunta: ¿Cuándo fui más feliz como artista? Y entonces recordó: era joven y a duras penas juntaba la renta pero la energía y la esperanza que sentía fue suficiente para renunciar a la pintura y volcarse por completo al vidrio.

“Y entonces me dije: ¿por qué no hacer lo mismo? En vez de pensar todo lo que has hecho en el pasado, piensa lo que quieres hacer en el futuro y hazlo con el mismo espíritu de aventura que tenías cuando eras joven”.

Así aprendió a dar clases remotas, encarar la tecnología y —con ayuda de su hija, quien es artista de video experimental— preparar una masterclass.  

También amplió su estudio. Ahora, dice, tiene más de 80 años y ya no le gusta viajar pero le ilusiona recibir a estudiantes que deseen aprender a pintar con luz.

“En vez de salir al mundo a enseñar, quiero que el mundo venga a mí”.

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AP Foto: Ginnette Riquelme

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