Tradicional quema de Judas vuelve con su buen humor a México

Originalmente publicado en The Associated Press, abril de 2023 (link aquí)

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CIUDAD DE MÉXICO (AP) — ¡Atención, hombres malvados! Si los mexicanos se enteran de sus fechorías, podrían caricaturizarlos en figuras de papel maché y hacerlos estallar en mil pedazos.

La tradicional “quema de Judas” se prende en México cada Sábado de Gloria, cuando habitantes de todo el país se reúnen en los barrios para destruir figuras de cartón que fabrican artesanos locales y representan a personajes perversos. El festejo se realiza al margen de las celebraciones de Semana Santa de la Iglesia Católica y suele estar cargado de buen humor.

El investigador Abraham Domínguez explica en un artículo de la revista del Instituto Nacional de Antropología e Historia que este ritual se originó en Europa durante la Edad Media y llegó a América con la conquista española. Aunque se desconoce cuándo empezó a realizarse en este continente, los primeros registros datan del siglo XIX.

De acuerdo con Domínguez, la figura original representaba a Judas Iscariote, quien según la Biblia traicionó a Jesús. “Al explotar con cohetes, se destruye simbólicamente la maldad y traición”, explica el experto.

Muchos mexicanos, sin embargo, han ido un paso más allá. En un país donde lo usual es burlarse o reírse de los males que aquejan, algunos Judas tienen aspecto de diablito y otros son líderes políticos caricaturizados.

“Son una parodia de la idea social del mal”, dice Domínguez. “En la quema de Judas, el mal social se vuelve risible”.

Ajusticiar a los malos gobernantes (al menos con cohetes y cartón) sería imposible sin los artesanos que dan vida a los monigotes tras años de experiencia en el modelado de papel y aplicación de pintura multicolor.

Marcela Villarreal, de 50 años, lleva una década trabajando como “cartonera” y este año se unió a varios colegas para confeccionar las figuras que arderán en el barrio de Santa María la Ribera, en la capital mexicana.

Si bien la quema se realiza el Sábado de Gloria, Marcela y otros miembros de la organización Cartoneros de la Ciudad de México encabezaron desde el jueves un festival para exponer y vender su obra. La agenda incluyó talleres, conferencias, rifas y bailes.

Marcela explica que la tradición de la cartonería inició en México con Pedro Linares, un artista que pasó a la historia por sus alebrijes, figuras de papel maché que se pintan con colores vivos y representan animales o figuras imaginarias.

Según esta cartonera mexicana, modelar Judas que no se asemejan al personaje bíblico sino a gobernantes contemporáneos implica que en la quema se representa aquello que tiene gran peso en la cultura colectiva.

“Se queman como representación de eso que la gente les está recriminando”, dice. “Los encienden y es como darle salida a tu inconformidad del momento”.

Para ello, explica, tienen a un “maestro cohetero”, es decir, a un hombre especializado en encender los cohetes que destruirán a los Judas. Su papel es clave durante los festejos para evitar incendios descontrolados o estallidos que pongan en riesgo a los participantes.

Marcela y sus colegas tardaron más de dos meses en confeccionar 12 Judas para el evento en Santa María la Ribera. De éstos, sólo cinco se destinaron a la quema y el resto se exhibirán en un museo.

Dentro de cada figura, hay un esqueleto de carrizo, un material que se fabrica con palma seca y se moja para ajustar la forma. El carrizo se amarra con un hilo adherente y, una vez que está listo el armazón, se cubre con periódico y papel kraft, una suerte de cartón.

El material se mantiene unido con engrudo, una mezcla de harina y agua que se calienta y luego se deja enfriar. El paso final es pintar el Judas y esperar a que seque.

El gran protagonista del festejo de Santa María la Ribera fue un Judas que mide más de tres metros y cuyo cuerpo exhibe máscaras que representan los siete pecados capitales. Ese monigote tuvo la suerte de salvarse de los cohetes y acabará sus días en un museo.

Cartoneros de la Ciudad de México lideró el evento en este barrio por sexto año consecutivo y Marcela asegura que ha disfrutado cada uno de ellos. Lo que más le gusta de la quema de Judas, asegura, es que tantos mexicanos se reúnan para disfrutar del evento y se dé a conocer su legado.

“Es un espectáculo ver cómo se prenden los Judas, ver la emoción de la gente”, dice. “Lo más gratificante para nosotros es ver este trabajo que es parte de una tradición a partir de una unión de gente que a veces no sabe que existe”.

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AP Foto: Marco Ugarte

La cobertura de noticias religiosas de The Associated Press recibe apoyo a través de una colaboración con The Conversation US, con fondos del Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable de todo el contenido.

Con fe y buen ritmo, mexicanos gozan posadas en Xochimilco

Originalmente publicado en The Associated Press, diciembre de 2022 (link aquí)

Versión en inglés aquí.

CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Ya con la túnica de terciopelo puesta y el sombrero ajustado, a Miguel Zadquiel sólo le falta colocarse la máscara y escuchar el primer golpe del tambor para empezar a bailar.

“Por cada sonido que hace, yo muevo los pies”, dice como si la música ya sonara en su cabeza. “Da un golpe y yo muevo un pie, el otro. O doy una vuelta y muevo los hombros. Cada quien tiene su estilo”.

A sus 14 años, Miguel ya es un orgulloso integrante de la comparsa “Brinco de fe”, un grupo de medio centenar de bailarines conocidos como “chinelos” que del 16 al 24 de diciembre encabezaron una serie de procesiones católicas en Xochimilco, un barrio al sur de Ciudad de México.

El recorrido forma parte de la temporada de posadas, pero en esta zona de la capital cumple un propósito adicional: celebrar al Niñopa, una representación del niño Jesús que los vecinos estiman como su patrón.

Las posadas son una tradición del México posterior a la conquista. Se llevan a cabo durante nueve noches y en cada una los devotos recuerdan el peregrinaje de José y María para buscar refugio antes del nacimiento de Jesús.

Para ello, un hombre y una mujer se disfrazan como la pareja y peregrinan acompañados de algunos vecinos mientras sostienen veladoras o luces de bengala. Al llegar a una casa previamente seleccionada tocan la puerta, intercambian una canción con quienes esperan al interior y pasados unos minutos ingresan para celebrar juntos la llegada de Jesús.

En Xochimilco las posadas involucran todos los sentidos. Al ritmo del tambor, el clarinete y la trompeta, uno se siente tentado a bailar mientras camina, como los integrantes de la comparsa de Miguel. En el trayecto se reparten gorros de colores, globos y reguiletes. Los fuegos artificiales hacen su aparición de manera inesperada y apenas da tiempo de sacar el teléfono para inmortalizar el instante.

“Primera vez que vengo y me ha encantado. Es muy alegre todo, muy feliz”, dice Donaldo López, un mexicano de 25 años que vive en otro barrio pero se unió a la posada del Niñopa por invitación de su hermana, que recientemente se mudó a Xochimilco.

A su costado hay dos niñas pequeñas que sueltan un puñado de confeti sobre la calle mientras su madre prepara su cámara para fotografiar al festejado, una figura de madera del tamaño de un bebé de carne y hueso que hoy viste de blanco.

Nadie sabe con certeza quién talló al Niñopa, pero se cree que fue hallado cerca de la catedral de Xochimilco después de la conquista española. A la fecha se le considera milagroso y sus devotos suelen rezarle cuando un familiar enferma y esperan su recuperación.

“Hemos visto varias historias de él en internet y varios conocidos nos han contado cosas que les ha cumplido”, cuenta Fernanda Mimila, de 20 años. “A mí y a mi familia siempre nos pasa que cuando lo vemos de cerca o lo vemos pasar en algún lugar sentimos la vibra y nos dan ganas de llorar”.

Antes se permitía que sus devotos lo cargaran durante la procesión pero ahora se le cuida con esmero. Se calcula que tiene unos 450 años, así que las precauciones nunca están de más.

No se puede exponer a la luz solar, al flash de las cámaras o a la humedad, explica Abraham Cruz, cuya familia organizó la sexta posada de esta temporada invernal. A sus espaldas, en lo que parece ser la cochera de la vivienda, el Niñopa luce sonriente y tranquilo desde una suerte de altar casero mientras inicia la procesión.

Tener al Niñopa en el hogar es el honor de una vida. El respeto y cariño hacia esta representación de Jesús se transmite de una generación a otra y organizar una posada en su nombre es tan deseado que se solicita con décadas de anticipación. La fiesta de hoy se asignó hace diez años, pero la segunda de la temporada se comprometió hace 28, asegura Abraham.

Asumir esta responsabilidad implica planeación y ahorro, pues la familia que organiza la posada debe costear hasta el último detalle: desde los globos que flotan sobre las cabezas de los participantes hasta la misa y los tacos que se ofrecen a todo el que guste formar parte del festejo.

Como en otros barrios de México, en Xochimilco existe una “mayordomía”, una familia o grupo de personas que se encargan de salvaguardar alguna imagen sagrada para la comunidad. Este rol también tarda décadas en asignarse y cuando eso ocurre, las familias destinan un espacio de su casa para él.

Durante las nueve posadas, el proceso se repite día tras día: los posaderos elegidos para la jornada recogen al Niñopa en la mayordomía, lo trasladan a una iglesia donde se celebrará una misa, ofrecen un almuerzo en su honor y luego lo llevan a casa, donde otros devotos lo visitan y esperan a la procesión nocturna, que concluirá con su regreso a la mayordomía y los cantos de acompañamiento a María y José.

A la caminata nocturna se unen miles de personas. Las parejas se toman de la mano. Los nietos empujan las sillas de ruedas de sus abuelos y los padres abrazan a sus hijos pequeños para calentarlos si sienten frío.

Al frente de la procesión avanza la comparsa junto a la banda de música. Le siguen María y José disfrazados y al final el Niñopa, que para su protección viaja cómodo y seguro en una camioneta BMW.

Vestida de rosa al igual que sus pequeñas, Magda Reyes toma las manos de sus hijas de siete y once años mientras cuenta que ha asistido a las posadas del Niñopa desde que era niña. “Xochimilco es muy devoto de lo que representa. Mi mamá me traía (a las posadas) y ahora yo traigo a mis hijas”.

Para muchos, la noche más especial llega con la última posada, el 24 de diciembre.

Después de la procesión, cerca de la pareja que representa a María y José, los asistentes cantan para arrullar al “niño Dios”, como le llaman con cariño. La canción del pueblo se escucha sin importar que él ya esté dentro de casa y pocos puedan verlo. Es una voz colectiva para recordarle que lo quieren y lo cuidan, tal y como él les da su bendición.

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AP Foto: Eduardo Verdugo

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