Originalmente publicado en Esquire no. 86 (PDF aquí)
La nueva adaptación de la obra más conocida de Antoine de Saint-Exupéry estuvo a cargo de un nuevo genio de la animación. Hablamos con el director Mark Osborne sobre su visión de El principito.
Pensé que Mark Osborne me daría una respuesta cliché —“Leí El principito en la escuela, cuando aún era muy joven para valorarlo”—, pero me equivoqué. El director de Kung Fu Panda (2008) no recibió el libro de manos de un maestro de primaria, sino de su novia. “Estudiaba Arte en Nueva York y ella me regaló su copia antes de mudarme a California para iniciar mi carrera en animación.” Eran principios de los años 90 y especializarse en dibujos animados era una apuesta insensata: Disney era el titán que controlaba todo y había pocas oportunidades para cineastas jóvenes como él. “Ella fue quien me convenció. Me mandaba cartas donde me escribía que no debía darme por vencido y El principito fue un modo de decirme que siempre estaríamos juntos. Aquella chica ahora es mi esposa, tenemos dos hijos y el libro ha sido parte fundamental de nuestras vidas”.
Para Osborne, su historia con El principito es una pieza clave del anecdotario familiar. En la cinta animada que se estrena este mes, su hijo dobla la voz del protagonista: hace cuatro años, el proceso de producción apenas iniciaba y el director invitó a su familia a la primera lectura del guion. “En ese entonces mi hijo tenía 11 años y le pedí que leyera los diálogos del Principito”, dice el director. Cuando pasó el tiempo y tuvo que contratar a un actor profesional para la grabación oficial del doblaje, su equipo recordó que existían esos audios. Osborne no lo pensó dos veces y decidió conservar esa vieja grabación. “Mi hija también tiene un crédito en la película. En aquella primera lectura ella interpretó la voz de La pequeña niña y eso me ayudó mucho a explorar y definir mejor al personaje. Éste no existe en el libro; lo inventé sólo para ella y eso fue increíble”.
Mark Osborne tiene suerte. Su trabajo lo acerca a sus hijos. “Ser padre nunca es fácil, pero tengo respeto de su parte porque hago estas cosas divertidas como parte de mi vida. Ellos han visto todo el proceso y los resultados y se sienten orgullosos de formar parte de ello”, dice el director. Su especialidad es la animación para público infantil. A su currículum se suma uno de los filmes de Bob Esponja y Kung Fu Panda, que recaudó casi 220 millones de dólares en taquilla internacional.
Aunque hoy es la obra más famosa de Antoine de Saint-Exupéry, El principito no recibió buenas críticas cuando se publicó hace 72 años, en 1943. Distaba mucho de obras como Vuelo nocturno (1931) y Tierra de hombres (1939), por mencionar dos ejemplos, y tardó años en posicionarse como la historia que tantas generaciones han leído como referente de simbolismo y literatura infantil.
—¿Por qué El principito es atemporal?
—Creo que aborda algo profundo y básico. Por un lado, habla de cómo nos relacionamos los humanos; por otro, de la importancia de la imaginación y la amistad, de cómo lidiar con la pérdida.
Desde que su novia le obsequió su copia de El principito, Osborne nunca dejó de interesarse por la historia y siempre tuvo claro que algún día haría su propia versión de ella. Por varios años se dedicó a pensar lo que los personajes —la serpiente, el aviador, el zorro— representan en la cultura y por qué no han dejado de inspirarnos a pesar del paso del tiempo. “Quería retratar el poder del libro, transmitir la magia que ha provocado que tenga millones y millones de lectores”.
El proceso tomó más de cinco años. En ese tiempo releyó el libro, materializó conceptos e inventó personajes nuevos. “Realmente quería crear algo que rebasara los horizontes del libro. El director de una película de animación se involucra en todos los procesos: guía a los actores y animadores y verifica que todos sigan el mismo camino”.
Hace 30 años, cuando Osborne no había leído El principito ni era director de cine, pensó que la animación sólo sería un hobby en su vida. “Mi carrera empezó en el arte. Las clases de animación cinematográfica llegaron después, cuando ya estaba convencido de que quería hacer películas. Gracias a la animación me di cuenta de que podría contar historias emocionantes”.
Su más reciente filme ha emocionado al público de todo el mundo. Hasta ahora, Osborne ha viajado para presentar su película en Brasil, Italia, China y Japón.
—¿Cómo vives el proceso de conocer a los fans alrededor del mundo?
—Es aterrador y estimulante a la vez. La gente ama el libro, así que les preocupa mucho lo que se haga con él. Eso me provoca mucha presión y miedo, pero la gente ha confiado en mí y en el equipo que hizo la película. Hay cientos de personas que trabajaron conmigo en la producción, así que puedo decirles a los fans que lo que verán en pantalla es el resultado del arduo trabajo de artistas que aman el libro tanto como ellos.
Uno de esos fans resultó ser un miembro de la familia de Saint-Exupéry. A Osborne se le quiebra la voz cuando me dice que durante aquel encuentro recibió el elogio más especial de su carrera hasta el momento. “Me dijo: tengo 50 años, he vivido gran parte de mi vida influido por este libro y nunca imaginé que una película pudiera conmoverme de esta manera. Esta noche me hiciste llorar”.
Para Osborne, lo más fantástico de El principito es lo que escapa de las 140 páginas del libro más famoso de Saint-Exupéry.