Originalmente publicado en Esquire no. 85 (PDF aquí)
Alberto Chimal reunió a algunos de los mejores cuentistas mexicanos jóvenes en la antología Emergencias. Hablamos con él sobre este libro y el panorama actual de la escritura en el país.
A paso lento se acerca Alberto Chimal hasta la cafetería en la que decidimos encontrarnos, pero es fácil reconocerle desde lejos. Ropa negra de pies a cabeza y ojeras que, como manchas de tinta, se expanden hasta sus pómulos. A los 45 años, el mexicano tiene una batalla ganada: ha definido una identidad literaria y su estilo es una marca de la casa. Tras casi tres décadas de trabajo literario, uno detecta la voz narrativa de Chimal a media calle, en una antología de cuentos o en el time line de su cuenta de Twitter (@albertochimal).
Alberto Chimal redactó sus primeros textos en una vieja máquina de escribir. Era uno de esos armatostes grandes y pesados que le atoraban los dedos al teclear. Ya desde entonces escribía minificciones y le interesaban los artículos de revistas. Mientras algunos escritores sueñan con publicar novelas, Chimal se especializó en la brevedad, intrigado por lo que ésta produce en el lector. Y es que, mientras la novela nos mantiene atrapados —olvidados de espacio y tiempo—, un relato corto termina de formarse en la conciencia hasta que se concluye la lectura. Un novelista tiene 100, 200 ó 300 páginas para dosificar un conflicto, pero un cuentista que plantea y resuelve todo en un párrafo tiene un poder adicional: la posibilidad de revelar y sorprender después de haber llegado al punto final.
Por estos días, Chimal presenta dos antologías. Una, Los atacantes (Páginas de Espuma), de relatos propios; y la otra, Emergencias, (Lectorum), para la que convocó a 25 escritores mexicanos nacidos después de los años 70, cuyos relatos dan cuenta de las transiciones sociales y políticas más importantes del país.
ESQUIRE: En Emergencias dices que no hay un canon para distinguir un buen cuento, pero ¿qué debe reunir para ti?
ALBERTO CHIMAL: De alguna manera, debe lograr atraer al lector. Tiene que contar una historia interesante de un modo llamativo y proponer una idea relevante o inesperada. Un gran cuento debe ser capaz de expresar algo muy pertinente sobre un tema que ya conocemos o revelar algo que no esperábamos escuchar. En el caso del libro, quería dejar claro que no es una selección canónica, porque ha surgido una cantidad de obras muy interesantes en México y no creo que una antología deba decir: “Estos son los cuentos que debes leer”. Al contrario, lo que se necesita es subrayar que, aunque la sociedad atraviese por momentos difíciles, pueden florecer formas artísticas que reaccionan ante un contexto adverso.
ESQ: Mucha gente asiste a las ferias del libro y hay autores con miles de seguidores en Twitter. ¿Los mexicanos leen o no leen?
AC: Hay un serio problema en materia de venta de libros, pero también de acercamiento con el mundo y del modo en el que lo comprendemos a partir de la lectura. Leer no sólo implica consumir un libro, es un hábito mental que permite descifrar el mundo. Ese es el valor práctico de la lectura. Otra cuestión es que ahora la gente no sólo lee en papel sino en otras plataformas: lee Facebook, Twitter, sitios web. Se relaciona con la lectura de nuevas maneras. No lo hemos asimilado, pero es algo que ocurre. Ahora, existe el fenómeno de los “booktubers”, los chavos que reseñan libros en línea. Eso también tiene repercusiones.
ESQ: ¿Crees que hay prejuicios con respecto a la lectura en línea?
AC: Por supuesto. Es inevitable porque las generaciones que ahora tienen el poder cultural son aquellas que crecieron con la prensa en papel y la máquina de escribir. Pero es muy importante resaltar que las plataformas digitales tienen una cualidad que se le ha escapado a la prensa en los últimos años, como la apertura y la escritura horizontal. En un medio impreso es muy complicado abrirse paso, pero en internet no es así. Al menos no por ahora. Quizá todo cambie si implementan las medidas de censura de las que tanto se habla, pero de momento no. Aún es un entorno libre, donde puede haber comunicación entre iguales. Y eso afecta la escritura: por eso se están desarrollando formas de escribir que antes no teníamos, porque no están reglamentadas como lo estarían en una publicación impresa en papel. A mí me parece que el actual es un momento muy interesante para la escritura digital.
ESQ: A medida que adquieres más experiencia, ¿el proceso de escritura se vuelve más fácil o más difícil?
AC: Ciertos retos de la escritura se resuelven con más facilidad; otros, en cambio, no tanto. Es más fácil redactar y estructurar las frases, pero trabajar las partes más interesantes y arriesgadas puede ser más complicado porque soy una persona a la que no le gusta repetirse. Me interesa buscar nuevas maneras de decir las cosas, encontrar nuevos temas para explorar y no quedarme con una fórmula, por muy buena que pudiera ser.
ESQ: ¿Cómo te ha ido con las distintas casas editoriales que han publicado tus libros?
AC: Es un tema complicado. En México ocurre algo particular: por un lado, hay editoriales pequeñas que se inclinan por publicar textos interesantes aunque sean de autores poco conocidos; por el otro, a los grandes consorcios les atrae, sobre todo, la fama del autor. A mí me lo han dicho. En una ocasión quise publicar un libro y me dijeron: “Vuelve cuando seas famoso”. Y ese día decidí que nunca más pondría un pie en esa editorial. Para mí ha sido mejor trabajar con editoriales independientes. Son más abiertas, receptivas y arriesgadas.
ESQ: ¿Has publicado todo lo que has querido o tienes alguna gran historia guardada?
AC: Tengo varios textos inconclusos que algún día quiero terminar. Una vez al año abro la carpeta donde los guardo, los veo y me digo que aún pueden esperar un poco más. Yo diría que en México es bastante fácil publicar textos breves, así que no tengo muchos proyectos inéditos. De algún modo, siempre se les puede dar salida, aunque sea en tirajes pequeños y en ediciones muy oscuras.