Originalmente publicado en Esquire no. 80 (PDF aquí)
Escritor, 52 años, Veracruz
> Todo el tiempo se me ocurren historias. He aprendido que no hay que quitar las manos del teclado, como dirían los pianistas. Un músico toca una pieza y al principio le salen mal algunas notas, así que empieza a dudar. Sin embargo, sabe que si deja de practicar se arruinará todo. En cambio, si sigue reconstruyendo la pieza sobre sus errores, al final podrá recibir una ovación.
> No soy un escritor que investigue demasiado. Siento que cuando conozco mucho sobre un tema ya no tengo qué inventar y a mí lo que me gusta es eso: inventar historias.
> He escrito tres novelas que tienen que ver con el exilio de la Guerra Civil española en México y mi familia. Para ello tenía no sólo elementos históricos, sino también autobiográficos. Éstos se convirtieron en el anclaje de la historia que después inventé. La vida es así: la perspectiva que se tiene de algo depende de hechos contundentes y de la interpretación que construimos de éstos.
> Para mí es un misterio cómo terminé mi primera novela, porque entonces no tenía ninguna experiencia. Cuando escribí Bocafloja (1994) no sabía lo que era crear una novela, pero por alguna razón mágica llegué al final de ella y aprendí que esas zonas de bruma son necesarias, porque te ayudan a confrontar lo que has escrito, a reflexionar mucho sobre ello.
> Soy bastante obsesivo cuando escribo una historia. Durante dos años no dejo de pensar en ella ni un minuto. Lo hago mientras estoy despierto y con frecuencia mientras estoy dormido. Si tardo mucho en llegar a una solución, me voy a caminar o a beber un par de whiskys para pensar de qué manera puedo salir de ese lío.
> Las novelas son artefactos que implican mucho trabajo y tiempo. Yo escribo muy rápido las historias, pero me tardo en publicarlas por la cantidad de revisiones que hago del texto. No doy por terminada una historia sino hasta que llego a la conclusión de que estoy ante la mejor versión posible de ésta.
> Cuando dejo una novela en manos del editor es porque estoy plenamente convencido de que debe ser así. De hecho, acepto muy pocos comentarios. Les hago poco caso porque sé que la historia que quiero presentar es esa: ya está hecha y no me arrepiento de nada.
> Pesa mucho más la satisfacción de la página lograda que la desesperación que cuesta escribirla.
> Tengo una debilidad por la música, aunque no tengo ningún talento para crearla. Mi hija estudiaba piano y me ponía a estudiar con ella. Le explicaba las notas para sacar las primeras piezas y fue una experiencia fascinante, pero ahí me di cuenta de que no tengo ningún talento para ello.
> Siempre he sentido que la literatura tiene un espíritu musical. De hecho, los escritores que más me gustan son aquellos cuyas prosas tienen música. Por ejemplo, Juan Carlos Onetti, quien desde mi desde mi punto de vista hace tangos. Yo aspiro a escribir así. Me preocupa la manera en la que suenan mis páginas y durante los dos años que me toma escribir una novela escucho el mismo disco todo el tiempo. Me siento acompañado por él.
> Cuando trabajaba en radio, la audiencia era exclusivamente chilanga [del D.F.], de manera que el prestigio era local. Ahora ya hace 15 años que no hago un programa. Aquella fue una época muy feliz pero muy limitada a la capital.
> No hice ninguna transición del radio a la literatura. Escribía novelas desde antes. La radio fue una manera muy divertida de ganarme la vida durante una década, pero escribir novelas es lo que he hecho con consistencia durante los últimos 30 años.
> Aunque no hubo una transición personal, sí existió una mirada de escepticismo profundo ante un muchacho que tenía un programa de radio exitoso y que publicaba una novela. Bocafloja fue bien recibida y tuvo un montón de lectores, pero hubo un silencio significativo de la crítica, que no se interesó por mi novela. De hecho un colega quiso publicar un texto sobre ella en la revista cultural Vuelta y le dijeron: “No estamos interesados en ese tipo de autores”.
> Había un prejuicio muy fuerte alrededor de mi trabajo, pero la segunda novela fue la confirmación de que seguiría escribiendo y no era un capricho de un locutor de radio.
> No suelo leer las críticas que me hacen, porque creo que me sirven poco. En todo caso, me deprimen o me envanecen, y los dos humores me parecen letales para sentarte a escribir una novela.
> Participo bastante poco en el mundillo literario. No estoy preocupado por el destino de las obras de mis colegas. Estoy convencido de que este es un trabajo solitario y yo soy un outsider absoluto.