El hotel de lo real

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Originalmente publicado en Esquire no. 79 (PDF aquí)

En su primera novela, El telo de papá, la argentina Florencia Werchowsky aprovecha su ingenio y buen humor para narrar las anécdotas que sólo le ocurren a alguien cuyo padre es dueño de un motel.

     Las anécdotas de Florencia Werchowsky eran el número estelar de sus fiestas. Ella aún trabajaba como periodista en Argentina, y era común que las reuniones a las que asistía terminaran en medio de carcajadas. Todo gracias a las historias que narraba sobre el motel (telo, en Argentina) que su papá tenía en una carretera de la Patagonia, donde nació.

    Florencia escribió El telo de papá por dos motivos: tenía ganas de ser novelista y miedo a que alguno de sus amigos le robara sus historias. Seleccionó las anécdotas que publicaría, le dio vueltas al título (porque, claro, fuera de su país no todo el mundo entiende qué es un telo), decidió que el tono humorístico permearía el libro de principio a fin y superó que su madre le retirara el habla por ventilar lo que ella consideraba sus “turbulencias familiares”.

   El resultado es una prosa divertidísima que retrata cómo fue crecer en los años noventa en Argentina, y hace sentir al lector como si Florencia le confesara las locuras de su vida en medio de un café. En estas páginas presentamos algunos extractos de las mejores escenas de El telo de papá.

ESQUIRE: ¿Cómo balanceaste tus anécdotas personales con la ficción de la novela?
FLORENCIA WERCHOWSKY: Me tomó dos años escribirla. Fue difícil porque sí soy la hija del dueño del telo de un pueblo [ríe]. A partir de ese escenario construí una galería de personajes y situaciones que fuesen apropiadas para reunir las particularidades del lugar en el que crecí. El problema con las historias es que fueron tan extraordinarias que corrían el riesgo de no parecer verosímiles.

ESQ: El tono me encanta, parece que le estás contando tu historia a un amigo.
FW: Traté de concentrarme mucho en lograr eso. Por cierto, hoy me acordé de otra anécdota increíble: una noche alguien llegó a asaltar el hotel, así que una de las mucamas salió armada al bosque. Lanzó un disparo al aire, pero éste pegó con un cable y se fue la luz en todo el lugar.

ESQ: ¿Y por qué no la integraste al libro?
FW: Vos entendés lo improbable de la situación. Si lo contaba en la novela, todo el mundo iba a decir: “Qué exagerada, nunca podría suceder algo así”. Pero eran cosas que pasaban. Además, tuve la suerte de tener un papá muy creativo. Él inflaba las historias al momento de contarlas. Si acaso narro algo que no parezca verosímil, es culpa suya [ríe]. 

ESQ: La complicidad con tu padre es extraordinaria. ¿Siempre ha sido así?
FW: Sí. Tuvo sus vaivenes, pero mi papá es un tipo muy simpático, de gran corazón y está absolutamente loco. Yo soy la única de sus hijas que tolera todos sus malos comportamientos y berrinches. Entonces, como yo lo perdono, él me perdona. En ese territorio, en esa Franja de Gaza con banderita blanca que hemos creado entre nosotros, podemos construir una relación de mucho cariño y de complicidad.

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