Un zapato en el lomo de un cuchillo

Un zapato en el lomo de un cuchillo.
El filo no lo daña.
Carga al zapato en hombros,
guarda el balance.

Hace frío y la pampa es muda.
De cristal níveo, les guiña un ojo.
Zum.
Un zapato baila tango en el lomo de un cuchillo.

Cambio de lado.
Doble ocho.
Molinete.
Un contratiempo y su vaivén es filigrana.

Algunas noches,
después del baile,
el zapato ve la luna lívida
y se siente un tanto triste.

Es un artista, cierto.
Ha ganado premios
ceñido a un pie cobarde
que sale al ruedo en calcetines.
Ha trazado octaedros y triángulos isósceles.
Ha practicado su caligrafía china.
A veces, también,
cuando así lo ha querido,
ha sido un trineo.
Se ha despeinado al viento
veloz como flecha de amazona.

Pero en noches como ésta,
el zapato ve su pecho en blanco:
ni una pisada.

El zapato pide un deseo:
que un día,
algún día,
raspe al menos la punta de su suela
en la cara láctea del hielo.

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