El sueño de vivir en una isla llamada Rapa Nui

Originalmente publicado en The Associated Press, enero de 2023 (link aquí)

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RAPA NUI, Chile (AP) — Esta historia inicia con un caballo que deja su rastro sobre la arena y una joven francesa que pausa su cabalgata para observar el mar.

Delphine Poulain sonríe mientras apunta con el índice hacia la costa, como si recordara el sitio exacto en el que hace 27 años se detuvo y pensó: “Quiero vivir aquí”.

Por aquel entonces ya llevaba tiempo viajando entre las islas de la Polinesia, pero nunca antes había pisado Rapa Nui. Bastó una visita para desear un futuro lejos de las grandes ciudades en esta tierra de volcanes extintos y estatuas monolíticas llamadas moai.

Algunos mapas identifican el hogar que la adoptó como “Isla de Pascua”, pero Delphine lo llama como sus pobladores originarios: Rapa Nui. Allá muy lejos de este punto en lo inmenso del Pacífico están el continente americano y Chile, país al que se adscribe la isla. Aquí en Oceanía, donde la artista francesa de 52 años ha echado raíces, están la paz y el aislamiento que atesora y comparte con otros 8.000 habitantes.

Aquel paseo con su caballo ocurrió en 1994. Estaba de vacaciones y había volado desde Tahití, donde vivía y trabajaba transportando turistas como navegante profesional.

“Desde el primer día pensé: quiero regresar”, recuerda. “Mi sueño de vivir aquí nació ese primer día”.

Entre aquella cabalgata y esta tarde de verano pasaron casi tres décadas. En ese tiempo Delphine estudió enfermería y ejerció el oficio. Navegó. Trabajó como decoradora de embarcaciones. Regresó varias veces a París, donde nació, pero su fascinación por la Polinesia la trajo de vuelta al Pacífico una y otra vez.

En uno de esos viajes volvió a enamorarse del chico francés que le robó el corazón en su país entre los 14 y los 16. Ahora tienen dos hijos adolescentes y desde 2014 los cuatro han hecho un hogar en Rapa Nui.

El año pasado, para agradecer lo que la isla ha traído a su vida, Delphine ofreció un regalo al templo católico local: un proyecto que consistiría en pintar 14 vidrieras para representar el vía crucis en la Iglesia de la Santa Cruz, ubicada en el centro de Hanga Roa, ciudad principal de Rapa Nui.

Aunque la población actual es mayoritariamente católica, sus prácticas religiosas se entretejen con lo ancestral. Las canciones que entonan en las misas narran pasajes bíblicos pero no se cantan en español, sino en rapanui. Las estatuas de madera que retratan a la virgen María y al espíritu santo no se inspiraron en la iconografía occidental, sino en la fisonomía y el legado de los antepasados.

En la iglesia de la Santa Cruz, la madre de Dios no parece una mujer de finos rasgos europeos, sino un moai. El tercer símbolo de la trinidad no es una paloma, sino un manutara, un ave de pico alargado que fue central para el culto espiritual isleño del siglo XVIII.

Adaptar la iconografía católica a la cultura ancestral de Rapa Nui ha sido clave para crear y mantener adhesión al catolicismo. Y no sólo eso: los rapanui son tremendamente celosos de su identidad, por lo que a un extranjero sólo se le admite de manera permanente cuando demuestra un esfuerzo visible por pertenecer y aportar algo a su cultura. En una tumba fechada en 1969, afuera de la Santa Cruz, están los restos de Sebastián Englert, el sacerdote y misionero alemán más querido por los rapanui. Sobre ella, una leyenda dice: “Vivió entre nosotros y habló nuestra lengua”.

Delphine cuenta que ser aceptada en la isla no fue rápido ni sencillo, pero ella ha asumido el proceso con perseverancia. Incluso sus vidrieras son un paso más en el camino: los personajes que retrata se inspiraron en gente conocida y poseen rasgos rapanui. Desde que comenzó a colocar las imágenes en los ventanales, algunas personas que antes no la saludaban ahora agitan la mano y dicen su nombre cuando la ven pasar.

“Es un trabajo de vida, de actitud”, explica. “Tú lo ves. Tengo tanto respeto a la isla y a la gente. Antes era yo sola, con mi caballo y mi libertad, pero ahora la gente conoce bien a mi marido y a mis niños. Los niños abren otras puertas”.

Su casa podría pasar desapercibida ante un extranjero que camine veloz y descuidado por la playa frente a ella. Es un rectángulo grisáceo como la piedra volcánica que le sirve de base y la abraza una vegetación verde y preciosa, similar a la que se observa en un viñedo.

El compromiso que tiene Delphine para integrarse con la isla es absoluto. Rapa Nui no es su tierra de origen, pero la respeta y la procura como si lo fuera. Eligió el color de su casa para no alterar el paisaje. El agua que utiliza es sólo aquella que recolecta de la lluvia. La única electricidad que disfruta es la que le ofrece un panel solar.

Incluso su habla refleja que es de aquí sin ser de aquí: aunque su español no ha logrado desprenderse de su acento francés, cuando saluda no dice “hola”, sino “iorana” —una expresión local— y entre otras palabras no dice “bebé”, sino “guagua”; nunca “novio” o “pareja”, sino “pololo”.

Con amor y paciencia, sus manos y las de su familia han acomodado cada ladrillo de esta vida que han construido desde que Delphine tuvo aquel sueño mientras montaba su caballo frente a este mismo mar.

En el verano de 2014, el primero que vivieron aquí, no tuvieron más que una carpa para resguardarse, pero ahora su hogar es un depositario de lo que la isla les ha obsequiado.

El techo se construyó con lámina y el resto con madera. Los pisos y paredes descansan sobre rocas o troncos. Los trastos se lavan en lo que antes fue la parte baja de una bañera y por encima del comedor de cuatro plazas se alza una lámpara que tuvo otra vida como tambo de metal.

“Ha habido mucha dificultad, pero también mucha felicidad. Éste era mi sueño y vivir tu sueño es increíble”, dice Delphine.

Dentro de su estudio —una de las cuatro habitaciones de esta guarida impredecible y fascinante— hay un árbol junto al escritorio improvisado en el que la artista se inspira para dibujar.

Su trabajo inicia con trazos sobre la hoja en blanco y cuando un boceto la convence lo lleva al lienzo con pintura de acrílico, que es la que más le gusta emplear. Para las vidrieras de la iglesia requiere otro pigmento que sólo consigue en Francia y se transporta en barco, por lo que el proceso demora y aún le faltan diez de las 14 vidrieras por terminar.

Todas las paredes están cubiertas de algo. En una de ellas hay tubos de pintura a medio usar. En otra cuelgan espátulas, martillos y cuerdas. Junto a la puerta se recargan lienzos sin usar y tras su mesa de trabajo hay obras que inspiró en la cultura rapanui: retratos de niños cubiertos con takona, pintura tradicional que se fabrica con pigmentos naturales y se asemeja a un tatuaje, y un manutara de perfil.

Delphine no estudió arte de manera formal, pero siempre ha sentido curiosidad y deseos de explorar. Sus padres tenían libros en casa y de niña abrió uno que describía los misterios del mundo, donde leyó por primera vez sobre Rapa Nui.

Cuando no tiene un lápiz o un pincel en las manos, Delphine maneja las riendas de alguno de sus siete caballos, con los que obtiene algunos ingresos y ofrece cabalgatas para turistas que visitan Rapa Nui.

Esta historia acaba con una mujer francesa que se sienta afuera de una casa del color de un volcán.

Con una copa de vino tinto en la mano, Delphine Poulain detiene sus ojos claros en un paisaje que podría ser una de sus pinturas, pero es tan real y palpable como el sueño que cumplió: sobre esa arena que hace 27 años la vio cabalgar, su marido camina descalzo detrás de sus caballos.

Son sólo sombras bajo el cielo infinito de la tarde y dentro de unos minutos, cuando se hayan alimentado y la luz haya menguado, volverán a galopar en libertad.

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AP Foto: Esteban Félix.

La cobertura de noticias religiosas de The Associated Press recibe apoyo a través de una colaboración con The Conversation US, con fondos del Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable de todo el contenido.

Desafío Hoki Mai: canotaje que honra la cultura polinésica

Originalmente publicado en The Associated Press, diciembre de 2022 (link aquí)

Versión en inglés aquí.

RAPA NUI, Chile (AP) — El moai parece un gigante misterioso que monta guardia frente a la costa de Hanga Piko, donde este sábado arranca el desafío Hoki Mai.

Desde mediados de septiembre éste fue el punto de encuentro de doce deportistas que entrenaron para una travesía de canotaje polinésico que los llevará de Rapa Nui –también conocida como Isla de Pascua– hasta Motu Motiro Hiva, otra porción de tierra que pertenece a Chile y está en medio del Pacífico.

“No va a ser fácil”, aseguró Gilles Bordes, coordinador del Hoki Mai, a The Associated Press. “Van a ser casi 500 kilómetros. Tres días y tres noches. Es la primera vez en la historia que se va a remar una canoa así”.

Bordes se mudó a Rapa Nui este año, pero lleva tres décadas viviendo en la Polinesia y dos dedicado al remo. “Agradezco mucho a todos los tahitianos que me enseñaron su cultura y a remar. Yo vengo de Francia, pero me aceptaron y compartí con ellos, entonces para mí es un agradecimiento organizar una travesía así”.

Detrás del Hoki Mai hay tres objetivos. El primero y más evidente es el deportivo, cuyas actividades se han apoyado con asesoría nutricional y psicológica. El segundo es ambiental. Motu Motiro Hiva –también llamada Salas y Gómez– no es una isla habitada, pero hay afectaciones en su territorio y el océano que la rodea.

“Se trata de destacar cómo se están contaminando las islas por la basura que cae de los continentes. Hay mucha contaminación marina en Motu Motiro Hiva”, aseguró a la AP Konturi Atán, un historiador de 36 años que alterna sus días entre la docencia, la investigación y el deporte. “Las aves tienen nidos en redes, en cuerdas, y cuando nacen (las crías) se comen esa basura”.

El tercer propósito es social y cultural. El equipo llevará un pequeño moai femenino a la isla para crear consciencia sobre la importancia de la mujer en el mundo.

Los entrenamientos de los martes y jueves solían realizarse en dos canoas con capacidad para seis participantes bajo el sol de las 5 de la tarde. En el hemisferio sur el verano apenas se acerca, por lo que las sesiones de preparación aun les reservaban horas de luz.

Para el arranque del Hoki Mai se sumarán dos chilenos del continente y un hawaiano. Durante la travesía sólo habrá una canoa y la actividad se realizará por relevos: cada grupo de seis remará en turnos de cuatro horas hasta alcanzar 24 por jornada y 72 en total. El descanso se realizará en un buque de la Armada de Chile que escoltará el camino.

“El entrenamiento ha sido duro, sobre todo para las personas que hemos estado menos tiempo en esto”, dijo Atán.

El historiador confiesa que él es el menos experimentado entre los remeros. Relata que un compañero lo invitó a unirse a la preparación grupal un día en que él remaba en una canoa v1, para una sola persona. “Me dijo: necesito que vengas para ayudarnos; nos falta gente para entrenar”.

Luego se reunieron para comer y tras una conversación en la que comprendió los objetivos del viaje, Atán aceptó.

Así pasó septiembre, octubre y noviembre. Algunos días en el gimnasio y otros en el mar. El canotaje de los sábados duraba seis o siete horas y no siempre era de día. A veces salían a las 3, 4 o 6 de la mañana, pues durante el Hoki Mai enfrentarán la oscuridad.

“Practicamos remar en la noche, practicamos dormir poco, practicamos entrenar todos los días. Gimnasio, remo, gimnasio, remo, gimnasio, remo. Salvo el domingo que descansamos”, agregó Atán.

La espiritualidad y lo sagrado recorren Rapa Nui como el viento del Pacífico que se cuela por todas partes. La preparación de su comida cumple fines rituales. Sus canciones cuentan historias. El deporte es una pieza más del rompecabezas que guarda su pasado.

Los moai como el de Hanga Piko son quizá el elemento más reconocible de Rapa Nui. Los extranjeros suelen sentirse fascinados por ellos y los conciben como piezas arqueológicas, pero para los rapanui poseen un valor tan íntimo como sus huellas digitales o la sangre que les corre por las venas.

Tallados en piedra volcánica entre los años 1000 y 1600 desde las laderas del volcán Rano Raraku, representan a los ancestros de los clanes cuyos descendientes aún habitan Rapa Nui. Se colocaban sobre plataformas ceremoniales llamadas ahu con el torso hacia la isla para recibir su protección y desde octubre pasado atrajeron la atención internacional tras un incendio que alcanzó el cráter del Rano Raraku y dañó a decenas de éstos.

Desde su concepción sólo han sido tallados por manos expertas, por lo que un artesano rapanui estuvo a cargo del moai femenino que viajará en el Hoki Mai. “Vahine significa mujer y ese moai viene a reconocer la importancia de la mujer en estos tiempos y en tiempos antiguos”, explicó Atán.

En este viaje, los remeros llevarán una estatua pequeña y se espera que en marzo puedan trasladar una más grande.

El legado de sus ancestros también acompaña a estos rapanui de otras maneras. En la proa de la canoa hay un reimiro, símbolo que emula una barca o una media luna y solía portar el Ariki –o jefe de la comunidad–, por lo que representa autoridad. Varios días antes del Hoki Mai, la embarcación se bendijo con la preparación de un umu, que implica cocinar bajo tierra con ayuda de piedras calientes y cumple un fin sagrado.

“Lo hicimos con una gallina blanca”, recordó Atán. “Es algo más espiritual. Comer un trozo hace más sentido; es una conexión con nuestras raíces”.

Esa reconexión no sólo tiene que ver con los rapanui, sino con sus vecinos polinésicos. Con Tahití y otras islas no sólo comparten similitudes de lenguaje, sino también históricas y culturales.

Ahora, con este viaje, el sueño es que esos lazos se amplíen más allá de la Polinesia. Por eso no sólo remarán los rapanuis y el hawaiano, sino también dos chilenos “continentales”, como se identifica a quienes viven en el territorio de Chile en Sudamérica. En la isla no es inusual que tanto rapanui como continentales mencionen fricciones históricas entre ambos grupos.

“La idea de la canoa también es la unión”, dijo Gilles Bordes, coordinador del Hoki Mai. “Seis personas haciendo lo mismo para avanzar mejor. La unión de las culturas. También por eso va a remar gente de Chile, para demostrar que juntos podemos avanzar hacia un futuro mejor”.

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AP Foto: Esteban Félix

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