La perfecta imperfección de Penélope Cruz

10339730_10154853366945247_3818331180216493676_n

Originalmente publicado en Esquire no. 75 (PDF aquí)

Si dedicáramos este artículo a enumerar las razones por las que amamos a esta española, quizá la primera de la lista sería que se resiste a recibir halagos. Por el contrario, ella es su crítica más severa, y su hambre por transformarse cada día es lo que la vuelve fascinante. A sus 40 años se da tiempo para cuidar a su familia, verse guapísima, producir y protagonizar una película con Julio Medem, y preparar dos cintas que estrenará en 2015. Lamentamos contradecirla, pero para nosotros no hay
mujer más perfecta que ella.

     Hoy es mi día de suerte: tengo a la mujer más hermosa del mundo al otro lado del teléfono. Cualquiera diría que es razón de sobra para sentir un temblor en las rodillas, pero Penélope Cruz cree que es asunto de risa. Dice que cuando alguien te califica de ese modo lo único que puedes hacer es tomártelo con humor. De lo contrario, algo estaría muy mal contigo.

     La mujer más hermosa del mundo no cree en la perfección. Ella no sólo desconfía de su belleza, sino también de su trabajo. “¿Alguien se ha desmayado en este escenario? Porque yo podría ser la primera”, dijo como un niño a punto de romper en llanto cuando Tilda Swinton le entregó el Óscar a Mejor Actriz de Reparto en 2009. Lo que para unos es un muro de contención, para esta española es queroseno: los nervios —el miedo— detonan su interés por el cine. Ha dicho que el día que deje de sentirse insegura será momento de buscar un nuevo empleo.

    La mujer más hermosa del mundo detesta los halagos. Si un director aplaude su actuación y nunca le pide repetir una toma, se decepciona y no vuelve a trabajar con él. Penélope Cruz anhela más las críticas que los piropos. Dice que las adulaciones son el peor enemigo de un actor y que a ella no le interesa trabajar con gente que la haga sentir como una máquina que nunca se equivoca. La perfección, dice esta diosa madrileña, es aburrida.

LAS OBSESIONES DE PENÉLOPE

     Hay un hombre que siempre pone de nervios a la mujer más hermosa del mundo. Pedro Almodóvar le ha hecho sentir mariposas en el estómago desde que era una adolescente cinéfila que veía películas en la videocasetera familiar, y la pasión que despertó en ella la orilló a convertirse en actriz.

    El flechazo ocurrió en 1990. Penélope tenía 16 años, aún vivía en Alcobendas, Madrid, y ¡Átame! la enloqueció. Cuando vio este melodrama de drogas y amor decidió que nunca tendría un trabajo burocrático y buscó a un representante que cuando la conoció, se burló de ella. Curiosamente es quien la representa hasta el día de hoy.

     Penélope Cruz conquistó a uno de los mejores cineastas de España cuando cumplió 18. Almodóvar vio su interpretación en Jamón, Jamón (Bigas Luna, 1992) —donde conoció a su actual marido, Javier Bardem— y le propuso trabajar juntos. Desde entonces han colaborado en cinco películas: Carne trémula (1997), Todo sobre mi madre (1999), Volver (2006), Los abrazos rotos (2009) y Los amantes pasajeros (2013). Ella dice que le debe todo y que nunca se siente tan nerviosa como cuando actúa en uno de sus filmes porque a nadie como a él le interesa hacer sentir tan satisfecho al final de un rodaje.

     La mujer más hermosa del mundo tiene una obsesión: adueñarse por completo de sus personajes. Cuando Vicky Cristina Barcelona (2008) se estrenó en cines de todo el mundo, el público estallaba en carcajadas siempre que María Elena —el personaje de Penélope— aparecía en pantalla: era la ex esposa psicópata y celosa de un pintor español (Javier Bardem), quien tiene una relación con dos turistas estadounidenses (Scarlett Johansson y Rebecca Hall) mientras éstas vacacionan por España. Lo paradójico de la cinta de Woody Allen es que Cruz no la vivió como una comedia, sino como un drama oscuro: todas las noches, al llegar a casa, la actriz redactaba un diario imaginario para entender a su personaje a fondo. Luego se lo mostraba a Allen y él le daba sus comentarios. Sin embargo, mientras duró la producción, él insistió en que su trabajo era bueno y que hacer eso no era necesario. Penélope, quien hace oídos sordos a los halagos, lo ignoró.

     La mujer que no cree en la perfección resultó ser más perfeccionista que Woody Allen: durante uno de los días de rodaje, la española le pidió repetir una toma en 10 ocasiones. El director le dijo una y otra vez que su actuación era buena, pero ella se negó a creerle. Allen tuvo que huir: cuando la protagonista solicitó la toma número 11, él ya había abandonado el set y a ella no le quedó más que aceptar que su trabajo sí era perfecto. Al menos lo era para el director de Annie Hall (1977).

SU PEOR CRÍTICA

     La mujer más hermosa del mundo es una de las pocas actrices de habla no inglesa que se pasea por Hollywood como por su casa. Sofía Vergara y Monica Bellucci son otras extranjeras esculturales que se suman a la lista, pero sólo Penélope Cruz puede moverse entre el cine independiente y comercial para enloquecer a la crítica exigente tanto como a los fanáticos de las cintas de acción. A ratos es musa de Almodóvar y en otros se divierte y protagoniza cintas ridículas como Bandidas (2006), con Salma Hayek, y dramas cursis como Captain Corelli’s Mandolin (2001), con Nicolas Cage.

     Penélope dice que hoy puede darse el lujo de elegir sus proyectos con cautela para pasar más tiempo en casa, pero que eso le ha costado 23 años de perseverancia. De su vida privada —Javier Bardem y sus dos hijos— no dice una palabra, pero al hablar de trabajo asegura que no hay nada que deteste más que la comodidad y la monotonía. Quizá si se creyera todos los halagos no sería la única actriz española en haber conseguido un Óscar a la fecha, Woody Allen no la habría buscado para hacer una segunda película juntos (To Rome with Love, 2012) ni Julio Medem —otro director muy respetado en España— habría aceptado producir una película a su lado (Ma Ma, 2015).

    Cuando la mujer más hermosa el mundo está en casa con su familia, y transmiten alguna de sus películas en televisión, se levanta del sillón o la cama y se detiene frente a la pantalla con los brazos abiertos para que nadie pueda verla. Dice que verse actuando le avergüenza. Debe ser la única persona en el mundo incapaz de encontrar la perfección que a uno se le viene a la mente cuando escucha el nombre de Penélope Cruz.

ESQUIRE: Has dicho que te convertiste en actriz para agradecerle a Pedro Almodóvar lo que te hizo sentir con sus películas. ¿Cómo fue el día que lo conociste?

PENÉLOPE CRUZ: Antes de conocerlo llegué a verlo en bares y restaurantes, pero nunca hablé con él. Después de que filmé Jamón, Jamón y Belle Époque (ambas de 1992) me llamó por teléfono. Me citó en su casa e hice una prueba para Kika (1993), pero era muy joven para el personaje. Tenía 17 o 18 años, y la protagonista debía tener más de 30. Esa fue la primera vez que estuve frente a él y desde ese primer encuentro hubo mucha conexión.

ESQ:¿Qué sientes ahora que estás del otro lado de la pantalla y que quizás haya gente que quiera dedicarse a la actuación por lo que uno de tus papeles le hizo sentir?

PC: Depende de la situación. Cuando encuentro a una jovencita que me pide un consejo siempre es difícil, pero me recuerda que estuve en circunstancias similares. Me vienen muchos recuerdos de esa etapa. En las mañanas estudiaba, por las noches daba clases de baile y en medio hacía muchísimos castings. Como vivía lejos, pasaba mucho tiempo en el metro y los autobuses, y en esos ratos fantaseaba con lo que quería que fuera mi futuro. Sin embargo, en ese momento sólo era un sueño. A mi alrededor no tenía referencias de gente que pudiera ganarse la vida con un trabajo parecido a éste: era como soñar con ser astronauta. No obstante, hubo gente a mi alrededor que de algún modo me animó a intentarlo. Estudié teatro durante muchos años, y nadie me invalidó ni me dijo que mi sueño era imposible. Quizá me dijeron que era casi imposible, pero nunca imposible [ríe].

ESQ: ¿Qué era, concretamente, lo que soñabas durante esos trayectos en el metro?

PC: Siempre he sido muy organizada y lo que quería tener era un plan a futuro en el que pudiera tener un empleo que me gustara. No me veía con un trabajo de oficina. Quería ganarme la vida con algo que me apasionara. Era mi obsesión. Por eso me preparé durante tantos años. Es verdad que tuve suerte porque en los primeros castings que hice tuve una respuesta positiva. Fue una sorpresa para mí, porque no me lo esperaba. Entonces empecé a encadenar un trabajo con otro y así comencé a ganarme la vida como actriz. Pero creo que siempre es muy sano mantenerse siempre del otro lado. Me preguntabas hace un momento sobre el hecho de que antes veía películas y ahora estoy del otro lado, pero creo que no es así. Pienso que sigo del mismo lado: aún estoy del lado del espectador que quiere crecer, aprender y observar. No quiero sentirme observada, sino observadora. Si no tengo eso, no soy feliz.

ESQ: Es maravilloso que hayas tenido éxito desde el inicio, pero mantenerse en esta carrera siempre requiere determinación, ¿no es así?

PC: Sí, por eso durante muchos años mantuve dos opciones abiertas. Continué preparándome como bailarina —bailé durante 17 años y me planteé muy en serio dedicarme a eso— hasta que cumplí casi 20. Sin embargo, cuando empecé a trabajar como actriz dejé de tener tiempo para seguir dedicándome a las dos cosas. Además, las carreras en baile son muy cortas, y a esa edad ya no me quedaba mas que decidirme por completo si sería bailarina profesional o no. Así que tuve que elegir y confiar.

ESQ: Alguna vez comentaste que cuando terminaste Jamón, Jamón te entristeció pensar que podría ser la última película que harías. ¿Ahora cuáles son tus miedos?

PC: Hombre, algunos están relacionados con el trabajo, pero otros no. El trabajo es importante en mi vida porque necesito trabajar como todo el mundo. Sin embargo, mi prioridad es mi familia. A nivel de inseguridad con el trabajo, creo que el miedo que sientes cuando empiezas una película no cambia. Siempre me siento como si fuera la primera película que hago. Siempre lo digo, pero porque es verdad. Ya he hecho más de 40 películas en mi carrera, pero siempre me siento totalmente nueva, porque cada que enfrentas a un nuevo personaje enfrentas también una sensación de vértigo. Esto es muy enriquecedor porque implica una inyección de creatividad, sea cual sea el resultado. Esa creatividad —que no necesariamente tiene que ver con el trabajo— es algo que necesito tanto como comer, porque es lo que me mantiene joven por dentro y me renueva.

ESQ: Cuándo terminas de filmar una película, ¿te sientes triste o liberada?

PC: Cuando son rodajes muy largos, me cuesta dejar al personaje. Me está pasando ahora con la película que acabo de hacer con Julio Medem. Hasta la fecha se sabe poco de ella porque hemos hecho muy pocas entrevistas, pero ya la vi y estoy muy contenta con el resultado. Es una película muy especial y el progreso de este personaje fue muy intenso. Implicó dos meses de rodaje más el proceso de producción, en el que estuve involucrada porque es la primera película que produzco. Así que mi relación con la cinta fue más intensa a todos niveles y, por supuesto, a nivel emocional. En ella interpreto a una mujer que lucha por aferrarse a la vida y combatir una enfermedad para dejarle algo a su hijo. Sin duda ha sido uno de los personajes más duros a los que me he enfrentado, pero también uno de los más preciosos porque es una heroína que está llena de vida. Es una luchadora por excelencia. La película trata un tema muy duro y realista, pero no deprime, sino que tiene mucha luz. Creo que todo es cuestión de interpretación. Todos los involucrados la hicimos con tanto cariño que, cuando terminábamos de filmar, queríamos salir corriendo a casa para abrazar a nuestra familia y amigos y poder transmitirles todo nuestro amor.

ESQ: ¿Qué más puedes decirnos de tu personaje?

PC: Esta mujer, Magda, es una especie de ángel que a la vez es muy terrenal. Me gusta mucho lo que representa, lo que inspira y lo que transmite. Nuevamente: esta película ha sido muy especial para mí. Estoy muy contenta con ella. Y sé que las películas no están ahí para cambiar nada, y que eso no se puede forzar, pero creo que cuando surge una oportunidad así es un orgullo luego poder hablar de ella, defenderla y viajar por el mundo para promocionarla durante meses. Creo que es una película muy arriesgada y valiente, muy especial. Me encanta el mundo de Julio. Esta cinta tiene las características poéticas y surrealistas que hay siempre en su cine, pero a la vez creo que es la historia más terrenal que ha hecho, y la mezcla entre ambas características funciona muy bien. Nuestro plan es estrenarla en primavera y después ver qué pasa. Espero que la reacción sea la que hemos tenido quienes la hemos visto y leído, porque creo que es muy especial lo que hay ahí.

ESQ: ¿Cómo fue trabajar con Julio desde otra perspectiva, como productora y ya no sólo como actriz?

PC: Fue interesante. Julio y yo habíamos estado a punto de trabajar juntos en tres ocasiones a lo largo de los años. Ambos habíamos tenido muchas ganas, pero por conflictos de agenda no habíamos logrado hacerlo. Esta era nuestra oportunidad y la verdad es que conectamos muchísimo. Juntos hicimos todo: levantar el financiamiento, ir de reunión en reunión con nuestro guión bajo el brazo y luego reunirnos para el casting. Todo lo hicimos juntos y nos entendimos muy bien. Claro que en algún momento tuvimos desacuerdos, pero fue parte del proceso. Casi siempre estuvimos en la misma línea de pensamiento y sobre todo, de sentimiento. Nos mirábamos a los ojos y sabíamos lo que el otro estaba pensando, así que fue muy fácil. Además sabíamos los momentos en los que estábamos hablando como coproductores y en los que estábamos hablando como director y actriz. Fue bonito. La verdad es que los dos nos quedamos con muy buen recuerdo de la preproducción y el rodaje. Ahora estamos en la posproducción, y es otra gran aventura porque implica trabajar en los efectos digitales, la edición, la música —que realizará Alberto Iglesias— y todo lo que queda. Ya después tendremos que viajar para promover la película e intentar transmitirle a la gente lo que hay ahí, lo que a mí tanto me tocó por dentro cuando leí el guión y que ahora está en la pantalla.

ESQ: Para llegar a tener una carrera así de exitosa debiste tomar decisiones difíciles. ¿Recuerdas alguna?

PC: Sí, creo que lo más difícil fue aprender a decir que no. Recuerdo en particular una situación que tuvo que ver con un viaje a Los Ángeles. Estaba rodando en España y llegué a Estados Unidos. Tuve que decidir entre un proyecto que hubiera tenido que hacer allá o regresar a Europa. Fue con gente cuyo nombre por supuesto nunca mencionaré, pero fueron un director y unos productores que no me trataron bien y me dieron un ultimátum del estilo: “Tienes tantas horas para decidirlo”. Ahora lo pienso y quizá esa película hubiera sido muy importante para mi carrera, pero recuerdo que en ese momento saqué la fuerza para decir que no. Me subí al avión y me sentí tan bien conmigo misma, que ahora es un momento que nunca olvidaré. Entonces entendí lo importante que es a veces decir no. Es muy bueno para la relación que uno lleva consigo mismo, porque rinde frutos a largo plazo. Muchas veces, los “no” son más importantes que los “sí”.

ESQ: Has dicho que te convertiste en actriz para explorar las distintas facetas humanas. ¿Eso quiere decir que siempre buscas personajes opuestos a ti?

PC: Sí, intento buscar lo opuesto no sólo a mí, sino a los personajes que he hecho. Pongo como ejemplo mis últimas películas: en Ma ma, Magda es un ángel, pero luego hice una película con Sacha Baron Cohen donde la mujer que interpreto no tiene nada de ángel. Al contrario, es uno de los personajes más manipuladores y retorcidos que he hecho. Es una persona muy poderosa, que utiliza ese poder de un modo bastante peculiar y es un rol muy diferente a los que he hecho. Eso es lo que constantemente busco. Quizá lo próximo que haré será Zoolander 2, y también será totalmente diferente porque no he hecho mucha comedia en Estados Unidos. Y la que he hecho, como Vicky Cristina Barcelona, ha sido con personajes que están al límite y también sufren mucho. Así que Zoolander sería otra cosa, otro color. Ahora mismo estamos negociando, pero me imagino que sí la haré y si todo cuadra, creo que me la pasaré muy bien trabajando con Owen Wilson, Will Ferrell y Ben Stiller —quien además dirige la película—.

ESQ: ¿Cuál ha sido la película más divertida en la que has trabajado hasta ahora?

PC: Han sido muchas. No podría decirte una. Por ejemplo, con Pedro [Almodóvar] he hecho cuatro, y siempre disfruto mucho trabajar con él. Es increíble porque me hace reír incluso cuando no lo intenta. Tiene un sentido del humor genial, al igual que Woody Allen. Son genios. Y también he trabajado con otras personas que he disfrutado mucho y con las que tengo anécdotas que recordar de por vida.

ESQ: Como espectadores marcamos una diferencia entre cine comercial y cine de arte. ¿Tú piensas en eso antes de aceptar un proyecto o sólo te concentras en los papeles?

PC: Lo que más me preocupa es la historia, el personaje y el director. Sin embargo, también hay veces en que tomo eso que dices en cuenta. Lo de Zoolander 2, por ejemplo, me apetece porque últimamente he trabajado mucho en Europa, así que sería bueno trabajar en Estados Unidos y compaginarlo; también hacer una comedia porque últimamente he hecho más drama. Pero tampoco lo calculo mucho, porque nunca sabes con qué proyecto te vas a topar. Así que en general, me voy con lo que más me toca el corazón o más me hace reaccionar por una cosa u otra. Mi decisión no está limitada a un género, porque hay un abanico de historias por explorar.

ESQ: ¿Cómo es el ambiente en un hogar donde hay dos apasionados de la actuación?

PC: Creo que es como en cualquier familia en la que hay dos personas así. No creo que sea nada diferente en nuestro caso.

ESQ: Hay actrices que temen el paso del tiempo pero en tu caso, tanto física como profesionalmente, parece que todo está espectacular. ¿Cómo te sientes en esta etapa de tu vida?

PC: Lo que más me importa es la salud, lo he pensado desde que tengo como 17 años. Sé que siempre que digo esto parezco una abuela, pero siempre he pensado que es lo más importante. Y mientras más tiempo pasa, más claro lo tengo. Cumplir años es algo para celebrar y mientras estés sano, es lo único que importa. La salud es la base de cualquier cosa. La valoro mucho. Quizá sea porque mi mentalidad es más europea que estadounidense, pero celebro mucho todos mis cumpleaños. En Europa —no sólo en mi país, sino también en Francia y en otros lugares de por aquí— hay actrices que tienen 60 años y siguen trabajando a buen ritmo, uno que incluso podría ser parecido al de un hombre. Así que he crecido con eso. En ese sentido no tengo una mentalidad como la de Hollywood, porque no me crié ni vivo ahí. Voy y vengo. Tengo temporadas, pero siempre vuelvo a España para seguir rodando en Europa y vivo aquí gran parte del tiempo.

ESQ: ¿Actualmente dudas más al aceptar un trabajo? Porque eso implica, al final, pasar tiempo fuera de casa.

PC: Hombre, te lo piensas todo muchísimo más. Tomo en cuenta todo: ubicación, tiempo y demás. Sin embargo, lo bueno es que cambié mi ritmo de trabajo antes de convertirme en madre. Pasé mucho tiempo haciendo cuatro películas al año, así que no tuve vida. Fue una etapa en la que me la pasaba concentrada en otros personajes, hasta que llegó un momento en el que me pregunté: “¿Y mi personaje dónde quedó?”. Eso fue hace muchos años, así que tuve la oportunidad de cambiar. Una de las ventajas de esa transformación fue que aprendí a darme más tiempo para preparar a mis personajes. Porque sin darme unos meses para asimilarlos y entender quiénes son, nada funciona. Entonces también cambié por eso. Y luego, cuando me convertí en madre, decidí no rodar más de una o dos películas al año y mi ritmo de vida se hizo más sereno. Creo que eso es un gran privilegio si consideramos que empecé a trabajar desde que tenía 17 años. La intensidad de un rodaje, además, te permite seguir estudiando. Hacer otras cosas es muy importante. Como ya te he dicho antes, para mí la prioridad es mi familia, tener el tiempo para realizar actividades que disfruto, y ya después organizarme con mi trabajo.

ESQ: Esta experiencia de producción en la película de Julio, ¿no te dejó ganas de escribir un guión o dirigir tu propia película?

PC: Bueno, en cuanto a dirección, ya he dirigido dos cortos para promocionar lencería. Mi hermana Mónica y yo diseñamos una marca que se llama L’Agent, para Agent Provocateur. Las prendas son parecidas, pero las nuestras son más asequibles que las de Agent Provocateur y van dirigidas a un público un poco más amplio, incluso a jovencitas de cualquier edad. Y sobre todo, nosotras insistimos mucho en el mensaje de no hacer ropa para modelos, sino de celebrar la belleza de cualquier tipo de mujer. Eso es algo que he querido transmitir con los cortos que he hecho hasta ahora y cada que tenemos la oportunidad de hablar acerca de la línea. Por eso sí me gustó dirigir, aunque sólo haya sido en estas dos ocasiones. Ambos fueron cortos de cinco minutos. Los escribí, filmé, edité y produje y lo disfruté mucho. Sin embargo, no sé si sabes pero cuando el primero de éstos apareció en YouTube estuvo unas 48 horas censurado. El argumento fue que era demasiado sexy. A mí eso me molestó muchísimo, porque hay mucha violencia en internet que nadie veta y esto no era más que una celebración de la belleza femenina. Al final eso nos dio muchísima publicidad tanto para el corto como para la línea, pero claro, tampoco fue por un buen motivo. A mí me sorprende mucho que en esta sociedad moleste algo que además no fue tan provocador. Sí era muy sexy y muy sensual — Irina [Shayk] era la protagonista— pero porque estábamos vendiendo lencería. No sé, me molestó mucho. Sé que eso sucede, pero cuando te pasa a ti con un proyecto, es muy frustrante. Pero bueno, tu pregunta no era esa, sino si me gustaría seguir dirigiendo. Sí, me gustaría seguir haciendo publicidad o algún corto, pero nada más. Aún no sé si algún día me atreveré a dirigir un largometraje. De momento sólo me gustaría seguir con mis cortos y publicidad.

ESQ: Hablando de celebrar la belleza femenina, ¿qué pasó por tu cabeza cuando Esquire te nombró “La mujer más sexy del mundo”?

PC: Cuando me lo dijeron me hizo mucha gracia. No hay nada más que hacer que tomártelo con humor y agradecerlo. Es lo más que puedes hacer. Si no te ríes de algo así, tienes un serio problema.